TRES POSIBLES FUTUROS

Stephen Hawking,  en su libro "Historia del tiempo", describe tres posibles futuros para el desarrollo de la Ciencia: 

Futuro1.  Existe una teoría unificadora completa,  y algún día la encontraremos.

Futuro 2.  No existe una teoría única de todo sino una sucesión de teorías parciales que describen el Universo con cada vez mayor precisión.

Futuro 3.  No se pueden predecir los acontecimientos en el Universo más allá de cierto punto,  ya que suceden de forma aleatoria y en cierto modo arbitraria.

Cada uno de estos tres futuros resulta inquietante.  Si existe una teoría definitiva,  su descubrimiento pondrá punto final a la búsqueda de la verdad científica que comenzó antes de Aristóteles. Cierto es que habrá todavía mucho trabajo por hacer,  pero la situación será similar a la de un continente conquistado:  territorios y colonización, rutina para los cartógrafos. Al desaparecer las fronteras de la Ciencia, ¿qué será del espíritu explorador de la humanidad?

La ausencia de una teoría única puede ser aún peor. Sustituir una teoría parcial por otra y luego por otra más en un proceso sin fin recuerda al viejo mito de una Tierra plana a lomos de una tortuga. ¿En qué se apoya esa tortuga?  En otra, y esa nueva tortuga se apoya en otra, y así sucesivamente porque nunca se acaban las tortugas. El proceso de descubrir esas infinitas tortugas puede convertirse en una labor digna de Sísifo. Finalmente, si resulta que nuestras leyes físicas solamente consiguen describir la naturaleza hasta cierto punto, ¿nos conformaremos con eso y dejaremos de investigar?

 La Ciencia contemporánea parece seguir las tres sendas a la vez. Las teorías físicas actuales permiten describir los fenómenos naturales cada vez mejor (futuro 2)  a la espera de una teoría definitiva (futuro1),  pero la Física cuántica nos impone una forma aleatoria e indeterminada de conocer los acontecimientos (futuro 3). Conocer cuál será nuestro futuro real es algo que no podemos sino conjeturar.

OTEANDO EL MAS ALLA

A lo largo de la historia,  los científicos han sido conscientes de que la Ciencia no arroja respuestas a todas las preguntas. La ley de gravitación de Newton explica cómo y de qué forma los cuerpos son atraídos por efecto de su masa,  pero no responde a la pregunta del por qué ¿Qué mecanismo hace que las fuerzas tengan ese valor? ¿por qué motivo el Universo es como es?

Traspasar las fronteras de la Ciencia para hollar un territorio donde el método científico no puede proporcionar respuestas es tarea arriesgada y especulativa. Algunos científicos (pocos) apelan a la religión, rechazan ir más allá. En tiempos de Kepler y Newton no era extraño recurrir a la existencia de un creador último, lo que dejaba claro que la tarea del hombre es limitarse a describir el funcionamiento del Universo sin entrar en los por qué.

Está visión contrasta con el planteamiento del matemático francés Pierre Simón Laplace, quién fue interrogado en cierta ocasión por Napoleón sobre por qué no mencionó ni una vez a Dios en uno de sus libros. La respuesta de Laplace fue sencilla: "Sire, nunca he necesitado esa hipótesis". Grandes científicos como Stephen Hawking se atreven a afirmar ocasionalmente que no necesitan la "hipótesis de Dios" para explicar la existencia del Universo.

Si algún día el ser humano alcanza la anhelada meta de la unificación de las leyes de la Física y descubre la teoría del todo, tendrá a su disposición la herramienta definitiva para profundizar en el entendimiento del cosmos. Pero será tan solo una herramienta. Las respuestas a las grandes preguntas como "quiénes somos, de dónde venimos, cuál es el propósito de la vida", deberán provenir de otra fuente. Esa es tarea de filósofos, metafísicos, pensadores...y de vendedores de humo de todos los pelajes.

La encrucijada en la que se encuentra el ser humano fue descrita a finales de los años 70 por el escritor Douglas Adams en su obra "Guía del autoestopista galáctico", uno de los libros de ciencia-ficción más irreverentes y disparatados que existen. En uno de los capítulos se narra cómo una civilización hiperinteligente y muy avanzada construye un superordenador para descubrir la respuesta sobre la vida, el Universo y todo. Tras varios millones de años, la máquina está por fin dispuesta para dar la solución. Y llega la respuesta: 42. 

Los lectores se quedan sorprendidos. ¿42 por qué? El ordenador se mantiene firme, la respuesta es 42. Eso sí, advierte, quizá el problema estriba en que los programadores estaban tan preocupados por la respuesta que no sabían cuál era la pregunta. 

En cierto modo, lo que buscamos nosotros es una respuesta a una pregunta que no conocemos.

Y la respuesta no parece que sea el número 42.

 

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