LA ESA

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 (European Space Agency), menos conocida por sus siglas en francés: ASE (Agence Spatiale Européenne).

Algo de historia

Tras el final de la II Guerra Mundial, los Estados Unidos y la Unión Soviética se pusieron a la cabeza del desarrollo de la tecnología de los misiles balísticos y de su aplicación a las actividades espaciales. Pronto quedó en evidencia que los países europeos no estaban en posición de competir en igualdad de condiciones en esa carrera de forma individual, pese a los esfuerzos en tal sentido del Reino Unido y, en especial, de Francia. En 1961, bajo la presidencia de Charles de Gaulle, se creó en Francia el CNES (Centre National d’ Etudes Spatiales), con el objetivo de coordinar las actividades espaciales francesas. Un año más tarde se iniciaba el desarrollo del primer lanzador espacial francés, el Diamant, un pequeño vehículo de tres etapas de entre 19 y 21 metros de alto capaz de satelizar cargas de 150-200 kilogramos en órbita terrestre baja, cohete que en 1965 pondría en el espacio el primer satélite francés, el Asterix.

Este lanzamiento y los tres siguientes se realizaron desde la base de Hammaguir (Argelia), pero a partir de 1967 se realizaron desde el Centre Spatial Guyanais o “Centro Espacial de la Guayana francesa” (Guayana es un departamento francés de ultramar, al norte de Brasil). El Diamant se mantuvo en servicio hasta 1973, contabilizando un total de 42 lanzamientos, 10 de ellos terminados en fracaso.

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Diamant B despegando desde Kourou, 1970

Por su parte, los británicos habían desarrollado en la segunda mitad de los años 50 el misil de alcance medio (MRBM) Blue Streak:

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El Blue Streak era un cohete de una sola etapa bastante avanzado para su época. Diseñado por Havilland Aircraft Company y propulsado por motores Rolls Royce, pesaba 90 toneladas, medía 19 metros de alto y podía lanzar una cabeza de combate termonuclear de 1.360 kilogramos a 4.000 kilómetros de distancia, alcanzando una altitud máxima de 250 kilómetros. Lamentablemente, y como ocurrió con otros muchos brillantes proyectos aeroespaciales británicos de aquellos años, el programa fue cancelado en 1960 por cuestiones de costes, privando al Reino Unido del desarrollo de la que podría haber sido una familia de potentes vectores de lanzamiento. De hecho, para tratar de paliar los efectos negativos de la cancelación, el gobierno británico propuso emplear el misil como primera etapa de un lanzador de satélites, idea que más tarde se plasmaría, como ya veremos, en los cohetes Europa de la ELDO.

Conscientes de estas limitaciones, los distintos países europeos terminaron por aceptar la realidad de que sólo uniendo esfuerzos podrían alcanzar cierto grado de independencia en materia espacial. Por ello en marzo de 1962 nacía la ELDO (European Launcher Development Organisation u “Organización Europea para el Desarrollo de Lanzaderas”) y en junio se creaba la ESRO (European Space Research Organisation u “Organización Europea para la Investigación Espacial”), organismo orientado al desarrollo de satélites. La ELDO estaba integrada por Alemania, Australia, Bélgica, Francia, Italia, Holanda y Reino Unido y la ESRO, que vería la luz en 1964, la formaban los mismos países más Dinamarca, España, Suecia y Suiza.

Como parte de la infraestructura de la ESRO surgieron el ESTEC (European Space Research and Technology Centre o “Centro Europeo de Investigación y Tecnología Espacial”) en Noordwijk (Países Bajos), que se encargaría del desarrollo de satélites y vehículos espaciales, y la ESOC (European Space Operations Centre o “Centro Europeo de Operaciones Espaciales”) en Darmstadt (Alemania), responsable del control de las misiones espaciales. Sin demasiados problemas, la ESRO desarrolló en la segunda mitad de la década de los sesenta sus primeros satélites científicos: el ESRO I (para realizar estudios de la ionosfera y auroras polares), el ESRO II (rayos cósmicos y rayos X solares) y el HEOS A1 (viento solar y espacio interplanetario), que serían lanzados por los cohetes estadounidenses Scout y Thor-Delta, de tal modo que en 1970 la ESRO tenía 3 satélites en órbita y 22 experimentos en curso.

En 1973, con el acuerdo de todos los países miembros, se aprobaron algunos proyectos fundamentales para el futuro de la Europa espacial: el Spacelab, el programa Ariane y el Marots. Pero la decisión más importante y trascendente fue la de la creación de la ESA. Más problemática, y a la postre fracasada, fue la existencia de la ELDO. Su proyecto estrella fue el lanzador Europa. Cada etapa fue desarrollada por un país diferente: la primera etapa no era sino el cuerpo del misil británico Blue Streak; la segunda etapa era francesa y la tercera, alemana. La cofia fue desarrollada por Italia, mientras que Bélgica y Holanda se encargaron de los sistemas de seguimiento. El resultado fue un cohete de 33 metros de altura y 105 toneladas diseñado para poner en órbita geoestacionaria cargas de entre 200 y 360 kilogramos.

Entre 1964 y 1971 se sucedieron once lanzamientos de prueba de las distintas etapas y del cohete completo, fallando siete de ellos. Los problemas surgidos en la segunda y tercera etapas dieron al traste con los tres intentos de lanzamiento de satélites que se produjeron entre 1968 y 1970 desde la base de lanzamiento de Woomera (Australia). En noviembre de 1971 se lanzó el Europa II desde Kourou, pero también fracasó.

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Despegue del Europa II en 1971

Tras ello se canceló el programa y Francia tomó las riendas del esfuerzo espacial europeo a través de la ESA y del nuevo lanzador Ariane. Fruto de la decisión de la ESRO de 1973 y del fracaso de la ELDO, en 1975 ambas organizaciones se fundieron en la ESA (European Space Agency o “Agencia Espacial Europea”). Sus miembros fundadores fueron Bélgica, Dinamarca, Francia, Alemania Occidental, Italia, Holanda, España, Suecia, Suiza, Irlanda y el Reino Unido. Más tarde se sumaron Noruega, Austria, Finlandia, Portugal, Grecia, Luxemburgo, la República Checa, Polonia, Hungría y Rumanía, teniendo como miembro asociado a Canadá. En total, la ESA agrupa a 22 naciones y mantiene acuerdos de colaboración con otras naciones como Turquía y Ucrania.

Actualmente, el cuartel general de la ESA está en París, desde donde es dirigida por el austriaco Josef Aschbacher desde marzo de 2021. Da empleo a unas 2.200 personas y en 2022 su presupuesto ascendió a unos 7.200 millones de euros. Su base de lanzamientoestá en las instalaciones del CNES en Kourou. La ESA se configuró desde sus inicios como una organización intergubernamental en la que los estados miembros participan en distintos grados en programas espaciales obligatorios y opcionales. Francia y Alemania son los principales contribuyentes (28% y 22,8% respectivamente), seguidas por Italia (10%), Reino Unido (8,5%), España (6%, con un aumento al 7% anunciado en 2019) y Bélgica (4,6%). Cada tres años se celebra un Consejo Ministerial en el que los estados miembros aprueban un presupuesto y un programa de acción para los años siguientes. Las últimas reuniones de este Consejo tuvieron lugar en Sevilla (España) en nviembre de 2019 y en los París (Francia), en noviembre de 2022. En la Cumbre de Sevilla aprobó una inversión de unos 10.300 millones de euros en actividades espaciales para el período 2017-21.

Una de las debilidades de la actual configuración de la ESA es que la pertenencia esta organización no impide la existencia de programas espaciales nacionales independientes o de programas conjuntos con la ESA (además del CNES francés cuyo presupuesto anual asciende al doble de su contribución anual a la ESA, destacan agencias como la DLR alemana, la ASI italiana, la CSA-ASC canadiense o la recientemente creada UKSA británica). Tampoco ayuda demasiado a la consecución de una política espacial más ambiciosa el hecho de que haya programas en los que los estados miembros pueden o no participar. Es de suponer que, conforme vaya avanzando el proceso de integración política europea, se vayan unificando todos los programas y recursos en el seno de la ESA, o al menos eso sería lo deseable.

Además de su cuartel general parisino y de la base de lanzamiento de la Guayana francesa, la ESA tiene distintos centros repartidos por varios países europeos, algunos heredados de la ESRO y otros de nueva creación. Estos centros son:

 EAC: Centro Europeo de Astronautas, en Colonia (Alemania).

 ESAC: Centro Europeo de Astronomía Espacial, localizado en Villanueva de la Cañada, Madrid.

 ESOC: Centro Europeo de Operaciones Espaciales, en Darmstadt (Alemania)

 ESRIN: Centro de la ESA para la Observación de la Tierra, en Frascati (Italia).

 ESTEC: Centro Europeo de Investigación y Tecnología Espacial, en Noordwijk (Holanda).

 EHC: Centro Harwell de la ESA, en Oxfordshire (Reino Unido).

 Además, la ESA dispone de oficinas de coordinación en Estados Unidos, Rusia y Bélgica y estaciones de seguimiento en diversas partes del mundo.

Misiones científicas

Desde sus inicios, la ESA ha mantenido un amplio e intenso programa científico, siendo algunas de sus misiones bastante desconocidas por el gran público. Entre algunos de sus mayores éxitos podemos señalar el satélite astrométrico Hipparcos (1989-1993), gracias a cuyos datos pudo confeccionarse el catálogo estelar Tycho, o el Envisat (2002-2012), el mayor satélite de observación medioambiental de la Tierra puesto en órbita hasta la fecha, cuyas múltiples aplicaciones abarcan la superficie de la Tierra, los océanos, las capas de hielo y la atmósfera.

El estudio de las capas de hielo terrestre es también objeto de las observaciones del Cryosat 2, lanzado en abril de 2010 y todavía en activo, como ocurre con el satélite SMOS (Soil Moisture and Ocean Salinity satellite o “Satélite de Humedad Terrestre y Salinidad en los Océanos”), lanzado en noviembre de 2009 por un SS-19 Rokot desde el cosmódromo de Plesetsk (Rusia) y cuyo instrumento principal, el radiómetro Miras, fue desarrollado y fabricado en España por la antigua EADS/CASA (hoy Airbus Defense and Space).

La ESA también ha construido y lanzado los famosos satélites meteorológicos geoestacionarios Meteosat, desarrollados y operados por EUMETSAT (“Organización Europea para la Explotación de Satélites Meteorológicos”). Asimismo, continua el despliegue del sistema Galileo, el “GPS europeo", formado por 30 satélites de los que 24 están operativos. También podemos citar el satélite de órbita baja GOCE (Gravity field and steady-state Ocean Circulation Explorer o “Explorador de la Circulación Oceánica y de Gravedad”), dedicado a la medida del campo gravitatorio terrestre, que fue lanzado en marzo de 2009 desde Plesetsk. GOCE llamaba la atención por su forma vagamente aerodinámica y por ir dotado de un motor iónico de xenón cuya función era compensar las pérdidas de impulso causadas por la baja órbita. La misión terminó en octubre de 2013.

LA ESA también ha tenido o tiene en marcha misiones destacables en el campo de la astronomía espacial. Por ejemplo, el observatorio Planck Surveyor, lanzado dese Kourou con un Ariane 5 en mayo de 2009 hacia una órbita heliocéntrica, en el segundo de los puntos de Lagrange (L2), situado a unos 1,5 millones de kilómetros de la Tierra. Su objetivo era detectar las anisotropías en el fondo cósmico de microondas en todo el cielo, con una resolución y sensibilidad sin precedentes. Hasta la finalización de su misión (2013), Planck fue una fuente valiosísima de datos con los que comprobar las teorías actuales sobre el universo primitivo y los orígenes de las estructuras cósmicas.

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En el mismo lanzamiento del Planck fue puesto en el espacio el Herschel/FIRST, otro observatorio espacial también destinado al punto L2 cuyo objetivo era el estudio y observación, en el rango del infrarrojo cercano y las longitudes de onda submilimétricas, de la formación de galaxias en el universo primitivo y su evolución, de la creación de estrellas y su interacción con el medio interestelar, de la composición química de la atmósfera y la superficie de cometas, planetas y satélites y de la química molecular del universo. Para acometer su misión, Herschel iba dotado del mayor espejo desplegado hasta hoy en el espacio, (con la excepción del James Webb) de 3,5 metros de diámetro. La misión del Herschel/FIRST también finalizó en 2013.

Tampoco podemos dejar de mencionar el telescopio espacial XMM Newton, el mayor satélite científico construido en Europa hasta el momento (3.800 kilogramos de peso, 10 m de largo y unos 16 de ancho con los paneles solares desplegados) con capacidad para observar los objetos en luz ultravioleta y visible. En noviembre de 1999 un Ariane 5 lo puso en una órbita muy excéntrica de 114.000 x 7.000 kilómetros de la Tierra y todavía sigue funcionando.

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Telescopio XMM Newton

Otro instrumento astronómico destacable fue el CoRoT (Convection, Rotation and planetary Transits), dedicado a la búsqueda de planetas extrasolares, especialmente de aquellos de un tamaño similar al terrestre y que funcionó desde 2006 hasta quedar fuera de servicio en 2013 por un problema técnico. También podemos destacar el observatorio astrométrico Gaia, sucesor de la misión Hipparcos(1989-1993) con el fin de confeccionar un catálogo de aproximadamente mil millones de estrellas hasta magnitud 20. Gaia fue lanzado desde Kourou a finales de 2013 mediante un Soyuz ST-B hacia el punto L2 y sigue operativo.

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Observatorio espacial Gaia

En este campo, también odemos citar la misión CHEOPS (CHaracterising ExOPlanets Satellite), centrada en el análisis de tránsitos exoplanetarios mediante fotometría de muy alta precisión. Este pequeño satélite de 273 kg de masa y 58 kg de carga útil, fue lanzado en diciembre de 2019 desde Kourou mediante un cohete Soyuz. Esta misión está dirigida por España y el telescopio ha sido construido también en nuestro país por Airbus Defence & Space a excepción de la óptica, procedente de Suiza.

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Telescopio espacial CHEOPS

En materia de observatorios espaciales, la ESA ha colaborado con la NASA en la gestión del telescopio espacial Hubble y en el de su sucesor, el carísimo (10 mil millones de dólares) y complejo telescopio infrarrojo JWST (James Webb Space Tescope, que fue lanzado en diciembre de 2021 mediante un Ariane 5. A mediados de 2022 el telescopio, de 6.200 kilos de masa y situado en el punto L2 a 1,5 millones de kilómetros de la Tierra, está empezando a trabajar con su espejo segmentado de 6,5 metros y enviando las primeras imágenes. Se espera que este nuevo telescopio espacial sea tan revolucionario para la astronomía como lo fue en su momento el Hubble o la nueva generación de telescopios gigantes terrestres ya operativos o en fase de construcción.

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Lanzamiento, despliegue y primeras imágenes del JWST

La ESA también ha colaborado con la NASA en la observación solar con la misión Solar Orbiter (SolO), cuyo objetivo es realizar mediciones detalladas del campo magnético sobre la superficie solar, de los niveles de radiación en la heliosfera interna y del viento solar, así como realizar observaciones de las regiones polares del Sol desde órbitas de latitudes altas. La sonda fue lanzada en febrero de 2020 desde Florida a bordo de un cohete Atlas V de la NASA.

Misiones en el Sistema Solar

Pero la ESA no ha descuidado tampoco las misiones de exploración. Su primera misión en este terreno fue la exitosa sonda Giotto,lanzada en julio de 1985 por un cohete Ariane 1 con destino al cometa Halley. El 13 de marzo de 1986 Giotto se aproximó a 596 kilómetros de su núcleo, del que obtuvo abundante información.

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Posteriormente (1990), la sonda fue redirigida al cometa Grigg-Skjellerup al que llegó a aproximarse a sólo 200 kilómetros en julio de 1992 pero, aunque recopiló gran cantidad de datos, no pudo tomar imágenes del núcleo ya que la cámara había resultado dañada en el anterior encuentro con el Halley. Otra misión planetaria de gran éxito y repercusión pública ha sido la de la sonda orbital Mars Express, lanzada en junio de 2003 desde el cosmódromo de Baikonur (Kazajistán) por un cohete Soyuz-Fregat. La nave llegó a Marte el 25 de diciembre de ese mismo año, pero antes de su inserción orbital lanzó hacia la superficie del Planeta Rojo el pequeño aterrizador británico Beagle 2, del que no se tuvieron más noticias. Durante años se creyó que el módulo se había estrellado, pero gracias a imágenes tomadas en 2015 por la sonda estadounidense MRO, sabemos que el módulo consiguió aterrizar, pero que por alguna razón falló el despliegue de dos de sus cuatro paneles solares, impidiendo el correcto funcionamiento de la antena de comunicaciones.

El orbitador Mars Express continúa trabajando sin problemas en 2019 y aportando una ingente cantidad de datos científicos e imágenes que han contribuido a ampliar nuestros conocimientos sobre el pasado y el presente de Marte.

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Dadas las limitaciones presupuestarias, el futuro de la exploración marciana por parte de la ESA depende de la colaboración con otras agenciase espaciales y ello conlleva riesgos, como ha podido comprobar en sus carnes el programa ExoMars (Exobiology on Mars o “Exobiología en Marte”). Lo que empezó siendo un proyecto exclusivo de la ESA para enviar al Planeta Rojo un aterrizador y un rover, no tardó en convertirse (2009) en una misión conjunta con la NASA, pero esta se retiró del proyecto en 2012, lo que obligó a buscar otro socio si se quería seguir adelante con la misión, y ese socio no fue otro que la agencia rusa Roscosmos. El acuerdo, firmado en 2013, contemplaba la realizacion de dos misiones conjuntas ExoMars: una, el orbitador Trace Gas Orbiter (TGO, lanzado en marzo de 2016, acompañado del pequeño módulo EMD Schiaparelli), y otra en 2020 (rover ExoMars).

La parte rusa aportaba a la misión de 2020 el lanzador Protón-M, la etapa de crucero y la de descenso. Por su parte, la ESA contruía el rover Rosalind Franklin, de 310 kg de peso (más bastante más pequeño que el Curiosity americano, pero con el doble de masa que el Spirit y el Opportunity). La misión se vio retrasada por cuestiones técnicas y por la pandemia del COVID hasta 2022, pero cuando se estaban acometiendo las últimas pruebas de los elementos que componían la misión, la invasión rusa de Ucrania (febrero de 2022) y las subsiguientes sanciones occidentales llevaron a la ESA a cancelar la misión.

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Elementos de la misión Exomars 2020: etapa de crucero, módulo de descenso y rover

Actualmente, la ESA está colaborando con la NASA en el diseño y construcción de la misión MSR (Recogida de Muestras de Marte), que tendrá lugar a finales de esta década. Venus también ha sido objeto de la atención de la ESA con la misión Venus Express, lanzada también desde Baikonur en noviembre de 2005, tras apenas cuatro años de desarrollo. En abril de 2006 entró en órbita de Venus, donde permaneció estudiando las interacciones entre la superficie y la atmósfera del planeta hasta 2014. La nave se desintegró en la atmósfera de Venus en enero del año siguiente.

El planeta más cercano al Sol, Mercurio, ha sido asimismo objetivo de la ESA con la misión BepiColombo, conjunta con la agencia haponesa JAXA. La nave fue lanzada por un Ariane 5 en octubre de 2018. BepiColombo está compuesta por dos naves orbitadoras, una europea y otra japonesa: el MPO (Mercury Planetary Orbiter) y el MMO (Mercury Magnetospheric Orbiter). Las naves alcanzarán Mercurio en 2025 tras hacer varias asistencias gravitatorias con la Tierra y Venus y permanecerán en órbita al menos un año.

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Misión ESA/JAXA Bepi Colombo

Pero quizás la misión espacial de la ESA más mediática de los últimos años haya sido la de la sonda Rosetta, lanzada en marzo de 2004 por un cohete Ariane 5 hacia el cometa 67P/Churyumov-Gerasimenko al que llegó en agosto del año 2014. Debajo de estas líneas tenemos el esquema de esta interesante misión.

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A continuación podemos ver algunas de las imágenes del cometa, tomadas desde unos 100 kilómetros de distancia en agosto de 2014 y detalles de su superficie:

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Gracias a la información transmitida por la Rosetta, los técnicos de la ESA pudieron elegir cinco posibles lugares de aterrizaje para el aterrizador Philae, de apenas 100 kilogramos de peso. El aterrizaje se produjo a las 16:03 UTC del 12 de diciembre de 2014 en en punto J, en la región bautizada como Agilkia (imagen del centro bajo estas líneas):

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El histórico aterrizaje del Philae (al que podemos ver instantes después de su separación de la Rosetta en la fotografía siguiente) no fue todo lo bien que se esperaba, pues los arpones con los que se esperaba “sujetar” al módulo sobre la superficie del cometa (en la que debido, a la baja gravedad, apenas pesaba 1 gramo) fallaron, como también lo hizo un sistema de “frenado” de gas del que iba dotado.

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Como resultado, el Philae rebotó sobre la superficie tras el primer contacto y se elevó hasta un kilómetro de altura antes de volver a caer, rebotar de nuevo y posarse definitivamente a las 17:32 UTC de forma precaria en una zona bastante escarpada en la que el pequeño módulo apenas recibía la luz del sol que habrían necesitado sus paneles para recargar las baterías:

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Debido a ello, la duración de la misión del Philae, que estaba previsto que durase semanas, se redujo a las 57 horas de autonomía de su batería de emergencia. En esa circunstancia, los técnicos de la ESA decidieron realizar toda la investigación científica que fuese posible antes de que el módulo se quedase sin energía y entrase en modo hibernación. Así que activaron todos los instrumentos científicos, incluído el taladro SD2 y el instrumento MUPUS (Multi-Purpose Sensors for Surface and Subsurface Science), que incluía un penetrómetro que parece que no pudo introducirse bajo la superficie debido a la presencia de una capa de hielo.

Pese a los intentos, no fue posible volver a contactar con Philae. Sin embargo, la ESA estimó que el módulo Philae pudo realizar el 90% de su misión. Entre sus logros, el pequeño módulo pudo constatar la presencia de hielo de agua puro en bajo la capa de polvo superficial así como de distintas sustancias orgánicas. A principios de 2015 se dieron a conocer las primeras imágenes de la cámara OSIRIS de la sonda, mostrando más en detalle diversas áreas.

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Acantilados de la región de Hapi, en el “cuello” del cometa 67P

En septiembre de 2016, a pocos días del fin de la misión Rosetta, la ESA anunció que las cámaras de la nave, gracias a su mayor aproximación al cometa sobre el que trataría de aterrizar, había podido localizar y fotografiar al módulo Philae en la región de Agilkia, como podemos ver en la imagen siguiente, tomada el 2 de septiembre desde 2,7 kilómetros de altura por la cámara OSIRIS.

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Aunque con menos entusiasmo que otras agencias, la Luna también ha sido objetivo de la ESA. En septiembre de 2003 un Ariane 5 puso en el espacio el pequeño vehículo tecnológico de propulsión iónica SMART-1 (Small Missions for Advanced Research in Technology), que tardó trece meses en alcanzar su objetivo. Tras comprobar la fiabilidad del motor iónico, la nave fue estrellada contra la Luna en septiembre de 2006.

Pero no sólo los mundos del Sistema Solar interior han sido visitados por los vehículos de la ESA. El 25 de diciembre de 2004 el pequeño módulo Huygens se separó de la sonda norteamericana Cassini, en órbita de Saturno tras un viaje de siete años, para dirigirse a la luna Titán, donde aterrizó el 14 de enero de 2005. El Huygens se convirtió así no sólo en la primera sonda que aterrizaba en un satélite que no fuese la Luna terrestre, sino también en la primera en hacerlo en un mundo del Sistema Solar exterior. Pese a algunos problemas técnicos con el sistema de comunicaciones, la misión del módulo fue todo un éxito y transmitió las primeras imágenes y datos de Titán.

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Histórica fotografía de la superficie de Titán (enero de 2005)

Nuevas misiones

La agencia europea tiene programadas o en estudio nuevas misiones de cara a la próxima década. Sin ánimo de ser exhaustivos, tenemos, por ejemplo, las siguientes: JUICE: (Jupiter Ice Moons Explorer), antes conocida como JGO/Laplace, que debería haber sido una misión conjunta con la NASA, que debería haber aportado la sonda JEO (Jupiter Europa Explorer). Pero como en el caso de ExoMars, los recortes presupuestarios y las necesidades extras de financiación del telescopio espacial James Webb obligaron a la NASA a cancelar la JEO. Por fortuna, la ESA decidió seguir adelante con la colaboración de Rusia y la sonda JUICE fue seleccionada en mayo de 2012 como la futura gran misión espacial europea, siendo confirmada por la agencia en noviembre de 2014. La JUICE fue lanzada en abril de 2023 mediante un Ariane 5 o un Ariane 6 y, tras una serie de asistencias gravitatorias sobre la Tierra y Venus, alcanzará el sistema joviano en 2031. Una vez allí se situará en órbita sobre Calisto, sobrevolará Europa a 400-500 kilómetros de altura y orbitará Ganímedes durante nueve meses trazando mapas de alta resolución. La masa de la sonda JUICE será de 4.800 kilogramos y estará alimentada por paneles solares.

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PLATO: Siguiendo con los exoplanetas, en 2026 la ESA pondrá en el espacio el telescopio PLATO (PLAnetary Transits and Oscillations of stars) se dedicará a escudriñar el espacio para observar los tránsitos planetarios de aproximadamente un millón de estrellas, descubrirlas y caracterizar planetas extrasolares rocosos alrededor de estrellas enanas amarillas, como el Sol en el sistema solar, estrellas subgigantes y estrellas enanas rojas. El principal interés consiste en encontrar planetas similares a la Tierra en la zona habitable alrededor de sus estrellas también similares al Sol y donde el agua exista en estado líquido. Estará formado por 34 pequeños telescopios y se espera que funcione durante seis años como mínimo desde el punto de Lagrange L2 del sistema Tierra-Sol, a millón y medio de kilómetros de la Tierra.

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Telescopio PLATO

ARIEL: Como no hay dos sin tres, ARIEL (Atmospheric Remote-sensing Infrared Exoplanet Large-survey mission) es otra misión más de la ESA dedicada al estudio de exoplanetas, en concreto sus atmósferas. El telescopio ARIEL estudiará unos 1.000 planetas tras su lanzamiento en 2028.

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Telescopio ARIEL

LISA: Esta misión, planificada para 2037, lleva bastante tiempo en desarrollo y en principio iba a ser una misión conjunta con la NASA, pero en 2011 esta última se descolgó del proyecto, que fue acometido en solitario por la agencia europea. LISA (Laser Interferometer Space Antenna) es un proyecto de observatorio espacial de ondas gravitatorias, una de las predicciones de la relatividad general propuesta por Albert Einstein, cuyo estudio ayudará a contestar preguntas sobre el comienzo del universo, su hipotético fin o sus límites. LISA constará de tres pequeñas naves espaciales con forma de disco orbitando a cinco millones de kilómetros entre sí, formando un triángulo equilátero. Cada nave espacial transporta instrumentos que le permitirán rastrearse entre sí y actúan conjuntamente para medir las ondas gravitacionales que pasan cerca. LISA captará variaciones de longitud de onda de apenas unas décimas del tamaño de un átomo. Una misión precursora de este experimento fue lanzada al espacio en 2015 con el objeto de validar tecnologías.

Hemos visto algunas de las misiones científicas más importantes que están en curso, que se van a lanzar o que están en fase de propuesta en el seno de la ESA, pero también están previstas o propuestas otras en colaboración con distintas agencias como por ejemplo:

– El módulo de servicio de la nave tripulada Orión de la NASA, desarrollado a partir de la experiencia del carguero espacial europeo ATV.

– La propuesta de misión de exploración robótica lunar HERACLES (Human Enhanced Robotic Architecture Capability for Lunar Exploration and Science), en colaboración con la JAXA y que se presenta como precursora de misiones tripuladas a nuestro satélite.

– La misión conjunta chinoeuropea SMILE (Solar wind Magnetosphere Ionosphere Link Explorer), un satélite que será lanzado en 2024 desde Kourou y sobrevolará cada 51 horas el planeta a 121.000 kilómetros y después regresará a una distancia de 5.000 kilómetros de nuestro planeta para enviar todos los datos recopilados a una estación terrestre de la ESA en la Antártida y a la estación terrestre de Sanya (China).

Los cohetes de Europa

Tras el estrepitoso fracaso del programa Europa de la ELDO, en 1973 Francia propuso el desarrollo de una nueva familia de lanzadores que sería conocida como Ariane. El CNES francés llevó a cabo la ejecución del proyecto (dos terceras partes del cual eran financiados por Francia) y desde 1980 la ESA se encargó de su supervisión. Más de 100 compañías europeas participaron en el programa en función de la participación financiera de sus países. El 24 de diciembre de 1979 partió de Kourou el primer Ariane 1, un cohete de tres fases, 207 toneladas de peso, 50 metros de altura y 3,80 metros de diámetro capaz de situar en GTO cargas de 1.850 kilogramos. Tras un segundo lanzamiento fallido y las correspondientes revisiones, el nuevo cohete fue declarado operacional a finales de 1981. Hasta febrero de 1986 el Ariane 1 fue protagonista de 11 lanzamientos, incluido el de la sonda Giotto al cometa Halley.

En 1980 se fundó Arianespace, una compañía francesa con sede en Kourou formada por agencias espaciales y empresas europeas que se encargaría en lo sucesivo de la producción, operación y comercialización de los lanzamientos de los cohetes Ariane. Actualmente, la compañía oferta también los servicios de los Soyuz-2 que despegan de Kourou y del nuevo cohete ligero Vega. Francia y Alemania se reparten el grueso de su capital (Francia, 60.12% y Alemania el 18.62%; Italia el 9.36%, España, 2%, etc).

La familia de lanzadores Ariane ha sido todo un éxito que permitió a Arianespace dominar el mercado de lanzamientos de satélites comerciales durante años. Estos cohetes han estado evolucionando a lo largo de los años: las versiones 2 y 3 (1986 y 1984) tenían una capacidad de carga a GTO de 2.700 kilogramos, pero sería el poderoso y versátil Ariane 4 el que se convertiría en el caballo de batalla de la compañía. Entró en servicio en junio de 1988 y se mantuvo en servicio hasta febrero de 2003, protagonizando nada menos que 113 lanzamientos exitosos de un total de 116. Con 58 metros de altura y 240 toneladas de peso en su versión básica (la AR 44L pesaba 470 toneladas), sus cinco variantes eran capaces de poner en LEO entre 5.000 y 7.600 kilogramos de carga y en GTO entre 2.000 y 4.300 kilogramos (versión AR 44L).

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El interés inicial por un programa de vuelos tripulados y la necesidad de contar un con un cohete todavía más potente para poner en el espacio satélites cada vez más grandes y pesados llevó al desarrollo del Ariane 5. Comenzó a diseñarse en 1984 por encargo de la ESA y el CNES a Astrium (actualmente EADS Astrium) como contratista primario, liderando un consorcio de subcontratistas, mientras que Arianespace se encargaba de la gestión de las misiones y la comercialización, como en los anteriores Ariane. Su desarrollo completo llevó diez años y 6.000 millones de euros.

Con una altura variable de entre 46 y 52 metros, un diámetro de 5,5 metros y 777 toneladas de peso, el Ariane 5 es un cohete de dos etapas, la principal criogénica, apoyado por dos aceleradores de combustible sólido. En sus diferentes versiones (G, G+, GS, V, ECA, ES y ES-ATV) puede poner en LEO cargas de entre 16 y 21 toneladas (versión ES) y en GTO entre 5.000 y 10.500 kilogramos (versión ECA). Está capacitado para poner varias cargas en el espacio en un solo vuelo. Sus comienzos no fueron fáciles ya que el primer lanzamiento (junio de 1996) terminó en fracaso por un problema de software y el segundo (octubre de 1997) fue sólo un éxito parcial por un fallo del motor principal. Los lanzamientos nº 10 (julio de 2001) y 17 (diciembre de 2002) tampoco fueron como se esperaba pero, tras las oportunas mejoras y revisiones, en abril de 2003 se inició una nueva serie de lanzamientos sin que se haya registrado fallo alguno, a excepción de un fallo parcial en enero de 2018 que hizo que los satélites que transportaba no quedaran en las órbitas inicialmente previstas.

En total, hasta mediados de 2022 se han lanzado 113 Ariane 5, entre ellos el del telescopio espacial James Webb y la sonda joviana JUICE. El Ariane 5 se mantendrá activo hasta la entrada en servicio del Ariane 6. En un principio se consideró necesario complementar este último con una versión mejorada del Ariane 5 y por ello en 2011 la ESA dio el visto bueno a EADS Astrium para el proyecto de lanzador Ariane 5ME (A5ME o Midlife Evolution) que, con 53 metros de alto y 800 toneladas de peso, sería capaz de colocar en GTO 12 toneladas y hasta 23 toneladas en LEO gracias a una nueva etapa superior equipada con el motor criogénico Vinci reencendible. El primer lanzamiento estaba previsto para 2017, pero la decisión de que el futuro Ariane 6 dispusiera de una versión (A64) de prestaciones similares a las del A5ME llevó a suspender el desarrollo de esta última versión del Ariane 5 y a dedicar sus recursos al nuevo Ariane 64.

La necesidad de cubrir todos los huecos del mercado de lanzamiento de satélites y la retirada del servicio del Ariane 4 llevó a Arianespace a buscar un cohete medio de eficacia probada y lo encontró en el ruso Soyuz-2 o ST. En 2007 se iniciaron los trabajos para dotar al complejo de Kourou de una nueva plataforma de lanzamiento para los Soyuz ST, un cohete de 46 metros de alto y 305 toneladas de peso que puede lanzar 7.800 kilogramos a LEO o 4.500 kilogramos a órbita sincrónica solar (SSO). El primer Soyuz ST despegó con total éxito desde Kourou en octubre de 2011, portando dos satélites de prueba del proyecto Galileo, el IOV PFM y el IOV FM2. Hasta mediados de 2022 este cohete ha sido lanzado en 25 ocasiones desde la Guayana con un solo fallo parcial. Pero es muy probable que la crisis derivada de la invasión rusa de Ucrania ponga fin a esta fructífera colaboración.

El último nicho de lanzaderas espaciales que le quedaba a la ESA por cubrir era el de los cohetes ligeros. Por ello, la ESA y la Agencia Espacial Italiana han estado trabajando desde 1998 en el cohete Vega, un vehículo de cuatro fases sólidas, 30 metros de alto y 137 toneladas de masa diseñado para lanzar pequeñas cargas de 300 a 1.430 kilogramos para misiones científicas y de observación de la Tierra en órbitas bajas y polares de 700 kilómetros, pudiendo llegar a 1.963 kilogramos en lanzamientos a órbitas elípticas de 1.500x200 kilómetros. Italia ha corrido con un 65% de los costes de desarrollo, seguida por Francia (18%) y por otros países como España, Bélgica y Holanda. El coste por lanzamiento del Vega es de unos 32 millones de euros.

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Los cohetes Vega, Vega-C, Ariane 5 ECA, Ariane 62 y Ariane 64

El primer vuelo del Vega tuvo lugar en febrero de 2012 y puso en el espacio nueve pequeños satélites y nanosatélites. Hasta mediados de 2022 se han lanzado 20 cohetes Vega de los que 18 han sido exitosos. y están previstas otras 30 cargas hasta 2027. El Vega continúa su evolución; en julio de 2022 despegó el primer Vega-C, con una capacidad de carga de hasta 2.200 kilogramos, y en 2026 lo hará el Vega-E, que incorporará una nueva fase de oxígeno líquido y metano que sustituirá a las tercera y cuarta fase actuales, eliminando de paso la dependencia de motores ucranianos. El desarrollo de esta versión costará unos 118 millones de euros.

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Lanzamiento del primer Vega-C en julio de 2022

AVIO, al empresa italiana responsable del desarrollo del Vega, está también desarrollando una versión ligera de este cohete, el Vega C Light, para pequeñas cargas de hasta 250 kg a LEO.

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El Ariane 6

Si bien hoy por hoy la ESA y Arianespace tienen cubiertas todas sus necesidades con sus cohetes Vega. Soyuz y Ariane 5, a corto plazo Europa deberá disponer de un nuevo lanzador que sustituya al Soyuz ST, que se hizo cargo a partir de 2023 de las misiones encomendadas al Ariane 5 y que, sobre todo, tenga unos costes de lanzamiento inferiores a los de su predecesor, pues la irrupción en el mercado de SpaceX y su cohete Falcon 9 ha supuesto una revolución en el sector de los lanzamientos comerciales. Es por ello que años atrás se comenzó a trabajar en proyecto NGL (Next Generation Launcher o “Lanzador de Nueva Generación”).

En un primer momento, el CNES propuso el diseño PPH, un lanzador de combustible sólido en sus dos primeras etapas más pequeño y barato que el Ariane 5 (para cuyos lanzamientos comerciales no siempre es fácil encontrar dos cargas que se ajusten a sus capacidades) con una capacidad de carga a GTO de 6,5 toneladas:

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El Ariane 5 y el propuesto PPH

Para poder realizar misiones con cargas más pesadas, en 2012 la ESA optó por desarrollar también el Ariane 5ME, pero dado que la propuesta del CNES no despertó excesivo entusiasmo entre los clientes potenciales, las empresas Airbus y Safran presentaron en el verano de 2014 un diseño alternativo que consistiría en un nuevo cohete de 63 metros de altura y un diámetro de 4,6 metros que estaría formado por una etapa principal criogénica con un motor Vulcain 2+ de 1.350 kN de empuje y dos aceleradores de combustible sólido P120 (derivados de la primera etapa del Vega) de 3.500 kN a ambos lados. El Ariane 6 dispondría de dos versiones, la 6.1 y la 6.2:

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Gracias a una segunda etapa también criogénica (motor Vinci, también presente en el diseño de CNES), el Ariane 6.1 podría poner en GTO cargas únicas de hasta 8,5 toneladas o bien cargas dobles de 4 toneladas cada una. Otra versión, el Ariane 6.2, utilizaría una etapa superior Aestus para misiones a órbitas heliosíncronas (SSO). Además de mayor flexibilidad y capacidad de carga, la propuesta de Airbus/Safran compartiría muchos elementos técnicos con el Ariane 5 ME, lo que simplificaba la logística. En cuanto a los costes de lanzamiento, se estimaron en 70 millones de euros para la propuesta PPH frente a los 100 millones del de Airbus/Safran. En cualquier caso, bastante menos de lo que cuesta un lanzamiento del Ariane 5 (unos 165 millones de euros).

Finalmente, a principios de diciembre de 2014 la ESA anunció que la propuesta ganadora estaría basada en la propuesta Airbus/Safran. En abril de 2016 se presentó el diseño del nuevo Ariane 6 (de 63 metros de altura, 5,4 metros de diámetro y dos etapas), que tendrá dos versiones, la 62 y la 64. El Ariane 62 tendrá una masa de 530 toneladas y podrá situar en LEO cargas de hasta 10.350 kilos, 5.000 kilogramos en GTO y 6.450 kilos en SSO. Según los cálculos, cada lanzamiento del Ariane 62 costará 75 millones de euros. Por su parte, el Ariane 64 (que sustituye al nonato Ariane 5ME) pesará 860 toneladas (el actual Ariane 5 ECA pesa 775 toneladas), alcanzará también los 63 metros de altura y estará dotado de cuatro aceleradores sólidos P120, pudiendo lanzar hasta 11,5 toneladas de carga a GTO en un lanzamiento simple, 10 toneladas en un lanzamiento doble o lanzar cargas interplanetarias de 5 toneladas, pudiendo también enviar a LEO hasta 21,6 toneladas y a SSO 14,9 toneladas.

El coste de cada lanzamiento del Ariane 64 se elevará hasta los 115 millones de euros. El Ariane 6 podrá llevar a cabo hasta doce misiones al año, cinco de las cuales serán misiones gubernamentales y el resto comerciales.

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Según la información disponible a mediados de 2022, las dos versiones del Ariane 6 tienen comprometidas al menos 26 cargas útiles hasta 2035. Dado que se espera que el Ariane 62 haga su primer vuelo en 2023, el desarrollo del Ariane 5ME fue suspendido y sus fondos derivados al Ariane 64. España tendrá una participación del 6% (unos 182 millones de euros) en el proyecto, justo el doble que en el caso del Ariane 5.

Pero Europa ni quiere ni puede detenerse en el desarrollo de nuevos lanzadores. En junio de 2015, Airbus Defence and Space anunció el desarrollo de Adeline, una primera etapa parcialmente reutilizable que espera que esté operativa en 2025-30 y que equiparía a futuras versiones del Ariane 6. Un año más tarde, anunció también que estaba trabajando en un motor de nueva generación llamado Prometheus de unas 100 toneladas de potencia modulables en un 30% que funcionará con metano y oxígeno líquido, lo que abaratará los costes de lanzamiento y el mantenimiento.

Por su parte, la agencia espacial francesa (CNES) y ArianeGroup están trabajando en el proyecto THEMIS, cuyo objetivo es diseñar una primera etapa reutilizable para otro futuro lanzador europeo. Themis estará basado en el motor Prometheus de oxígeno y metano líquidos antes citado y se espera que las primeras pruebas tengan lugar en 2023. Un vehículo suborbital experimental reutilizable, el CALLISTO (Cooperative Action Leading to Launcher Innovation for Stage Toss-back Operation), desarrollado en colaboración con Japón, permitirá ir depurando las técnicas de retorno controlado del cohete, como en su día hizo SpaceX con el Grasshopper.

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Hipotético aspecto del cohete reutilizable Themis

Una vez que el Themis y el Callisto sean probados con éxito habrá que plantearse el siguiente paso en el horizonte del año 2030: o bien apostar por un Ariane 6 mejorado (Ariane Evolution), según la antes citada propuesta Adeline, o bien decidirse por un nuevo Ariane reutilizable (Ariane Next). Una posible versión de este nuevo lanzador incluiría siete motores Prometheus en la primera etapa, uno en la segunda y tres en cada uno de los dos aceleradores laterales. También existe la intención de aplicar estos desarrollos tecnológicos a una nueva familia de lanzadores (que incluiría uno superpesado) de la compañía Maia, una filial de ArianeGroup.

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Se espera que la combinación de la reutilización con los nuevos motores de metano y oxígeno líquido permita reducir a la mitad los costes de lanzamiento del Ariane Next respecto del Ariane 6.

Los vuelos tripulados

Aunque la ESA no dispone de medios para lanzar misiones tripuladas al espacio, sí tiene una unidad encargada de la selección y entrenamiento de astronautas, el European Astronaut Corps (“Cuerpo Europeo de Astronautas”), que vuelan en misiones de EEUU y de Rusia. Esta unidad depende del EAC (European Astronaut Centre o “Centro Europeo de Astronautas”) en Colonia (Alemania). Una vez asignados a una misión en concreto, pasan al Johnson Space Center de la NASA o a la “Ciudad de las Estrellas” rusa para completar su preparación.

Desde sus inicios, la ESA ha estado implicada en el vuelo espacial tripulado. Ya en 1973, la NASA y la ESRO firmaron un acuerdo para la fabricación del laboratorio presurizado modular Spacelab que, en diferentes configuraciones, fue transportado por el transbordador espacial en 25 ocasiones entre 1983 y 2000. El laboratorio tenía cuatro componentes principales: un módulo presurizado, que a su vez contenía un laboratorio; varios palés que permitían exponer materiales y equipamiento al vacío del espacio; un túnel de acceso al módulo, y un subsistema de señalización de instrumentos.

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Este proyecto sirvió de experiencia a la ESA para embarcarse en su proyecto orbital tripulado más ambicioso hasta la fecha: el módulo Columbus de la Estación Espacial Internacional. Aprobado en 1985 y objeto de numerosas revisiones, el Columbus fue ensamblado a la ISS en febrero de 2008 gracias a un vuelo del transbordador espacial americano. Se trata de un cilindro presurizado de 6,8 metros de largo, 4,5 metros de diámetro y una masa con carga útil de 19,3 toneladas. El Columbus supone, junto con el carguero no tripulado ATV (Automated Transfer Vehicle o “Vehículo de Transferencia Automático”), el grueso de la contribución europea al proyecto de la ISS.

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Carguero ATV

En lo que al ATV respecta, este carguero espacial estaba fabricado por EADS, tenía una longitud de 9,79 metros y un diámetro de 4,48 metros con una masa de 10,4 toneladas, pudiendo llevar cargas de 7,5 toneladas. Su lanzador era un cohete Ariane 5 ES-ATV y podía permanecer hasta seis meses acoplado a la ISS, a la que servía también como sistema de control de altitud gracias a sus motores. Una vez finalizada su misión, el ATV se quemaba en la atmósfera con su carga de residuos.

El primer ATV (bautizado Julio Verne) fue lanzado en marzo de 2008; el segundo (Johannes Kepler) despegó en febrero de 2011 y el tercero (Edoardo Amaldi) lo hizo en marzo de 2012. Un cuarto carguero (Albert Einstein) fue lanzado en junio de 2013 y el último (Georges Lemaître) lo hizo a finales de julio de 2014. El éxito del ATV hizo que en la Cumbre ministerial de la ESA de noviembre de 2012 aprobase de forma preliminar contribuir al programa norteamericano de nave tripulada Orión/MPCV con un módulo de servicio (SM) derivado del ATV. El ATV también ha sido propuesto como base para un sistema europeo independiente de acceso tripulado al espacio. En mayo de 2008 EADS Astrium y la Agencia Espacial Alemana (DLR) anunciaron que estaban trabajando en una versión tripulada del ATV que podría poner a tres hombres en órbita baja empleando una versión modificada del Ariane 5.

La primera etapa del proyecto consistiría en el desarrollo de la cápsula ARV (Advanced Reentry Vehicle o “Vehículo Avanzado de Reentrada”), capaz de llevar a la Tierra cargas de 1.500 kilogramos, que debería haber estado listo en 2015. La segunda etapa consistiría en adaptar esa cápsula para los vuelos tripulados, dotándola de los sistemas necesarios y vería la luz cuatro o cinco años más tarde. El coste estimado del proyecto sería de unos 2.000 millones de euros. En noviembre de 2008 el Consejo de Ministros de la ESA autorizó el inicio de los trabajos preliminares de viabilidad de la cápsula ARV, pero el proyecto fue paralizado debido a los recortes presupuestarios.

No es sin embargo este proyecto el primer intento de la ESA de disponer de sus propios medios de acceso tripulado al espacio. Ya en 1975, en plena efervescencia del proyecto del transbordador espacial, el CNES francés planteó la posibilidad de construir un pequeño avión espacial reutilizable, similar al proyecto X-20 Dyna-Soar de la USAF de los años 60. En 1985 el proyecto fue presentado a la ESA, que lo aprobó en 1987. Comprendía no sólo el avión espacial Hermes, sino también un laboratorio orbital independiente, el Columbus MTFF (Man-Tended Free Flyer). El Hermes debería haber tenido 19 metros de largo, 21 toneladas de peso y ser capaz de poner en órbita terrestre tres astronautas y 3 toneladas de carga. Para su lanzamiento era preciso disponer de un nuevo y poderoso cohete, y ese no era otro que el Ariane 5.

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Pero el constante incremento de los costes, así como las nuevas expectativas de cooperación internacional derivadas de la caída de la Unión Soviética dieron al traste con el proyecto en 1995, tras haber gastado en él cerca de 3.000 millones de dólares. Por fortuna, sobrevivieron el cohete Ariane y el módulo Columbus de la ISS. Años más tarde la ESA fue tentada por Rusia para participar en el desarrollo del nuevo vehículo tripulado Kliper, una nave reutilizable que debería sustituir a las Soyuz, pero la iniciativa no prosperó y el proyecto fue cancelado. Actualmente, además de los estudios iniciales de la cápsula ARV, la ESA y la agencia espacial alemana también continúan explorando la idea del avión espacial reutilizable de la mano del proyecto Hopper, cuyo primer prototipo a escala, el Phoenix, realizó distintas pruebas en 2004 en el North European Aerospace Test Range en Kiruna (Suecia).

En este orden de cosas, en la Cumbre ministerial de  2012 se acordó el inicio del programa italiano PRIDE (Programme for Reusable In-orbit Demonstrator for Europe), cuyo primer resultado fue el demostrador tecnológico IXV (Intermediate eXperimental Vehicle), exitosamente lanzado en un vuelo suborbital en febrero de 2015 por un cohete Vega.

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Demostrador IXV reentrando en la atmósfera

Dentro de esta iniciativa, está previsto que en 2023 un cohete Vega-C ponga en órbita la nave no tripulada Space Rider (Space Reusable Integrated Demonstrator for Europe Return), un vehículo reutilizable también derivado de las enseñanzas del IXV. Con una masa esperada de 3 toneladas en su versión definitiva y 4,5 metros de largo, el Rider podrá llevar 800 kilogramos de carga y aterrizará en la base de la ESA en la isla de Santa María, en las Azores (Portugal).

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Nave no tripulada reutilizable Space Rider

Similar en concepto y diseño a otros vehículos reutilizables estadounidenses como el Boeing X-37 (asignado a misiones de la Fuerza Aérea de los EE.UU.) o al Dream Chaser de la empresa Sierra Nevada Corporation, el Space Rider debería permitir un acceso rápido y sencillo al espacio para pequeñas cargas de instituciones y empresas, así como abrir camino al turismo espacial. Dicho de otra manera, de tener éxito el proyecto Space Rider, la ESA no debería tener problema ni excusa alguna para construir un vehículo tripulado que permitiese a Europa, por fin, ser también independiente en este ámbito. De hecho, aunquede momento no hay ningún programa definido, sí existe una "hoja de ruta" que aspira a que en 2030 haya astonautas europeos en la Luna y que también los haya en Marte en la década de 2040, objetivo contenido en un documento denominado Terrae Novae 2030+, nuevo nombre del programa E3P (European Exploration Envelope Programme) de 2016.

Dentro de estas iniciativas podemos incluir la novedosa propuesta SUSIE (Smart Upper Stage for Innovative Exploration), presentada por Arianespace y Safran en septiembre de 2022, consistente en un vehículo reutilizable de carga y tripulado que sería lanzado sobre un Ariane 64 (o de un futuro lanzador "metalox" recuperable) y que vendría a combinar la vieja idea del minitransbordador Hermes con los avances derivados del Space Rider y de conceptos sobre aterrizaje vertical evidentemente inspirados en los logros de SpaceX.

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Nave reutilizable SUSIE (septiembre 2022)

Según lo que sabemos hasta ahora, la nave SUSIE sería un vehículo basado en el concepto de cuerpos sustentador con una longitud aproximada de 12 metros, un diámetro de 5 metros y un peso de unas 25 toneladas, capaz de transportar a 5 astronautas y/o cargas en una bodega de 40 metros cúbicos, pudiendo regresar a la Tierra con una carga de 7 toneladas. Según se informó en la presentación de la propuesta, SUSIE no se limitaría a vuelos orbitales sino que, gracias a un módulo adicional, podría realizar misiones lunares.

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SUSIE en órbita y con la bodega de carga abierta

Ni que decir tiene que el que esta propuesta y cualquier otra parecida relativa a vuelos tripulados (y reutilizables) se transforme en algo concreto pasa por dos condiciones: decisión política y aumento presupuestario.

Como hemos visto, la ESA mantiene un notable programa científico que la sitúa de momento como la segunda agencia espacial más importante del mundo después de la NASA en lo que a estas misiones se refiere, pues su programa está muy por delante del de la casi paralizada agencia rusa Roscosmos o de la JAXA japonesa. Sin embargo, el programa espacial chino avanza a gran velocidad, tanto en misiones robóticas planetarias como tripuladas, por lo que es de esperar que, de no mediar una improbable reacción europea en ambos terrenos que se traduzca en mayores recursos económicos y en planes ambiciosos, en breve las agencias chinas superarán a la ESA todos los ámbitos.

No solo eso: la falta de ambición en lo que a un programa tripulado respecta está haciendo que la ESA empiece a sentir en la nuca el aliento de otras agencias consideradas hasta ahora “menores” como la ISRO india. La ESA también debería aspirar a tener un mayor impacto mediático (terreno en el que la NASA se mueve como pez en el agua) y asimismo debería reclamar su definitiva conversión en la Agencia Espacial de la Unión Europea, dejando a un lado su actual naturaleza intergubernamental y absorbiendo a unas agencias espaciales nacionales que de ningún modo pueden tener un papel relevante en un mundo dominado por las agencias de EEUU y China.

Mejorar su marketing público, aumentar su presupuesto, apostar por los vuelos tripulados, empezar a pensar en un cohete lanzador pesado al menos tan potente como el Falcon Heavy capaz de dar la ESA completa autonomía en la exploración del Sistema Solar y convertirse en una entidad fundamental de la UE redundaría en un mayor interés de la ciudadanía europea en sus actividades y en motivo de orgullo compartido.

 

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