OUMUAMUA Y AVI LOEB

El 19 de octubre de 2017 el astrónomo Robert Weryk del Observatorio Haleakela situado en el volcán extinto del mismo nombre en la isla de Maui, en Hawái, vio algo extraño en los datos recogidos por el primer telescopio de la red de Sondeo Panorámico y Sistema de Respuesta Rápida (Pan-STARRS1).

Las imágenes mostraban un punto de luz que atravesaba nuestro Sistema Solar como una centella, tan rápido que, en el momento en que los científicos bautizaban como Oumuamua ('explorador' en hawaiano) al que era el primer objeto interestelar jamás detectado, ya se encontraba a más de 32 millones de kilómetros de la Tierra, demasiado lejos para alcanzarlo aunque no tanto como para que durante once increíbles días no pudiéramos analizarlo al detalle. Y los detalles fueron tan raros, misteriosos y extraños que el astrofísico de Harvard Avi Loeb, tras descartar todas las otras opciones por imposibles, hubo de aceptar que la explicación que quedaba, por muy improbable que pareciera, debía ser la verdad: Oumuamua era un artefacto fabricado por una inteligencia extraterrestre.

De origen israelí y nacionalidad estadounidense Avi Loeb (1962) no es un ovnífilo de tres al cuarto ni uno de esos personajes siniestros que pululan por los dominios de Íker Jiménez. Catedrático de Astrofísica de la Universidad de Harvard, dirige allí la Iniciativa Agujero Negro, que investiga estos monstruosos devoradores estelares, y el Instituto de Teoría y Computación, además de ser miembro del Consejo de Asesores de la Presidencia de los Estados Unidos en Ciencia y Tecnología entre otras insignes academias y sociedades científicas.

Ha publicado cinco libros y más de 800 artículos y en 2012 la revista Time lo eligió como uno de los investigadores del Universo más influyentes. Pero ni todas estas credenciales han sido suficientes para sosegar la tremenda polvareda levantada en la comunidad científica por su afirmación de que Oumuamua es la primera señal de inteligencia extraterrestre que visita nuestro pequeño rincón de la galaxia. Ahora desarrolla y fundamenta tan extravagante afirmación en 'Extraterrestre' (Planeta, 2021) un libro de divulgación que llega simultáneamente a las librerías de todo el mundo este 3 de febrero.

Hubo tres hechos desconcertantes de los datos recabados sobre Oumuamua. En primer lugar su forma era completamente inusual, ningún asteroide, cometa o equivalente estelar detectado hasta la fecha era tan pequeño y tan aplanado, de unos cientos de metros por unas decenas de metros. ¿Tan aplanado como una nave espacial? En segundo lugar, su luminosidad al pasar cerca del Sol resultó ser diez veces más brillante de lo esperado. ¿Tan brillante como el metal? Estas dos primeras anomalías resultaban extrañas, pero podían llegar a explicarse con enrevesadas hipótesis. Fue la tercera la que le voló la cabeza a Loeb y le enfrentó a la mayoría del estamento científico: cuando volaba en las cercanías del astro rey, Oumuamua se desvió de pronto de la trayectoria que cabría esperar si solo actuara sobre él la mera gravedad solar. ¿Como si alguien hubiera girado el timón?

Esta es la entrevista concedida por Avi Loeb a Daniel Arjona desde su despacho de Harvard

"PREGUNTA. Oumuamua se desvió (cerca de un 0,1%) sin que ninguna fuerza natural (la gravedad solar, una desgasificación interna o su fractura) pueda explicarlo. Ese es el fundamento de la hipótesis que le ha llevado a escribir a este libro y a enfrentarse con la mayor parte de la comunidad científica. Usted, como Galileo, puede decir: "Y sin embargo se desvió".

RESPUESTA. Es que una desviación del 0'1% es estadísticamente muy significativa. Significaría, si fuera un cometa, que nada menos que una décima parte del objeto tendría que haberse evaporado para modificar su rumbo y no apreciamos nada parecido. Mi idea es que fue la fuerza ejercida por la luz solar sobre el objeto lo que modificó su dirección. Y esto es algo que nunca habíamos visto antes y, al mismo tiempo, es algo muy sutil.

P. Denuncia que las reservas de la comunidad científica frente a la búsqueda de vida extraterrestre generan una cámara de eco con su propia profecía autocumplida y dan lugar a una ciencia conservadora e incapaz de arriesgar. ¿Pero no es eso lo que dicen siempre los charlatanes de los ovnis y otras pseudociencias, que el método científico es demasiado estrecho?

R. Es una pregunta excelente. Es cierto, la ciencia debe basarse en lo sustancial. Si nos fijamos en los momentos más oscuros de la Edad Media, entonces pensaban por ejemplo que no podía diseccionarse un cuerpo humano debido al alma, o a la magia... ¿Qué hubiera sido de la medicina moderna si no hubiéramos derribado esas barreras? Lo importante aquí es que la ciencia debe abordar las preguntas significativas sin importar lo que digan los charlatanes. Y charlatanes existen en todos los ámbitos como, sin ir más lejos, el cambio climático. Pero mi crítica respecto a la comunidad científica está más relacionada con la falta de financiación para esta clase de investigaciones. Los jóvenes científicos son ridiculizados si se interesan por líneas de investigación poco habituales. Como si nos cegáramos voluntariamente ante lo que pasa en torno nuestro, como aquellos filósofos de la época de Galileo que no quisieron mirar por el telescopio. No podemos permitirlo. Yo no anuncio directamente la existencia de vida extraterrestre, lo que digo es que existen suficientes anomalías en Oumuamua como para abrir nuestros ojos.

P. Vamos a su hipótesis. Defiende que Oumuamua podría ser una vela solar desgajada de una nave espacial extraterrestre, un residuo tecnológico. Si fuera cierto, ¿cuál sería su propósito y el de la civilización que lo mandó? ¿Y seguirán todavía ahí?

R. Lo más probable es que no tuviera ningún propósito específico. Piense en el Voyager, cuando deje definitivamente de funcionar, no tendrá ninguna función. Debemos imaginar más bien que el espacio está lleno de objetos así, tecnología ya muerta, reliquias que flotan en el espacio. Tampoco creo, si me aventuro a ello, que la civilización que lo envío siga existiendo aunque, claro, podría equivocarme. Es cierto que las intrigantes peculiaridades de Oumuamua lo podrían situar como algo similar a una baliza, de algún tipo de red o cuadrícula que permite calcular coordenadas para navegar y desplazarse a algún sitio en concreto. Podría ser también una sonda. O perteneciente a una red de comunicaciones... Lo importante es que todas estas posibilidades queden abiertas y que la próxima vez que veamos algo parecido recabemos la mayor cantidad de datos posible.

P. Si Oumamua fuera tecnología extraterrestre, ¿eso sería verdaderamente una buena noticia? Se lo pregunto porque algunas resoluciones de la paradoja de Fermi, como la de Robin Hanson que cita en su libro, sobre por qué nunca hemos tenido contacto extraterrestre, postulan un Gran Filtro, algo que lleva a la vida inteligente a no llegar a prosperar o a extinguirse necesariamente. Si no hay vida extraterrestre inteligente eso podía significar que el Gran Filtro está detrás de nosotros y tuvimos la increíble suerte de pasarlo. Pero si se confirma la vida inteligente extraterrestre, el Gran Filtro estaría delante de nosotros, en el Futuro, aún no lo habríamos superado y nuestra inminente extinción quedaría garantizada. ¿Sería la peor noticia posible para nuestra especie?

R. ¡Pero por qué no pensar mejor que podemos interferir en nuestro destino! Nuestro destino está en nuestras manos y, que otras civilizaciones hayan podido desaparecer como usted bien advierte, no implica necesariamente que nosotros sigamos el mismo camino. Prefiero pensar que podemos hacer algo al respecto. Si alguna catástrofe así nos ocurriese tengo la esperanza de que podríamos escapar de la Tierra hacia algún otro lugar. En cualquier caso, sí, es una buena noticia, más conocimiento siempre es algo positivo. La pregunta es qué hacemos con ese conocimiento. El conocimiento de la energía nuclear, por ejemplo, puede llevar a algo digno, valioso y bueno como responder a nuestras necesidades energéticas.

P. ¿Es tan buena idea buscar vida inteligente extraterrestre, llamar, digamos, la atención? ¿Y si hay por ahí arriba una supercivilización agresiva que nos descubre y viene por nosotros?

R. Si entro en una habitación repleta de desconocidos, lo primero que debería hacer es escuchar antes que ponerme a hablar. Siempre podríamos buscar en el espacio sin necesidad de hablar. Pero tal vez sea un poco tarde, ya llevamos décadas hablando, lanzando nuestras propias ondas y emisiones al espacio. No obstante, vuelvo a lo anterior, siempre es preferible conocer los riesgos a ignorarlos.

P. Escribe en el libro que le gusta la ciencia ficción "que se ajusta a las leyes científicas". ¿Cómo imagina científicamente, una futura huida del ser humano a las estrellas? ¿Gigantescas naves/hogares espaciales? ¿Pequeñas naves no tripuladas o tripuladas por robots?

R. La imagen más evidente sería algo como el arca de Noé. Ahora mismo tenemos todos los huevos en la misma cesta, en la Tierra, así que podríamos preservar la vida con un arca espacial. Pero no haría falta meter en ella ballenas, pájaros o jirafas, solo un ordenador con un buen disco duro y una impresora 3D. Al llegar a su destino, imprimiría seres vivos sintéticos con la información de los ADN almacenada. No habría mucha diferencia a cuando los seres humanos salimos de África para llegar a nuestros cómodos apartamentos actuales. Tan solo habría que hacer algunos ajustes."

Hasta aquí la entrevista al astrofísico que se ha hecho famoso por estas opiniones y que, gracias a ellas, ha publicado un libro que seguramente tendrá mucho éxito, sobre todo en los declaradamente ovnífilos. Los argumentos que esgrime pecan, a mi juicio, de muy optimistas a favor de su tesis extraterrestre, sin ninguna prueba contundente que los avalen.

Como ya he repetido en muchas ocasiones, lo exótico vende, y que Avi Loeb lance un libro que le reportará bastantes más ingresos que los que gana como científico en varios años, debería, al menos, poner en seria dudas sus impactantes teorías alienígenas.

                                                                                                                                                       © 2021 JAVIER DE LUCAS