JORGE LUIS BORGES

BIOGRAFIA

Escritor argentino (Buenos Aires 1899 - Ginebra 1986). En su juventud, vivió en Europa (Suiza , España, etc...) donde tuvo contacto con los movimientos de vanguardia y las corrientes del pensamiento. Dotado de una inteligencia excepcional y de una inmensa curiosidad, pronto se distinguió por su inmensa cultura; sin embargo no fue sólo un erudito sino que siguió los caminos de la libre creación. Su lugar en las Letras americanas fue notorio, lo que le valió ser nombrado director de la Biblioteca Nacional de Buenos Aires. En sus £ltimos años perdi¢ la vista. Su obra es ingente, escribió magn¡ficos cuentos, ensayos y toda una original poesía de la que solo citaremos algunos de sus títulos m s conocidos: FERVOR DE BUENOS AIRES, LUNA DE ENFRENTE, CUADERNO DE SAN MARTÖN, EL HACEDOR, PARA LAS SEIS CUERDAS, EL OTRO, EL MISMO, ELOGIO DE LA SOMBRA, EL ORO DE LOS TIGRES, LA ROSA PROFUNDA, etc... Recibió el Premio Cervantes en 1979.


POEMAS ESCOGIDOS

EL REMORDIMIENTO

He cometido el peor de los pecados

Que un hombre puede cometer. No he sido

Feliz. Que los glaciares del olvido

Me arrastren y me pierdan, despiadados.

Mis padres me engendraron para el juego

Arriesgado y hermoso de la vida,

Para la tierra, el agua, el aire, el fuego.

Los defraudé. No fui feliz. Cumplida

No fue su joven voluntad. Mi mente

Se aplicó a las simétricas porfías

Del arte, que entreteje naderías.

Me legaron valor. No fui valiente.

No me abandona. Siempre está a mi lado

La sombra de haber sido un desdichado.


SPINOZA

Las traslúcidas manos del judío

Labran en la penumbra los cristales

Y la tarde que muere es miedo y frío.

(Las tardes a las tardes son iguales.)

Las manos y el espacio de jacinto

Que palidece en el confín del Ghetto

Casi no existen para el hombre quieto

Que está soñando un claro laberinto.

No lo turba la fama, ese reflejo

De sueños en el sueño de otro espejo,

Ni el temeroso amor de las doncellas.

Libre de la metáfora y del mito

Labra un arduo cristal: el infinito

Mapa de Aquél que es todas Sus estrellas.


LIMITES

Hay una línea de Verlaine que no volveré a recordar,

Hay una calle próxima que está vedada a mis pasos,

Hay un espejo que me ha visto por última vez,

Hay una puerta que he cerrado hasta el fin del mundo.

Entre los libros de mí biblioteca (estoy viéndolos)

Hay alguno que ya nunca abriré.

Este verano cumpliré cincuenta años;

La muerte me desgasta, incesante.


ELOGIO DE LA SOMBRA

La vejez (tal es el nombre que los otros le dan)

puede ser el tiempo de nuestra dicha.

El animal ha muerto o casi ha muerto.

Vivo entre formas luminosas y vagas

que no son aún la tiníebla.

Buenos Aires,

que antes se desgarraba en arrabales

hacia la llanura incesante,

ha vuelto a ser la Recoleta, el Retiro,

las borrosas calles del Once

y las precarias casas viejas

que aún llamamos el Sur.

Siempre en mi vida fueron demasiadas las cosas;

Demócrito de Abdera se arrancó los ojos para pensar;

el tiempo ha sido mi Demócrito.

Esta penumbra es lenta y no duele;

fluye por un manso declive

y se parece a la eternidad.

Mis amigos no tienen cara,

las mujeres son lo que fueron hace ya tantos años,

las esquinas pueden ser otras,

no hay letras en las páginas de los libros.

Todo esto debería atemorizarme,

pero es una dulzura, un regreso.

De las generaciones de los textos que hay en la tierra

sólo habré leído unos pocos,

los que sigo leyendo en la memoria,

leyendo y transformando.

Del Sur, del Este, del Oeste, del Norte,

convergen los caminos que me han traído

a mi secreto centro.

Esos caminos fueron ecos y pasos,

mujeres, hombres, agonías, resurrecciones,

días y noches,

entresueños y sueños,

cada ínfimo instante del ayer

y de los ayeres del mundo,

la firme espada del danés y la luna del persa,

los actos de los muertos,

el compartido amor, las palabras,

Emerson y la nieve y tantas cosas.

Ahora puedo olvidarlas. Llego a mi centro,

a mi álgebra y mi clave,

a mi espejo.

Pronto sabré quién soy.


1964

Ya no seré feliz. Tal vez no importa.

Hay tantas otras cosas en el mundo;

Un instante cualquiera es más profundo

Y diverso que el mar. La vida es corta

Y aunque las horas son tan largas, una

Oscura maravilla nos acecha,...

La muerte, ese otro mar, esa otra flecha

Que nos libra del sol y de la luna

Y del amor. La dicha que me diste

Y me quitaste debe ser borrada;

Lo que era todo tiene que ser nada.

Sólo que me queda el goce de estar triste,

Esa vana costumbre que me inclina

Al Sur, a cierta puerta, a cierta esquina...


UNA LLAVE EN SALÓNICA

Abarbanel, Farías o Pinedo,

Arrojados de España por impía

Persecución, conservan todavía

La llave de una casa de Toledo.

Libres ahora de esperanza y miedo,

Miran la llave al declinar el día;

En el bronce hay ayeres, lejanía,

Cansado brillo y sufrimiento quedo.

Hoy que su puerta es polvo, el instrumento

Es cifra de la diáspora y del viento,

Afín a esa otra llave del santuario

Que alguien lanzó al azul, cuando el romano

Acometió con fuego temerario,

Y que en el ciclo recibió una mano.


                             BALTASAR GRACIÁN

Laberintos, retruécanos, emblemas,

Helada y laboriosa nadería,

Fue para este jesuita la poesía,

Reducida por él a estratagemas.

No hubo música en su alma; sólo un vano

Herbario de metáforas y argucias

Y la veneración de las astucias

Y el desdén de lo humano y sobrehumano.

No lo movió la antigua voz de Homero

Ni esa, de plata y luna, de Virgilio;

No vio al fatal Edipo en el exilio

Ni a Cristo que se muere en un madero.

A las claras estrellas orientales

Que palidecen en la vasta aurora,

Apodó con palabra pecadora

Gallinas de los campos celestiales.

Tan ignorante del amor divino

Como del otro que en las bocas arde,

Lo sorprendió la Pálida una tarde

Leyendo las estrofas del Marino.

Su destino ulterior no está en la historia;

Librado a las mudanzas de la impura

Tumba el polvo que ayer fue su figura,

El alma de Gracián entró en la gloria.

¿Qué habrá sentido al contemplar de frente

Los Arquetipos y los Esplendores?

Quizá lloró y se dijo: Vanamente

Busqué alimento en sombras y en errores.


LECTORES

De aquel hidalgo de cetrina y seca

Tez y de heroico afán se conjetura

Que, en víspera perpetua de aventura,

No salió nunca de su biblioteca.

La crónica puntual que sus empeños

Narra y sus tragicómicos desplantes

Fue soñada por él, no por Cervantes,

Y no es más que una crónica de sueños.

Tal es también mi suerte. Sé que hay algo

Inmortal y esencial que he sepultado

En esa biblioteca del pasado

En que leí la historia del hidalgo.

Las lentas hojas vuelve un niño y grave

Sueña con vagas cosas que no sabe.


ALGUIEN

Un hombre trabajado por el tiempo,

un hombre que ni siquiera espera la muerte

(las pruebas de la muerte son estadísticas

y nadie hay que no corra el albur

de ser el primer inmortal),

un hombre que ha aprendido a agradecer

las modestas limosnas de los días:

el sueño, la rutina, el sabor del agua,

una no sospechada etimología,

un verso latino o sajón,

la memoria de una mujer que lo ha abandonado

hace ya tantos años

que hoy puede recordarla sin amargura,

un hombre que no ignora que el presente

ya es el porvenir y el olvido,

un hombre que ha sido desleal

y con el que fueron desleales,

puede sentir de pronto, al cruzar la calle,

una misteriosa felicidad

que no viene del lado de la esperanza

sino de una antigua inocencia,

de su propia raíz o de un dios disperso.

Sabe que no debe mirarla de cerca,

porque hay razones más terribles que tigres

que le demostrarán su obligación

de ser un desdichado,

pero humildemente recibe

esa felicidad, esa ráfaga.

Quizá en la muerte para siempre seremos,

cuando el polvo sea polvo,

esa indescifrable raíz,

de la cual para siempre crecerá,

ecuánime o atroz,

nuestro solitario cielo o infierno.


BARRIO RECONQUISTADO

Nadie percibió la belleza

de los habituales caminos

hasta que pavoroso en clamor

y dolorido en contorsión de mártir,

se derrumbó el complejo cielo verdoso,

en desaforado abatimiento de agua y de sombra.

El temporal unánime

golpeó la humillación de las casas

y aborrecible fue a las miradas el mundo,

pero cuando un arco benigno

alumbró con sus colores el cielo

y un olor a tierra mojada

alentó los jardines,

nos echamos a caminar por las calles

como por una recuperada heredad,

y en los cristales hubo generosidades de sol

y en las hojas lucientes que ilustran la arboleda

dijo su trémula inmortalidad el estío.


UN SOLDADO DE LEE

Lo ha alcanzado una bala en la ribera

De una clara corriente cuyo nombre

Ignora. Cae de boca. (Es verdadera

La historia y más de un hombre fue aquel hombre.)

El aire de oro mueve las ociosas

Hojas de los pinares. La paciente

Hormiga escala el rostro indiferente.

Sube el sol. Ya han cambiado muchas cosas

Y cambiarán sin término hasta cierto

Día del porvenir en que te canto

A ti que, sin la dádiva del llanto,

Caíste como cae un hombre muerto.

No hay un mármol que guarde tu memoria;

Seis pies de tierra son tu oscura gloria.


                            ©Javier de Lucas