LUIS CERNUDA
BIOGRAFIA
(Sevilla 1902 - Ciudad de México 1963). Nació en Sevilla, de padre militar. Estudió Derecho en la Universidad de Sevilla donde fue alumno de Pedro Salinas. Vivió luego en Madrid durante un año, donde frecuentó los distintos ambientes literarios y fue lector en la Universidad de Toulouse (1928-1929).
Durante la guerra civil apoyó activamente la causa republicana y en 1938 partió para el exilio. Fue profesor en diversas universidades inglesas hasta 1947, año en el que emigró a las Estados Unidos, donde ejerció también como profesor de literatura española en varias universidades. En 1952 se instaló definitivamente en México.
Se caracteriza este autor por una personalidad solitaria, dolorida y por una sensibilidad exacerbada y vulnerable. Ni en su vida ni en su poesía ocultó su condición de homosexual y su conciencia de ser una criatura marginada, y esto explica en gran parte su desacuerdo con el mundo y su rebeldía. Su singularidad y su aislamiento explican también el lugar que ocupa dentro de la Generación del 27. El título de su obra más conocida, LA REALIDAD Y EL DESEO, expresa certeramente el conflicto central de su vida.
Poéticamente rechaza los ritmos demasiado marcados, cualquier tipo de rima y el lenguaje brillante y rico en imágenes, para ceñirse a la lengua hablada y al tono coloquial, aunque bajo éste esconde una lúcida elaboración y una de las lenguas poéticas más sugerentes de la lírica española. Otras obras suyas son: UN RIO, UN AMOR y LOS PLACERES PROHIBIDOS, que datan de los años 30. Más tarde publicó DONDE HABITE EL OLVIDO, INVOCACIONES, LAS NUBES, COMO QUIEN ESPERA EL ALBA, VIVIR SIN ESTAR VIVIENDO, VARIACIONES SOBRE TEMA MEXICANO, POEMAS PARA UN CUERPO y DESOLACION DE LA QUIMERA. Es autor también de una interesante obra crítica y de una única obra de teatro: LA FAMILIA INTERRUMPIDA.
POEMAS ESCOGIDOS
LOS MUROS
Los muros, nada más.
Yace la vida inerte,
sin vida, sin ruido,
sin palabras crueles.
La luz, lívida, escapa,
y el cristal ya se afirma
contra la noche incierta
de arrebatadas lluvias.
Alzada, resucita
tal otra vez la casa:
los tiempos son idénticos,
distintas las miradas.
¿He cerrado la puerta?
El olvido me abre
sus desnudas estancias
grises, blancas, sin aire.
Pero nadie suspira.
Un llanto entre las manos,
sólo. Silencio, nada:
la oscuridad temblando.
QUE RUIDO TAN TRISTE
Qué ruido tan triste el que hacen dos cuerpos cuando se aman
parece como el viento que se mece en otoño
sobre adolescentes mutilados
mientras las manos llueven,
manos ligeras manos egoístas, manos obscenas,
cataratas de manos que fueron un día
flores en el jardín de un diminuto bolsillo.
Las flores son arena y los niños son hojas
y su leve ruido es amable al oído
cuando ríen, cuando aman, cuando besan,
cuando besan el fondo
de un hombre joven y cansado
porque antaño soñó mucho día y noche.
Mas los niños no saben
ni tampoco las manos llueven como dicen,
así el hombre cansado de estar solo con sus sueños
invoca los bolsillos que abandonan arena,
arena de las flores,
para que un día decoren su semblante de muerto.
NO DECIA PALABRAS
No decía palabras,
acercaba tan sólo un cuerpo interrogante
porque ignoraba que el deseo es una pregunta
cuya respuesta no existe,
una hoja cuya rama no existe
un mundo cuyo cielo no existe.
La angustia se abre paso entre los huesos
remonta por las venas
hasta abrirse en la piel
surtidores de sueño
hechos carne en interrogación vuelta a las nubes.
Un roce al paso,
una mirada fugaz entre las sombras
bastan para que el cuerpo se abra en dos
ávido de recibir en sí mismo
otro cuerpo que sueñe
mitad y mitad sueño y sueño carne y carne,
iguales en figura iguales en amor iguales en deseo
auque sólo sea una esperanza
porque el deseo es pregunta cuya respuesta nadie sabe.
DÉJAME ESTA VOZ
Déjame esta voz que tengo
lo mismo que a la pampa le dejan
sus matorrales de deseo,
sus ríos secos colgando de las piedras.
Déjame vivir como acero mohoso
sin puño tirado en las nubes,
no quiero saber de la gloria envidiosa
con rabo y cuernos de ceniza.
Un anillo tuve de luna
tendida en la noche a comienzos de otoño,
lo di a un mendigo tan joven
que sus ojos parecían dos lagos.
Me ahogué, en fin, amigos,
ahora duermo donde nunca despierte,
no saber más de mí mismo es algo triste,
dame la guitarra para guardar las lágrimas.
COMO LEVE SONIDO
Como leve sonido,
hoja que roza un vidrio,
agua que acaricia unas guijas,
lluvia que besa una frente juvenil.
Como rápida caricia,
pie desnudo sobre el camino,
dedos que ensayan el primer amor,
sábanas tibias sobre el cuerpo solitario.
Como fugaz deseo,
seda brillante en la luz,
esbelto adolescente entrevisto,
lágrimas por ser más que un hombre.
Como esta vida que no es mía
y sin embargo es la mía.
Como este afán sin nombre
que no me pertenece y sin embargo soy yo.
Como todo aquello que de cerca o de lejos
me roza, me besa, me hiere,
tu presencia está conmigo fuera y dentro,
es mi vida misma y no es mi vida
así como una hoja y otra hoja
son la apariencia del viento que las lleva.
DONDE HABITE EL OLVIDO
Donde habite el olvido,
en los vastos jardines sin aurora
donde yo sólo sea
memoria de una piedra sepultada entre ortigas
sobre la cual el viento escapa a sus insomnios.
Donde mi nombre deje
al cuerpo que designa en brazos de los siglos,
donde el deseo no exista.
En esa gran región donde el amor, ángel terrible,
se esconda como acero
en mi pecho su ala
sonriendo lleno de gracia aérea mientras crece el tormento.
Allí donde termine este afán que exige un dueño a imagen suya
sometiendo a otra vida su vida
sin más horizonte que otros ojos frente a frente.
Donde penas y dichas no sean más que nombres,
cielo y tierra nativos en torno de un recuerdo.
Donde al fin quede libre sin saberlo yo mismo,
disuelto en niebla ausencia,
ausencia leve como carne de niño.
Allá allá lejos
donde habite el olvido.
ADOLESCENTE
Adolescente fui en días idénticos a nubes
cosa grácil visible por penumbra y reflejo
y extraño es si ese recuerdo busco
que tanto tanto duela sobre el cuerpo de hoy.
Perder placer es triste
como la dulce lámpara sobre el lento nocturno,
aquel fui, aquel fui, aquel he sido,
era la ignorancia mi sombra.
Ni gozo ni pena fui niño
prisionero entre muros cambiantes,
historias como cuerpos, cristales como cielos,
sueño luego un sueño más alto que la vida.
Cuando la muerte quiera
una verdad quitar de entre mis manos,
las hallará vacías como en la adolescencia,
ardientes de deseo tendidas hacia el aire.
ESCONDIDO
Escondido en los muros,
este jardín me brinda
sus ramas y sus aguas
de secreta delicia.
¡Qué silencio! ¿Es así
el mundo?... Cruza el cielo
desfilando paisajes,
risueño, hacia lo lejos.
¡Tierra indolente! En vano
resplandece el destino.
Junto a las aguas quietas,
sueño y pienso que vivo.
Mas el tiempo ya tasa
el poder de esta hora:
madura su medida,
escapa con sus rosas.
Y el aire fresco vuelve
con la noche cercana,
su tersura olvidando
las ramas y las aguas.
QUISIERA ESTAR SOLO EN EL SUR
Quizá mis lentos ojos no verán más el sur
de ligeros paisajes dormidos en el aire
con cuerpos a la sombra de ramas como flores
o huyendo en un galope de caballos furiosos.
El sur es un desierto que llora mientras canta
y esa voz no se extingue como pájaro muerto,
hacia el mar encamina sus deseos amargos
abriendo un eco débil que vive lentamente.
En el sur tan distante quiero estar confundido,
la lluvia allí no es más que una rosa entreabierta,
su niebla misma ríe risa blanca en el viento
su oscuridad su luz son bellezas iguales.
LA ESTACION
¡Cuán tierna la estación,
sólo nido de tránsito,
abre un vuelo de trenes
hacia el aire lejano!
Ya la mano conduce
al vagón resonante,
la ternura, los sueños:
su lírico equipaje.
La rosa de los vientos
en el andén levanta
un perfume de olas
y de tierras intactas.
Cuando vaya el paisaje
por las vías del tiempo,
¡qué lejos quedarán
el adiós, el pañuelo!
¿Y la quietud no quiere
seguir la nueva estrella?
Dos anhelos cruzados
en el cristal se besan.
© Javier de Lucas