ly  LA GRAN MENTIRA

 

No sólo de pan vive el hombre, también de ilusiones. La ilusión es necesaria, da un sentido al vivir y mantiene la esperanza. Luchar por un mundo mejor donde los humanos serán libres e iguales es un proyecto más que aceptable, capaz de ilusionar a quien tenga un poco de corazón. Si el proyecto no funciona en la realidad, se dice que es ilusorio. y la ilusión esperanzadora se transforma en una ilusión de iluso. Perder una esperanza es cruel y por eso la gente se niega, con todas sus fuerzas, a desilusionarse.

La esperanza de un mundo mejor la ofrecía el Partido Comunista. Su oferta tenía un plus, existía un país donde la utopía de un mundo mejor se había realizado y se podía visitar .Ya no hacía falta imaginar como haríamos esa sociedad libre, bastaba con imitar lo ya realizado. Esto es importante, pues los militantes comunistas estaban exentos de imaginación, bastaba "memorizar" la URSS. En vez de soñar, se hacía. Era un proyecto eminentemente práctico. Que el modelo existiera en la realidad ofrecía otras ventajas; no hacía falta pensar, ya lo habían hecho los constructores del socialismo real. Teníamos un modo de empleo, como esos que acompañan los "kits" de muebles para montarlos uno mismo, pero en este caso el modo de empleo estaba traducido del ruso y no del japonés. La otra ventaja es que también te daban los instrumentos para el montaje de tu revolución: la estructura del partido. Así, liberado de toda actividad intelectual, podías entregarte en cuerpo y alma, es un decir, a la acción.

Hay otro punto que es importante. El proyecto te ofrecía y esto, creo, es lo fundamental, una visión del mundo muy coherente. Esta visión del mundo, esta filosofía, era la armazón ideológica del proyecto y su fundamento. Este esquema del mundo va a ser lo que guiará a los militantes del partido en la vida. Es una moral, ya que les dice lo que es bueno y lo que es malo y les evita "caer en tentación", que es el pensar. Esto lo ha explicado con gran precisión Orwell en su libro 1984. Esta doctrina, esta filosofía se denominaba "marxismo-leninismo". Hoy ya no, aún sigue existiendo en las cabezas de algunos, pero de modo anónimo, estructurando el pensar de muchos intelectuales de izquierdas hoy, a los que podemos llamar con toda justicia "tardoestalinianos". Las doctrinas son como las enfermedades, unas son contagiosas y otras, además, se vuelven endémicas y latentes, como en este caso.

La ilusión perdida se llama comunismo. El hundimiento del socialismo real en los países más desarrollados ha confirmado que la idea de comunismo, a lo menos tal como se definió en el siglo XIX. ha quedado obsoleta. Es incapaz de construir un mundo mejor, que era su objetivo. Pero, curiosamente, el batacazo de los regímenes liderados por los partidos comunistas no ha servido para eliminar la doctrina en la que se fundaban. Sorprendentemente sigue siendo operativa en los medios intelectuales y ha desaparecido del medio obrero. Puede ser que unos vivan en las nubes y otros suden. Las razones de esto son muy complejas y profundas.

Aquí intentaré describir cómo se ha perdido esa ilusión. Este proceso se ha efectuado durante el siglo XX y forma parte de la triste historia de ese período. Es un ejemplo del brote de un mito y de su agostamiento. Es también un modelo del funcionamiento de la alienación ideológica, individual y en masa, que nos muestra la fragilidad de la razón, y la debilidad de la moral de muchos humanos. Una doctrina que propugna un mundo libre, sus seguidores establecen un sistema totalitario de opresión extrema. En paralelo veremos que por otras vías aparece un nacional-socialismo totalitario. Los dos sistemas, que tienen estructuras sociales muy semejantes, se van a enfrentar; uno muere por una acción exterior, el otro por muerte natural, natural para un régimen totalitario: por consunción.

El brote

Para que brote una planta no basta con sembrarla, son necesarias unas condiciones adecuadas: un terreno que sea propicio, un cierto clima y unos cuidados apropiados. En un medio dejado al abandono crecen todas las especies y las más duras arraigan mejor, pero con rendimientos reducidos. En un país con un régimen dictatorial, con una buena dosis de desigualdad social, una falta de libertad importante y una capacidad represiva rodada durante años, las ideas de libertad y de lucha por la igualdad pueden cuajar fácilmente. Por eso mismo las autoridades ejercen un fuerte control sobre la difusión de ideas y sobre las personas que pueden ser portadores de otras "verdades" que podrían alterar el equilibrio del sistema, basado, como corresponde a una sociedad cerrada, en la unicidad de "su" verdad.

La unicidad del pensamiento del sistema conduce a la aparición espontánea de minúsculos grupos de crítica de todo tipo, literaria, social y política, que son la reacción normal a la viscosidad intelectual del medio. Estos grupos pueden llegar a ser núcleos de disidencia política y es en ellos donde puede caer, con posibilidad de fructificar, la semilla de una ideología política elaborada. En España, a finales de los años 40 y principio de los 50, se reunían las condiciones para la aparición de núcleos de disidencia, diferentes de los residuos de opciones políticas anteriores a la guerra civil. Es decir, que el sistema generaba su propia oposición a partir de su realidad.

En la Universidad en particular se formaban grupos informales que discutían otros temas diferentes de los litigios sobre resultados de los partidos de fútbol. Los asuntos eran variados sobre la censura del cine o del teatro o la novela; de ahí se solía pasar a una búsqueda de ideas diferentes de las que ofrecía el sistema, pues por la general estas últimas no permitían comprender razonablemente la que sucedía, cultural o socialmente. Las reuniones tenían lugar en bares, cafés y en la trastienda de alguna librería o en el Ateneo. Siempre grupos muy reducidos, casi nunca más de diez personas, formados por estudiantes de ciencias, letras, derecho e ingeniería, todos mezclados y a veces un licenciado que hacía oposiciones.

Los textos que se leían eran tan heterogéneos como homogéneo era el pensar oficial. Russell, Eddington, Unamuno, Jaspers, Ortega, Kierkegaard, Husserl, Humme, y más tarde Camus, Heidegger y Sartre. En algunos casos era conocidos de oído más que por lectura. No hay que olvidar que una parte de los profesores de los institutos de segunda enseñanza eran "de antes de la guerra" y se les solía "escapar" alguna que otra cosa interesante en sus enseñanzas. Eran como indicadores de cultura posible y muchas veces sin querer, fuente de bibliografía "herética".

No eran muchos los grupitos de inquietos y aún menos numerosos los núcleos potencialmente políticos. Un par de ellos fueron contactados por el Partido Comunista. Los contactos esporádicos y por lo general breves, de los mensajeros, sólo permitían la exposición de unos esbozos doctrinales. Pero el hecho de ser la doctrina enemiga número uno del régimen y la dura represión que sufrían sus seguidores, le confería un estatuto de seriedad, que compensaba ampliamente la escasez y pobreza de la información ideológica. A esto hay que añadir la existencia de la Unión Soviética, estado en el que se había realizado la revolución por la libertad y por la igualdad, lo que era mucho más, por ser real, que un argumento.

De este modo gentes entrenadas por una clandestinidad cultural ligera, entraban con entusiasmo en una clandestinidad mucho más temible. y su prácticamente nula información sobre el marxismo, en cualquiera de sus variantes ideológicas, hacían que se aceptase las migajas doctrinales como un saber total. A esto hay que añadir que los mensajeros aparecían como los representantes del proletariado, la clase ascendente. No eran, estos enviados, proletarios, simplemente se trataba de las conexiones, humanas y verdaderas, con La Clase, y ellos, los mensajeros, sabían lo que había que saber. Nace así una fe. Fe en los enviados, ángeles, que con los riesgos, reales y de todos sabidos, que corren, dan testimonio de la verdad que revelan: una Buena Nueva, el evangelio de que existe una salvación terrenal, y que el paraíso ya existe y esta aquí, y esa es la verdadera fe.

A una masa, reducida, de intelectuales en formación, con una astronomía de doctrinas inconcretas en la cabeza, la llegada, más bien el anuncio de la llegada, de una doctrina sólida, coherente y justificada experimentalmente, no puede por menos que seducirla. Los seducidos, por su mera aceptación de la nueva fe, forman parte de la inmensa falange de los combatientes por la libertad y la igualdad de todos los hombres. y movidos por esa esperanza, la de lograr una liberación local y universal, van a afrontar cárceles y persecuciones, que son de verdad, ciertas, terrenales y están ahí, a la vuelta de la esquina. La ilusión ha prendido y esos son los brotes.

La instalación y la consolidación de esa ilusión producirá efectos secundarios variados. En primer lugar los brotes, los embriones de una oposición independiente de los partidos de antes de la guerra, brotados en el seno del sistema mismo, es decir autóctonos, serán, casi todos, absorbidos por la Gran Ilusión y en la mayor parte de los casos, digeridos. En segundo lugar aparecerá como la oposición más creíble y más fuerte, casi hegemónica en el medio de la oposición al régimen. Esta posición central y dominante hará aparecer a su doctrina como la única seria, con la consecuencia de que los análisis sobre la situación del país que se deducían de su aplicación, se parecían mucho más a lo que decía la doctrina de cómo era el mundo que a "lo que acontecía en la roa". Distorsión de la realidad que los ilusionados no percibían, tan fuerte era su fe. Firmeza que les transformaba en ilusos. Su prestigio hacía que sus "visiones" políticas, apareciesen entre buena parte de la oposición como la quinta esencia de la verdad. Lo que no favorecía en exceso la toma de conciencia de la situación real con la que tenía que lidiar la oposición.

En cierto modo, el hacer y el decir de los portadores de la Gran Ilusión estaban creando un pensamiento único, que parecía que iba a ser predominante en la sociedad futura, como ya casi lo era entre la oposición al régimen. Pero será su coherencia misma, en el fondo su pobreza intelectual, la causa, con el paso del tiempo, es decir con la experiencia de los ilusionados, de la desilusión. Si la ilusión se produjo casi de golpe, el proceso que conducirá a la desilusión será mucho más lento.

Las razones del brote y de su arraigo

Hoy muchos se preguntan qué razones fueron las que condujeron a algunos a aceptar la doctrina comunista. La respuesta natural es que eran unos malvados, ansiosos de poder. En verdad es que si se conocen los frutos de la doctrina, aceptarla implica tener razones que sólo son confesables en el secreto de un confesionario. Pero en aquella época muy pocos sabían lo que pasaba en los países del imperio soviético. Lo que decía el sistema nacional del sistema comunista no era creíble, pues se suponía que era pura propaganda del régimen. La inmensa mayoría de los que por aquel entonces se aproximaban al PC, lo hacían con la mejor voluntad; la represión del régimen no favorecía la llegada de arribistas en masa.

La debilidad doctrinal de los mensajeros, que se ha indicado, no era obstáculo para su aceptación. La doctrina del régimen era también muy débil. Sus exigencias doctrinales eran reducidísimas: aceptar las consignas y repetirlas, tener fe y confianza en el Jefe. Los cursos de Formación Política, obligatorios en todos los centros de enseñanza, se limitaban a exponer las bases programáticas del sistema sin admitir la menor discusión, lo que les reducía a ser meras charlas de información propagandista. Es decir que la formación política del régimen era, en cuanto la forma, idéntica, hoy lo sabemos, a la desarrollada en los estados controlados por partidos comunistas. En principio pasar de una doctrina a otra, de la del estado franquista a la expuesta por los mensajeros, no era difícil, pues no requería una ruptura del esquema mental político: entrega ciega al Gran Jefe, cantar los éxitos del sistema, comulgar con las verdades proclamadas, ser capaz de sacrificarse por todo ello. Bastaba con cambiar el nombre de la persona y los términos de la doctrina. Es que ambos sistemas eran ideocracias, ideas que se reducían en la práctica a términos.

Las similitudes entre los sistemas es uno de los factores que va a favorecer la implantación de la doctrina. Por otro lado, la debilidad doctrinal del régimen no puede ofrecer una resistencia adecuada. La educación filosófica impartida se reducía a un tomismo degradado a fuerza de simplificarlo y poco más. No se fomentaba, precisamente, el espíritu critico. Si la doctrina no llegaba, por la limitación doctrinal de los mensajeros, lo que sí comunicaban eran los objetivos que se pretendían lograr. Y estos eran importantes tanto social como personalmente.

Lo que anunciaban era: primero, colonizar el Futuro, es decir, crear un medio favorable al hombre y poder controlarlo (aquí hay un guiño a los arribistas posibles); este mundo nuevo permitiría la emancipación de los oprimidos. Para ello los que "saben" se encargarán de orientar y dirigir a los oprimidos, la clase obrera que está engañada por el sistema capitalista; los "sabedores" son los revolucionarios profesionales (otro guiño), empleados a jornada completa y fijos.

Segundo, la entrada en el partido implicaba, de hecho, el abandono de las tendencias individualistas por la aceptación de la fusión, teórica y práctica, en el aparato del agente revolucionario de la clase universal, que realizará la revolución.

Tercero, la lucha local, aquí y ahora, es también universal. El proletariado, a cuyo servicio se está, representa a toda la humanidad, la verdadera.

Cuarto, este quehacer está (se diría hoy) avalado por el hecho de tener la Historia un sentido y esta lucha va justamente en esa dirección.

Se ofrecen: un objetivo grandioso: transformar el mundo. Progresista, se va en el "sentido de la Historia". Altruista, la lucha local es universal. Moral, el egoísmo, el individualismo, desaparece al socializarse el agente revolucionario. Esto último requiere por parte del revolucionario la dejación de todo pensar, en particular crítico.

Nos encontramos con un sistema que conduce a la servidumbre voluntaria. Aceptada por ser la acción futura una aventura, colonizar el futuro, es decir controlar el tiempo. Ser generosa ya que se hace por y para la humanidad, la verdadera, los oprimidos. Ser moral ya que se elimina el individualismo egoísta y se le sustituye por una socialización. No exige ni pensar ni criticar.

Se comprende que el brote nazca y se afiance. En un régimen autoritario, con tendencias (frustradas) al totalitarismo y con un esquema doctrinal tosco y débil, la llegada de otra visión política tiene muchas posibilidades de afincarse. En nuestro caso, las posibilidades de ser aceptada crecen pues se expone una doctrina, aun presentada con cuentagotas, y que es también autoritaria (lo que favorece el cambio doctrinal), pero, esto es lo decisivo, que lucha por la liberación de la humanidad, que dice tener un alcance universal, a lo que hay que añadir la posesión de la clave, una teoría científica, eso si, que nos dice cómo hay que hacer la revolución: "el Materialismo Histórico". En aquel momento, no hay que olvidar el tiempo, todo joven iluso con un poco de sensibilidad social, se aproximaba al Partido. La salida será otro cantar, curiosamente facilitada por el hacer real de los partidos comunistas del mundo, su universalismo era de verdad, pero no en el sentido que ellos lo creían.

Una ideología elaborada a mano

Por los años cincuenta era más bien difícil conseguir información del mundo que no pasara por los canales oficiales o controlados por la censura. Raros eran los libros extranjeros de cualquier clase que llegaban a las librerías y los que podían viajar al exterior, no solían traerlos en las maletas, por miedo a los controles en las aduanas; lo mismo sucedía con los periódicos. A estas condiciones de aislamiento cultural, querido por el propio régimen, hay que añadir la automarginación, relativa pero real, que implica toda actividad clandestina. Si a esto añadimos el funcionamiento en "células" de los militantes, se puede comprender que la formación ideológica tienda a ser escuálida y dogmática. No se debe olvidar que la formación doctrinal se efectuaba por vía oral y que los transmisores tenían una información recibida también de boca a oreja. En 1954 había un solo ejemplar del Manifiesto en el ámbito de la Universidad de Madrid.

La ideología elaborada en esas circunstancias tenía todas las características de una "labor" casera. La opresión era capitalista, el mundo occidental y su centro, los Estados Unidos, luchaban para mantener la explotación, la prueba es que se apoyaban en regímenes fascistas. El mal estaba en las democracias occidentales, justificaban sus maldades con el pretexto de la democracia. Las democracias se podían clasificar en dos categorías: la democracia formal del capitalismo, la falsa, y la verdadera, la democracia socialista, la autentica. El bien era la URSS y los otros países socialistas. El mal, el resto de las estructuras sociales que en el mundo había. A esto hay que añadir que los socialistas eran unos vendidos al capital. La liberación se lograría gracias a las luchas del proletariado, ahora adormecido por las artimañas de los capitalistas y sus aliados, pero que despertaría, en parte, gracias a la lucha. La Historia tiene unas leyes que se acaban cumpliendo siempre, pues la Historia tiene un sentido que descubrieron los padres de la doctrina, en el caminar de la historia se llegará al estadio final: el comunismo, donde el hombre será libre. Luchemos contra las fuerzas que se oponen a la marcha de la Historia, nuestra lucha va en el sentido de la Historia y en la Unión Soviética se está realizando la Historia limpiamente.

El partido conocía, interpretaba de una manera justa la doctrina descubierta y elaborada por los fundadores del marxismo, defendiéndola de los que querían deformarla, caso Trosky, del que se conocía únicamente el nombre. Es curioso que en 1954 en Madrid y en una reunión de célula se acusase a un militante de tendencias troskistas, lo que produjo sorpresa, nadie sabía lo que quería significar el acusador al emplear ese adjetivo, pero se aceptó que tal cosa debía ser algo terrible. Un detalle: el acusado se había dejado bigote y barba, recortada en tomo a la boca. La ignorancia no implica nunca ausencia de fe.

Curiosamente este esquema doctrinal tiene un fuerte parecido con lo que en los países socialistas se denominaba el "diamat", es decir la enseñanza de la doctrina marxista en las escuelas y los centros de formación profesional. Este esquema doctrinal permite, en primera aproximación, explicar todos los fenómenos sociales y políticos y es el fundamento "científico" de la ilusión. Su ampliación en el momento de la transición aquí, por la llegada de mejor información, no alteró su estructura y hoy sigue siendo la visión del mundo que tienen los "tardoestalinianos" que circulan por estos barrios. Es curioso que esta visión del mundo dualista, coexista, en algunos casos, con una formación cultural media. Lo que parece indicar que es algo más que una visión del mundo, es una fe.

Esta fe da confianza, se sabe cómo marcha el mundo, se elimina el acaso, lo imprevisible, al tiempo que nos confirma en nuestro afán. Es un saber sencillo y que marcha siempre, a condición de "analizar" (manipular) de un modo adecuado los datos. Si las cosas van bien, es que la línea política aplicada era la justa, lo que confirma la doctrina; si las cosas van mal es que unos encantadores capitalistas enemigos nuestros han interferido en el proceso, impidiendo que la línea justa triunfe. La doctrina, el esquema, es, dentro de sus límites, coherente, verdadero e imposible de "falsar" y esto confirma en la fe al creyente. Este fideísmo hace al militante "inasequible al desaliento", y le blinda ante los ataques de la realidad, a la que se puede calificar de reaccionaria.

Las informaciones que indicaban que en la Unión Soviética y los países socialistas, las cosa no eran como decía la doctrina, y que habían pasado y pasaban cosas más bien feas, eran rechazadas como invenciones de los imperialistas en su lucha contra el comunismo. Eran intentos de intoxicación del enemigo de clase. Era evidente que las noticias llegaban de los países capitalistas y las traían escapados de los países del socialismo real, unos traidores sin duda, o unos resentidos. Llegaban noticias de unos levantamientos de obreros en Alemania Oriental, que decían que habían sido reprimidos por las tropas soviéticas, seguramente bulos de los imperialistas americanos. Los campos de concentración en la URSS, otra mentira. Pero en 1956 Jruschov en el XX Congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética pronunció la famosa conferencia sobre los crímenes de Stalin. Era una declaración oficial que confirmaba los cientos de documentos que circulaban por toda Europa sobre lo que sucedía en los países del Este. Creó un cierto malestar. Produjo un cataclismo en los estados gobernados por partidos comunistas e inició la descomposición del bloque socialista.

Jruschov mismo explicó que esos crímenes eran el fruto de la actuación de un ser maligno, un asesino y un maníaco, precisamente el ídolo de los comunistas del mundo entero hasta el momento del informe de Jruschov. Se trataba de una desviación de la doctrina, del "culto de la personalidad". Esta interpretación satisfizo a una buena parte de las militancias de los países de Europa, pero desarticuló la vida política de los países del bloque soviético, donde se produjeron levantamientos populares que fueron reprimidos con la ayuda del ejercito soviético.

Para los partidos comunistas del mundo occidental, esto no tenía una gran importancia, ya que el sistema comunista mismo había iniciado la "desestalinización", prueba irrefutable de la justeza de la doctrina. De todas formas, bastantes militantes perdieron la fe en el partido, algunos perdieron sólo en parte, como se verá más tarde, la ilusión. Este período fue de sumo interés para los implicados en ese mundo de la ilusión. Fue ver cómo se desmoronaba una fe, el desorden ideológico, la desorientación moral, la búsqueda de un terreno firme para seguir en la lucha. Una desilusión importante había comenzado y su importancia residía en que el detonador de todo ello eran las autoridades máximas del sistema comunista. Algo había pasado en la patria del proletariado que obligó a denunciar la situación. Eso forma parte del sistema. Lo interesante será ver como reaccionaron los fieles en el mundo occidental y qué caminos tomaron para "salvar sus almas".

El inicio del divorcio

Un poco antes de la revolución húngara tuvo lugar el levantamiento de Posnan en Polonia, una huelga que fue terminada a tiros, con muertos entre los obreros, de esto no se decía nada en el Partido. En Polonia vuelve al poder el comunista Gomulka, que había estado en la cárcel en la URSS, por sus tendencias "socialdemócratas y nacionalistas". Este denuncia a los estalinianos, desrusifica Polonia, suprime la colectivización e inicia un intento de gestión obrera. Por aquellos años corría una historia que decía: ¡Gomulka sólo se ocupa de mejorar las cárceles y no hace nada por la educación! Es que no es probable que Gomulka vuelva a la escuela. Este fue un antecedente y una lección para los ciudadanos húngaros.

Todo comenzó por los estudiantes y los intelectuales, que fundaron el Circulo Petofi, poeta húngaro que luchó por la independencia nacional en el siglo XIX, fueron sus miembros los que iniciaron la revolución húngara. Inmediatamente les siguen los obreros de las fábricas y el resto de la población, pidiendo libertad y la destitución del estaliniano Rakosi y su sustitución por el comunista moderado Nagy; tras unos choques violentos con la policía; los obreros de la fabrica de armas habían repartido estas a la población, Nagy llega al poder e instaura una libertad de prensa, suprime el partido único y autoriza partidos políticos, liquida la colectivización y permite la formación de consejos obreros en las fabricas. Las tropas soviéticas, apoyadas por tropas de "los países hermanos", aplastan el sistema Nagy; éste se ha refugiado en la embajada yugoeslava, saldrá de ella con un salvoconducto del Gobierno húngaro proruso de Kadar; le acompañaban varios intelectuales, entre ellos el filósofo Lukacs, pero en el camino una patrulla del ejercito soviético los detiene y fusilan a Nagy y a tres de sus acompañantes. Sigue una dura represión.

Como es normal, los PC de Europa calificaron el levantamiento popular húngaro de "fascista", manipulado por los Imperialistas Americanos y la intervención como algo parecido a la salvación del mundo del peligro fascista. Y la revolución del pueblo húngaro en busca de su libertad como una "contrarrevolución". Con esta propaganda frenaron las salidas. En el fondo les sirvió a los partidos comunistas para testar la "fidelidad" de sus militantes. En la mayoría de los casos era una "fidelidad" a prueba de revoluciones populares. Muchos de los que salieron de los partidos continuaron con su fe en el marxismo- leninismo. Lo que había pasado en la URSS era el fruto de una personalidad malvada, lo que sucedía en los otros países socialistas, desviaciones de los dirigentes que habían pervertido la doctrina, estos se acercaban, doctrinalmente, a los troskistas. Otros buscaban la línea justa en líderes nuevos como Tito, o en Mao. Otros, una minoría, salieron de la órbita del marxismo definitivamente.

De todas formas, los que salieron o quedaron en los partidos y que tenían aún fe, sus creencias estaban melladas. Si eran creyentes fieles, el proletariado, incluso en los países socialistas, estaba corrompido, como lo demostraba lo sucedido en Hungría. Necesitaban otra base social revolucionaría, aparece el concepto de Pueblo. Son los Pueblos la "clase" revolucionaria de los tiempos modernos. Tal modificación ponía al descubierto el abandono del pensamiento de Marx. La descomposición del sistema socialista alcanzaba sus mismas bases doctrinales. Era reconocer que ya no funcionaban. La doctrina se había vuelto caduca. Por el paso del tiempo y la acción de los hombres la mató, como podía esperarse de la doctrina del Materialismo Histórico mismo. Es que no hay teoría falsa que no encierre alguna verdad.

La ceguera voluntaria

El sistema socialista, el realizado, el real, era evidente que había fracasado, pero la fe, que mueve montañas, es también capaz de estabilizar las arenas más movedizas. Nada más inestable que el sistema del socialismo real. Los fíeles, militantes y compañeros de viaje, juraban que el sistema era un puro macizo herciniano. Sin duda el informe del XX Congreso del PCUS, denunciando el estalinísmo, fue, para ellos, un golpe bajo, pero la fe actuó como fuerza de cicatrización, y nació la teoría del "culto de la personalidad". La culpa de todo aquello fue de un hombre: Stalin, no del sistema ni de la doctrina. La lucha, ahora, se planteaba en combatir la reacción mundial, que con el pretexto de los supuestos horrores del estalinismo quería destruir la flor del progresismo, es decir los países socialistas y los PC. Entramos aquí en el mecanismo que podemos llamar de inversión de la realidad.

Para conservar la fe era necesario negar la realidad de "lo que acontecía en la rúa". Este fenómeno existía entre los seguidores de los PC, desde que se instauró el socialismo en un (solo) país; había que defender, como fuera, el sistema soviético. Psicológicamente les ayudaba mucho el saber que la doctrina decía que había dos verdades, la proletaria y la burguesa, diferencia generada por la situación de clase del juzgador.

La caída del muro de Berlín debería haber atenuado este modo de ver el mundo, pero no ha sido así. Estaban entrenados a negar información. En 1937 se publicó en París el libro de Anton Ciliga, un militante comunista que había circulado por todo el mundo como agente de las ideas comunistas, acabó en la URSS y en ella en lo que entonces se llamaban "isolators", eufemismo de campo de concentración. Ciliga consiguió escapar a Occidente y denunció lo visto y vivido en el libro, que se titulaba "En el País de la Gran Mentira", lo que era un modo escandaloso de llamar a la "Patria del Proletariado". Es interesante señalar que cuando los nazis alemanes ocuparon París, uno de los libros que hicieron desaparecer por el fuego fue el de Ciliga. Después de la II Guerra Mundial, en el 47, se publico el libro de Kravchenko "Yo escogí la libertad", que dio lugar a un largo y escandaloso juicio en París, ya que los comunistas francesas le acusaban de mentir; años más tarde Kravchenko moría de modo extraño en Nueva York. Un dicho que corría por aquellos tiempos en París contaba que el juez interrogaba a uno de los testigos de cargo y le preguntó: "¿Usted jura que es libre en la Unión Soviética?, a lo que el testigo declaró: 'Totalmente libre, puedo hacer y hago lo que quiero, sin que nadie me lo impida'. El juez terminó el interrogatorio despidiéndose del testigo con un: Gracias y que usted lo pase bien don José Stalín". Las revelaciones fueron, y son, calificadas de inventos del "imperialismo". Llegó Solzhenitsyn, con su "Un día en la vida de Ivan Denisovich" y más tarde "El Archipiélago Gulag". La obra fue calificada, justamente, como "antisoviética" y su autor como un reaccionario profundo.

Hoy se sabe, los archivos de la URSS dan testimonio de ello, que todos esos "cuentos" eran ciertos. A pesar de ello, los neoestalinianos siguen en sus trece. Con menos confianza, pero diciendo en el fondo lo mismo. Las causas de esa terquedad están en que con la caída del muro se les ha evaporado casi toda la doctrina, pero les queda un sistema de valores, los del estalinismo. Decir esto es un error, ni el estalinismo, ni las otras formas de marxismo tenían una axiología. En Marx no existe prácticamente, y lo que puede dar la impresión de tal cosa en "El Capital", no tiene esa capacidad. La moral de los marxistas será siempre el "negativo" fotográfico, de los valores de la sociedad burguesa. Pero un "negativo" simplificado. Lo blanco es negro y lo negro es blanco. Blanco y negro, sin tonalidades intermedias. Esta simplificación es una de las razones de la permanencia de la ilusión entre los que hoy siguen creyendo. Este pensar dualístico, pasa entre ello por "la dialéctica" y conduce a una dicotomía permanente de la realidad, los buenos (ellos) y los malos (los otros). Este modo de pensar, es un decir, permite permanecer donde se está sin problemas. Buena conciencia, pero falsa, y una especie de esperanza: lo que fue (el socialismo real) volverá, pues lo dicen las leyes de la historia. Los procesos que se dan en la realidad, se interpretan como manipulaciones de los malos. Su visión dicotómica va pareja con un tiempo cíclico. Los ilusionados de hoy están encerrados en su mundo, en el que todo se reduce a condenar lo negro y a esperar tiempos mejores. Son un grupo conservador, tratan de conservarse, para cuando el desastre anunciado del capitalismo se realice, ellos estarán ahí para lo que haga falta. No es esperanza, es espera de sala de espera. El tren de la historia llegará inexorablemente.

Su ignorancia de lo que escribió Marx es fabulosa. En el pensamiento de Marx está el tiempo lineal, el que marcha inexorablemente y de un modo irreversible, por eso para él las teorías y doctrinas no duran más que lo que dura el ámbito histórico donde nacieron. Según Marx, las ideologías tienen, como las latas de sardinas, una fecha limite de uso y consumo; consumirlas más tarde produce intoxicación mental grave, en este caso el "tardoestalinismo", que puede conducir de otra vez a una nueva "utopía mortífera"

El historicismo inmune a la evidencia

Cuando se produce una ruptura, una escisión en la dialéctica Objeto-Sujeto, suele aparecer una estructura delirante en forma de ideología. O dicho de otro modo, cuando el sujeto se vuelve pasivo, la sociedad, el mundo aparece como una entidad extraña, como una potencia sobrenatural, que aplasta al yo del sujeto. O dicho en castellano, cuando se supone que no hay modo de actuar sobre nuestro entorno, que es, según esta situación mental, manipulado por fuerzas exteriores a nosotros, en ese momento se puede comenzar a delirar. Es decir ver enanos malignos bajo las estructuras de lo que nos rodea.

No cabe duda que una multinacional manda mucho y atacarla es sumamente difícil, pero localmente se la puede combatir eficazmente; lanzar y mantener un movimiento de boicot puede ser un arma eficaz. Un gobierno controla muchos aspectos de la vida, pero una buena campaña política, fundada en la realidad, puede obligarle a ceder; los ejemplos abundan. Si se supone que el enemigo es invencible, la derrota es segura. Derrota que se supone que es debida al carácter invencible atribuido al enemigo, con lo que la suposición queda confirmada por la realidad. Entre los ilusionados de ayer y de hoy, la ruptura entre el militante, el sujeto, y la sociedad, el objeto, es una constante. La fuerte centralización de las organizaciones comunistas somete al militante a una marginación social permanente y tensa; no es él quién detecta o evalúa el problema que se presenta en la sociedad, ni decide cómo y cuándo hay que actuar. Por militancia se rompen los lazos con el mundo circundante, es la dirección la que mantiene la relación con el mundo y quién decide en todo. Esta sabe como es la sociedad, conoce las manos ocultas que manejan todo y por eso dirige. Aquí reside el núcleo que genera el pensar delirante. El pensar que existen fuerzas ocultas y extrañas que manejan el mundo, es lo que el biólogo Monod llamaba, con acierto, el animismo y denunció como animismo el pensar llamado marxista.

El animismo empieza declarando que existen unas leyes de la historia parecidas a las de la física. Son leyes imparables y que acaban realizándose. Lo más que puede hacer el humano es actuar en la vía marcada por esas leyes, es decir actuar en el "sentido de la Historia". Pero este sentido lo conoce bien la dirección del partido, gracias a dominar la ciencia que lo explica: el marxismo-leninismo. De este modo el ilusionado militante tiene que obedecer, no ya como un cadáver, más bien como un mineral bajo la acción de la gravitación universal, el militante es como el mineral que desconoce la ley, por definición. Estudiar la ciencia que lo explica todo, puede ser peligroso, pues sin una preparación adecuada, puede conducir a desviaciones que llevan, inexorablemente, a la expulsión del partido y el militante cae en las tinieblas exteriores.

Los ilusionados que aún quedan, curiosamente la mayoría forma parte de lo que se llama mundo intelectual, aparecen como inasequibles al desaliento. Los documentos y las denuncias de los escapados de la URSS no los aceptaban, pues como les decía la dirección, eran informaciones falsas propagadas por la CIA, para hacer daño a la patria de los trabajadores. Cuando se desmoronó el mundo soviético y aparecieron documentos oficiales que hacían ciertas las denuncias anteriores, tampoco fueron creídas; tan grande era su fe. Aquellos errores fueron, sin duda, el fruto de unos traidores infiltrados en el ámbito revolucionario; esta interpretación se salta a la torera el hecho de que tales cosas sucedieron en todos los países socialistas, lo que implica que todas las direcciones de los PC de esos países estaban formadas por una mayoría de traidores. La otra explicación de los ilusionados dice que los horrores fueron provocados por la presión del mundo occidental que trataba de destruir el socialismo realizado. Los causantes de los males, de los errores, fueron siempre los humanos, jamás frutos de la doctrina, pues de ser así esta resultaría ser falsa. Todas estas interpretaciones de la realidad, no solo justifican su fe, también, y eso es importante, ponen en evidencia el carácter irrealista de su doctrina. El mundo que "ven" es el imaginado por su teoría, no el que está ahí. No aceptan la realidad por no ser su realidad. Viven inmersos en un mundo que les es propio y que les sirve de fundamento a su conciencia moral. Lo cierto es que son conscientes de lo que pasa, pero con una conciencia falsa, y aquí se tropieza con la piedra de ángulo del "tardoestalinismo", que es como hay que calificar a los que hoy defienden los valores y las ideas del marxismo-leninismo. Existen dos grandes grupos de tardoestalinianos: los que se declaran militantes comunistas y los discípulos ocultos.

El estalinismo no fue una doctrina desarrollada e impuesta por don José Stalin, es una visión del mundo muy general, el marxismo en su desarrollo histórico realiza y da una forma particular a ese modo de interpretar el mundo. Esta estructura delirante adquirió forma de ideología a medida que se mostraba que la aplicación de la doctrina marxista no funcionaba, al intentar salvar la doctrina esta se transforma en una falsa conciencia coherente, una ideología en el sentido que, precisamente, Marx daba a ese término. Este, Engels y los siguientes pretendieron dar un sesgo científico a su doctrina, el resultado fue el animismo de las leyes de la historia y la fabricación de una axiología, un sistema de valores, que en la obra de Marx no existía, y que en el fondo se reduce a utilizar los valores de la sociedad burguesa, pero invirtiéndolos. Hoy la doctrina, como tal, se ha evaporado, como consecuencia del hundimiento del sistema soviético que era su justificación última y les queda la visión del mundo y la axiología. Es decir un sistema cerrado sobre sí mismo: una falsa conciencia casi perfecta. Lo que les permite defenderse y atacar. Su defensa está en que su saber del mundo no es falsable.

Cuando aparecen informaciones del mal funcionamiento de la ex URSS, asesinatos callejeros, existencia de mafias que parecen controlarlo todo, el desorden económico, la escasez de bienes, la falta de legalidad y todo lo restante, la explicación de los ilusionados es que esos son los frutos del capitalismo que ha sido impuesto por las potencias imperialistas, en particular los Estados Unidos. El caso de la catástrofe rusa les sirve para demostrar los efectos fatales del capitalismo y la libre empresa. "¡Con los sucesores de Stalin estábamos mejor!". Frase conocida por aquí y empleada por ilusionados de otro bordo. Si nos fijamos en las explicaciones dadas por tardoestalinianos, podemos deducir buena parte del carácter de falsa conciencia de su "imagen del mundo". Su mundo es virtual, y por eso tienen una "imagen" de su mundo, pues sólo se tiene una visión del mundo, incluso distorsionada, si lo que se ve es el mundo y no una imagen virtual.

La sociedad rusa es calificada por ellos como capitalista y ha sustituido a un sistema socialista, algo deformado, pero socialista. Hoy es la presa de unos capitalistas puros, que ha desplazados a los dirigentes socialistas. Según esta visión, los dirigentes capitalistas de la economía rusa actual, han surgido de la nada, es decir los tardoestalinianos aceptan la teoría de la "generación espontánea", a lo menos en este caso. O bien son capitalistas occidentales disfrazados de rusos que se han infiltrado en la sociedad ex soviética o acaso unos ciudadanos rusos han sido sometidos a unos cursos acelerados y potentes de "masters de economía capitalistas".

Olvidan que prácticamente desde finales de la época de Stalin se fueron estableciendo redes de comercio clandestino, destinado a paliar la rigidez del sistema económico soviético, que generaba penurias en todos los sectores. Estas redes, toleradas, exigidas por el sistema, crecieron a medida que disminuía el terror policiaco, y al crecer adquirieron poder. Formaban parte de estas redes de economía paralela, buena parte de la "nomenclatura" soviética. Cuenta el sociólogo Ilja Zemtsov, que en la república soviética de Azerbeidjan, se podía comprar un puesto de presidente de un kolhkos por menos de cincuenta mil rublos; un examen en la universidad de Baku, se podía obtener por unos cientos de rublos y así casi todo. La hija de Bresnev y su marido eran dirigentes de una red importante. Y por aquella época se solía fusilar a unos cuantos individuos, cada año, por robos de la propiedad social. Las redes dependían en parte del aparato del estado y del partido; al descomponerse estos, las redes se transformaron en mafias libres del estado. El funcionamiento económico actual es la herencia de una economía trabada, a la que se le han soltado las trabas.

El 80% de los dirigentes de las industrias rusas son los antiguos directores de las mismas. El 90% de los miembros del aparato del estado, y del gobierno, en Rusia, pues en los otros países ex-socialistas; el tanto por ciento es menor, son apparatchik del sistema soviético. De hecho los dirigentes actuales de Rusia tienen una visión de las cosas no muy diferente de la que tenían en el sistema anterior y esto explica, en parte, el mal funcionamiento del sistema, que está marcado por las distorsiones que la aplicación forzada de un sistema económico "ideal", no terrenal, fue produciendo en el tejido social y económico de la URSS. Hoy y aquí, no ayer, ni en un país del socialismo real, hay personas que tratan de explicarnos lo que sucede en una parte del planeta mediante unas doctrinas falsas. Lo curioso no es que esas personas lo hagan, lo indicativo es que no se les critique públicamente. Los tardoestalinianos en sus explicaciones nos están mostrando que: a) que para ellos el tiempo no existe, no hay evolución. Por eso se atreven a decir que lo que sucede en Rusia es el fruto del capitalismo puro, cuando es evidente que se trata de una situación heredada y que tiene sus raíces en la estructura anterior. Es como si hubiera habido una "revolución" capitalista, que hubiera borrado lo anterior y establecido, de golpe, lo nuevo. Niegan el tiempo con su paso. b) no hay hombres que hacen, o pretenden hacer la historia. Son fuerzas, "potencias" autónomas, las que mueven las cosas, es un animismo que atribuye a las "potencias" lo que es atributo de los humanos en su acción. Esta deshumanización de la acción, permite eliminar responsabilidades, y el libre arbitrio de los humanos.

Reconocer que la Rusia de hoy es el fruto podrido de una URSS corrompida sería reconocer que su imagen del mundo es falsa, ya que lo que defendían ayer ha parido lo de hoy, que es indefendible. Los ilusionados, de hoy y de ayer, no hacen la historia, como les indicó el padre Marx, se limitan a inventarla, es más fácil y reposado.

Una secta con pretensiones científicas

Los ideales que fundamentaban la ilusión perdida eran importantes; su fuerza, la de la ilusión, residía precisamente en los valores que se defendían, libertad, igualdad, castigo de los malos, y una sociedad pacificada, donde, por fin, los seres humanos podrían vivir sin miedos en una comunidad fraternal. La importancia de esos ideales y la fuerza de esos valores tenían efectos graves: primero permitían, cuando el creyente tenía un mínimo de lucidez, poder hacer una crítica del sistema real instaurado, ya fuese el partido en cuanto estructura operativa o el socialismo real establecido, fundándose en esos ideales, es decir la doctrina encerraba en su seno, en principio, el contra veneno; en segundo lugar la importancia de los valores defendidos hacía que el crítico tras rechazar la "mala aplicación" de la doctrina, buscase otras estructuras, otra forma de organización, que permitiese la recta utilización de los ideales. Nacieron así las disidencias en el ámbito marxista.

Era evidente que el marxismo ya funcionaba como una religión, tenía sus herejes, sus mártires (en muchos casos de fabricación propia, Trotsky es un ejemplo entre otros muchos cientos de miles), y sus Santos Padres, Marx, Engels, Lenin, Stalin… que generaron el dogma, la doctrina. Tenían también un Salvador: el proletariado; un proletariado, diríamos hoy, virtual. Y un paraíso: el comunismo que era a su vez escatológico, en las dos acepciones del término, acepciones que se adaptan como un guante en el sentido teológico al comunismo ideal, y con toda justeza, en el sentido de producto final de la digestión, a su realización material.

La doctrina no salió hecha de una sola vez de la cabeza de Marx: a la obra de éste, Engels va a tratar de darle forma de ciencia, y hasta la conquista de un país, Rusia, hay una multitud de variantes, grandes y pequeñas, de lo que ya se llamaba marxismo, dando lugar a luchas ideológicas. Con la conquista del poder en Rusia cristaliza una de las variantes. Es como si la práctica, el control de un estado, diese la razón a esa modalidad ideológica del marxismo, lo que hacía que apareciese como la forma verdadera de la doctrina, el dogma. Ya en la URSS y con Stalin la variante recibe su nombre: el "marxismo-leninismo". Con la realización del socialismo científico en Rusia, la cosa se va a complicar. La aplicación de la doctrina dará unos resultados monstruosos y la instauración de una sociedad totalitaria, para mantener lo logrado había que reprimir y controlar la sociedad, la crítica de la actuación de los dirigentes es castigada duramente, la muerte y el campo de concentración, desde los tiempos de Lenin. En la época de Stalin, el 80% de los miembros de la dirección del partido que hizo la revolución en Rusia fueron ejecutados, tras ser declarados contra revolucionarios. A partir de ese momento surgen disidencias más duras, que cuestan la vida a cientos de miles de militantes, en la URSS y fuera de ella.

La aceptación de los ideales y el rechazo de las prácticas conduce a las herejías. El ilusionado piensa que la doctrina hay que salvarla de las manos de unos dirigentes ineptos. Y se llama a la vuelta a la pureza doctrinal de los primeros tiempos. Los ideales siguen siendo válidos, unos hombres los están desvirtuando. El modo de arreglar el desaguisado es crear un partido nuevo, que sea una copia exacta de aquel que hizo la revolución de 1917. En la época de la guerra fría, cuando el Imperio Soviético parecía de verdad, el terrorismo intelectual era moneda corriente, y muchas personas se plegaban a él. Llegaba a tales extremos que la mera insinuación de que Karl Marx acaso no nació de madre virgen, acarreaba las más graves acusaciones de servidor del mal. Hoy, los que quedan, sólo defienden residuos políticos, y saben que sus días de gloria pasaron, su terrorismo intelectual se reduce a lo que ha sido siempre este "arma ideológica" calumnia y falso testimonio. Hoy las gentes de la izquierda, en su inmensa mayoría, ya no creen en el "Ideal Comunista", lo mataron los mismos comunistas al ponerlo en práctica. Es que la terca realidad, como decía Lenin, acaba liquidando los mitos, sobretodo cuando estos son mortíferos. El terrorismo intelectual sigue por ahí, pero hoy con una carcajada se le puede anular.

Muchos de los actuales adeptos de la doctrina dicen que cuando se la critica, se la está "diabolizando", dando a entender que la crítica es malévola, y se intenta desprestigiarla. Lo cierto es muchos críticos del dogma marxista, a la vista de los resultados obtenidos por su aplicación en todos los sitios, dicen que es una doctrina "maligna", que en sus orígenes ya encierra algo malo, pues se produce el mal en su aplicación. No es que la doctrina sea intrínsecamente mala, que puede serlo, es que es falsa, es un saber erróneo, sin más. Una doctrina equivocada aplicada con tozudez produce monstruosidades. Si "los sueños de la razón producen monstruos", no digamos lo que pueden hacer los delirios de la misma… A la teoría de Ptolomeo no la "diabolizó" nadie, dejó de tener seguidores por ser falsa.

Los tardoestalinianos no pueden comprender que su "filosofía" no funciona y que nunca funcionó. Reconocerlo les obligaría a cambiar su imagen del mundo, y eso es difícil pues exige tener unas neuronas bien entrenadas y cierta capacidad de crítica, capacidad que el consumo inmoderado de un dogma atenúa fuertemente. Tienen que defenderla por todos los medios, el terrorismo intelectual es uno, que es precisamente el arma que sus compañeros de fe, pueden esgrimir contra ellos si intentan salir de la secta. No pueden criticar su fe pues serían expulsados de la fraternidad en la que han vivido y viven. Una hipótesis falsa declarada teoría verdadera, entronizada a visión del mundo absoluta, encierra a sus seguidores en un cosmos irreal pero coherente. En el caso del tardoestalinismo, este "cosmos" comporta unas reglas de valoración que les sirven de moral. Nosotros tenemos la Verdad. Los que la critican son unos vendidos. Curiosamente no se atreven a defender al padre fundador Marx y menos aún a su genitor moral: Stalin. Son un grupo cerrado sobre sí mismo, enquistado y huérfano, que espera tiempos mejores, que vendrán , pues así lo dicen las Leyes de la Doctrina. Escotomizados por la Teoría, hoy sólo ven el mal, que son todos los otros puntos de vista. No pueden ver el bien, pues para ellos casi no existen, ya sólo les quedan unos restos poco presentables de estados "socialistas".

Ilusión delirante

Cuando la "doctrina" en la que se funda la ilusión fracasa por su propia acción, es decir cuando se aplica, a los ilusionados sólo les queda el delirar. Es la ilusión misma la que conduce al estado de delirio. La doctrina proporciona una visión definitiva del mundo, si esta se rechaza hay que crearse otra nueva, lo que no es fácil, sobre todo si la visión del mundo se compró hecha. Pero no sólo existen hoy los ilusionados tardoestalinianos, con sus técnicas del terrorismo intelectual, hay otras ideologías que comportan actividades que recuerdan las de los estalinianos en sus mejores momentos, pero menos universalistas. Esta semejanza lleva consigo una simpatía, de la de los "tardo", por los nacionalismos radicales y a veces el paso del estalinismo al nacionalismo.

La necesidad de poseer una ideología parece ser hoy algo ineludible. No se puede sobrevivir psíquicamente en un mundo sin sentido. Hoy por hoy lo que se va sabiendo del mundo parece indicar que hay una conciencia general de ausencia de sentido. Analizando en frío lo que hacen la mayor parte de nuestros conciudadanos, nos conduce a suponer que atisban que la vida no tiene sentido, y para llenar este vacío recurren a sucedáneos de fácil asimilación, por ejemplo: ser forofo de un equipo de fútbol, ser ultranacionalista, pertenecer a una secta religiosa, a una banda de barrio o cosas por el estilo. Si el sucedáneo se usa con moderación, se vive sin hacer daño, si se abusa de él, se suele llegar al homicidio, como forma de expresión social, y a la automarginación como estructura; al encerrarse en su "mundo"; se transforman en un "colectivo autista", en el que la ilusión es necesariamente delirante. Los ultras futboleros, del mundo entero, han llegado al asesinato con facilidad; pero es un fenómeno menor que puede reducirse sin dificultad. Aunque se corre el riesgo de que se transformen en "movimiento" político violento, fascistizante. Otra dimensión tienen los nacionalismos. Bosnia, Kosovo, Irlanda, Los Tamiles, etc.

Creer que ser de un sitio es más importante que ser algo, es una de las raíces del nacionalismo. Indudablemente nacer (siempre se nace en un lugar) es mucho más fácil que hacerse abogado o fontanero. Ser de un sitio no basta para ser nacionalista, hay que querer controlarlo. Cada sitio, y a los que en él habitan, tienen o se les puede atribuir una "cultura" y una historia reales o imaginadas, y así hacerlo más especifico y diferenciarse más aun de los "otros". El nacionalista busca una congruencia entre cultura y gobierno. Y persigue una homogeneidad de su "nación", la misma religión, caso de Bosnia, Kosovo e Irlanda, o lengua común y genealogía, caso de independentistas variados. Los nacionalistas tratan de homogeneizar su población rompiendo la homogeneidad existente y dan, con ello, la impresión de defender la heterogeneidad de los pueblos. El nacionalismo radical, el único del que se habla, busca la pureza "étnica", que es coherente con su doctrina, pero que implica expulsiones, destierros, matanzas, guerras civiles y exilios.

Una de las diferencias entre ideologías políticas y nacionalistas es que el proselitismo es mucho más fácil en el caso de estas últimas. Se es "paisano" y esta identidad es el buen inicio para la militancia. Y un punto común es el intentar fundar un estado ideológicamente puro y por ello represivo. Esto es lo que hacen simpáticos los nacionalismos a los ojos de los militantes de otros movimientos totalitarios; de los que puede esperar apoyos logísticos. Los núcleos o movimientos nacionalismos radicales suelen ser de dimensiones reducidas, y como cuentan, siempre, con el apoyo de una parte de la población, que va desde un sector reducido duro, que se extiende como en capas sucesivas hasta englobar a una parte importante de los "nacionales". Del núcleo a la periferia la fidelidad al ideal decrece, pero el conjunto ofrece un campo de acción y reclutamiento importante, es como un colchón que amortigua los golpes que puede recibir el movimiento nacionalista. A veces tiene un partido legal que juega el juego democrático y que les sirve de agente propagandista y de relación con los "otros", pero que las oscilaciones de su influencia electoral no tienen mucho peso en el hacer del movimiento, que por definición no va por la vía electoral. Los grupos nacionalistas radicales pueden subsistir con igual virulencia y eficacia con el apoyo del 49 % de la población, que con el 0,5 %. En eso reside su superioridad sobre los partidos políticos radicales.

Paralelamente al declinar de los países del socialismo real, se produce el debilitamiento de los partidos comunistas en el mundo entero. Doctrinalmente pasan de tener como agente de la historia al proletariado a que sean los "pueblos"; el proletariado no "respondía" electoralmente, parecía que se había pasado a la burguesía. Ahora eran los pueblos los que harían la historia. Los pueblos eran, por definición, aquellos que luchaban contra el Imperialismo Americano (del norte, claro). Este cambio de actor conducirá a bastantes militantes comunistas a enrolarse en los movimientos nacionalistas radicales, lo que confiere a estos un tono revolucionario. Cambio de agente histórico que obliga a abandonar la noción de clase, que es sustituida por la de pueblo. Así la descomposición del bloque soviético conduce al desguace de la doctrina llamada marxista-leninista.

Hoy el nacionalismo radical ofrece un modo de dar sentido al vivir y una seguridad, la de vivir en comunión con otros. Ofrece un mundo mucho mejor, para los que son de "aquí". Señala limites entre los buenos y los forasteros, confirmando nuestra identidad. El nacionalista sabe que es, de donde viene y a donde va. El paralelo con la ilusión marxista es esclarecedor y nos muestra donde reside el quid de estas doctrinas. Hacer del militante un ser a parte y superior.

El presente resulta que es nuevo

Uno de los argumentos que esgrimen los tardoestalinianos para defender la perennidad de su doctrina, que por lo general ignoran, es que hay pobres, oprimidos y marginados y hay que defenderlos. El argumento implica que su doctrina es la única que sirve para eso, y que declarar que el marxismo-leninismo ha dejado de ser efectivo, es igual que afirmar que hoy ya no hay explotados. Con esto se ve que siguen confundiendo mapa con territorio. Cuando se les dice a los "tardo" que no conocen los fundamentos de su doctrina, no se hace otra cosa que indicarles que Marx había declarado que no existen doctrinas perennes, que toda filosofía social esta producida en una época, a la que refleja y cuando esa etapa histórica pasa, la doctrina, la teoría deja de ser operativa. Desde finales del siglo XIX han pasado muchas cosas y el mundo ha cambiado. La doctrina no.

El mundo ha cambiado, fundamentalmente en el primer mundo, pero allí donde parece que las cosas no se han movido, el tercer mundo, lo que sí ha cambiado son las relaciones ínter mundos, y con ellas las formas de dominación, y los resultados de la dominación también. En todos los ámbitos sigue habiendo dominados, y bastantes parecen contentos de ello. Parece como si la "servidumbre voluntaria" fuese un tipo de relación humana tan generalizado hoy como en el tiempo de Etienne de la Boétie. La evolución de las sociedades ha hecho que las condiciones de los oprimidos, a lo menos en el primer mundo, sean más soportables. Cambios logrados en buena parte por las luchas de los oprimidos mismos. Hoy la defensa de la libertad lograda y la búsqueda de más libertad, exige conocer el mundo donde se vive, cosa no muy fácil, dada la velocidad a la que evoluciona la sociedad. Así a la complejidad estructural se suman sus alteraciones casi constantes.

La doctrina de los "tardoestalinianos" daba cuenta, en su origen, de una sociedad que ya no existe. La historia la ha borrado. Si a esto añadimos que los doctrinarios actuales simplificaron y distorsionaron la doctrina original, nos encontramos con unos humanos que tratan de interpretar lo que acontece en la calle a partir de una visión del mundo que no es ni una caricatura de una visión del mundo. Algunos de estos "ilusionados" lucharon por la libertad y en unos pocos casos gozan de un relativo prestigio. Políticamente existen como un grupo en vías de extinción, con un nombre que aún suena y son por ello un obstáculo para intentar luchar, eficazmente, contra las formas actuales de la opresión. Se limitan a criticar el sistema, y aquí está el fallo. La pregunta de siempre a los que critican es: en nombre de qué critican. Los motivos morales son correctos, pero critican, de hecho, en nombre de una sociedad, su ideal, que ha resultado mucho peor para los oprimidos, que la burguesa criticada. Y esto es, como dicen ellos, "objetivamente", un formidable obstáculo para la toma de conciencia de los oprimidos de hoy.

Afirmar que Cuba, Venezuela, Arabia o China son sistemas democráticos, es cosa que se comprende en los "capitalistas" que tratan de comerciar y hacer su dinerito con la explotación de una mano de obra cautiva, es decir sin libertades sindicales mínimas. Pero esos juicios suenan mal cuando son emitidos por personas que pretenden luchar por la libertad de los humanos, sin distinción de nacionalidades. Al hacerlo trasmiten la idea que encerrar en los campos de concentración o en las cárceles a aquellos que piensan de modo diferente que los jefes, es correcto si se hace en nombre de los oprimidos (a los que precisamente se esta oprimiendo en nombre de un futuro que no puede realizarse, por ilusorio).

Para comprender que se defienda una doctrina nefasta, socialmente hablando, hay que reconocer que para ellos, los tardoestalinianos, su visión del mundo, su doctrina, es su filosofía básica, la que estructura toda su vida intelectual y moral, algo así como las "doctrinas" de los extremistas religiosos. Si abandonasen su ilusión se quedarían vacíos intelectual y moralmente. El uso inmoderado de la "doctrina" conduce a ese bloqueo mental. La ilusión la mataron los que la pusieron en práctica, pues como bien decía Marx: "En la práctica es donde el hombre debe demostrar la verdad, es decir, la realidad y la potencia, el carácter terrenal de su pensamiento." Es decir, que hoy defienden algo falso, irreal, impotente y etéreo.

Son un obstáculo real en la lucha por la libertad de los humanos.

 

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