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LA
GRAN MENTIRA

No sólo de pan vive el hombre, también de ilusiones. La ilusión es necesaria, da un sentido al vivir y mantiene la esperanza. Luchar por un mundo mejor donde los humanos serán libres e iguales es un proyecto más que aceptable, capaz de ilusionar a quien tenga un poco de corazón. Si el proyecto no funciona en la realidad, se dice que es ilusorio. y la ilusión esperanzadora se transforma en una ilusión de iluso. Perder una esperanza es cruel y por eso la gente se niega, con todas sus fuerzas, a desilusionarse.
La esperanza de un mundo mejor la ofrecía el
Partido Comunista. Su oferta tenía un plus, existía un país
donde la utopía de un mundo mejor se había realizado y se podía visitar .Ya no
hacía falta imaginar como haríamos esa sociedad libre, bastaba con imitar lo ya
realizado. Esto es importante, pues los militantes comunistas estaban exentos
de imaginación, bastaba "memorizar" la URSS. En vez de soñar, se
hacía. Era un proyecto eminentemente práctico. Que el modelo existiera en la
realidad ofrecía otras ventajas; no hacía falta pensar, ya lo habían hecho los
constructores del socialismo real. Teníamos un modo de empleo, como esos que
acompañan los "kits" de muebles para montarlos uno mismo, pero en
este caso el modo de empleo estaba traducido del ruso y no del japonés. La otra
ventaja es que también te daban los instrumentos para el montaje de tu
revolución: la estructura del partido. Así, liberado de toda actividad
intelectual, podías entregarte en cuerpo y alma, es un decir, a la acción.
Hay otro punto que es importante. El proyecto te
ofrecía y esto, creo, es lo fundamental, una visión del mundo muy coherente.
Esta visión del mundo, esta filosofía, era la armazón ideológica del proyecto y
su fundamento. Este esquema del mundo va a ser lo que guiará a los militantes
del partido en la vida. Es una moral, ya que les dice lo que es bueno y lo que
es malo y les evita "caer en tentación", que es el pensar. Esto lo ha
explicado con gran precisión Orwell en su libro 1984. Esta doctrina, esta filosofía
se denominaba "marxismo-leninismo". Hoy ya no, aún sigue existiendo
en las cabezas de algunos, pero de modo anónimo,
estructurando el pensar de muchos intelectuales de izquierdas hoy, a los que
podemos llamar con toda justicia "tardoestalinianos".
Las doctrinas son como las enfermedades, unas son contagiosas y otras, además,
se vuelven endémicas y latentes, como en este caso.
La ilusión perdida se llama comunismo. El hundimiento
del socialismo real en los países más desarrollados ha confirmado que la idea
de comunismo, a lo menos tal como se definió en el siglo XIX. ha quedado
obsoleta. Es incapaz de construir un mundo mejor, que era su objetivo. Pero,
curiosamente, el batacazo de los regímenes liderados por los partidos
comunistas no ha servido para eliminar la doctrina en la que se fundaban.
Sorprendentemente sigue siendo operativa en los medios intelectuales y ha
desaparecido del medio obrero. Puede ser que unos vivan en las nubes y otros
suden. Las razones de esto son muy complejas y profundas.
Aquí intentaré describir cómo se ha perdido esa
ilusión. Este proceso se ha efectuado durante el siglo XX y forma parte de la
triste historia de ese período. Es un ejemplo del brote de un mito y de su
agostamiento. Es también un modelo del funcionamiento de la alienación
ideológica, individual y en masa, que nos muestra la fragilidad de la razón, y
la debilidad de la moral de muchos humanos.
El brote
Para que brote una planta no basta con sembrarla, son
necesarias unas condiciones adecuadas: un terreno que sea propicio, un cierto
clima y unos cuidados apropiados. En un medio dejado al abandono crecen todas
las especies y las más duras arraigan mejor, pero con rendimientos reducidos.
En un país con un régimen dictatorial, con una buena dosis de desigualdad
social, una falta de libertad importante y una capacidad represiva rodada
durante años, las ideas de libertad y de lucha por la igualdad pueden cuajar
fácilmente. Por eso mismo las autoridades ejercen un fuerte control sobre la
difusión de ideas y sobre las personas que pueden ser portadores de otras
"verdades" que podrían alterar el equilibrio del sistema, basado,
como corresponde a una sociedad cerrada, en la unicidad de "su"
verdad.
La unicidad del pensamiento del sistema conduce a la
aparición espontánea de minúsculos grupos de crítica de todo tipo, literaria,
social y política, que son la reacción normal a la viscosidad intelectual del
medio. Estos grupos pueden llegar a ser núcleos de disidencia política y es en
ellos donde puede caer, con posibilidad de fructificar, la semilla de una
ideología política elaborada. En España, a finales de los años 40 y principio
de los 50, se reunían las condiciones para la aparición de núcleos de disidencia,
diferentes de los residuos de opciones políticas anteriores a la guerra civil.
Es decir, que el sistema generaba su propia oposición a partir de su realidad.
En la Universidad en particular se formaban grupos
informales que discutían otros temas diferentes de los litigios sobre
resultados de los partidos de fútbol. Los asuntos eran variados sobre la
censura del cine o del teatro o la novela; de ahí se solía pasar a una búsqueda
de ideas diferentes de las que ofrecía el sistema, pues por la general estas
últimas no permitían comprender razonablemente la que sucedía, cultural o
socialmente. Las reuniones tenían lugar en bares, cafés y en la
trastienda de alguna librería o en el Ateneo. Siempre grupos muy reducidos,
casi nunca más de diez personas, formados por estudiantes de ciencias, letras,
derecho e ingeniería, todos mezclados y a veces un licenciado que hacía
oposiciones.
Los textos que se leían eran tan heterogéneos como
homogéneo era el pensar oficial. Russell, Eddington, Unamuno, Jaspers, Ortega,
Kierkegaard, Husserl, Humme, y más tarde Camus,
Heidegger y Sartre. En algunos casos era conocidos de oído más que por lectura.
No hay que olvidar que una parte de los profesores de los institutos de segunda
enseñanza eran "de antes de la guerra" y se les solía "escapar"
alguna que otra cosa interesante en sus enseñanzas. Eran como indicadores de
cultura posible y muchas veces sin querer, fuente de bibliografía
"herética".
No eran muchos los grupitos de inquietos y aún menos
numerosos los núcleos potencialmente políticos. Un par de ellos fueron
contactados por el Partido Comunista. Los contactos esporádicos y por lo general breves, de los
mensajeros, sólo permitían la exposición de unos esbozos doctrinales. Pero el
hecho de ser la doctrina enemiga número uno del régimen y la dura represión que
sufrían sus seguidores, le confería un estatuto de seriedad, que compensaba
ampliamente la escasez y pobreza de la información ideológica. A esto hay que
añadir la existencia de la Unión Soviética, estado en el que se había realizado
la revolución por la libertad y por la igualdad, lo que era mucho más, por ser
real, que un argumento.
De este modo gentes entrenadas por una clandestinidad
cultural ligera, entraban con entusiasmo en una clandestinidad mucho más
temible. y su prácticamente nula información sobre el marxismo, en cualquiera
de sus variantes ideológicas, hacían que se aceptase las migajas doctrinales
como un saber total. A esto hay que añadir que los mensajeros aparecían como
los representantes del proletariado, la clase ascendente. No eran, estos
enviados, proletarios, simplemente se trataba de las conexiones, humanas y verdaderas,
con La Clase, y ellos, los mensajeros, sabían lo que había que saber. Nace así
una fe. Fe en los enviados, ángeles, que con los riesgos, reales y de todos
sabidos, que corren, dan testimonio de la verdad que revelan: una Buena Nueva,
el evangelio de que existe una salvación terrenal, y que el paraíso ya existe y
esta aquí, y esa es la verdadera fe.
A una masa, reducida, de intelectuales en formación,
con una astronomía de doctrinas inconcretas en la cabeza, la llegada, más bien
el anuncio de la llegada, de una doctrina sólida, coherente y justificada
experimentalmente, no puede por menos que seducirla. Los seducidos, por su mera
aceptación de la nueva fe, forman parte de la inmensa falange de los
combatientes por la libertad y la igualdad de todos los hombres. y movidos por
esa esperanza, la de lograr una liberación local y universal, van a afrontar cárceles
y persecuciones, que son de verdad, ciertas, terrenales y están ahí, a la
vuelta de la esquina. La ilusión ha prendido y esos son los brotes.
La instalación y la consolidación de esa ilusión
producirá efectos secundarios variados. En primer lugar los brotes, los
embriones de una oposición independiente de los partidos de antes de la guerra,
brotados en el seno del sistema mismo, es decir autóctonos, serán, casi todos,
absorbidos por la Gran Ilusión y en la mayor parte de los casos, digeridos. En
segundo lugar aparecerá como la oposición más creíble y más fuerte, casi
hegemónica en el medio de la oposición al régimen. Esta posición central y dominante
hará aparecer a su doctrina como la única seria, con la consecuencia de que los
análisis sobre la situación del país que se deducían de su aplicación, se
parecían mucho más a lo que decía la doctrina de cómo era el mundo que a
"lo que acontecía en la roa". Distorsión de la realidad que los
ilusionados no percibían, tan fuerte era su fe. Firmeza que les transformaba en
ilusos. Su prestigio hacía que sus "visiones" políticas, apareciesen
entre buena parte de la oposición como la quinta esencia de la verdad. Lo que
no favorecía en exceso la toma de conciencia de la situación real con la que
tenía que lidiar la oposición.
En cierto modo, el hacer y el decir de los portadores
de la Gran Ilusión estaban creando un pensamiento único, que parecía que iba a
ser predominante en la sociedad futura, como ya casi lo era entre la oposición
al régimen. Pero será su coherencia misma, en el fondo su pobreza intelectual,
la causa, con el paso del tiempo, es decir con la experiencia de los
ilusionados, de la desilusión. Si la ilusión se produjo casi de golpe, el
proceso que conducirá a la desilusión será mucho más lento.
Las razones del brote y de su arraigo
Hoy muchos se preguntan qué razones fueron las que
condujeron a algunos a aceptar la doctrina comunista. La respuesta natural es
que eran unos malvados, ansiosos de poder. En verdad es que si se conocen los
frutos de la doctrina, aceptarla implica tener razones que sólo son confesables
en el secreto de un confesionario. Pero en aquella época muy pocos sabían lo
que pasaba en los países del imperio soviético. Lo que decía el sistema
nacional del sistema comunista no era creíble, pues se suponía que era pura propaganda
del régimen. La inmensa mayoría de los que por aquel entonces se aproximaban al
PC, lo hacían con la mejor voluntad; la represión del régimen no favorecía la
llegada de arribistas en masa.
La debilidad doctrinal de los mensajeros, que se ha
indicado, no era obstáculo para su aceptación. La doctrina del régimen era
también muy débil. Sus exigencias doctrinales eran reducidísimas: aceptar las
consignas y repetirlas, tener fe y confianza en el Jefe. Los cursos de Formación Política, obligatorios en todos los
centros de enseñanza, se limitaban a exponer las bases programáticas del
sistema sin admitir la menor discusión, lo que les reducía a ser meras charlas
de información propagandista. Es decir que la formación política del régimen
era, en cuanto la forma, idéntica, hoy lo sabemos, a la desarrollada en los
estados controlados por partidos comunistas. En principio pasar de una doctrina
a otra, de la del estado franquista a la expuesta por los mensajeros, no era
difícil, pues no requería una ruptura del esquema mental político: entrega
ciega al Gran Jefe, cantar los éxitos del sistema, comulgar con las verdades
proclamadas, ser capaz de sacrificarse por todo ello. Bastaba con cambiar el
nombre de la persona y los términos de la doctrina. Es que ambos sistemas eran ideocracias, ideas que se reducían en la práctica a
términos.
Las similitudes entre los sistemas es uno de los
factores que va a favorecer la implantación de la doctrina. Por otro lado, la
debilidad doctrinal del régimen no puede ofrecer una resistencia adecuada. La
educación filosófica impartida se reducía a un tomismo degradado a fuerza de
simplificarlo y poco más. No se fomentaba, precisamente, el espíritu critico. Si la doctrina no llegaba, por la limitación
doctrinal de los mensajeros, lo que sí comunicaban eran los objetivos que se
pretendían lograr. Y estos eran importantes tanto social como personalmente.
Lo que anunciaban era: primero, colonizar el Futuro,
es decir, crear un medio favorable al hombre y poder controlarlo (aquí hay un
guiño a los arribistas posibles); este mundo nuevo permitiría la emancipación de
los oprimidos. Para ello los que "saben" se encargarán de orientar y
dirigir a los oprimidos, la clase obrera que está engañada por el sistema
capitalista; los "sabedores" son los revolucionarios profesionales
(otro guiño), empleados a jornada completa y fijos.
Segundo, la entrada en el partido implicaba, de hecho,
el abandono de las tendencias individualistas por la aceptación de la fusión,
teórica y práctica, en el aparato del agente revolucionario de la clase
universal, que realizará la revolución.
Tercero, la lucha local, aquí y ahora, es también
universal. El proletariado, a cuyo servicio se está, representa a toda la
humanidad, la verdadera.
Cuarto, este quehacer está (se diría hoy) avalado por
el hecho de tener la Historia un sentido y esta lucha va justamente en esa
dirección.
Se ofrecen: un objetivo grandioso: transformar el
mundo. Progresista, se va en el "sentido de la Historia". Altruista,
la lucha local es universal. Moral, el egoísmo, el individualismo, desaparece
al socializarse el agente revolucionario. Esto último requiere por parte del
revolucionario la dejación de todo pensar, en particular crítico.
Nos encontramos con un sistema que conduce a la
servidumbre voluntaria. Aceptada por ser la acción futura una aventura,
colonizar el futuro, es decir controlar el tiempo. Ser generosa ya que se hace
por y para la humanidad, la verdadera, los oprimidos. Ser moral ya que se
elimina el individualismo egoísta y se le sustituye por una socialización. No
exige ni pensar ni criticar.
Se comprende que el brote nazca y se afiance. En un régimen
autoritario, con tendencias (frustradas) al totalitarismo y con un esquema
doctrinal tosco y débil, la llegada de otra visión política tiene muchas
posibilidades de afincarse. En nuestro caso, las posibilidades de ser aceptada
crecen pues se expone una doctrina, aun presentada con cuentagotas, y que es
también autoritaria (lo que favorece el cambio doctrinal), pero, esto es lo
decisivo, que lucha por la liberación de la humanidad, que dice tener un
alcance universal, a lo que hay que añadir la posesión de la clave, una teoría
científica, eso si, que nos dice cómo hay que hacer
la revolución: "el Materialismo Histórico". En aquel momento, no hay
que olvidar el tiempo, todo joven iluso con un poco de sensibilidad social, se
aproximaba al Partido. La salida será otro cantar, curiosamente facilitada por
el hacer real de los partidos comunistas del mundo, su universalismo era de
verdad, pero no en el sentido que ellos lo creían.
Una ideología elaborada a mano

Por los años cincuenta era más bien difícil conseguir
información del mundo que no pasara por los canales oficiales o controlados por
la censura. Raros eran los libros extranjeros de cualquier clase que llegaban a
las librerías y los que podían viajar al exterior, no solían traerlos en las
maletas, por miedo a los controles en las aduanas; lo mismo sucedía con los
periódicos. A estas condiciones de aislamiento cultural, querido por el propio
régimen, hay que añadir la automarginación, relativa
pero real, que implica toda actividad clandestina. Si a esto añadimos el
funcionamiento en "células" de los militantes, se puede comprender
que la formación ideológica tienda a ser escuálida y dogmática. No se debe
olvidar que la formación doctrinal se efectuaba por vía oral y que los
transmisores tenían una información recibida también de boca a oreja. En 1954
había un solo ejemplar del Manifiesto en el ámbito de la Universidad
de Madrid.
La ideología elaborada en esas circunstancias tenía
todas las características de una "labor" casera. La opresión era
capitalista, el mundo occidental y su centro, los Estados Unidos, luchaban para
mantener la explotación, la prueba es que se apoyaban en regímenes fascistas. El mal estaba en las democracias occidentales, justificaban
sus maldades con el pretexto de la democracia. Las democracias se podían
clasificar en dos categorías: la democracia formal del capitalismo, la falsa, y
la verdadera, la democracia socialista, la autentica.
El bien era la URSS y los otros países socialistas. El mal, el resto de las
estructuras sociales que en el mundo había. A esto hay que añadir que los
socialistas eran unos vendidos al capital. La liberación se lograría gracias a
las luchas del proletariado, ahora adormecido por las artimañas de los
capitalistas y sus aliados, pero que despertaría, en parte, gracias a la
lucha. La Historia tiene unas leyes que se acaban cumpliendo siempre, pues la
Historia tiene un sentido que descubrieron los padres de la doctrina, en el
caminar de la historia se llegará al estadio final: el comunismo, donde el
hombre será libre. Luchemos contra las fuerzas que se oponen a la marcha de la
Historia, nuestra lucha va en el sentido de la Historia y en la Unión Soviética
se está realizando la Historia limpiamente.
El partido conocía, interpretaba de una manera justa
la doctrina descubierta y elaborada por los fundadores del marxismo,
defendiéndola de los que querían deformarla, caso Trosky,
del que se conocía únicamente el nombre.
Curiosamente este esquema doctrinal tiene un fuerte
parecido con lo que en los países socialistas se denominaba el "diamat", es decir la enseñanza de la doctrina marxista
en las escuelas y los centros de formación profesional.
Esta fe da confianza, se sabe cómo
marcha el mundo, se elimina el acaso, lo imprevisible, al tiempo que nos
confirma en nuestro afán. Es un saber sencillo y que marcha siempre, a
condición de "analizar" (manipular) de un modo adecuado los datos. Si
las cosas van bien, es que la línea política aplicada era la justa, lo que
confirma la doctrina; si las cosas van mal es que unos encantadores
capitalistas enemigos nuestros han interferido en el proceso, impidiendo que la
línea justa triunfe. La doctrina, el esquema, es, dentro de sus límites,
coherente, verdadero e imposible de "falsar" y esto confirma en la
fe al creyente. Este fideísmo hace al militante "inasequible al
desaliento", y le blinda ante los ataques de la realidad, a la que se
puede calificar de reaccionaria.
Las informaciones que indicaban que en la Unión
Soviética y los países socialistas, las cosa no eran como decía la doctrina, y
que habían pasado y pasaban cosas más bien feas, eran rechazadas como
invenciones de los imperialistas en su lucha contra el comunismo. Eran intentos
de intoxicación del enemigo de clase. Era evidente que las noticias llegaban de
los países capitalistas y las traían escapados de los países del socialismo
real, unos traidores sin duda, o unos resentidos. Llegaban noticias de unos levantamientos
de obreros en Alemania Oriental, que decían que habían sido reprimidos por las
tropas soviéticas, seguramente bulos de los imperialistas americanos. Los
campos de concentración en la URSS, otra mentira. Pero en 1956 Jruschov en el XX Congreso del Partido Comunista de la
Unión Soviética pronunció la famosa conferencia sobre los crímenes de Stalin.
Era una declaración oficial que confirmaba los cientos de documentos que
circulaban por toda Europa sobre lo que sucedía en los países del Este. Creó un
cierto malestar. Produjo un cataclismo en los estados gobernados por partidos
comunistas e inició la descomposición del bloque socialista.
Jruschov
mismo explicó que esos crímenes eran el fruto de la actuación de un ser
maligno, un asesino y un maníaco, precisamente el ídolo de los comunistas del
mundo entero hasta el momento del informe de Jruschov.
Se trataba de una desviación de la doctrina, del "culto de la
personalidad". Esta interpretación satisfizo a una buena parte de las
militancias de los países de Europa, pero desarticuló la vida política de los
países del bloque soviético, donde se produjeron levantamientos populares que
fueron reprimidos con la ayuda del ejercito
soviético.
Para los partidos comunistas del mundo occidental,
esto no tenía una gran importancia, ya que el sistema comunista mismo había
iniciado la "desestalinización", prueba irrefutable de la justeza de
la doctrina. De todas formas, bastantes militantes perdieron la fe en el
partido, algunos perdieron sólo en parte, como se verá más tarde, la ilusión.
El inicio del divorcio
Un poco antes de la revolución húngara tuvo lugar el
levantamiento de Posnan en Polonia, una huelga que fue
terminada a tiros, con muertos entre los obreros, de esto no se decía nada en
el Partido. En Polonia vuelve al poder el comunista Gomulka,
que había estado en la cárcel en la URSS, por sus tendencias
"socialdemócratas y nacionalistas". Este denuncia a los estalinianos,
desrusifica Polonia, suprime la colectivización e
inicia un intento de gestión obrera. Por aquellos años corría una historia que
decía: ¡Gomulka sólo se ocupa de mejorar las cárceles
y no hace nada por la educación! Es que no es probable que Gomulka
vuelva a la escuela. Este fue un antecedente y una lección para los ciudadanos
húngaros.
Todo comenzó por los estudiantes y los intelectuales,
que fundaron el Circulo Petofi, poeta húngaro que
luchó por la independencia nacional en el siglo XIX, fueron sus miembros los
que iniciaron la revolución húngara. Inmediatamente les siguen los obreros de
las fábricas y el resto de la población, pidiendo libertad y la destitución del
estaliniano Rakosi y su sustitución por el comunista
moderado Nagy; tras unos choques violentos con la policía; los obreros de la fabrica de armas habían repartido estas a la población,
Nagy llega al poder e instaura una libertad de prensa, suprime el partido único
y autoriza partidos políticos, liquida la colectivización y permite la
formación de consejos obreros en las fabricas. Las
tropas soviéticas, apoyadas por tropas de "los países hermanos",
aplastan el sistema Nagy; éste se ha refugiado en la embajada yugoeslava,
saldrá de ella con un salvoconducto del Gobierno húngaro proruso
de Kadar; le acompañaban varios intelectuales, entre
ellos el filósofo Lukacs, pero en el camino una
patrulla del ejercito soviético los detiene y fusilan
a Nagy y a tres de sus acompañantes. Sigue una dura represión.
Como es normal, los PC de Europa calificaron el
levantamiento popular húngaro de "fascista", manipulado por los
Imperialistas Americanos y la intervención como algo parecido a la salvación
del mundo del peligro fascista. Y la revolución del pueblo húngaro en busca de
su libertad como una "contrarrevolución". Con esta propaganda
frenaron las salidas. En el fondo les sirvió a los partidos comunistas para
testar la "fidelidad" de sus militantes. En la mayoría de los casos
era una "fidelidad" a prueba de revoluciones populares.
De todas formas, los que salieron o quedaron en los
partidos y que tenían aún fe, sus creencias estaban melladas. Si eran creyentes
fieles, el proletariado, incluso en los países socialistas, estaba corrompido,
como lo demostraba lo sucedido en Hungría. Necesitaban otra base social
revolucionaría, aparece el concepto de Pueblo. Son los Pueblos la
"clase" revolucionaria de los tiempos modernos. Tal modificación
ponía al descubierto el abandono del pensamiento de Marx. La descomposición del
sistema socialista alcanzaba sus mismas bases doctrinales. Era reconocer que ya
no funcionaban. La doctrina se había vuelto caduca. Por el paso del tiempo y la
acción de los hombres la mató, como podía esperarse de la doctrina del
Materialismo Histórico mismo. Es que no hay teoría falsa que no encierre alguna
verdad.
La ceguera voluntaria
El sistema socialista, el realizado, el real, era
evidente que había fracasado, pero la fe, que mueve montañas, es también capaz
de estabilizar las arenas más movedizas. Nada más inestable que el
sistema del
socialismo real. Los fíeles, militantes y compañeros de viaje, juraban que el
sistema era un puro macizo herciniano. Sin duda el informe del XX Congreso del
PCUS, denunciando el estalinísmo, fue, para ellos, un
golpe bajo, pero la fe actuó como fuerza de cicatrización, y nació la teoría
del "culto de la personalidad". La culpa de todo aquello fue de un
hombre: Stalin, no del sistema ni de la doctrina. La lucha, ahora, se planteaba
en combatir la reacción mundial, que con el pretexto de los supuestos horrores
del estalinismo quería destruir la flor del progresismo, es decir los países
socialistas y los PC. Entramos aquí en el mecanismo que podemos llamar de
inversión de la realidad.
Para conservar la fe era necesario negar la realidad
de "lo que acontecía en la rúa". Este fenómeno existía entre los
seguidores de los PC, desde que se instauró el socialismo en un (solo) país;
había que defender, como fuera, el sistema soviético. Psicológicamente les
ayudaba mucho el saber que la doctrina decía que había dos verdades, la
proletaria y la burguesa, diferencia generada por la situación de clase del
juzgador.
La caída del muro de Berlín debería haber atenuado
este modo de ver el mundo, pero no ha sido así. Estaban entrenados a negar
información. En 1937 se publicó en París el libro de Anton
Ciliga, un militante comunista que había circulado
por todo el mundo como agente de las ideas comunistas, acabó en la URSS y en
ella en lo que entonces se llamaban "isolators",
eufemismo de campo de concentración. Ciliga consiguió
escapar a Occidente y denunció lo visto y vivido en el libro, que se titulaba
"En el País de la Gran Mentira", lo que era un modo escandaloso de llamar a la
"Patria del Proletariado". Es interesante señalar que cuando los
nazis alemanes ocuparon París, uno de los libros que hicieron desaparecer por
el fuego fue el de Ciliga. Después de la II Guerra
Mundial, en el 47, se publico el libro de Kravchenko "Yo escogí la libertad", que dio lugar a un largo
y escandaloso juicio en París, ya que los comunistas francesas le acusaban de
mentir; años más tarde Kravchenko moría de modo
extraño en Nueva York. Un dicho que corría por aquellos tiempos en París
contaba que el juez interrogaba a uno de los testigos de cargo y le preguntó:
"¿Usted jura que es libre en la Unión Soviética?, a lo que el testigo
declaró: 'Totalmente libre, puedo hacer y hago lo que quiero, sin que nadie me
lo impida'. El juez terminó el interrogatorio despidiéndose del testigo con un:
Gracias y que usted lo pase bien don José Stalín".
Las revelaciones fueron, y son, calificadas de inventos del
"imperialismo". Llegó Solzhenitsyn, con su "Un día en la vida de Ivan Denisovich" y más tarde "El
Archipiélago Gulag". La obra fue calificada, justamente, como
"antisoviética" y su autor como un reaccionario profundo.
Hoy se sabe, los archivos de la URSS dan testimonio de
ello, que todos esos "cuentos" eran ciertos. A pesar de ello, los neoestalinianos siguen en sus trece. Con menos confianza,
pero diciendo en el fondo lo mismo. Las causas de esa terquedad están en que
con la caída del muro se les ha evaporado casi toda la doctrina, pero les queda
un sistema de valores, los del estalinismo. Decir esto es un error, ni el
estalinismo, ni las otras formas de marxismo tenían una axiología. En Marx no
existe prácticamente, y lo que puede dar la impresión de tal cosa en "El
Capital", no tiene esa capacidad. La moral de los marxistas será siempre el
"negativo" fotográfico, de los valores de la sociedad burguesa. Pero
un "negativo" simplificado. Lo blanco es negro y lo negro es blanco.
Blanco y negro, sin tonalidades intermedias. Esta simplificación es una de las
razones de la permanencia de la ilusión entre los que hoy siguen creyendo. Este
pensar dualístico, pasa entre ello por "la dialéctica" y conduce a
una dicotomía permanente de la realidad, los buenos (ellos) y los malos (los
otros). Este modo de pensar, es un decir, permite permanecer donde se está sin
problemas. Buena conciencia, pero falsa, y una especie de esperanza: lo que fue
(el socialismo real) volverá, pues lo dicen las leyes de la historia. Los
procesos que se dan en la realidad, se interpretan como manipulaciones de los
malos. Su visión dicotómica va pareja con un tiempo cíclico. Los ilusionados de
hoy están encerrados en su mundo, en el que todo se reduce a condenar lo negro
y a esperar tiempos mejores. Son un grupo conservador, tratan de conservarse,
para cuando el desastre anunciado del capitalismo se realice, ellos estarán ahí
para lo que haga falta. No es esperanza, es espera de sala de espera. El tren
de la historia llegará inexorablemente.
Su ignorancia de lo que escribió Marx es fabulosa. En
el pensamiento de Marx está el tiempo lineal, el que marcha inexorablemente y
de un modo irreversible, por eso para él las teorías y doctrinas no duran más
que lo que dura el ámbito histórico donde nacieron. Según Marx, las ideologías
tienen, como las latas de sardinas, una fecha limite
de uso y consumo; consumirlas más tarde produce intoxicación mental grave, en
este caso el "tardoestalinismo", que puede
conducir de otra vez a una nueva "utopía mortífera"
El historicismo inmune a la evidencia
Cuando se produce una ruptura, una escisión en la
dialéctica Objeto-Sujeto, suele aparecer una estructura delirante en forma de
ideología. O dicho de otro modo, cuando el sujeto se vuelve pasivo, la
sociedad, el mundo aparece como una entidad extraña, como una potencia
sobrenatural, que aplasta al yo del sujeto. O dicho en castellano, cuando se
supone que no hay modo de actuar sobre nuestro entorno, que es, según esta
situación mental, manipulado por fuerzas exteriores a nosotros, en ese momento
se puede comenzar a delirar. Es decir ver enanos malignos bajo las estructuras
de lo que nos rodea.
No cabe duda que una multinacional manda mucho y
atacarla es sumamente difícil, pero localmente se la puede combatir
eficazmente; lanzar y mantener un movimiento de
boicot puede ser un arma eficaz. Un gobierno controla muchos aspectos de la
vida, pero una buena campaña política, fundada en la realidad, puede obligarle
a ceder; los ejemplos abundan. Si se supone que el enemigo es invencible, la
derrota es segura. Derrota que se supone que es debida al carácter invencible
atribuido al enemigo, con lo que la suposición queda confirmada por la
realidad.
El animismo empieza declarando que existen unas leyes
de la historia parecidas a las de la física. Son leyes imparables y que acaban
realizándose. Lo más que puede hacer el humano es actuar en la vía marcada por
esas leyes, es decir actuar en el "sentido de la Historia". Pero este
sentido lo conoce bien la dirección del partido, gracias a dominar la ciencia
que lo explica: el marxismo-leninismo. De este modo el ilusionado militante
tiene que obedecer, no ya como un cadáver, más bien como un mineral bajo la acción
de la gravitación universal, el militante es como el mineral que desconoce la
ley, por definición. Estudiar la ciencia que lo explica todo, puede ser
peligroso, pues sin una preparación adecuada, puede conducir a desviaciones que
llevan, inexorablemente, a la expulsión del partido y el militante cae en las
tinieblas exteriores.
Los ilusionados que aún quedan, curiosamente la
mayoría forma parte de lo que se llama mundo intelectual, aparecen como
inasequibles al desaliento. Los documentos y las denuncias de los escapados de
la URSS no los aceptaban, pues como les decía la dirección, eran informaciones
falsas propagadas por la CIA, para hacer daño a la patria de los trabajadores.
Cuando se desmoronó el mundo soviético y aparecieron documentos oficiales que
hacían ciertas las denuncias anteriores, tampoco fueron creídas; tan grande era
su fe. Aquellos errores fueron, sin duda, el fruto de unos traidores
infiltrados en el ámbito revolucionario; esta interpretación se salta a la
torera el hecho de que tales cosas sucedieron en todos los países socialistas,
lo que implica que todas las direcciones de los PC de esos países estaban
formadas por una mayoría de traidores. La otra explicación de los ilusionados
dice que los horrores fueron provocados por la presión del mundo occidental que
trataba de destruir el socialismo realizado. Los causantes de los males, de los
errores, fueron siempre los humanos, jamás frutos de la doctrina, pues de ser
así esta resultaría ser falsa. Todas estas interpretaciones de la realidad, no
solo justifican su fe, también, y eso es importante, ponen en evidencia el
carácter irrealista de su doctrina. El mundo que "ven" es el
imaginado por su teoría, no el que está ahí. No aceptan la realidad por no ser
su realidad. Viven inmersos en un mundo que les es propio y que les sirve de
fundamento a su conciencia moral. Lo cierto es que son conscientes de lo que
pasa, pero con una conciencia falsa, y aquí se tropieza con la piedra de ángulo
del "tardoestalinismo", que es como hay que
calificar a los que hoy defienden los valores y las ideas del
marxismo-leninismo. Existen dos grandes grupos de tardoestalinianos:
los que se declaran militantes comunistas y los discípulos ocultos.
El estalinismo no fue una doctrina desarrollada e
impuesta por don José Stalin, es una visión del mundo muy general, el marxismo
en su desarrollo histórico realiza y da una forma particular a ese modo de
interpretar el mundo. Esta estructura delirante adquirió forma de ideología a
medida que se mostraba que la aplicación de la doctrina marxista no funcionaba,
al intentar salvar la doctrina esta se transforma en una falsa conciencia
coherente, una ideología en el sentido que, precisamente, Marx daba a ese término.
Este, Engels y los siguientes pretendieron dar un sesgo científico a su
doctrina, el resultado fue el animismo de las leyes de la historia y la
fabricación de una axiología, un sistema de valores, que en la obra de Marx no
existía, y que en el fondo se reduce a utilizar los valores de la sociedad
burguesa, pero invirtiéndolos.
Cuando aparecen informaciones del mal funcionamiento
de la ex URSS, asesinatos callejeros, existencia de mafias que parecen
controlarlo todo, el desorden económico, la escasez de bienes, la falta de
legalidad y todo lo restante, la explicación de los ilusionados es que esos son
los frutos del capitalismo que ha sido impuesto por las potencias
imperialistas, en particular los Estados Unidos. El caso de la catástrofe rusa
les sirve para demostrar los efectos fatales del capitalismo y la libre
empresa. "¡Con los sucesores de Stalin estábamos mejor!". Frase
conocida por aquí y empleada por ilusionados de otro bordo.
La sociedad rusa es calificada por ellos como
capitalista y ha sustituido a un sistema socialista, algo deformado, pero
socialista. Hoy es la presa de unos capitalistas puros, que ha desplazados a
los dirigentes socialistas. Según esta visión, los dirigentes capitalistas de la
economía rusa actual, han surgido de la nada, es decir los tardoestalinianos
aceptan la teoría de la "generación espontánea", a lo menos en este
caso. O bien son capitalistas occidentales disfrazados de rusos que se han
infiltrado en la sociedad ex soviética o acaso unos ciudadanos rusos han sido
sometidos a unos cursos acelerados y potentes de "masters de economía
capitalistas".
Olvidan que prácticamente desde finales de la época de
Stalin se fueron estableciendo redes de comercio clandestino, destinado a
paliar la rigidez del sistema económico soviético, que generaba penurias en
todos los sectores. Estas redes, toleradas, exigidas por el sistema, crecieron
a medida que disminuía el terror policiaco, y al crecer adquirieron poder.
Formaban parte de estas redes de economía paralela, buena parte de la
"nomenclatura" soviética. Cuenta el sociólogo Ilja
Zemtsov, que en la república soviética de Azerbeidjan, se podía comprar un puesto de presidente de un
kolhkos por menos de cincuenta mil rublos; un examen
en la universidad de Baku, se podía obtener por unos
cientos de rublos y así casi todo. La hija de Bresnev
y su marido eran dirigentes de una red importante. Y por aquella época se solía
fusilar a unos cuantos individuos, cada año, por robos de la propiedad social.
Las redes dependían en parte del aparato del estado y del partido; al
descomponerse estos, las redes se transformaron en mafias libres del estado. El
funcionamiento económico actual es la herencia de una economía trabada, a la
que se le han soltado las trabas.
El 80% de los dirigentes de las industrias rusas son
los antiguos directores de las mismas. El 90% de los miembros del aparato del
estado, y del gobierno, en Rusia, pues en los otros países ex-socialistas; el
tanto por ciento es menor, son apparatchik del
sistema soviético. De hecho los dirigentes actuales de Rusia tienen una visión
de las cosas no muy diferente de la que tenían en el sistema anterior y esto
explica, en parte, el mal funcionamiento del sistema, que está marcado por las
distorsiones que la aplicación forzada de un sistema económico
"ideal", no terrenal, fue produciendo en el tejido social y económico
de la URSS.
Reconocer que la Rusia de hoy es el fruto podrido de
una URSS corrompida sería reconocer que su imagen del mundo es falsa, ya que lo
que defendían ayer ha parido lo de hoy, que es indefendible. Los ilusionados,
de hoy y de ayer, no hacen la historia, como les indicó el padre Marx, se
limitan a inventarla, es más fácil y reposado.
Una secta con pretensiones científicas

Los ideales que fundamentaban la ilusión perdida eran
importantes; su fuerza, la de la ilusión, residía precisamente en los valores
que se defendían, libertad, igualdad, castigo de los malos, y una sociedad
pacificada, donde, por fin, los seres humanos podrían vivir sin miedos en una
comunidad fraternal. La importancia de esos ideales y la fuerza de esos valores
tenían efectos graves: primero permitían, cuando el creyente tenía un mínimo de
lucidez, poder hacer una crítica del sistema real instaurado, ya fuese el
partido en cuanto estructura operativa o el socialismo real establecido,
fundándose en esos ideales, es decir la doctrina encerraba en su seno, en
principio, el contra veneno; en segundo lugar la importancia de los valores
defendidos hacía que el crítico tras rechazar la "mala aplicación" de
la doctrina, buscase otras estructuras, otra forma de organización, que
permitiese la recta utilización de los ideales. Nacieron así las disidencias en
el ámbito marxista.
Era evidente que el marxismo ya funcionaba como una
religión, tenía sus herejes, sus mártires (en muchos casos de fabricación
propia, Trotsky es un ejemplo entre otros muchos cientos de miles), y sus
Santos Padres, Marx, Engels, Lenin, Stalin… que generaron el dogma, la
doctrina. Tenían también un Salvador: el proletariado; un proletariado,
diríamos hoy, virtual. Y un paraíso: el comunismo que era a su vez
escatológico, en las dos acepciones del término, acepciones que se adaptan como
un guante en el sentido teológico al comunismo ideal, y con toda justeza, en el
sentido de producto final de la digestión, a su realización material.
La doctrina no salió hecha de una sola vez de la
cabeza de Marx: a la obra de éste, Engels va a tratar
de darle forma de ciencia, y hasta la conquista de un país, Rusia, hay una
multitud de variantes, grandes y pequeñas, de lo que ya se llamaba marxismo,
dando lugar a luchas ideológicas. Con la conquista del poder en Rusia
cristaliza una de las variantes. Es como si la práctica, el control de un
estado, diese la razón a esa modalidad ideológica del marxismo, lo que hacía
que apareciese como la forma verdadera de la doctrina, el dogma. Ya en la URSS
y con Stalin la variante recibe su nombre: el "marxismo-leninismo".
La aceptación de los ideales y el rechazo de las
prácticas conduce a las herejías. El ilusionado piensa que la doctrina hay que
salvarla de las manos de unos dirigentes ineptos. Y se llama a la vuelta a la
pureza doctrinal de los primeros tiempos. Los ideales siguen siendo válidos,
unos hombres los están desvirtuando. El modo de arreglar el desaguisado es
crear un partido nuevo, que sea una copia exacta de aquel que hizo la
revolución de 1917.
Muchos de los actuales adeptos de la doctrina dicen
que cuando se la critica, se la está
"diabolizando", dando a entender que la crítica es malévola, y se
intenta desprestigiarla. Lo cierto es muchos críticos del dogma marxista, a la
vista de los resultados obtenidos por su aplicación en todos los sitios, dicen
que es una doctrina "maligna", que en sus orígenes ya encierra algo
malo, pues se produce el mal en su aplicación. No es
que la doctrina sea intrínsecamente mala, que puede serlo, es que es falsa, es
un saber erróneo, sin más. Una doctrina equivocada aplicada con tozudez produce
monstruosidades. Si "los sueños de la razón producen monstruos", no
digamos lo que pueden hacer los delirios de la misma… A la teoría de Ptolomeo
no la "diabolizó" nadie, dejó de tener seguidores por ser falsa.
Los tardoestalinianos no
pueden comprender que su "filosofía" no funciona y que nunca
funcionó. Reconocerlo les obligaría a cambiar su imagen del mundo, y eso es
difícil pues exige tener unas neuronas bien entrenadas y cierta capacidad de
crítica, capacidad que el consumo inmoderado de un dogma atenúa fuertemente.
Tienen que defenderla por todos los medios, el terrorismo intelectual es uno,
que es precisamente el arma que sus compañeros de fe, pueden esgrimir contra
ellos si intentan salir de la secta. No pueden criticar su fe pues serían
expulsados de la fraternidad en la que han vivido y viven.
Ilusión delirante
Cuando la "doctrina" en la que se funda la
ilusión fracasa por su propia acción, es decir cuando se aplica, a los
ilusionados sólo les queda el delirar. Es la ilusión misma la que conduce al
estado de delirio. La doctrina proporciona una visión definitiva del mundo, si
esta se rechaza hay que crearse otra nueva, lo que no es fácil, sobre todo si
la visión del mundo se compró hecha. Pero no sólo existen hoy los ilusionados tardoestalinianos, con sus técnicas del terrorismo
intelectual, hay otras ideologías que comportan actividades que recuerdan las
de los estalinianos en sus mejores momentos, pero menos universalistas. Esta
semejanza lleva consigo una simpatía, de la de los "tardo", por los
nacionalismos radicales y a veces el paso del estalinismo al nacionalismo.
La necesidad de poseer una ideología parece ser hoy
algo ineludible. No se puede sobrevivir psíquicamente en un mundo sin sentido.
Hoy por hoy lo que se va sabiendo del mundo parece indicar que hay una
conciencia general de ausencia de sentido. Analizando en frío lo que hacen la
mayor parte de nuestros conciudadanos, nos conduce a suponer que atisban que la
vida no tiene sentido, y para llenar este vacío recurren a sucedáneos de fácil
asimilación, por ejemplo: ser forofo de un equipo de fútbol, ser ultranacionalista,
pertenecer a una secta religiosa, a una banda de barrio o cosas por el estilo.
Si el sucedáneo se usa con moderación, se vive sin hacer daño, si se abusa de
él, se suele llegar al homicidio, como forma de expresión social, y a la automarginación como estructura; al encerrarse en su
"mundo"; se transforman en un "colectivo autista", en el
que la ilusión es necesariamente delirante. Los ultras futboleros, del mundo
entero, han llegado al asesinato con facilidad; pero es un fenómeno menor que
puede reducirse sin dificultad. Aunque se corre el riesgo de que se transformen
en "movimiento" político violento, fascistizante. Otra dimensión
tienen los nacionalismos. Bosnia, Kosovo, Irlanda, Los Tamiles, etc.
Creer que ser de un sitio es más importante que ser
algo, es una de las raíces del nacionalismo. Indudablemente nacer (siempre se
nace en un lugar) es mucho más fácil que hacerse abogado o fontanero. Ser de un
sitio no basta para ser nacionalista, hay que querer controlarlo. Cada sitio, y
a los que en él habitan, tienen o se les puede atribuir una "cultura"
y una historia reales o imaginadas, y así hacerlo más especifico
y diferenciarse más aun de los "otros". El nacionalista busca una
congruencia entre cultura y gobierno. Y persigue una homogeneidad de su
"nación", la misma religión, caso de Bosnia, Kosovo e Irlanda, o
lengua común y genealogía, caso de independentistas variados. Los nacionalistas tratan de
homogeneizar su población rompiendo la homogeneidad existente y dan, con ello,
la impresión de defender la heterogeneidad de los pueblos. El nacionalismo
radical, el único del que se habla, busca la pureza "étnica", que es
coherente con su doctrina, pero que implica expulsiones, destierros, matanzas,
guerras civiles y exilios.
Una de las diferencias entre ideologías políticas y
nacionalistas es que el proselitismo es mucho más fácil en el caso de estas
últimas. Se es "paisano" y esta identidad es el buen inicio para la
militancia. Y un punto común es el intentar fundar un estado ideológicamente
puro y por ello represivo. Esto es lo que hacen simpáticos los nacionalismos a
los ojos de los militantes de otros movimientos totalitarios; de los que puede
esperar apoyos logísticos.
Paralelamente al declinar de los países del socialismo
real, se produce el debilitamiento de los partidos comunistas en el mundo
entero. Doctrinalmente pasan de tener como agente de la historia al
proletariado a que sean los "pueblos"; el proletariado no
"respondía" electoralmente, parecía que se había pasado a la
burguesía. Ahora eran los pueblos los que harían la historia. Los pueblos eran,
por definición, aquellos que luchaban contra el Imperialismo Americano (del
norte, claro). Este cambio de actor conducirá a bastantes militantes comunistas
a enrolarse en los movimientos nacionalistas radicales, lo que confiere a estos
un tono revolucionario. Cambio de agente histórico que obliga a abandonar la
noción de clase, que es sustituida por la de pueblo. Así la descomposición del
bloque soviético conduce al desguace de la doctrina llamada marxista-leninista.
Hoy el nacionalismo radical ofrece un modo de dar
sentido al vivir y una seguridad, la de vivir en comunión con otros. Ofrece un
mundo mucho mejor, para los que son de "aquí". Señala limites entre los buenos y los forasteros, confirmando
nuestra identidad. El nacionalista sabe que es, de donde viene y a donde va. El
paralelo con la ilusión marxista es esclarecedor y nos muestra donde reside el
quid de estas doctrinas. Hacer del militante un ser a parte y superior.
El presente resulta que es nuevo
Uno de los argumentos que esgrimen los tardoestalinianos para defender la perennidad de su
doctrina, que por lo general ignoran, es que hay pobres, oprimidos y marginados
y hay que defenderlos. El argumento implica que su doctrina es la única que
sirve para eso, y que declarar que el marxismo-leninismo ha dejado de ser
efectivo, es igual que afirmar que hoy ya no hay explotados. Con esto se ve que
siguen confundiendo mapa con territorio.
El mundo ha cambiado, fundamentalmente en el primer
mundo, pero allí donde parece que las cosas no se han movido, el tercer mundo,
lo que sí ha cambiado son las relaciones ínter mundos, y con ellas las formas
de dominación, y los resultados de la dominación también. En todos los ámbitos
sigue habiendo dominados, y bastantes parecen contentos de ello. Parece como si
la "servidumbre voluntaria" fuese un tipo de relación humana tan
generalizado hoy como en el tiempo de Etienne de la Boétie. La evolución de las sociedades ha hecho que las
condiciones de los oprimidos, a lo menos en el primer mundo, sean más
soportables. Cambios logrados en buena parte por las luchas de los oprimidos
mismos.
La doctrina de los "tardoestalinianos"
daba cuenta, en su origen, de una sociedad que ya no existe. La historia la ha
borrado. Si a esto añadimos que los doctrinarios actuales simplificaron y
distorsionaron la doctrina original, nos encontramos con unos humanos que
tratan de interpretar lo que acontece en la calle a partir de una visión del
mundo que no es ni una caricatura de una visión del mundo. Algunos de estos
"ilusionados" lucharon por la libertad y en unos pocos casos gozan de
un relativo prestigio. Políticamente existen como un grupo en vías de
extinción, con un nombre que aún suena y son por ello un obstáculo para
intentar luchar, eficazmente, contra las formas actuales de la opresión. Se
limitan a criticar el sistema, y aquí está el fallo.
La pregunta de siempre a los que critican es: en nombre de qué critican. Los
motivos morales son correctos, pero critican, de hecho, en nombre de una
sociedad, su ideal, que ha resultado mucho peor para los oprimidos, que la
burguesa criticada. Y esto es, como dicen ellos, "objetivamente", un
formidable obstáculo para la toma de conciencia de los oprimidos de hoy.
Afirmar que Cuba,
Venezuela, Arabia o China son sistemas democráticos, es
cosa que se comprende en los "capitalistas" que tratan de comerciar y
hacer su dinerito con la explotación de una mano de obra cautiva, es decir sin
libertades sindicales mínimas. Pero esos juicios suenan mal cuando son emitidos
por personas que pretenden luchar por la libertad de los humanos, sin
distinción de nacionalidades. Al hacerlo trasmiten la idea que encerrar en los
campos de concentración o en las cárceles a aquellos que piensan de modo diferente
que los jefes, es correcto si se hace en nombre de los oprimidos (a los que
precisamente se esta oprimiendo en nombre de un
futuro que no puede realizarse, por ilusorio).
Para comprender que se defienda una doctrina nefasta,
socialmente hablando, hay que reconocer que para ellos, los tardoestalinianos,
su visión del mundo, su doctrina, es su filosofía básica, la que estructura
toda su vida intelectual y moral, algo así como las "doctrinas" de
los extremistas religiosos. Si abandonasen su ilusión se quedarían vacíos
intelectual y moralmente. El uso inmoderado de la "doctrina" conduce
a ese bloqueo mental.
Son un obstáculo real en la lucha por la libertad de los
humanos.
© 2024 JAVIER DE LUCAS