MAQUINA
El ser humano
no nace de una especie de proceso "mágico" que comienza con la
fecundación del óvulo por un espermatozoide. El desarrollo embrionario consiste
en un complicadísimo proceso de división y especialización celular dirigido y
controlado por la información almacenada en el ADN.
Los cartílagos y los huesos de la cara y
cuello proceden de las branquias de los peces
En nuestro
cuerpo y en nuestros genes están impresas las "huellas" de una
historia extraordinaria, una historia de supervivencia que cuenta cómo un
antepasado común (LUCA) dio lugar a organismos que fueron adaptándose a
diversos ambientes modificando su cuerpo y sus capacidades y dando lugar a la
enorme variedad de seres vivos que vemos en la actualidad. Esta historia
increíble tiene una consecuencia sorprendente: los primeros estadios del
desarrollo embrionario humano tras la fecundación comparten enormes similitudes
entre diferentes especies.
En torno a las
tres semanas de la concepción, en el embrión humano en desarrollo se puede
distinguir una protuberancia en la zona donde se intuye que se formará la
cabeza del bebé. En la base de esta protuberancia empiezan a distinguirse
cuatro franjas en forma de arco llamadas arcos faríngeos o branquiales: el
primero formará las dos mandíbulas y dos huesos del oído interno (el yunque y
el martillo); el segundo formará el tercer hueso del oído interno (el estribo),
un pequeño hueso de la garganta y los músculos de la cara; el tercero formará
los huesos, músculos y nervios internos de la garganta y el cuarto generará los
tejidos y nervios más profundos de la garganta.
Además observamos
algo impresionante: el patrón de formación de las diferentes estructuras es
idéntico: los mismos nervios que controlan las mandíbulas, las estructuras de
la garganta, etc., en el tiburón controlan las mismas zonas en los seres
humanos. Además, se forman siguiendo la misma secuencia y ¡están colocados en
mismo orden en el cerebro! A medida que el desarrollo embrional
avanza, ambas especies empiezan a diferenciarse: en los humanos los huecos
entre los arcos branquiales se sueldan mientras que en el tiburón estos huecos
formarán Las branquias del pez. El proceso que en nuestro caso formará los
huesos del oído interno, en el caso del tiburón formará los huesos para
soportar las mandíbulas.
El hipo es parte de un mecanismo ancestral
de nuestros antepasados anfibios
En los peces el
tronco cerebral y por tanto el generador de patrones están muy cerca de las
branquias y de los músculos correspondientes, pero en los humanos el nervio
debe hacer un recorrido mucho más largo, lo que origina un retraso en la señal.
Cuando abrimos y cerramos muy rápido la glotis, por ejemplo, cuando bebemos y
hablamos muy rápidamente (por ejemplo cuando estamos de fiesta hablando y
bebiendo casi a la vez) le estamos enviando al cerebro señales casi solapadas
de cierre y apertura de la glotis. Este hecho, unido al posible retraso en la
llegada de la señal al cerebro, produce que, en ocasiones, el cerebro
interprete que hay que realizar una inspiración. Entonces, contrae bruscamente
los músculos respiratorios produciendo eso que llamamos hipo. La inspiración de
CO2 o la dilatación de la
pared corporal (por ejemplo tomando mucho aire y reteniéndolo) producen la
inhibición del espasmo que denominamos "hipo".
Un extraño sensor en lo más profundo de
nuestro oído
Si accediéramos
a nuestro oído interno, situado dentro del cráneo y protegido por una pared
hermética de hueso, encontraríamos algo muy extraño: paredes óseas con forma de
caracol, conductos y unos sacos rellenos de un fluido.
Nuestro cuerpo es una
inmensa colonia de unos 40 billones de microorganismos
Cuando
observamos un ser humano o un animal lo hacemos desde la perspectiva de que
estamos viendo un individuo totalmente autónomo formado de componentes sólidos
e individuales, como si fuese una especie de puzzle.
Sin embargo, si pudriéramos observar nuestro cuerpo en su conjunto con un
microscopio electrónico, veríamos algo que nos dejaría sin aliento: una inmensa
"colonia" de 40 billones de pequeños organismos
"cuasi-autónomos" de diferentes formas y con diferentes funciones,
que cooperan y se ensamblan para formar eso que nosotros llamamos personas o
animales.
Por si esto no
fuera suficientemente extraño, además de esos 40 billones de pequeños
organismos poseemos un número aún mayor (hasta diez veces mayor) de organismos
aún más pequeños que también cooperan para formar el individuo: virus y
bacterias. Además, gran parte de esta inmensa colonia de microorganismos está
en continuo cambio y renovación: las células de la piel, del hígado, de las
paredes intestinales, etc., mueren y se renuevan continuamente. Esta visión
choca frontalmente con la visión intuitiva y cotidiana que nos indican nuestros
sentidos y que nos engañan haciéndonos pensar que un ser humano o un animal es
un solo individuo perfectamente definido y autónomo.
Un vestigio del rabo animal en nuestro coxis
Durante las
primeras semanas del desarrollo del embrión humano, un grupo de células empieza
a dividirse en la zona del coxis (este hueso aún conserva los vestigios del
hueco donde se alojaba la cola en nuestros antepasados) y empieza a formar una
especie de apéndice. En la mayoría de personas este proceso se detiene
rápidamente y no tiene prácticamente ninguna consecuencia, pero en un pequeño
porcentaje de la población se llega a formar una pequeña protuberancia que
puede ser incluso detectada a simple vista. ¡Esta protuberancia es el vestigio
del rabo de nuestros antepasados animales!
Nuestro cerebro incluye un
"simulador" de la realidad
Coja una cámara
y gírela 180º ¿qué es lo que la cámara registra? Ahora póngase delante de una
pared y haga el pino ¿Que es lo que sus ojos registran? Mientras la cámara
mantiene inmóvil la imagen registrada, su cerebro invierte la imagen cuando
usted esta boca abajo. Esto solo es posible si nuestro cerebro contiene una
simulación de la imagen que estamos viendo y la invierte como en un programa de
imágenes de un ordenador. Este simulador sería la clave de nuestra rápida
reacción ante un peligro y de la impresionante habilidad que poseemos para
coordinar cientos de músculos para andar o conducir un vehículo. Además, podría
ser la clave para explicar uno de los mayores misterios del Universo: el
funcionamiento del cerebro humano.
Los prejuicios
cognitivos son preferencias innatas que tenían un beneficio en un pasado pero
que actualmente pueden nublar nuestra razón y objetividad hasta puntos insospechados.
Algunos de estos prejuicios son: el prejuicio de creer que nuestras acciones y
trabajos son mejores que los de los demás, creer que podemos dominar nuestras
adicciones, prejuicios ideológicos, religiosos, etc.
El ser humano es una máquina ¡pero una
máquina especial con habilidades increíbles!
El ser humano
es una máquina, pero una máquina muy especial: no ha sido fabricada por ningún
otro ser humano sino por un "programa" especializado
"diseñado" por la evolución. Además, el ser humano es una máquina
"auto ensamblada": de una sola célula inicial se crean cerca de 40
billones de células. En realidad, nuestro cuerpo, exceptuando quizás las manos
y el aparato fonador apenas se diferencia del de cualquier animal complejo como
los simios; la verdadera grandeza del ser humano reside naturalmente en el
cerebro: billones de conexiones neuronales producen el órgano más complejo del
Universo conocido, un órgano capaz de albergar consciencia, emociones,
recuerdos... capaz de estremecerse con la música o el cine y de compartir
emociones con otros seres humanos...
Nuestro cuerpo
y nuestra mente son órganos físicos; sin embargo, las habilidades emergentes de
nuestro cerebro nos confieren capacidades extraordinarias. Sin duda, el ser
humano es el organismo más increíble y maravilloso del Universo.
© 2023 JAVIER DE LUCAS