MAQUINA HUMANA



El ser humano no nace de una especie de proceso "mágico" que comienza con la fecundación del óvulo por un espermatozoide. El desarrollo embrionario consiste en un complicadísimo proceso de división y especialización celular dirigido y controlado por la información almacenada en el ADN. Esta información forma una especie de programa que ha sido moldeado y mejorado a lo largo de miles de millones de años. Las consecuencias de esto son asombrosas: en nuestros genes y en nuestros cuerpos están "impresas" las huellas de una historia épica de lucha por la supervivencia. En este artículo mostraré diez aspectos de nuestro desarrollo embrionario y de nuestro comportamiento, que ponen de manifiesto de forma impactante hasta qué punto nuestro pasado evolutivo está presente con nosotros, definiendo nuestra esencia humana y nuestro comportamiento. 

Los cartílagos y los huesos de la cara y cuello proceden de las branquias de los peces 

En nuestro cuerpo y en nuestros genes están impresas las "huellas" de una historia extraordinaria, una historia de supervivencia que cuenta cómo un antepasado común (LUCA) dio lugar a organismos que fueron adaptándose a diversos ambientes modificando su cuerpo y sus capacidades y dando lugar a la enorme variedad de seres vivos que vemos en la actualidad. Esta historia increíble tiene una consecuencia sorprendente: los primeros estadios del desarrollo embrionario humano tras la fecundación comparten enormes similitudes entre diferentes especies. 

En torno a las tres semanas de la concepción, en el embrión humano en desarrollo se puede distinguir una protuberancia en la zona donde se intuye que se formará la cabeza del bebé. En la base de esta protuberancia empiezan a distinguirse cuatro franjas en forma de arco llamadas arcos faríngeos o branquiales: el primero formará las dos mandíbulas y dos huesos del oído interno (el yunque y el martillo); el segundo formará el tercer hueso del oído interno (el estribo), un pequeño hueso de la garganta y los músculos de la cara; el tercero formará los huesos, músculos y nervios internos de la garganta y el cuarto generará los tejidos y nervios más profundos de la garganta. 

 Si observamos con detalle el primer arco branquial de un embrión humano y, por ejemplo, uno de tiburón, nos quedaremos boquiabiertos: parecen casi iguales. Ambos formarán las mandíbulas del futuro individuo, la única diferencia es que en el caso del embrión humano este primer arco formará también dos huesos del oído.  

Además observamos algo impresionante: el patrón de formación de las diferentes estructuras es idéntico: los mismos nervios que controlan las mandíbulas, las estructuras de la garganta, etc., en el tiburón controlan las mismas zonas en los seres humanos. Además, se forman siguiendo la misma secuencia y ¡están colocados en mismo orden en el cerebro! A medida que el desarrollo embrional avanza, ambas especies empiezan a diferenciarse: en los humanos los huecos entre los arcos branquiales se sueldan mientras que en el tiburón estos huecos formarán Las branquias del pez. El proceso que en nuestro caso formará los huesos del oído interno, en el caso del tiburón formará los huesos para soportar las mandíbulas.

 ¡Los huesos que nosotros utilizamos para tragar y oír son usados por el tiburón para sostener las mandíbulas! Todo esto sugiere una visión impresionante: de alguna manera llevamos en nuestro interior las "huellas" de los genes de las especies que forman nuestro pasado evolutivo.

 

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El hipo es parte de un mecanismo ancestral de nuestros antepasados anfibios

 El proceso de respiración es un proceso automático controlado por una zona que existe en el tronco cerebral. Esta zona actúa como un generador de patrones enviando una y otra vez la misma secuencia de impulsos a los nervios que controlan los músculos implicados: contracción y expansión de los músculos de las paredes del pecho y del diafragma.

 Los científicos han encontrado unas similitudes asombrosas entre nuestro "generador de patrones" y el de algunos peces, concretamente el que utilizan los renacuajos. Los renacuajos poseen branquias y pulmones; cuando respiran con las branquias el generador de patrones envía señales a los músculos para bombear agua a la boca y a la garganta (para poder realizar la respiración) pero cierra la membrana que protege el conducto respiratorio (la glotis) para que el agua no entre en los pulmones. En este patrón, siempre inmediatamente después de una inspiración (unos 35ms), viene el cierre de la glotis.  

En los peces el tronco cerebral y por tanto el generador de patrones están muy cerca de las branquias y de los músculos correspondientes, pero en los humanos el nervio debe hacer un recorrido mucho más largo, lo que origina un retraso en la señal. Cuando abrimos y cerramos muy rápido la glotis, por ejemplo, cuando bebemos y hablamos muy rápidamente (por ejemplo cuando estamos de fiesta hablando y bebiendo casi a la vez) le estamos enviando al cerebro señales casi solapadas de cierre y apertura de la glotis. Este hecho, unido al posible retraso en la llegada de la señal al cerebro, produce que, en ocasiones, el cerebro interprete que hay que realizar una inspiración. Entonces, contrae bruscamente los músculos respiratorios produciendo eso que llamamos hipo. La inspiración de CO2 o la dilatación de la pared corporal (por ejemplo tomando mucho aire y reteniéndolo) producen la inhibición del espasmo que denominamos "hipo". 

Un extraño sensor en lo más profundo de nuestro oído 

Si accediéramos a nuestro oído interno, situado dentro del cráneo y protegido por una pared hermética de hueso, encontraríamos algo muy extraño: paredes óseas con forma de caracol, conductos y unos sacos rellenos de un fluido. El oído interno tiene tres funciones diferentes: oír, indicar la dirección de inclinación de la cabeza e indicarnos la velocidad de movimiento de la cabeza. Este órgano está relleno de un fluido que se agita; unas células especializadas proyectan unos pelillos hacia el fluido de forma que cuando el fluido se mueve, los pelillos se inclinan hacia uno u otro lado y envían un impulso nervioso al cerebro que se interpreta como un sonido, una posición o una aceleración. En el espacio exterior (o en una montaña rusa), sin gravedad, este sensor no funciona bien: el fluido "flota" y los ojos no distinguen arriba de abajo lo que produce una sensación de mareo.

 Las células que envían los impulsos de posición al cerebro están conectadas con los músculos oculares para dirigir los ojos automáticamente al punto correcto, dependiendo de la posición y velocidad de movimiento. Cuando bebemos demasiado, el etanol se difunde por la sangre y llega hasta el líquido del oído interno. Como el etanol es menos denso que el líquido, la densidad de este disminuye. Esta disminución de la densidad del líquido hace que se produzcan movimientos en el líquido y que nuestro cerebro crea que nos estamos moviendo: entonces se envían impulsos a los músculos oculares y la habitación o el bar empieza a dar vueltas ¡Esto explica porqué todo nos da vueltas cuando bebemos demasiado! Es muy posible que este "sensor de movimiento" proceda de nuestro pasado anfibio, ya que los peces poseen un órgano similar para detectar corrientes y movimientos en el agua.

 

Nuestro cuerpo es una inmensa colonia de unos 40 billones de microorganismos 

Cuando observamos un ser humano o un animal lo hacemos desde la perspectiva de que estamos viendo un individuo totalmente autónomo formado de componentes sólidos e individuales, como si fuese una especie de puzzle. Sin embargo, si pudriéramos observar nuestro cuerpo en su conjunto con un microscopio electrónico, veríamos algo que nos dejaría sin aliento: una inmensa "colonia" de 40 billones de pequeños organismos "cuasi-autónomos" de diferentes formas y con diferentes funciones, que cooperan y se ensamblan para formar eso que nosotros llamamos personas o animales.  

Por si esto no fuera suficientemente extraño, además de esos 40 billones de pequeños organismos poseemos un número aún mayor (hasta diez veces mayor) de organismos aún más pequeños que también cooperan para formar el individuo: virus y bacterias. Además, gran parte de esta inmensa colonia de microorganismos está en continuo cambio y renovación: las células de la piel, del hígado, de las paredes intestinales, etc., mueren y se renuevan continuamente. Esta visión choca frontalmente con la visión intuitiva y cotidiana que nos indican nuestros sentidos y que nos engañan haciéndonos pensar que un ser humano o un animal es un solo individuo perfectamente definido y autónomo. 

Un vestigio del rabo animal en nuestro coxis 

Durante las primeras semanas del desarrollo del embrión humano, un grupo de células empieza a dividirse en la zona del coxis (este hueso aún conserva los vestigios del hueco donde se alojaba la cola en nuestros antepasados) y empieza a formar una especie de apéndice. En la mayoría de personas este proceso se detiene rápidamente y no tiene prácticamente ninguna consecuencia, pero en un pequeño porcentaje de la población se llega a formar una pequeña protuberancia que puede ser incluso detectada a simple vista. ¡Esta protuberancia es el vestigio del rabo de nuestros antepasados animales!

 

 Mecanismos evolutivos que controlan parte de nuestro cuerpo y nuestro comportamiento

 ¿Siente ganas de estornudar o de escupir cuando hay polvo en suspensión o cuando la espuma de afeitar roza suavemente su nariz? ¿Siente fobia a las arañas o a las alturas pero no a las armas o a los coches? ¿Le relaja la visión de un fuego encendido o de un paisaje natural? ¿Siente ganas de orinar y le moquea la nariz cuando toca algo frío? La explicación a todos estos fenómenos (y muchos otros) radica en nuestro pasado evolutivo: hemos heredado de nuestros antepasados mecanismos ancestrales que mejoraban nuestra supervivencia y nuestra adaptación al entorno (aunque a menudo en nuestro entorno moderno su utilidad se reduce mucho). 

Nuestro cerebro incluye un "simulador" de la realidad 

Coja una cámara y gírela 180º ¿qué es lo que la cámara registra? Ahora póngase delante de una pared y haga el pino ¿Que es lo que sus ojos registran? Mientras la cámara mantiene inmóvil la imagen registrada, su cerebro invierte la imagen cuando usted esta boca abajo. Esto solo es posible si nuestro cerebro contiene una simulación de la imagen que estamos viendo y la invierte como en un programa de imágenes de un ordenador. Este simulador sería la clave de nuestra rápida reacción ante un peligro y de la impresionante habilidad que poseemos para coordinar cientos de músculos para andar o conducir un vehículo. Además, podría ser la clave para explicar uno de los mayores misterios del Universo: el funcionamiento del cerebro humano.

 

Nuestros genes luchan también por su propia supervivencia

 La mayoría de las veces nuestros genes "cooperan" para producir un óptimo funcionamiento de nuestro organismo ya que cualquier mejora para el cuerpo en general será beneficiosa también para los genes. Sin embargo, algunas veces los genes individuales pueden comportarse de forma "egoísta" y parecen operar por su cuenta sin tener en cuenta el "bien común". Por ejemplo, en algunas especies, genes que benefician el nacimiento de hembras en lugar de machos (genes mitocondriales que solo se heredan de la madre) han podido provocar incluso la desaparición de varias especies.

Prejuicios cognitivos 

Los prejuicios cognitivos son preferencias innatas que tenían un beneficio en un pasado pero que actualmente pueden nublar nuestra razón y objetividad hasta puntos insospechados. Algunos de estos prejuicios son: el prejuicio de creer que nuestras acciones y trabajos son mejores que los de los demás, creer que podemos dominar nuestras adicciones, prejuicios ideológicos, religiosos, etc. 

El ser humano es una máquina ¡pero una máquina especial con habilidades increíbles! 

El ser humano es una máquina, pero una máquina muy especial: no ha sido fabricada por ningún otro ser humano sino por un "programa" especializado "diseñado" por la evolución. Además, el ser humano es una máquina "auto ensamblada": de una sola célula inicial se crean cerca de 40 billones de células. En realidad, nuestro cuerpo, exceptuando quizás las manos y el aparato fonador apenas se diferencia del de cualquier animal complejo como los simios; la verdadera grandeza del ser humano reside naturalmente en el cerebro: billones de conexiones neuronales producen el órgano más complejo del Universo conocido, un órgano capaz de albergar consciencia, emociones, recuerdos... capaz de estremecerse con la música o el cine y de compartir emociones con otros seres humanos...  

Nuestro cuerpo y nuestra mente son órganos físicos; sin embargo, las habilidades emergentes de nuestro cerebro nos confieren capacidades extraordinarias. Sin duda, el ser humano es el organismo más increíble y maravilloso del Universo.

 

                                                                                                                                                                              © 2023 JAVIER DE LUCAS