¿NUCLEARES SÍ?

 

TERCERA PARTE

 Una herramienta de uso pacífico o militar

De todos los estigmas que hemos ido viendo, es posible que el mayor que tenga la energía nuclear sea su supuesta vinculación con las bombas atómicas. Los mitos suelen tener un origen, en ocasiones con cierto grado de veracidad, pero posteriormente otros elementos se van añadiendo para construir una gran mentira que, con frecuencia, se utiliza para estigmatizar esta energía. Explicaré qué hay de cierto y de falso sobre esa vinculación a través de un repaso histórico y tecnológico.

Inventos militares que usas a diario

Muchos avances tecnológicos de nuestra sociedad tienen un origen claramente militar: el radar que protege nuestros aviones se desarrolló durante la Segunda Guerra Mundial, el GPS surgió del Departamento de Defensa de Estados Unidos, al igual que los vehículos todoterreno, las gafas de sol o la comida enlatada, que tuvieron su origen en creaciones con intención militar y de los que luego nos beneficiamos todos. Sin embargo, con toda probabilidad ningún invento militar de uso civil tenga tan mala prensa como la energía nuclear.

El proyecto Manhattan fue un enorme esfuerzo científico, tecnológico, financiero y humano que realizó Estados Unidos para construir la bomba atómica durante la Segunda Guerra Mundial y que culminó desgraciadamente con el lanzamiento de dos artefactos, uno de uranio y otro de plutonio sobre Hiroshima y Nagasaki, arrasando ambas ciudades y matando cerca de un cuarto de millón de personas, lo que supuso de facto la rendición de Japón. No entraré a valorar la hipótesis de que el lanzamiento de las bombas evitó muertes posteriores. Para alguien que defiende el uso pacífico de la energía nuclear, utilizarla voluntariamente para destruir vidas humanas es una auténtica aberración.

Ninguna herramienta es buena o mala por sí misma, sino que depende del uso que le demos. Un bisturí sirve para salvar vidas y una bayoneta para segarlas, y ambas son herramientas de corte. La energía nuclear, que nació para fabricar una bomba atómica que ganara una guerra, pronto comenzó a servir para producir electricidad. Desde la famosa pila de Fermi, un reactor experimental construido bajo las gradas de un estadio abandonado de la Universidad de Chicago, hasta el primer reactor comercial para generar electricidad, Calder Hall (Gran Bretaña, con 50 MW de potencia), pasaron solo 14 años.

Átomos para la paz

Cuando Estados Unidos comprobó que no era el único país con armas nucleares, decidió difundir sus conocimientos en tecnología nuclear para obtener beneficios económicos, fundando el programa «Átomos para la paz». Esta iniciativa condujo a la creación en 1957 de la Organización Internacional de la Energía Atómica (OIEA), que forma parte de Naciones Unidas, con la misión de servir de foro de cooperación científica y técnica para impulsar el uso pacífico de la energía nuclear, tanto para producir electricidad como para usos médicos e industriales.

En 1970 se firmó el Tratado de No Proliferación, y fruto de él ningún reactor nuclear civil se ha utilizado para producir plutonio para fabricar bombas atómicas, un mito muy extendido que repiten continuamente los opositores a esta energía. También se pueden construir bombas con ollas y cócteles molotov con botellas y no por ello nos miran mal cuando vamos a la tienda a por ellos. Es cierto que algunos reactores como los RBMK soviéticos (diseño de Chernóbil) tenían capacidad para producir plutonio, pero nunca se utilizaron para ese fin porque se disponía de otro tipo de tecnología más eficiente para obtenerlo.

La inmensa mayoría de los países firmaron el Tratado de No Proliferación. De esta forma, todos los países que inician un programa nuclear civil tienen la obligación de someterse a la inspección de la OIEA y al escrutinio de la comunidad internacional. La colaboración de la agencia con los servicios secretos ha permitido detectar desviaciones, como es público y notorio. Pero la tecnología ha evolucionado y actualmente existen medios alternativos y más eficientes para producir armamento que utilizar centrales nucleares. Las famosas centrifugadoras de gas se podrían utilizar para enriquecer uranio independientemente de la existencia de centrales nucleares, lo que demuestra que tener armamento nuclear es una decisión política, no la inevitable conclusión de tener un programa nuclear civil. De hecho, la mayoría absoluta de los países con centrales nucleares no tiene armas nucleares y, al contrario, algunos países con bombas atómicas no tienen centrales nucleares.

La industria nuclear está muy globalizada en toda su cadena y apenas doce países son proveedores de uranio para fabricar combustible nuclear. Debido al constante escrutinio, cualquier país con un programa nuclear civil que intentara desviar parte de su combustible para fabricar un arma nuclear se enfrentaría a sanciones que incluirían la interrupción del suministro del material fisible.

Los únicos países que han adquirido armas nucleares en los últimos 25 años son Pakistán y Corea del Norte. Sudáfrica, Kazajistán, Bielorrusia y Ucrania abandonaron sus programas de armas nucleares cuando se disolvió la Unión Soviética. Países como Cuba, Finlandia, Alemania, Japón, Suecia y Ucrania, por ejemplo, no han llegado a desarrollar armas nucleares a pesar de encontrarse en entornos políticos con amenazas de seguridad, aunque cierto es que al menos Rumanía, Suecia, Suiza y Yugoslavia exploraron en algún momento dicha posibilidad.

Aunque en la mayoría de los países el programa civil de energía nuclear se ha desarrollado simultáneamente al de armas nucleares, solo en Argentina, Brasil, India, Irán y Pakistán el primero precede al segundo. Un dato para la esperanza es que desde finales de los años ochenta del siglo XX se ha reducido el arsenal nuclear, las pruebas nucleares y el número de estados que han intentado desarrollar armas nucleares, mientras que, de manera simultánea, el número de reactores comerciales ha aumentado ligeramente.

Los hay que lo han intentado…

Existen dos formas de fabricar un arma nuclear de fisión mediante enriquecimiento de uranio o plutonio. No estoy dando la receta para quien tenga una idea loca: no es precisamente sencillo fabricar una bomba nuclear «casera». El enriquecimiento consiste en aumentar la proporción de los isótopos fisibles, el uranio-235 (U-235) y el plutonio-239 (Pu-239) y una bomba atómica de uranio, como la que se lanzó en Hiroshima, necesita un enriquecimiento de al menos el 90 %. El enriquecimiento del U-235 se realiza por separación de este isótopo del mineral; sin embargo, el Pu-239 se obtiene mediante la captura de un neutrón por parte del U-238.

Irán intentaba desarrollar una bomba de uranio enriquecido utilizando centrifugadoras para la separación del U-235 con la intención de amenazar a sus vecinos, especialmente a Israel. Corea del Norte, por su parte, optó por la vía de la purificación de Pu-239 porque es una vía rápida y sencilla para cargar misiles tácticos de largo alcance debido a su pequeña masa crítica (unos 10 kg) y la baja tasa de fisiones espontáneas, lo que hace más sencillo el ensamblaje.

Irán también ha desarrollado un programa de energía nuclear civil que ha servido para la transferencia de tecnologías y conocimientos para su programa militar; sin embargo, Corea del Norte no dispone de ningún reactor civil dedicado a la generación de electricidad, pero sí que ha construido un reactor tipo Magnox con moderación de grafito para enriquecer plutonio. Aunque el reactor podría ser utilizado para producir electricidad de una forma muy poco eficiente, se trata de un reactor específico para proveer el plutonio para sus armas nucleares.

Países como Israel, Siria y la propia Corea del Norte han intentado la doble vía de producción de uranio enriquecido y plutonio. Pero lo cierto es que ningún reactor civil ha sido utilizado simultáneamente para extraer combustible para bombas. La razón es que, si bien es posible extraer plutonio para bombas de un reactor civil, resulta caro y es extremadamente complejo separar el material fisible de la gran diversidad de actínidos (isótopos radiactivos pesados) producidos durante el funcionamiento normal del reactor.

¿Y si reciclamos las bombas atómicas?

Al fin y al cabo, el plutonio apto para armas tiene más del 93 % de Pu-239 y se puede procesar para utilizarlo como combustible para producir electricidad. Por su parte, el uranio para bombas atómicas está muy enriquecido, a más del 90 % de U-235 (el isótopo fisionable). De hecho, uranio altamente enriquecido procedente de las armas desmanteladas ha evitado unas 8850 toneladas de producción de óxido de uranio de las minas cada año, y ha alcanzado entre el 13 % y el 19 % de las necesidades de los reactores mundiales hasta 2013.

Desde 1987, los Estados Unidos y los países de la antigua URSS firmaron una serie de tratados de desarme para reducir los arsenales nucleares en aproximadamente un 80 %. ¿Adónde va a parar todo ese material? El uranio altamente enriquecido en armas de EE. UU., Rusia y otras reservas militares asciende a aproximadamente 1500 toneladas, lo que equivale a alrededor de siete veces la extracción minera de uranio mundial anual. Las reservas mundiales de plutonio para armas son de alrededor de 260 toneladas, que si se usan en reactores convencionales equivaldrían a algo más de un año de producción mundial de uranio.

Los acuerdos de EE. UU. y Rusia para convertir las armas nucleares en combustible para la producción de electricidad se conocen como el programa «Megatons to Megawatts». De hecho, los diversos acuerdos de desarme condujeron en 1993 a un pacto entre los gobiernos de los Estados Unidos y Rusia. Rusia convirtió 500 toneladas de uranio altamente enriquecido de cabezas nucleares y arsenales militares (equivalentes a alrededor de 20.000 bombas) en uranio ligeramente enriquecido para ser comprado por EE. UU. para su uso en reactores nucleares civiles. Con el acuerdo ruso-estadounidense «Megatons to Megawatts», Estados Unidos fue capaz de generar el 10 % de su electricidad entre 1993-2013. En números redondos estamos hablando de producir con armas nucleares recicladas el 100 % de la electricidad que consume un país enorme como EE. UU. durante dos años .

La existencia de una industria nuclear civil con centrales que aportan energía podría, es cierto, proveer de infraestructuras y conocimientos técnicos para desarrollar armas nucleares, pero sabemos que los programas civiles obligan a la monitorización internacional, lo que dificulta cualquier programa militar (esto no implica que no sea posible un doble objetivo en algunos países, pero en todo caso es una decisión política, no tecnológica). Además, la fabricación de armamento es mucho más eficiente con infraestructuras específicas para ello que con centrales nucleares comerciales. Más bien es al contrario: como hemos visto, las armas nucleares se reciclan para producir electricidad, y no a la inversa, lo que considero una preciosa alegoría del pacifismo.

Submarinos hundidos y residuos de pruebas nucleares

Algunas noticias sobre energía nuclear son recurrentes en los medios, y no estoy hablando de los aniversarios de los grandes accidentes nucleares, que es comprensible y necesario que se recuerden . Me refiero a esas noticias sobre submarinos nucleares hundidos que contaminarían gran parte del océano o tumbas de residuos nucleares militares que serían capaces de provocar un nuevo Chernóbil (el equivalente a un campo de fútbol en las medidas de superficie). ¿Qué hay de cierto en esas noticias tan alarmantes? Partiendo de la base de que siempre debemos minimizar la contaminación radiactiva para reducir los riesgos, explicaré un par de casos con sus causas y sus posibles consecuencias para que se obtengan sus propias conclusiones.

¿Son radiactivos son nuestros océanos?

Antes de nada vamos a conocer el estado de los océanos. Estamos rodeados de radiactividad en nuestra vida diaria hasta cuando desayunamos, y lo importante es saber la dosis para estar seguros. El nivel de radiactividad de los océanos y mares es variable en todo el mundo. Las fuentes radiactivas liberadas por el ser humano son minúsculas en comparación con las de origen natural, aunque, por supuesto, deben tenerse en cuenta y minimizarse.

El cesio-137 es la sustancia liberada más importante en cuanto a dosis en las pruebas nucleares realizadas a mediados del siglo XX en el océano Pacífico, así como en los accidentes nucleares de Chernóbil, Fukushima y en mucha menor medida en el de Three Mile Island. Entre las docenas de sustancias radiactivas presentes de forma natural en el agua del mar (el cesio-137 es una de ellas), el uranio-238 y el potasio-40 son los más abundantes.

K-287 Komsomolets

Este submarino nuclear soviético fue un proyecto pionero por tener el casco interior de titanio y alcanzar el récord de inmersión de 1300 metros. El 7 de abril de 1989 el submarino sufrió un incendio que causó la parada de emergencia del reactor, la muerte de sus 41 tripulantes y su hundimiento en el mar de Noruega. Expediciones posteriores sellaron varios puntos para evitar fugas de material radiactivo, pero en 2019 el Instituto de Investigación Marina noruego (IMR, por sus siglas en inglés) detectó una fuga de cesio-137 que tuvo una gran repercusión mediática, causando una gran alarma, por otro lado, comprensible.

Todo partió de una nota de prensa muy poco acertada , algo irrelevante en algunos asuntos, pero trascendental cuando se habla de radiactividad. La nota de prensa del IMR hablaba de niveles de radiactividad «800.000 veces más altos de lo normal», para decir a continuación que la muestra tomada tenía 100 Bq/litro de cesio-137 (un valor muy bajo). Rápidamente el regulador nuclear noruego (DSA) emitió un comunicado en el que informaba que el nivel más alto de radiactividad que encontraron los investigadores fue de unos 800 Bq/litro, indicando que no existía riesgo ni para las personas ni para el pescado y marisco noruegos.

Veamos el impacto traduciendo esa unidad de medida a lo que sería la dosis radiactiva por ingestión. La unidad utilizada es el becquerel (Bq), así que tomemos el valor más alto proporcionado: 800 Bq/litro. Utilizando unas tablas de conversión obtenemos que un litro de agua de la fuga radiactiva produciría una dosis interna de 10,4 µSv. Por lo que beber un vaso de agua de 200 cm³ nos produciría la misma dosis que comer unos 20 plátanos (que contienen Potasio-40). Comer 20 plátanos puede resultar muy indigesto y provocar una subida considerable de azúcar, pero representa una dosis radiológica inocua.

Así pues, teniendo en cuenta los datos objetivos, mi conclusión es la misma que la del regulador noruego: la fuga radiactiva en el Komsomolets no tendrá un impacto significativo en los peces y en otros recursos marinos del mar de Noruega.

Pruebas nucleares en las Islas Marshall

Si los submarinos nucleares hundidos son una fuente periódica de noticias sensacionalistas, no lo son menos las pruebas nucleares. Durante la Guerra Fría, Estados Unidos realizó un total de 43 pruebas nucleares atmosféricas en el atolón Enewetak, en las Islas Marshall (océano Pacífico), entre 1944 y 1958. El cráter Cactus se formó el 5 de mayo de 1958 por una explosión de 18 kilotones (de una potencia similar a las bombas de Hiroshima y Nagasaki). El cráter tiene 106 m de diámetro y 9,5 m de profundidad (visualiza una piscina olímpica: el doble de ancho y el triple de profundo que una).

La Cúpula de Runit (Runit Dome, Cactus Dome o The Tomb) es una estructura de hormigón con forma semiesférica situada a nivel del mar en el norte de la isla de Runit, dentro del cráter Cactus, que contiene unos 83.000 m 3 de residuos radiactivos, incluyendo plutonio-239, y que se cubrió en 1979.

De manera periódica aparecen noticias apocalípticas sobre la estructura del cráter Cactus, pero no aportan nada nuevo más allá de ingresos para los medios que las publican. Según un informe realizado en 2013 a petición del Departamento de Energía de Estados Unidos que cita varios estudios anteriores, incluso si se escapase todo el inventario de la estructura, el impacto radiológico en la zona sería escaso, precisamente porque ya está contaminada por las propias pruebas militares que se realizaron a mediados del siglo pasado. Es un poco irónico dar una noticia de una posible contaminación de una zona ya contaminada...

De hecho, según el informe, «los niveles ya presentes en los sedimentos del agua de mar de la laguna eclipsan en varios órdenes de magnitud las cantidades encontradas bajo la cúpula». El contenido de la estructura es básicamente tierra contaminada, escombros y metales inmovilizados con mortero y recubiertos de hormigón. En consecuencia, podrían escapar algunos isótopos radiactivos, pero una fuga total del contenido radiactivo es muy poco creíble. Y un Chernóbil en el océano, tampoco.

En conclusión, el uso militar de la energía nuclear (especialmente por las pruebas nucleares) es el causante de las mayores emisiones radiactivas artificiales en los océanos, a pesar de los accidentes civiles de Chernóbil y Fukushima. Pero es importante que quede claro que afortunadamente la actividad de los isótopos radiactivos en los océanos por causas humanas es muy pequeña respecto a las causas naturales.

Terrorismo en centrales nucleares

El terrorismo es un tema muy serio y, sin duda, no ha de tomarse a la ligera, pero en ocasiones es inevitable que se produzcan situaciones divertidas debidas, quizás, al desconcierto. ¿Son un objetivo terrorista las centrales nucleares? ¿Un ataque terrorista podría causar un accidente nuclear? Son bien conocidas las acciones de Greenpeace en las proximidades, e incluso en el interior, de las centrales nucleares y la polémica por la aparente pasividad de los vigilantes de seguridad. ¿Cuál es el objetivo de los ecologistas? ¿Promover el cierre de las centrales nucleares por ser poco seguras ante ataques terroristas? ¿Mostrar a los terroristas lo supuestamente fácil que es acceder a estas instalaciones?

La respuesta ante este tipo de acciones es muy controvertida. Si fuera demasiado agresiva, la opinión pública diría que no está justificada, porque al fin y al cabo son unos muchachos pacifistas que solo están haciendo activismo. Sin embargo, una respuesta tenue se interpreta por los propios ecologistas y por parte de la población como un síntoma de debilidad ante agresiones externas. Vamos, que parece no haber término medio.

Pero la realidad es bien diferente. Los vigilantes de seguridad de las centrales nucleares están siempre armados y tienen orden de disparar en caso de ser necesario para garantizar la seguridad de las personas y de las instalaciones (lo cual no es desproporcionado si tenemos en cuenta lo que hay en juego). Recientemente se están incorporando a las centrales nucleares españolas efectivos de respuesta de la Guardia Civil. Su objetivo es claro: repeler un ataque terrorista de forma proporcionada con el armamento adecuado. Su función es complementaria a la de los vigilantes de seguridad y refuerzan la capacidad de las centrales para rechazar una intrusión violenta no autorizada.

Desde el 11 de septiembre de 2001, día en el que EE. UU. sufrió una cadena de atentados terroristas en los que murieron casi 3000 personas, se han producido diversos atentados tanto en ese país como en Europa: explosivos en el maratón de Boston, explosiones en trenes en Madrid, en metros y autobús de Londres, o atropellos masivos con un camión en Niza y una furgoneta en Barcelona. Todos ellos han resultado, sin duda alguna, fatídicos, pero en ningún caso se ha producido un atentado contra una central nuclear, las cuales son abundantes en todos los países citados. De hecho, no existe evidencia de que desde 2001 se haya planeado ningún ataque terrorista contra ninguna central nuclear. ¿Por qué?

¿Por qué los terroristas no atacan a centrales nucleares?

Primero de todo, diría que es porque los terroristas no son más que asesinos que buscan publicitar su acción. La RAE define el terrorismo como una «actuación criminal de bandas organizadas que, reiteradamente y por lo común de modo indiscriminado, pretende crear alarma social con fines políticos». De ahí que cuando planean un atentado violento buscan el mayor impacto en los medios de comunicación, proporcionando imágenes macabras del sufrimiento humano; tienen un fin que se cumple si, atropellando a personas, disparándoles y haciéndolas saltar por los aires, logran llamar la atención. Sin embargo, atacar una central nuclear no es un espectáculo. Es muy probable que el espacio aéreo esté restringido, que no exista forma de grabar en vídeo la acción y que los resultados sean poco llamativos para sus fines.

Es evidente que otro de los objetivos terroristas es conseguir una bomba atómica. Pero una central nuclear es un mal lugar para conseguir material para construirla. Tanto el combustible nuclear nuevo como el usado están muy poco enriquecidos para poder fabricar un explosivo y, además, en una central nuclear no existen los medios para aumentar ese enriquecimiento. Pero ¿y si el objetivo fuera robar combustible usado para fabricar una bomba sucia? Un contenedor de combustible nuclear pesa unas 125 toneladas, por lo que no es algo que se pueda cargar fácilmente en un furgón acercado hasta la central. En el caso de que los terroristas decidiesen hacerse con el control del vehículo de transporte de contenedores de combustible usado de la propia central, solo lograrían salir corriendo con él a la increíble velocidad de 5 km/h. ¡Eso sí que saldría en las noticias!

Veamos más posibles ataques. Por ejemplo, en el caso hipotético del impacto de un avión contra una central nuclear, los daños dependerían de la zona de impacto. El edificio con el contenido más delicado es precisamente el más protegido: el edificio de contención, que aloja al reactor y sus sistemas auxiliares y de seguridad. En 1988 alguien ya pensó en ello y por eso el Gobierno de EE. UU. estrelló un avión F4 Phantom a 805 km/h contra un muro de hormigón armado que simulaba el edificio de contención de una central nuclear. El resultado fue que la pared quedó intacta. El avión, no tanto… Y es que los aviones, pese a su envergadura, están hechos de material bastante endeble (al menos, al lado de un muro de hormigón).

Si, tras todo esto, una central nuclear se viese bajo un ataque terrorista, esta puede detener su reactor en menos de 3 segundos y a partir de ese momento debe mantener el núcleo refrigerado. Los sistemas de refrigeración del reactor en una central nuclear están como mínimo duplicados y tienen alimentaciones eléctricas redundantes e independientes. Así que sería muy poco creíble que un grupo terrorista pudiera anular todos esos sistemas de seguridad, teniendo en cuenta que algunos de ellos son pasivos, es decir, que actúan sin alimentación eléctrica y sin necesidad de su activación por parte de un operador.

Las mejoras de seguridad incorporadas tras Fukushima también podrían utilizarse en el caso de un acto terrorista, por ejemplo, el impacto de un avión que llegase a inutilizar los sistemas de seguridad. La estrategia FLEX permite utilizar equipos portátiles para realizar las acciones de recuperación ante un accidente de forma local, sin disponer de la sala de control, otro de los posibles escenarios. Generadores diesel portátiles, bombas de media y baja presión, sistemas de comunicaciones y camiones todo terreno, camiones cisterna y helicópteros para trasladar todos esos equipos desde otros emplazamientos estarían disponibles en caso de necesidad. Las centrales nucleares son un objetivo demasiado difícil y poco efectivo para conseguir aterrorizar a la población, por eso buscan medios más sencillos con los que conseguir el mayor impacto posible y tratar de alcanzar sus fines.

¿Y qué hay de un posible ciberataque de seguridad?

A veces los terroristas dejan los camiones y aviones en casa y se arman con un ordenador. Una forma cada vez más extendida de cometer delitos es la ciberdelincuencia, es decir, utilizar medios informáticos para cometer delitos. Y cuando mezclamos esa actividad con la energía nuclear, ya tenemos una noticia sensacionalista. Periódicamente aparecen en los medios de comunicación noticias del tipo: «Hackeado un reactor nuclear». Como es evidente, la ciberseguridad es un asunto muy serio y todas las centrales nucleares tienen personas dedicadas a su protección, e hackear una central nuclear no es tarea fácil.

Las instalaciones nucleares, como cualquier empresa, tienen una intranet corporativa que conecta todos los ordenadores personales entre sí gracias a Internet. Evidentemente, y también como en cualquier otra empresa, existen medidas de seguridad para evitar accesos indeseados que puedan borrar datos, copiarlos o corromperlos. Pero es muy importante comprender que las centrales nucleares tienen otro tipo de informática, la que llamamos informática de proceso. Está formada por ordenadores que sirven para adquirir datos de múltiples equipos (presión, temperatura, nivel, caudal...), controlar muchos de ellos (arrancar y parar bombas o abrir y cerrar válvulas) y proteger el reactor ante cualquier desviación o accidente. La informática de proceso está lógica y físicamente aislada de la intranet corporativa y, por tanto, del exterior. No solo no existen cables que unan una red a la otra, sino que tampoco existen conexiones inalámbricas. De esta forma, solo es posible acceder a estos sistemas mediante teclados o memorias USB, que lógicamente pasan estrictos controles antes de tener autorización para poderse utilizar.

Resumiendo: la energía nuclear no es tan peligrosa como la gente piensa, ni mucho menos, y creo haber aclarado varios conceptos clave en estos tres artículos. Además, y esto es fundamental, la única manera de seguir con el bienestar eléctrico que tenemos y acabar con los combustibles fósiles que amenazan nuestro planeta, es incluyendo a la nuclear entre las energías renovables, ya que solo con éstas sería imposible lograr la estabilidad energética que disfrutamos en la actualidad. Más adelante, dentro de (bastantes) años, dispondremos de suficientes renovables como para poder prescindir de la energía de fisión nuclear.

 

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