HISTORIA DE LA POESIA EN ESPAÑA
CUARTA PARTE
EL SIGLO XVI (HASTA GARCILASO)
Céspedes (Pablo de)
(Córdoba 1538 - id. 1608). Estudió
en Alcalá de Henares y se graduó en Teología y Artes. De 1559 a 1566, estuvo en
Italia, pero volvió a Córdoba, donde en 1576 lo encontramos como racionero de
la Catedral. Hombre polifacético, fue pintor, escultor, arquitecto y escritor.
Una de sus composiciones poéticas más conocidas se titula precisamente, ARTE DE
LA PINTURA.
DURACIÓN
DE LA TINTA
(fragmento del poema
«EL ARTE DE LA PINTURA»)
Tiene la eternidad ilustre
asiento
en este humor, por siglos
infinitos,
no en el oro o el bronce,
ni ornamento
vario, ni en los colores
exquisitos:
la vaga fama con robusto
aliento
en él esparce, los canoros
gritos
con que celebra las famosas
lides
desde la India a la ciudad
de Alcides...
Los soberbios alcázares
alzados
en los latinos montes hasta
el cielo,
anfiteatros y arcos
levantados
de poderosa mano y noble
celo,
por tierra desparcidos y
asolados
son polvo ya que cubre el
yermo suelo;
de su grandeza apenas la
memoria
vive y el nombre de pasada
gloria...
Todo se anega en el Estigio
lago;
oro esquivo, nobleza,
ilustres hechos;
el ancho imperio de la gran
Cartago
tuvo su fin con los soberbios
techos;
sus fuertes muros de
espantoso estrago
sepultados encierra en sí y
deshechos
el espacioso puerto, donde
suena
ahora el mar en la desierta
arena...
¡Cuántas obras la tierra
avara esconde,
que ya ceniza y polvo las
contemplo!
¿Dónde el bronce labrado y
oro, y dónde
atrios y gradas del asirio
templo,
al cual de otro gran rey
nunca responde
de alta memoria peregrino
ejemplo?
Sólo el decoro que el
ingenio adquiere
se libra de morir o se
difiere.
No creo que otro fuese el
sacro río
que al vencedor Aquiles y
ligero
le hizo el cuerpo con fatal
rocío
impenetrable al homicida
acero,
que aquella trompa y
sonoroso brío
del claro verso del eterno
Homero,
que viviendo en la boca de
la gente
ataja de los siglos la
corriente ...
Cetina, Gutierre de
(Sevilla, 1520 - Puebla de los
Ángeles (Méjico) 1557). De familia acomodada, se educó en Sevilla donde estudió
a los clásicos. Como cortesano de Carlos I, viajó por Europa. En toda su
producción se advierte la influencia italiana. En la poesía española ocupa un
lugar intermedio entre Fernando de Herrera y Garcilaso de la Vega. Escribió
MADRIGALES, CANCIONES, SONETOS y EPÍSTOLAS.
Es muy famoso el madrigal
dedicado, A UNOS OJOS. Murió trágicamente, en Méjico, a causa de un lance
amoroso. Tiene también alguna obra en prosa burlesca, como DIÁLOGO ENTRE LA
CABEZA Y LA GORRA o la PARADOJA EN ALABANZA DE LOS CUERPOS.
AMOR
MUEVE MIS ALAS
Amor mueve mis alas y tan
alto
las lleva el amoroso
pensamiento,
que de hora en hora así
subiendo siento
quedar mi parecer más corto
y falto.
Temo tal vez mientras mi
vuelo exalto;
mas luego llega a mí el
conocimiento
y pruébase que es poco en
tal tormento
por inmortal honor mi
mortal salto.
Que si otro puso al mar
perpetuo nombre
do el soberbio valor le dio
la muerte,
presumiendo de sí más que
podía,
de mí dirán: «Aquí fue
muerto un hombre
que si al cielo llegar negó
la suerte,
la vida le faltó, no la
osadía.»
SONETO
¡Ay, sabrosa
ilusión, sueño süave!
¿Quién te ha
enviado a mí? ¿Cómo viniste?
¿Por donde
entraste el alma? O ¿qué le diste,
a mi secreto
por guardar la llave?
¿Quién pudo a
mi dolor fiero, tan grave,
el remedio
poner que tú pusiste?
Si el ramo
tinto en Lete en mí esparciste,
ten la mano al
velar, que no se acabe.
Bien conozco
que duermo y que me engaño
mientras
envuelto en un bien falso, dudoso,
manifiesto mi
mal se muestra cierto;
pero, pues
excusar no puedo un daño,
hazme sentir,
¡oh sueño pïadoso!,
antes durmiendo
el bien que el mal despierto.
MADRIGAL
Cubrir los
bellos ojos
con la mano que
ya me tiene muerto
cautela fue por
cierto,
que ansí doblar
pensastes mis enojos.
Pero de tal
cautela
harto mayor ha
sido el bien que el daño,
que el
resplandor extraño
del sol se
puede ver mientras se cela.
Así que, aunque
pensastes
cubrir vuestra
beldad, única, inmensa,
yo os perdono
la ofensa,
pues,
cubiertos, mejor verlos dejastes.
SONETO
Entre armas,
guerra, fuego, ira y furores
que al soberbio
francés tienen opreso,
cuando el aire
es más turbio y más espeso,
allí me aprieta
el fiero ardor de amores.
Miro al cielo,
los árboles, las flores,
y en ellos
hallo mi dolor expreso;
que en el
tiempo más frío y más avieso
nacen y
reverdecen mis temores.
Digo llorando:
«¡Oh dulce primavera!
¿Cuándo será
que a mi esperanza vea,
verde, prestar
al alma algún sosiego?»
Mas temo que mi
fin mi suerte fiera
tan lejos de mi
bien quiere que sea
entre guerra y
furor, ira, armas, fuego.
SONETO
Horas alegres que pasáis
volando,
porque, a vueltas del bien,
mayor mal sienta;
sabrosa noche que, en tan
dulce afrenta,
el triste despedir me vas
mostrando;
importuno reloj que,
apresurando
tu curso, mi dolor me
representa;
estrellas (con quien nunca
tuve cuenta)
que mi partida vais
acelerando;
gallo que mi pesar has
denunciado,
lucero que mi luz va
oscureciendo,
y tú, mal sosegada y moza
aurora:
sí en vos cabe dolor de mi
cuidado,
id poco a poco el paso
deteniendo,
sí no puede ser más,
siquiera un hora.
MADRIGAL OJOS CLAROS, SERENOS
Ojos
claros, serenos,
si
de un dulce mirar sois alabados,
¿por
qué, si me miráis, miráis airados?
Si
cuanto más piadosos,
más
bellos parecéis a aquel que os mira,
no
me miréis con ira,
porque
no parezcáis menos hermosos.
¡Ay
tormentos rabiosos!
Ojos
claros, serenos,
ya
que así me miráis, miradme al menos.
Cruz (San Juan de la)
Fontiveros (Ávila 1542 - Ubeda (Jaén 1591).
De orígenes muy humildes, se llamó Juan de Yepes y Alvarez. Profesó en el
convento carmelita de Medina del Campo con el nombre de Fray juan de Santo
Matía, a los 22 años.
Estudió en la Universidad de Salamanca con maestros ilustres, como Fray Luis de León y Melchor Cano, llevando una vida austerísima que ya presagiaba su santidad. Santa Teresa que ya había emprendido la reforma de la rama femenina del Carmelo y buscaba a alguien que acometiese la misma empresa en los conventos de frailes, conoció a Fray Juan en Medina del Campo y le encomendó esta tarea. Fundó en Duruelo el primer convento reformado y adoptó el nombre con el que pasaría a la historia.
Le alcanzaron las conmociones a las que dio lugar la reforma carmelita y fue encarcelado en Toledo en 1577, aunque luego obtuvo diversos puestos en su orden y pudo continuar la reforma. Su obra poética es breve pero muy importante en la mística española. NOCHE OSCURA DEL ALMA, CÁNTICO ESPIRITUAL, LLAMA DE AMOR VIVA, además de algunas canciones, romances y glosas a lo divino. Como estrofa, usó preferentemente la lira y con él alcanza la poesía española su máximo lirismo.
CANCIONES
ENTRE EL ALMA Y EL ESPOSO
Esposa:
1.
¿Adónde te escondiste,
Amado,
y me dejaste con gemido?
Como
el ciervo huiste,
habiéndome
herido;
salí
tras ti clamando, y eras ido.
2.
Pastores, los que fuerdes
allí
por las majadas al otero,
si
por ventura vierdes
aquel
que yo más quiero,
decidle
que adolezco, peno y muero.
3.
Buscando mis amores,
ir
por esos montes y riberas;
ni
cogeré las flores,
ni
temeré las fieras,
y
pasaré los fuertes y fronteras.
4.
¡Oh bosques y espesuras,
plantadas
por la mano del Amado!
¡Oh
prado de verduras,
de
flores esmaltado!
Decid
si por vosotros ha pasado.
5.
Mil gracias derramando
pasó
por estos sotos con presura,
y,
yéndolos mirando,
con
sola su figura
vestidos
los dejó de hermosura.
6.
¡Ay, quién podrá sanarme!
Acaba
de entregarte ya de vero;
no
quieras enviarme
de
hoy más ya mensajero,
que
no saben decirme lo que quiero.
7.
Y todos cuantos vagan
de
ti me van mil gracias refiriendo,
y
todos más me llagan,
y
déjame muriendo
un
no sé qué que quedan balbuciendo.
8.
Mas ¿cómo perseveras,
¡oh
vida!, no viviendo donde vives,
y
haciendo porque mueras
las
flechas que recibes
de
lo que del Amado en ti concibes?
9.
¿Por qué, pues has llagado
aqueste
corazón, no le sanaste?
Y,
pues me le has robado,
¿por
qué así le dejaste,
y
no tomas el robo que robaste?
10.
Apaga mis enojos,
pues
que ninguno basta a deshacellos,
y
véante mis ojos,
pues
eres lumbre dellos,
y
sólo para ti quiero tenellos.
11.
Descubre tu presencia,
y
máteme tu vista y hermosura;
mira
que la dolencia
de
amor, que no se cura
sino
con la presencia y la figura.
12.
¡Oh cristalina fuente,
si
en esos tus semblantes plateados
formases
de repente
los
ojos deseados
que
tengo en mis entrañas dibujados!
13.
¡Apártalos, Amado,
que
voy de vuelo!.
Esposo:
-
Vuélvete, paloma,
que
el ciervo vulnerado
por
el otero asoma
al
aire de tu vuelo, y fresco toma.
Esposa:
14.
Mi Amado, las montañas,
los
valles solitarios nemorosos,
las
ínsulas extrañas,
los
ríos sonorosos,
el
silbo de los aires amorosos,
15.
la noche sosegada
en
par de los levantes del aurora,
la
música callada,
la
soledad sonora,
la
cena que recrea y enamora.
16.
Cazadnos las raposas,
que
está ya florecida nuestra viña,
en
tanto que de rosas
hacemos
una piña,
y
no parezca nadie en la montiña.
17.
Detente, cierzo muerto;
ven,
austro, que recuerdas los amores,
aspira
por mi huerto,
y
corran sus olores
y
pacer el Amado entre las flores.
18.
¡Oh ninfas de Judea!,
en
tanto que en las flores y rosales
el
ámbar perfumea,
morá
en los arrabales,
y
no queréis tocar nuestros umbrales.
19.
Escóndete, Carillo,
y
mira con tu haz a las montañas,
y
no quieras decillo;
mas
mira las compañas
de
la que va por ínsulas extrañas.
Esposo:
20.
A las aves ligeras,
leones,
ciervos, gamos saltadores,
montes,
valles, riberas,
aguas,
aires, ardores
y
miedos de las noches veladores.
21.
Por las amenas liras
y
canto de sirenas os conjuro
que
cesen vuestras iras,
y
no toquéis al muro,
porque
la Esposa duerma más seguro.
22.
Entrado se ha la Esposa
en
el ameno huerto deseado,
y
a su sabor reposa
el
cuello reclinado
sobre
los dulces brazos del Amado.
23.
Debajo del manzano,
allí
conmigo fuiste desposada,
allí
te di la mano,
y
fuiste reparada
donde
tu madre fuera violada.
Esposa:
24.
Nuestro lecho florido,
de
cuevas de leones enlazado,
en
púrpura tendido,
de
paz edificado,
de
mil escudos de oro coronado.
25.
A zaga de tu huella
las
jóvenes discurren al camino,
al
toque de centella,
al
adobado vino,
emisiones
de bálsamo divino.
26.
En la interior bodega
de
mi Amado bebí, y cuando salía
por
toda aquesta vega,
ya
cosa no sabía;
y
el ganado perdí que antes seguía.
27.
Allí me dio su pecho,
allí
me enseñó ciencia muy sabrosa,
y
yo le di de hecho
a
mí sin dejar cosa;
allí
le prometí de ser su Esposa.
28.
Mi alma se ha empleado,
y
todo mi caudal, en su servicio;
ya
no guardo ganado,
ni
ya tengo otro oficio,
que
ya sólo en amar es mi ejercicio.
29.
Pues ya si en el ejido
de
hoy más no fuere vista ni hallada,
diréis
que me he perdido;
que,
andando enamorada,
me
hice perdidiza, y fui ganada.
30.
De flores y esmeraldas,
en
las frescas mañanas escogidas,
haremos
las guinaldas
en
tu amor florecidas
y
en un cabello mío entretejidas.
31.
En solo aquel cabello
que
en mi cuello volar consideraste,
mirástele
en mi cuello,
y
en él preso quedaste,
y
en uno de mis ojos te llagaste.
32.
Cuando tú me mirabas,
su
gracia en mí tus ojos imprimían;
por
eso me adamabas,
y
en eso me decían
los
míos adorar lo que en ti vían.
33.
No quieras despreciarme
que,
si color moreno en mí hallaste,
ya
bien puedes mirarme
después
que me miraste,
que
gracia y hermosura en mí dejaste.
Esposo:
34.
La blanca palomica
al
arca con el ramo se ha tornado;
y
ya la tortolica
al
socio deseado
en
las riberas verdes ha hallado.
35.
En soledad vivía,
y
en soledad ha puesto ya su nido;
y
en soledad la guía
a
solas su querido,
también
en soledad de amor herido.
Esposa:
36.
Gocémonos,Amado,
y
vámonos a ver en tu hermosura
al
monte y al collado,
do
mana el agua pura;
entremos
más adentro en la espesura.
37.
Y luego a las subidas
cavernas
de la piedra nos iremos,
que
están bien escondidas,
y
allí nos entraremos,
y
el mosto de granadas gustaremos.
38.
Allí me mostrarías
aquello
que mi alma pretendía,
y
luego me darías
allí,
tú, vida mía,
aquello
que me diste el otro día:
39.
El aspirar del aire,
el
canto de la dulce filomena,
el
soto y su donaire,
en
la noche serena,
con
llama que consume y no da pena.
40.
Que nadie lo miraba,
Aminarab
tampoco parecía,
y
el cerco sosegaba,
y
la caballería
a
vista de las aguas descendía.
ROMANCES
Romance sobre el
Evangelio
'in principio erat Verbum',
acerca de la Santísima Trinidad.
1.
En
el principio moraba
el
Verbo, y en Dios vivía,
en
quien su felicidad
infinita
poseía.
El
mismo Verbo Dios era,
que
el principio se decía;
Él
moraba en el principio,
y
principio no tenía.
El
era el mismo principio;
por
eso de él carecía.
El
Verbo se llama Hijo,
que
del principio nacía;
hale
siempre concebido
y
siempre le concebía;
dale
siempre su sustancia,
y
siempre se la tenía.
Y
así la gloria del Hijo
es
la que en el Padre había
y
toda su gloria el Padre
en
el Hijo poseía.
Como
amado en el amante
uno
en otro residía,
y
aquese amor que los une
en
lo mismo convenía
con
el uno y con el otro
en
igualdad y valía.
Tres
Personas y un amado
entre
todos tres había,
y
un amor en todas ellas
y
un amante las hacía,
y
el amante es el amado
en
que cada cual vivía;
que
el ser que los tres poseen
cada
cual le poseía,
y
cada cual de ellos ama
a
la que este ser tenía.
Este
ser es cada una,
y
éste solo las unía
en
un inefable nudo
que
decir no se sabía;
por
lo cual era infinito
el
amor que las unía,
porque
un solo amor tres tienen
que
su esencia se decía;
que
el amor cuanto más uno,
tanto
más amor hacía.
2.
De
la comunicación de las tres Personas.
En
aquel amor inmenso
que
de los dos procedía,
palabras
de gran regalo
el
Padre al Hijo decía,
de
tan profundo deleite,
que
nadie las entendía;
sólo
el Hijo lo gozaba,
que
es a quien pertenecía.
Pero
aquello que se entiende
de
esta manera decía:
-Nada
me contenta, Hijo,
fuera
de tu compañía;
y
si algo me contenta,
en
ti mismo lo quería.
El
que a ti más se parece
a
mi más satisfacía,
y
el que en nada te semeja
en
mí nada hallaría.
En
ti solo me he agradado,
¡oh
vida de vida mía!.
Eres
lumbre de mi lumbre,
eres
mi sabiduría,
figura
de mi sustancia,
en
quien bien me complacía.
Al
que a ti te amare, Hijo,
a
mí mismo le daría,
y
el amor que yo en ti tengo
ese
mismo en él pondría,
en
razón de haber amado
a
quien yo tanto quería.
3.
De
la creación
-Una
esposa que te ame.
mi
Hijo, darte quería,
que
por tu valor merezca
tener
nuestra compañía
y
comer pan a una mesa,
del
mismo que yo comía,
porque
conozca los bienes
que
en tal Hijo yo tenía,
y
se congracie conmigo
de
tu gracia y lozanía.
-Mucho
lo agradezco, Padre,
el
Hijo le respondía-;
a
la esposa que me dieres
yo
mi claridad daría,
para
que por ella vea
cuánto
mi Padre valía,
y
cómo el ser que poseo
de
su ser le recibía.
Reclinarla
he yo en mi brazo,
y
en tu ardor se abrasaría,
y
con eterno deleite
tu
bondad sublimaría.
4.
Prosigue
-Hágase,
pues -dijo el Padre-,
que
tu amor lo merecía;
y
en este dicho que dijo,
el
mundo criado había
palacio
para la esposa
hecho
en gran sabiduría;
el
cual en dos aposentos,
alto
y bajo dividía.
El
bajo de diferencias
infinitas
componía;
mas
el alto hermoseaba
de
admirable pedrería,
porque
conozca la esposa
el
Esposo que tenía.
En
el alto colocaba
la
angélica jerarquía;
pero
la natura humana
en
el bajo la ponía,
por
ser en su compostura
algo
de menor valía.
Y
aunque el ser y los lugares
de
esta suerte los partía,
pero
todos son un cuerpo
de
la esposa que decía;
que
el amor de un mismo Esposo
una
esposa los hacía.
Los
de arriba poseían
el
Esposo en alegría;
los
de abajo, en esperanza
de
fe que les infundía,
diciéndoles
que algún tiempo
él
los engrandecería.
y
que aquella su bajeza
él
se la levantaría
de
manera que ninguno
ya
la vituperaría;
porque
en todo semejante
él
a ellos se haría
y
se vendría con ellos,
y
con ellos moraría;
y
que Dios sería hombre,
y
que el hombre Dios sería,
y
trataría con ellos,
comería
y bebería;
y
que con ellos contino
él
mismo se quedaría,
hasta
que se consumase
este
siglo que corría,
cuando
se gozaran juntos
en
eterna melodía;
porque
él era la cabeza
de
la esposa que tenía,
a
la cual todos los miembros
de
los justos juntaría.
que
son cuerpo de la esposa,
a
la cual él tomaría
en
sus brazos tiernamente,
y
allí su amor la diría;
y
que, así juntos en uno,
al
Padre la llevaría,
donde
del mismo deleite
que
Dios goza, gozaría;
que,
como el Padre y el Hijo,
y
el que de ellos procedía
el
uno vive en el otro,
así
la esposa sería,
que,
dentro de Dios absorta,
vida
de Dios viviría.
5.
Prosigue
Con
esta buena esperanza
que
de arriba les venía,
el
tedio de sus trabajos
más
leve se les hacía;
pero
la esperanza larga
y
el deseo que crecía
de
gozarse con su Esposo
contino
les afligía;
por
lo cual con oraciones,
con
suspiros y agonía,
con
lágrimas y gemidos
le
rogaban noche y día
que
ya se determinase
a
les dar su compañía.
Unos
decían: -¡Oh si fuese
en
mi tiempo el alegría!
Otros:
-¡Acaba, Señor;
al
que has de enviar, envía!
Otros:
-¡Oh si ya rompieses
esos
cielos, y vería
con
mis ojos que bajases,
y
mi llanto cesaría!
¡Regad,
nubes, de lo alto,
que
la tierra lo pedía,
y
ábrase ya la tierra,
que
espinas nos producía,
y
produzca aquella flor
con
que ella florecería!
Otros
decían: -¡Oh dichoso
el
que en tal tiempo sería,
que
merezca ver a Dios
con
los ojos que tenía,
y
tratarle con sus manos,
y
andar en su compañía,
y
gozar de los misterios
que
entonces ordenaría!
6.
Prosigue
En
aquestos y otros ruegos
gran
tiempo pasado había;
pero
en los postreros años
el
fervor mucho crecía,
cuando
el viejo Simeón
en
deseo se encendía,
rogando
a Dios que quisiese
dejalle
ver este día.
Y
así, el Espíritu Santo
al
buen viejo respondía;
-Que
le daba su palabra
que
la muerte no vería
hasta
que la vida viese
que
de arriba descendía.
y
que él en sus mismas manos
al
mismo Dios tomaría,
y
le tendría en sus brazos
y
consigo abrazaría.
7.
Prosigue
la Encarnación.
Ya
que el tiempo era llegado
en
que hacerse convenía
el
rescate de la esposa,
que
en duro yugo servía
debajo
de aquella ley
que
Moisés dado le había,
el
Padre con amor tierno
de
esta manera decía:
Ya
ves, Hijo, que a tu esposa
a
tu imagen hecho había,
y
en lo que a ti se parece
contigo
bien convenía;
pero
difiere en la carne
que
en tu simple ser no había
En
los amores perfectos
esta
ley se requería:
que
se haga semejante
el
amante a quien quería;
que
la mayor semejanza
más
deleite contenía;
el
cual, sin duda, en tu esposa
grandemente
crecería
si
te viere semejante
en
la carne que tenía.
-Mi
voluntad es la tuya
-el
Hijo le respondía-,
y
la gloria que yo tengo
es
tu voluntad ser mía,
y
a mí me conviene, Padre,
lo
que tu Alteza decía,
porque
por esta manera
tu
bondad más se vería;
veráse
tu gran potencia,
justicia
y sabiduría;
irélo
a decir al mundo
y
noticia le daría
de
tu belleza y dulzura
y
de tu soberanía.
Iré
a buscar a mi esposa,
y
sobre mí tomaría
sus
fatigas y trabajos,
en
que tanto padecía;
y
porque ella vida tenga,
yo
por ella moriría,
y
sacándola del lago
a
ti te la volvería.
Prosigue
Entonces
llamó a un arcángel
que
san Gabriel se decía,
y
enviólo a una doncella
que
se llamaba María,
de
cuyo consentimiento
el
misterio se hacía;
en
la cual la Trinidad
de
carne al Verbo vestía;
y
aunque tres hacen la obra,
en
el uno se hacía;
y
quedó el Verbo encarnado
en
el vientre de María.
Y
el que tenía sólo Padre,
ya
también Madre tenía,
aunque
no como cualquiera
que
de varón concebía,
que
de las entrañas de ella
él
su carne recibía;
por
lo cual Hijo de Dios
y
del hombre se decía.
Del
Nacimiento
Ya
que era llegado el tiempo
en
que de nacer había,
así
como desposado
de
su tálamo salía
abrazado
con su esposa,
que
en sus brazos la traía,
al
cual la graciosa Madre
en
un pesebre ponía,
entre
unos animales
que
a la sazón allí había.
Los
hombres decían cantares,
los
ángeles melodía,
festejando
el desposorio
que
entre tales dos había.
Pero
Dios en el pesebre
allí
lloraba y gemía,
que
eran joyas que la esposa
al
desposorio traía.
Y
la Madre estaba en pasmo
de
que tal trueque veía:
el
llanto del hombre en Dios,
y
en el hombre la alegría,
lo
cual del uno y del otro
tan
ajeno ser solía.
NOCHE
OSCURA
Canciones del alma que se goza de
haber llegado al alto estado de la
perfección, que es la unión con
Dios,
por el camino de la negación espiritual.
1.
En
una noche oscura,
con
ansias, en amores inflamada
¡oh
dichosa ventura!,
salí
sin ser notada
estando
ya mi casa sosegada.
2.
A
oscuras y segura,
por
la secreta escala disfrazada,
¡oh
dichosa ventura!,
a
oscuras y en celada,
estando
ya mi casa sosegada.
3.
En
la noche dichosa
en
secreto, que nadie me veía,
ni
yo miraba cosa,
sin
otra luz y guía
sino
la que en el corazón ardía.
4.
Aquésta
me guiaba
más
cierto que la luz del mediodía,
adonde
me esperaba
quien
yo bien me sabía,
en
parte donde nadie parecía.
5.
¡Oh
noche que guiaste!
¡Oh
noche amable más que el alborada!
¡Oh
noche que juntaste
Amado
con amada,
amada
en el Amado transformada!
6.
En
mi pecho florido
que
entero para él sólo se guardaba,
allí
quedó dormido,
y
yo le regalaba,
y
el ventalle de cedros aire daba
7.
El
aire de la almena,
cuando
yo sus cabellos esparcía,
con
su mano serena
en
mi cuello hería
y
todos mis sentidos suspendía.
8.
Quedéme
y olvidéme,
el
rostro recliné sobre el Amado,
cesó
todo y dejéme,
dejando
mi cuidado
entre
las azucenas olvidado.
ROMANCE
"Super flumina Babylonis".
Encima
de las corrientes
que
en Babilonia hallaba,
allí
me senté llorando,
allí
la tierra regaba,
acordándome
de ti,
¡Oh
Sión!, a quien amaba.
Era
dulce tu memoria,
con
ella más lloraba.
Dejé
los trajes de fiesta,
los
de trabajo tomaba,
y
colgué en los verdes sauces
la
música que llevaba,
poniéndola
en esperanza
de
aquello que en ti esperaba.
Allí
me hirió el amor,
y
el corazón me sacaba.
Díjele
que me matase,
pues
de tal suerte llagaba;
yo
me metía en su fuego,
sabiendo
que me abrasaba,
disculpando
al avecica
que
en el fuego se acababa.
Estábame
en mí muriendo,
y
en ti sólo respiraba,
en
mí por ti me moría,
y
por ti resucitaba,
que
la memoria de ti
daba
vida y la quitaba.
Gozábanse
los extraños
entre
quien cautivo estaba;
preguntábanme
cantares
de
lo que en Sión cantaba:
-Canta
de Sión un himno,
veamos
cómo sonaba.
-Decid, ¿cómo en tierra ajena
donde
por Sión lloraba,
cantaré
yo el alegría
que
en Sión se me quedaba?
Echaríala
en olvido
si
en la ajena me gozaba.
Con
mi paladar se junte
la
lengua con que hablaba,
si
de ti yo me olvidare,
en
la tierra do moraba.
¡Sión,
por los verdes ramos
que
Babilonia me daba,
de
mí se olvide mi diestra,
que
es lo que en ti más amaba,
si
de ti no me acordare,
en
lo que más me gozaba,
y
si yo tuviere fiesta
y
sin ti la festejaba!
¡Oh
hija de Babilonia,
mísera
y desventurada!
¡Bienaventurado
era
aquél
en quien confiaba,
que
te ha de dar el castigo
que
de tu mano llevaba,
y
juntará sus pequeños,
y
a mí, porque en ti lloraba,
a
la piedra, que era Cristo,
por
el cual yo te dejaba!.
Oh
llama de amor viva,
En
el principio moraba
Encima
de las corrientes
Adónde
te escondiste, Amado,
¡Qué
bien sé yo la fonte que mane y corre,
En
una noche oscura,
Un
pastorcico solo está penado,
¡Oh
llama de amor viva,
Vivo
sin vivir en mí
Entréme
donde no supe:
Tras
de un amoroso lance,
Por
toda la hermosura
Del
Verbo divino
Olvido
de lo criado,
Para
venir a gustarlo todo
CANCIONES QUE HACE EL
ALMA
EN LA INTIMA UNION CON DIOS
1
¡Oh
llama de amor viva,
que
tiernamente hieres
de
mi alma en el más profundo centro!;
¡Pues
ya no eres esquiva,
acaba
ya, si quieres;
rompe
la tela de este dulce encuentro!
2
¡Oh
cauterio suave!
¡Oh
regalada llaga!
¡Oh
mano blanda! ¡Oh toque delicado,
que
a vida eterna sabe,
y
toda deuda paga!
Matando,
muerte en vida la has trocado.
3
¡Oh
lámparas de fuego,
en
cuyos resplandores
las
profundas cavernas del sentido,
que
estaba oscuro y ciego,
con
extraos primores
calor
y luz dan junto a su querido!
4
¡Cuán
manso y amoroso
recuerdas
en mi seno,
donde
secretamente solo moras,
y
en tu aspirar sabroso,
de
bien y gloria lleno,
cuán
delicadamente me enamoras!
En
una noche oscura,
¿Adónde
te escondiste?
MONTE
DE PERFECCION
Para
venir a gustarlo todo
no
quieras tener gusto en nada.
Para
venir a saberlo todo
no
quieras saber algo en nada.
Para
venir a poseerlo todo
no
quieras poseer algo en nada.
Para
venir a serlo todo
no
quieras ser algo en nada.
Para
venir a lo que gustas
has
de ir por donde no gustas.
Para
venir a lo que no sabes
has
de ir por donde no sabes.
Para
venir a poseer lo que no posees
has
de ir por donde no posees.
Para
venir a lo que no eres
has
de ir por donde no eres.
Cuando
reparas en algo
dejas
de arrojarte al todo.
Para
venir del todo al todo
has
de dejarte del todo en todo,
y
cuando lo vengas del todo a tener
has
de tenerlo sin nada querer.
En
esta desnudez halla el
espíritu
su descanso, porque no
comunicando
nada, nada le fatiga hacia
arriba,
y nada le oprime
hacia
abajo, porque está en
el
centro de su humildad.
GLOSA
ESPIRITUAL
Glosa a lo divino
Por
toda la hermosura
nunca
yo me perderé,
sino
por un no sé qué
que
se alcanza por ventura.
1.
Sabor
de bien que es finito,
lo
más que puede llegar
es
cansar el apetito
y
estragar el paladar;
y
así, por toda dulzura
nunca
yo me perderé,
sino
por un no sé qué
que
se halla por ventura.
2.
El
corazón generoso
nunca
cura de parar
donde
se puede pasar,
sino
en más dificultoso;
nada
le causa hartura,
y
sube tanto su fe,
que
gusta de un no sé qué
que
se halla por ventura.
3.
El
que de amor adolece,
del
divino ser tocado,
tiene
el gusto tan trocado
que
a los gustos desfallece;
como
el que con calentura
fastidia
el manjar que ve,
y
apetece un no sé qué
que
se halla por ventura.
4.
No
os maravilléis de aquesto
que
el gusto se quede tal,
porque
es la causa del mal
ajena
de todo el resto;
y
así toda criatura
enajenada
se ve
y
gusta de un no sé qué
que
se halla por ventura.
5.
Que
estando la voluntad
de
Divinidad tocada,
no
puede quedar pagada
sino
con Divinidad;
mas,
por ser tal su hermosura
que
sólo se ve por fe,
gústala
en un no sé qué
que
se halla por ventura.
6.
Pues,
de tal enamorado,
decidme
si habréis dolor,
pues
que no tiene sabor
entre
todo lo criado;
solo,
sin forma y figura,
sin
hallar arrimo y pie,
gustando
allá un no sé qué
que
se halla por ventura.
7.
No
penséis que el interior,
que
es de mucha más valía,
halla
gozo y alegría
en
lo que acá da sabor;
mas
sobre toda hermosura,
y
lo que es y será y fue,
gusta
de allá un no sé qué
que
se halla por ventura.
8.
Más
emplea su cuidado,
quien
se quiere aventajar.
en
lo que está por ganar
que
en lo que tiene ganado;
y
así, para más altura,
yo
siempre me inclinaré
sobre
todo a un no sé qué
que
se halla por ventura.
9.
Por
lo que por el sentido
puede
acá comprehenderse
y
todo lo que entenderse,
aunque
sea muy subido,
ni
por gracia y hermosura
yo
nunca me perderé,
sino
por un no sé qué
que
se halla por ventura.
COPLAS
DEL ALMA
Otras del mismo a lo
divino.
Tras
de un amoroso lance,
y
no de esperanza falto,
volé
tan alto, tan alto,
que
le di a la caza alcance.
1.
Para
que yo alcance diese
a
aqueste lance divino,
tanto
volar me convino
que
de vista me perdiese;
y,
con todo, en este trance
en
el vuelo quedé falto;
mas
el amor fue tan alto,
que
le di a la caza alcance.
2.
Cuanto
más alto subía
deslumbróseme
la vista,
y
la más fuerte conquista
en
oscuro se hacía;
mas,
por ser de amor el lance
di
un ciego y oscuro salto,
y
fui tan alto, tan alto,
que
le di a la caza alcance.
3.
Cuanto
más alto llegaba
de
este lance tan subido,
tanto
más bajo y rendido
y
abatido me hallaba;
dije:
¡No habrá quien alcance!
y
abatíme tanto, tanto,
que
fui tan alto, tan alto,
que
le di a la caza alcance.
4.
Por
una extraña manera
mil
vuelos pasa de un vuelo,
porque
esperanza del cielo
tanto
alcanza cuanto espera;
esperé
solo este lance,
y
en esperar no fui falto,
pues
fui tan alto, tan alto,
que
le di a la caza alcance.
Sin arrimo y con
arrimo.
sin
luz y a oscuras viviendo,
todo
me voy consumiendo.
1.
Mi
alma está desasida
de
toda cosa criada,
y
sobre sí levantada,
y
en una sabrosa vida
sólo
en su Dios arrimada.
Por
eso ya se dirá
la
cosa que más estimo,
que
mi alma se ve ya
sin
arrimo y con arrimo.
2.
Y,
aunque tinieblas padezco
en
esta vida mortal,
no
es tan crecido mi mal,
porque,
si de luz carezco,
tengo
vida celestial;
porque
el amor da tal vida,
cuando
más ciego va siendo,
que
tiene al alma rendida,
sin
luz y a oscuras viviendo.
3.
Hace
tal obra el amor
después
que le conocí,
que,
si hay bien o mal en mí,
todo
lo hace de un sabor,
y
al alma transforma en sí;
y
así, en su llama sabrosa,
la
cual en mí estoy sintiendo,
apriesa,
sin quedar cosa,
todo
me voy consumiendo.
COPLAS
DEL ALMA
Coplas del alma que pena
por ver a Dios
Vivo
sin vivir en mí
y
de tal manera espero,
que
muero porque no muero.
1.
En
mí yo no vivo ya,
y
sin Dios vivir no puedo;
pues
sin él y sin mí quedo,
este
vivir ¿qué será?
Mil
muertes se me hará,
pues
mi misma vida espero,
muriendo
porque no muero.
2.
Esta
vida que yo vivo
es
privación de vivir;
y
así, es continuo morir
hasta
que viva contigo.
Oye,
mi Dios, lo que digo:
que
esta vida no la quiero,
que
muero porque no muero.
3.
Estando
ausente de ti
¿qué
vida puedo tener,
sino
muerte padecer
la
mayor que nunca vi?
Lástima
tengo de mí,
pues
de suerte persevero,
que
muero, porque no muero.
4.
El
pez que del agua sale
aun
de alivio no carece,
que
en la muerte que padece
al
fin la muerte le vale.
¿Qué
muerte habrá que se iguale
a
mi vivir lastimero,
pues
si más vivo más muero?
5.
Cuando
me pienso aliviar
de
verte en el Sacramento,
háceme
más sentimiento
el
no te poder gozar;
todo
es para más penar
por
no verte como quiero,
y
muero porque no muero.
6.
Y
si me gozo, Señor,
con
esperanza de verte,
en
ver que puedo perderte
se
me dobla mi dolor;
viviendo
en tanto pavor
y
esperando como espero,
muérome
porque no muero.
7.
Sácame
de aquesta muerte
mi
Dios, y dame la vida;
no
me tengas impedida
en
este lazo tan fuerte;
mira
que peno por verte,
y
mi mal es tan entero,
que
muero porque no muero.
8.
Lloraré
mi muerte ya
y
lamentaré mi vida,
en
tanto que detenida
por
mis pecados está.
¡Oh
mi Dios!, ¿cuándo será
cuando
yo diga de vero:
vivo
ya porque no muero?
Cueva (Juan de la)
(Sevilla 1543 - id.1610). Apenas hay noticias
de su vida, aunque conocemos la trágica historia de su amor por Brígida Lucía
de Belmonte, cuya muerte casi le hizo enloquecer. En 1574 marchó a Nueva España
y volvió en 1577, estableciéndose en Sevilla. Escribió una obra titulada
POESÍAS, de inspiración petrarquista, algunos romances y el poema heroico,
CONQUISTA DE LA BÉTICA. Compuso con
mayor acierto dramas de concepción clásica.
LIGADAS
HEBRAS CON LA TRENZA DE ORO
Ligadas
hebras con la trenza de oro,
que
en red envueltas os mostráis al cielo,
hermoseando
aquel lustroso velo
con
la púrpura y nieve que yo adoro,
¿por qué, pues sois mi gloria y mi tesoro,
no
os descogéis a dar algún consuelo
al
alma, que de amor ardiente y celo
se
consume en la causa porque lloro?
Dad lugar que las rosas dejen verse
con
la vena del oro matizadas;
no
estéis en red estrecha recogídas;
contentaos ya de ver en mí emprenderse
las
llamas que lanzáis, que aun enlazadas
hacen
el mesmo efecto que esparcidas.
(Madrid 1533 - id. 1594). Perteneciente a una noble familia, fue paje de Felipe II y con él viajó por Flandes e Inglaterra.
En 1555 marchó a las Indias con Alderete a la conquista del Arauco, en cuya campaña se distinguió. A su vuelta residió tres años en Alemania y se casó con una rica dama, María de Bazán.
Desde 1578 le encontramos en Madrid dedicado a administrar su fortuna personal. Escribió LA ARAUCANA, poema épico en tres partes, dedicado a Felipe II e inspirado en la conquista americana, en el que se exalta la figura del héroe araucano Caupolicán. Con esta obra se incorpora el tema de las Indias a la poesía española.
LA ARAUCANA
[Fragmento del Canto II]
Ya la rosada Aurora comenzaba
las
nubes a bordar de mil labores,
y
a la usada labranza despertaba
la
miserable gente y labradores,
y
a los marchitos campos restauraba
la
frescura perdida y sus colores,
aclarando
aquel valle la luz nueva,
cuando
Caupolicán viene a la prueba.
Con un desdén y muestra confiada
asiento
del troncón duro y nudoso,
como
si fuera vara delicada
se
le pone en el hombro poderoso.
La
gente enmudeció maravillada
de
ver el fuerte cuerpo tan nervoso;
la
color a Lincoya se le muda
poniendo
en su victoria mucha duda.
El bárbaro sagaz despacio andaba,
y
a toda prisa entraba el claro día;
el
sol las largas sombras acortaba,
mas
él nunca decrece en su porfía;
al
ocaso la luz se retiraba,
ni
por eso flaqueza en él había;
las
estrellas se muestran claramente,
y
no muestra cansancio aquel valiente.
Salió la clara luna a ver la fiesta,
del
tenebroso albergue húmedo y frío,
desocupando
el campo y la floresta
de
un negro velo, lóbrego y sombrío.
Caupolicán
no afloja de su apuesta;
antes
con nueva fuerza y mayor brío
se
mueve y representa de manera,
como
si peso alguno no trujera
[Pero Caupolicán sigue otro día y
otra noche con el tronco a cuestas.
Y así termina su hazaña]
Era salido el sol cuando el enorme
peso
de las espadas despedía,
y
un salto dio en lanzándole disforme
mostrando
que aún más ánimo tenía.
El
circunstante pueblo en voz conforme
pronunció
la sentencia y le decía:
«Sobre
tan firmes hombros descargamos
el
peso y grande carga que tomamos».
(Ronda 1550 - Madrid 1624). Estudió en
Salamanca, fue escudero del conde de Lemos y viajó a Italia donde fue apresado,
aunque por breve tiempo , por los piratas de Argel. Liberado, se unió al ejército de Alejandro Farnesio en Milán.
Tras su vuelta a España, se ordenó sacerdote y obtuvo la plaza de capellán del
Obispo de Madrid, como maestro de música.
Como poeta tradujo el ARTE POÉTICA de Horacio
y creó una nueva estrofa, la décima, denominada por él espinela. Más que por su
poesía es conocido por ser el autor de la novela picaresca, VIDA DEL ESCUDERO
MARCOS DE OBREGON, de carácter marcadamente autobiográfico.
LETRILLA
Contentamientos
pasados,
¿qué
queréis?
Dejadme,
no me canséis..
Contentos
cuya memoria
a
cruel muerte condena,
idos
de mí enhorabuena,
y
pues que no me dais gloria
no
vengáis a darme pena.
Ya
están los tiempos trocados,
mi
bien llevóselo el viento,
no
me deis ya más cuidados,
que
son para más tormentos,
contentamientos
pasados.
No
me os mostréis lisonjeros,
que
no habéis de ser creídos,
ni
me amenacéis con fieros,
porque
el temor de perderos
le
perdí en siendo perdidos,
y
si acaso pretendéis
cumplir
vuestra voluntad
con
mi muerte bien podréis
matarme;
y si no, mirad,
¿qué
queréis?
Si
dar disgusto y desdén
es
vuestro propio caudal,
sabed
que he quedado tal
que
aun no me ha dejado el bien
de
suerte que sienta el mal;
mas
con todo, pues me habéis
dejado
y estoy sin vos,
¡paso!,
¡no me atormentéis!
Contentos,
idos con Dios,
dejadme,
no me canséis.
Espinosa (Pedro)
(Antequera 1578 - San Lucar de Barrameda 1650). Entró al servicio del conde de Niebla y estudió humanidades. Más tarde, por un amor desengañado se hizo ermitaño un tiempo. Su relación con los poetas de su época le permitió recoger en sus FLORES DE POETAS ILUSTRES, la labor de buena parte de ellos, consiguiendo numerosas noticias y datos de gran valor para la historia literaria española.
Como poeta, es lírico de gran finura de matices, situado entre el gusto italianizante y la transformación gongorina.
SONETO EN ALEJANDRINOS
A la Santísima Virgen María
Como
el triste piloto que por el mar incierto
Se
ve, con turbios ojos, sujeto de la pena
Sobre
las corvas olas, que, vomitando arena,
Lo
tienen de la espuma salpicado y cubierto,
Cuando,
sin esperanza, de espanto medio muerto,
Ve
el fuego de Santelmo lucir sobre la antena,
Y,
adorando su lumbre, de gozo el alma llena,
Halla
su nao cascada surgida en dulce puerto:
Así
yo el mar surcaba de penas y de enojos,
Y,
con tormenta fiera, ya de las aguas hondas
Medio
cubierto estaba, la fuerza y luz perdida,
Cuando
miré la lumbre ¡oh Virgen! de tus ojos,
Con
cuyos resplandores, quietándose las ondas,
Llegué
al dichoso puerto donde escapé la vida.
SONETO
A la Asunción de la Virgen María
En
turquesadas nubes y celajes,
Están
en los alcázares empirios,
Con
blancas hachas y con blancos cirios,
Del
sacro Dios los soberanos pajes;
Humean
de mil suertes y linajes,
Entre
amaranto y plateados lirios,
Enciensos
indios y pebetes sirios,
Sobre
alfombras de lazos y follajes.
Por
manto el sol, la luna por chapines,
Llegó
la Virgen a la empírea sala,
Visita
que esperaba el Cielo tanto.
Echáronse
a sus pies los serafines,
Cantáronle
los ángeles la gala,
Y
sentóla a su lado el Verbo santo.
SALMO
A la perfección de la naturaleza
obra de Dios
Pregona
el firmamento
las
obras de tus manos,
y
en mí escribiste un libro de tu sciencia.
Tierra,
mar, fuego, viento
publican
tu potencia,
y
todo cuanto veo
me
dice que te ame
y
que en tu amor me inflame;
mas
mayor que mi amor es mi deseo.
Mejor
que yo, Dios mío, lo conoces;
sordo
estoy a las voces
que
me dan tus sagradas maravillas
llamándome,
Señor, a tus amores:
¿Quién
te enseñó, mi Dios, a hacer flores
y
en una hoja de entretalles llena
bordar
lazos con cuatro o seis labores?
¿Quién
te enseñó el perfil de la azucena,
o
quién la rosa, coronada de oro,
reina
de los olores?
¿Y
el hermoso decoro
que
guardan los claveles,
reyes
de los colores,
sobre
el botón tendiendo su belleza?
¿De
qué son tus pinceles,
que
pintan con tan diestra sutileza
las
venas de los lirios?
La
luna y el sol, sin resplandor segundo,
ojos
del cielo y lámpara del mundo,
¿de
dónde los sacaste,
y
los que el cielo adornan por engaste
albos
diamantes trémulos?
¿Y
el que, buscando el centro, tiene, fuego
claro
desasosiego?
¿Y
el agua, que, con paso medio humano,
busca
a los hombres, murmurando en vano
que
l'alma se le iguale en floja y fría?
¿Y
el que, animoso, al mar lo vuelve cano,
no
por la edad, por pleitos y porfía,
viento
hinchado que tormentas cría?
Y
¿sobre qué pusiste
la
inmensa madre tierra,
que
embraza montes, que provincias viste,
que
los mares encierra
y
con armas de arena los resiste?
¡Oh
altísimo Señor que me hiciste!
No
pasaré adelante:
tu
poder mismo tus hazañas cante;
que,
si bien las mirara,
sabiamente
debiera de estar loco,
atónito
y pasmado de esto poco.
Ay,
tu olor me recrea,
saname
tu memoria,
mas
no me hartaré hasta que vea,
¡oh
Señor!, tu presencia, que es mi gloria.
¿En
dónde estás, en dónde estás, mi vida?
¿Dónde
te hallaré, dónde te escondes?
Ven,
Señor, que mi alma
de
amor está perdida,
y
Tú no le respondes;-
desfallece
de amor y dice a gritos:
«¿Dónde
lo hallaré, que no lo veo,
a
Aquel, a Aquel hermoso que deseo?»
Oigo
tu voz y cobro nuevo aliento;
mas
como no te hallo,
derramo
mis querellas por el viento.
¡Oh
amor, oh Jesús mío!,
¡oh
vida mía!, recebid mi alma,
que
herida de amores os la envío,
envuelta
en su querella.
¡Allá,
Señor, os avenid con ella!
LA
FÁBULA DEL GENIL
También
entre las ondas fuego enciendes,
Amor,
como en la esfera de tu fuego,
y
a los dioses de escarcha también prendes
como
a Vulcano, con lascivo juego;
del
sacro Olimpo a Júpiter deciendes
y
a Febo dejas sin su lumbre, ciego,
y
a Marte pones, con infame prueba,
que
de tu madre las palabras beba.
El
claro dios Genil sintió tus lazos,
que
a la náyade Cínaris adora:
ella
le hace el corazón pedazos,
y
él crece con las lágrimas que llora.
Corta
las aguas con los blancos brazos
la
ninfa, que con otras ninfas mora
debajo
de las aguas cristalinas
en
aposentos de esmeraldas finas.
El
despreciado dios su dulce amante
con
las náyades vido estar bordando,
y,
por enternecer aquel diamante,
sobre
un pescado azul llegó cantando.
De
una concha una cítara sonante
con
destrísimos dedos va tocando;
paró
el agua a su queja, y, por oílla,
los
sauces se inclinaron a la orilla:
«Vosotras,
que miráis mi fuego ardiente,
seréis
-dice- testigos de mí pena
y
del rigor y término inclemente
de
la que está de gracia y desdén llena.
Neptuno
fue mi abuelo, y de una fuente
que
es, de una sierra de cristales, vena,
soy
dios, y con mis ondas fuera a Tetis
si
no atajara mi camino el Betis.
Vestida
está mi margen de espadaña
y
de viciosos apios y mastranto,
y
el agua, clara como el ámbar, baña
troncos
de mirtos y de lauro santo.
No
hay en mi margen silbadora caña
ni
adelfa, mas violetas y amaranto,
de
donde llevan flores en las faldas
para
hacer las hénides guirnaldas,
Hay
blancos lirios, verdes mirabeles
y
azules, gliarnecídos alhelíes,
y
allí las clavellinas y claveles
parecen
sementera de rubíes.
Hay
ricas alcatifas y alquiceles,
rojos,
blancos, gualdados y turquíes,
y
derraman las auras con su aliento
ámbares
y azahares por el viento.
Yo,
cuando salgo de mis grutas hondas,
estoy
de frescos palios cobijado,
y
entre nácares crespos de redondas
perlas
mi margen veo estar honrado.
El
sol no tibia mis cerúleas ondas,
ni
las enturbia el balador ganado;
ni
a las napeas que en mi orilla cantan
los
pintados lagartos las espantan.
Así
del olmo abrazan ramo y cepa
con
pámpanos harpados los sarmientos;
falta
luigar por donde el rayo quepa
del
sol, y soplan los delgados vientos,
Por
flegibles tarahes sube y trepa
la
inexplicable yedra, y los contentos
ruiseñores
trinando, allí no hay selva
que
en mi alabanza a responder no vuelva.
Mas
¿qué aprovecha, oh lumbre de mis ojos,
que
conozcas mis padres y riqueza,
si,
despreciando todos mis despojos,
te
contentas con sola tu belleza?»
Dijo,
y la ninfa de matices rojos
cubrió
el marfil, y, vuelta la cabeza
con
desdén, da a entender que el dios la enoja,
y
arroja el bastidor, y el oro arroja.
Quedó
elevado, así como se encanta
el
que escuchó la voz de la sirena;
helósele
su voz en la garganta,
como
cercado de engañosa hiena:
no
tanto a virgen temerosa espanta
serpiente
negra que pisó en la arena,
ni
al yerto labrador en noche triste
rayo
veloz que de temor le embiste.
En
sí volvió del ya pasado espanto
cuando
quiso el contrario del contento,
y
halló que las aguas de su llanto
le
llevaban nadando el instrumento.
La
libertada cólera, entre tanto,
le
obligó a que dijese, y el tormento:
-¡Oh
tú, hija de montes y de fieras,
por
fuerza has de quererme, aunque no quieras!
Dijo
así y, codicioso del trofeo,
al
alcázar del viejo Betis parte,
cuyo
artificio atrás deja el deseo;
que
a la materia sobrepuja el arte.
No
da tributo Betis a Nereo,
mas,
como amigo, sus riquezas parte
con
él, que es rey de ríos, y los reyes
no
dan tributo, sino ponen leyes.
Ve
que son plata lisa los umbrales;
claros
diamantes las lucientes puertas,
ricas
de clavazones de corales
y
de pequeños nácares cubiertas;
ve
que rayos de luces inmortales
dan,
y que están de par en par abiertas,
y
los quiciales, de oro muy rollizo,
que
muestran el poder de quien los hizo.
Colunas
más hermosas que valientes
sustentan
el gran techo cristalino;
las
paredes son piedras transparentes,
cuyo
valor del Ocidente vino;
brotan
por los cimientos claras fuentes,
y
con pie blando, en líquido camino,
corren
cubriendo con sus claras linfas
las
carnes blancas de las bellas ninfas.
De
suelos pardos, de mohosos techos,
hay
docientas hondísimas alcobas,
y
de menudos juncos verdes lechos,
y
encima, colchas de pintadas tobas.
Maldicientes
arroyos por estrechos
pasos
murmuran, entre juncia y ovas,
donde
a los dioses el profundo sueño
cubre
de adormideras y beleño.
Vído
entrando Genil un virgen coro
de
bellas ninfas de desnudos pechos,
sobre
cristal cerniendo granos de oro
con
verdes cribos de esmeraldas hechos.
Vido,
ricos de lustre y de tesoro,
follajes
de carámbano en los techos,
que
estaban por las puntas adornados
de
racimos de aljófares helados.
Un
rico asiento de diamante frío
sobre
gradas de nácar se sustenta,
donde
preñadas perlas de rocío
al
alcázar dan luz, al sol afrenta.
El
venerable viejo dios del río
aquí
con santa majestad se asienta,
reclinado
en dos urnas relucientes,
que
son los caños de abundantes fuentes.
Ya
que huyó la admiración del fuego
que
abrasaba al amante despreciado,
su
queja al padre Betis cuenta luego,
no
sé si más lloroso que turbado;
dio
luz a su justicia, estando ciego
de
lágrimas que amor había brotado,
y
no hubo menester el dios amigo
ni
más información ni más testigo.
-No
será tu afición con desdén rota
-le
dice Betis-, que también tu orilla
mereció
a Febo, como el sacro Eurota,
por
quien desprecia Júpiter su silla.
Granada,
de tus templos es devota,
si
hecatombe a mis templos da Sevilla,
y
por ti gozo ilustres vasallajes
desde
el Hidaspes dulce al negro Arajes.
En
Colcos, junto a un ancho promontorio,
hay
unas grutas de alabastro fino,
donde
nació, entre arenas de abalorio,
un
tritón que a servir a Betis vino;
a
éste manda llamar a consistorio
a
todos los del reino cristalino,
los
cuales, al sagrado mandamiento,
vienen,
venciendo por el agua el viento.
Ricas
garnachas de riqueza suma
unos
visten de tiernas esmeraldas;
otros,
como a la garza fácil pluma,
cubren
de escama de oro las espaldas;
con
ropas blancas de cuajada espuma
otros
vienen, ceñidos con guirnaldas,
brotando
olor los cristalinos cuernos,
de
tiernas flores y de tallos tiernos.
Cuantas
viven en fuentes, ninfas bellas
(que
burlan los satíricos silvanos,
que,
arrojándose al agua por cogellas,
el
agua aprietan con lascivas manos),
vinieron;
y, a una parte las doncellas,
a
otra los mozos y a otra, los ancianos,
se
sientan, cual conviene a tales huéspedes,
en
blandas sillas de mojados céspedes.
Ya
que corrió el silencio las cortinas,
dando
angosto camino al blando aliento,
y
las vistas, suspensas y divinas,
a
Betis fueron penetrando el viento,
y
entre los labios de esmeraldas finas
pararon,
él, con grave movimiento,
sacudió
la cabeza sobre el pecho,
y
perlas sudó el suelo y llovió el techo:
-No
con el mar de España tengo guerra
-dice-,
o saliendo de mi margen corva
quiero
cubrir las faldas de la tierra
mientras
teme dudosa que la sorba;
ni
pardo monte ni cerúlea sierra
de
mi profundidad el paso estorba;
mas
hoy se casa un claro dios divino
que
ha merecido a Betis por padrino.
Tú,
Geníl, a quien ciñen mirto y lauro,
no
cañaveras frágiles, tus sienes,
y,
como el Cindo del nevado Tauro,
montes
de plata por principio tienes,
tú,
aquel potente dios a quien el Dauro
señor
te hace de mayores bienes,
pues
que sus ninfas, en liviano coro,
para
darte tributo ciernen oro;
hoy
gozarás de Cínaris los brazos;
y
tú, ninfa, el valor de ser su esposa;
y,
en legítimo fuego y dulces lazos,
dejaréis
a Cidálida envidiosa.
Dijo;
y ella, huyendo los abrazos,
volvió
turbada la cerviz de rosa,
naciendo,
al tierno llanto que comienza,
rojo
color de virginal vergüenza.
No
hay dios a quien el llanto no recuerde
si
con la compasión hace su tiro,
y
así, el aljófar que la ninfa pierde
costó
más de un sollozo y de un suspiro;
y
hubo alguno que el crin de sauce verde
tendió
sobre la frente de zafiro;
mas
los arroyos que a la puerta estaban
del
desdén de la ninfa murmuraban.
Como
cuando en solícitos tropeles
por
mayor majestad de sus castillos
ricos
de olor, vestidos de doseles,
entre
selvajes cercas de tomillos,
guardando
rubias perezosas mieles
en
urnas de panales amarillos,
se
oyeron las abejas en escuadra;
así
el rumor por la soberbia cuadra.
Lágrimas
tibias de tus luces bellas
llueves
en tanto que Genil te imita,
oh
Cínaris, mas todas tus querellas
Betis
mirando, el caso facilita;
que
el melindre que es dado a las doncellas
piensa
que el libre espíritu te quita,
y
así, queriendo un monte hacer llano,
la
mano de Genil puso en tu mano.
Llenos
de envidia noble se levantan
los
dioses del sagrado coliseo,
y
con las lenguas de agua dulce cantan
alegres:
¡Himeneo!, ¡Himeneo!
Mas
de improviso, sin pensar, se espantan,
porque
la ninfa, viendo el caso feo,
y
su virginidad así oprimida,
quedó,
llorando, en agua convertida.
Esquilache, (Príncipe de)
(Madrid 1581 - id 1658). Virrey del Perú en
sustitución del Marques de Monstesclaros. Fundó una ciudad a la que dio el
nombre de San Francisco de Borja, su ascendiente. Creó también el colegio del
Príncipe, para la educación de los hijos de los caciques y el colegio de San
Francisco para los hijos de los conquistadores. Hizo de su palacio una
verdadera academia literaria.
Como poeta, era
discípulo de Bartolomé Leonardo de Argensola, en una línea personal ni
conceptista ni culterana. Obras
conocidas suyas,son: NÁPOLES RECUPERADO, A ITÁLICA, A UNA CRECIDA DEL TAJO,
etc...
AMÉ
UNA PEÑA
Amé
una peña; en una helada sierra
puso
el amor mi pensaraiento loco;
hielo
y rigor es cuanto miro y toco
perpetua
confusión, celosa guerra.
Decir no puedo que engañado yerra
quien
ama mucho, quien espera poco;
pues
yo, forzado de mi amor, provoco
al
mismo engaño que mi pecho encierra.
Llorando vivo los cansados días,
del
breve sueño las prolijas horas,
de
un loco amor los peligrosos años.
No da remedio el tiempo a mis porfías,
que
viven de mi seso vencedoras,
llorando
enojos y pidiendo engaños.
CRISTALES
DEL TAJO
Tan
dormido pasa el Tajo
entre
unos álamos verdes,
que
ni los troncos le escuchan,
ni
las arenas le sienten.
En su silencio y descanso
los
ruiseñores alegres
a
voces le están diciendo
que,
pues sale el sol, despierte.
En los juncos de su orilla
daba
la dulce corriente,
si
no de que está despierta,
señales
de que se mueve.
Hasta llegar a Toledo,
no
es posible que recuerde;
que
sólo despiertan peñas
a
quien sobre arenas duerme.
Junto a un peñasco en que forma
el
sol en su orilla siempre,
al
nacer, sombra en las aguas,
y
en los campos, al ponerse,
estaba el pastor Lisardo
con
las ovejas que tiene,
que
por ver la cara al sol
ni
juegan, pacen, ni beben,
y templando el instrumento,
que
no fue poco el tenerle,
dijo
a las aguas del Tajo,
a
quien cantó tantas veces:
"Cristales del Tajo,
"que
dormís al son
"del
risueño viento,
"de
su alegre voz,
"desertad,
que os llaman
"las
aves y el sol.
"Aguas cristalinas
"que
bajáis de Cuenca
"a
regar los campos
"y
a dejar las sierras,
"si en vuestras riberas
"no
os despierto yo,
"despertad
que os llaman
"las
aves y el sol."
Femández de Heredia (Juan)
(Munébraga (Zaragoza) hacia 1310 - Caspe
1396). Gran Maestre de la Orden de San Juan de Jerusalén, fue comendador de
Alfambra, de Aliaga, de Villel y de Castellón de Amposta. Intervino en los
sucesos de la época de Pedro IV el Ceremonioso de Aragón y en la corte de
Aviñón como destacado político. Fue soldado y diplomático en la guerra de los
Cien Años, resultando gravemente herido en la batalla de Crécy (1346).
Fue hecho prisionero por los turcos en París, permaneciendo cautivo durante tres años. Los últimos años de su vida los dedicó a la erudición histórica, reuniendo una magnífica biblioteca que, a su muerte, pasó parcialmente al Marqués de Santillana. Por su iniciativa se redactó el CARTULARIO MAGNO DE LA ORDEN DE SAN JUAN DE JERUSALÉN.
CANCIÓN
Puso tanto sentimiento
en
mí el veros partir,
que
la pena del morir
de
pequeña no la siento.
Porque el cuerpo, de tollido,
de
sentir penas doliente,
ya
no sabe lo que siente,
porque
no tiene sentido.
El mal que da sentimiento
en
el alma es de sentir,
que
la pena del morir
de
pequeña no la siento.
CANCIÓN
Quien a dos amores ama,
a
traición le saquen el alma.
Sin ninguna compasión,
muera
muy peor que digo
el
traidor que fuere amigo
de
ley tan fuera razón.
Y
pues hace tal traición,
que
en dos partes se derrama,
a
traición le saquen el alma.
Fernández (Lucas)
(Salamanca 1474 - id. 1542). Estudió en la
Universidad de su ciudad natal hasta ordenarse sacerdote. Fue mozo de coro en la catedral y obtuvo una
plaza en el coro, en oposición a Juan del Encina. En 1522 fue nombrado profesor de música de la Universidad, cargo
que desempeño hasta su muerte.
Su obra, AUTO DE LA PASION, es una de las mejores muestras del primitivo teatro español y abre ya el camino hacia el Auto sacramental. Su obra en conjunto subraya los modos de Juan del Encina hacia maneras predominantemente religiosas.
VILLANCICO
En esta montaña
de
gran hermosura
tomemos
holgura.
Haremos cabaña
de
rosas y flores
en
esta montaña
cercada
de amores,
y
nuestros dolores
y
nuestra tristura
tornarse
ha en holgura.
Gran gozo y placer
aquí
tomaremos,
y
amor y querer
aquí
nos ternemos;
y
aquí viviremos
en
grande frescura
en
esta verdura.
Fernández de Andrada, Andrés
Escritor del s. VII. Fue capitán del ejército y estuvo en Méjico. Su obra, EPISTOLA MORAL A FABIO, responde a un contenido moral de carácter netamente senequiano, viene a compendiar los principales temas de la contrarreforma y está escrita en tercetos encadenados.
EPÍSTOLA MORAL A FABIO
Fabio,
las esperanzas cortesanas
prisiones
son do el ambicioso muere
y
donde al más activo nacen canas.
El
que no las límare o las rompiere,
ni
el nombre de varón ha merecido,
ni
subir al honor que pretendiere.
El
ánimo plebeyo y abatido
procura
en sus intentos temeroso,
antes
estar suspenso que caído;
que
el corazón entero y generoso
al
caso adverso inclinará la frente
antes
que la rodilla al poderoso.
Más
coronas, más triunfos dio al prudente
que
supo retirarse, la fortuna,
que
al que esperó obstinada y locamente.
Esta
invasión terrible e importuna
de
contrarios sucesos nos espera
desde
el primer sollozo de la cuna.
Dejémosla
pasar como a la fiera
corriente
del gran Betis, cuando airado
dilata
hasta los montes la ribera.
Aquel
entre los héroes es cantado
que
el premio mereció, no quien le alcanza
por
vanas consecuencias del estado.
Peculio
proprio es ya de la privanza
cuanto
de Astrea fue, cuanto regía
con
su temida espada y su balanza.
El
oro, la maldad, la tiranía
del
inicuo, precede y pasa al bueno.
¿Qué
espera la virtud o qué confía?
Vente,
y reposa en el materno seno
de
la antigua Romúlea, cuyo clima
te
será más humano y más sereno;
adonde,
por lo menos, cuando oprima
nuestro
cuerpo la tierra, dirá alguno:
«Blanda
le sea», al derramarla encima;
donde
no dejarás la mesa ayuno
cuando
en ella te falte el pece raro
o
cuando su pavón nos niegue Juno.
Busca,
pues, el sosiego dulce y caro,
como
en la oscura noche del Egeo
busca
el piloto el eminente faro;
que
sí acortas y ciñes tu deseo
dirás:
«Lo que desprecio he conseguido;
que
la opinión vulgar es devaneo.»
Más
quiere el ruiseñor su pobre nido
de
pluma y leves pajas, más sus quejas
en
el monte repuesto y escondido,
que
agradar lisonjero las orejas
de
algún príncipe insigne, aprisionado
en
el metal de las doradas rejas.
¡Triste
de aquel que vive destinado
a
esa antigua colonia de los vicios,
augur
de los semblantes del privado!
Cese
el ansia y la sed de los oficios;
que
acepta el don y burla del intento
el
ídolo, a quien haces sacrificios.
Iguala
con la vida el pensamiento,
y
no le pasarás de hoy a mañana,
ni
aun quizá de un momento a otro momento.
Apenas
tienes ni una sombra vana
de
nuestra antigua Itálica, y ¿esperas?
¡Oh
error perpetuo de la vida humana!
Las
enseñas grecianas, las banderas
del
senado y romana monarquía
murieron,
Y pasaron sus carreras.
¿Qué
es nuestra vida más que un breve día,
do
apenas sale el sol, cuando se pierde
en
las tinieblas de la noche fría?
¿Qué
más que el heno, a la mañana verde,
seco
a la tarde? ¡Oh ciego desvarío!
¿Será
que de este sueño se recuerde?
¿Será
que pueda ser que me desvío
de
la vida viviendo, y que esté unida
la
cauta muerte al simple vivir mío?
Como
los ríos, que en veloz corrida
se
llevan a la mar, tal soy llevado
al
último suspiro de mi vida.
De
la pasada edad ¿qué me ha quedado?
O
¿qué tengo yo a dicha, en la que espero,
sino
alguna noticia de mi hado?
¡Oh
si acabase, viendo cómo muero,
de
aprender a morir, antes que llegue
aquel
forzoso término postrero;
antes
que aquesta mies inútil siegue
de
la severa muerte dura mano,
y
a la común materia se la entregue!
Pasáronse
las flores del verano,
el
otoño pasó con sus racimos,
pasó
el invierno con sus nieves cano;
las
hojas que en las altas selvas vimos
cayeron,
¡y nosotros a porfía
en
nuestro engaño inmóviles vivimos!
Temamos
al Señor que nos envía
las
espigas del año y la hartura,
y
la temprana pluvia y la tardía.
No
imitemos la tierra siempre dura
a
las aguas del cielo y al arado,
ni
la vid cuyo fruto no madura.
¿Piensas
acaso tú que fue criado
el
varón para el rayo de la guerra,
para
surcar el piélago salado,
para
medir el orbe de la tierra
o
el cerco por do el sol siempre camina?
¡Oh,
quien así lo piensa, cuánto yerra!
Esta
nuestra porción, alta y divina,
a
mayores acciones es llamada
y
en más nobles objetos se termina.
Así
aquella, que al hombre sólo es dada,
sacra
razón y pura me despierta,
de
esplendor y de rayos coronada,
y
en la fría región, dura y desierta,
de
aqueste pecho enciende nueva llama,
y
la luz vuelve a arder que estaba muerta.
Quiero,
Fabio, seguir a quien me llama,
y
callado pasar entre la gente,
que
no afecto los nombres ni la fama.
El
soberbio tirano del Oriente,
que
maciza las torres de cien codos
de
cándido metal puro y luciente,
apenas
puede ya comprar los modos
del
pecar; la virtud es más barata
ella
consigo misma ruega a todos.
Mísero
aquel que corre y se dilata
por
cuantos son los climas y los mares,
perseguidor
del oro y de la plata!
Un
ángulo me basta entre mis lares,
un
libro y un amigo, un sueño breve,
que
no perturben deudas ni pesares.
Esto
tan solamente es cuanto debe
naturaleza
al parco y al discreto,
y
algún manjar común, honesto y leve.
No,
porque así te escribo, hagas conceto
que
pongo la virtud en ejercicio:
que
aun esto fue difícil a Epicteto.
Basta,
al que empieza, aborrecer el vicio,
y
el ánimo enseñar a ser modesto;
después
le será el cielo más propicio.
Despreciar
el deleite no es supuesto
de
sólida virtud; que aun el vicioso
en
sí propio le nota de molesto.
Mas
no podrás negarme cuán forzoso
este
camino sea al alto asiento,
morada
de la paz y del reposo.
No
sazona la fruta en un momento
aquella
inteligencia que mensura
la
duración de todo a su talento:
flor
la vimos ayer hermosa y pura,
luego
materia acerba y desabrida,
y
sabrosa después, dulce y madura.
Tal
la humana prudencia es bien que mida
y
compase y dispense las acciones
que
han de ser compañeras de la vida.
No
quiera Dios que siga los varones
que
moran nuestras plazas macilentos,
de
la virtud infames histriones;
estos
inmundos trágicos, atentos
al
aplauso común, cuyas entrañas
son
oscuros e infaustos monumentos.
¡Cuán
callada que pasa las montañas
el
aura, respirando mansamente!
¡Qué
gárrula y sonora por las cañas!
¡Qué
muda la virtud por el prudente!
¡Qué
redundante y llena de ruido
por
el vano, ambicioso y aparente!
Quiero
imitar al pueblo en el vestido,
en
las costumbres sólo a los mejores,
sin
presumir de roto y mal ceñido.
No
resplandezca el oro y las colores
en
nuestro traje, ni tampoco sea
igual
al de los dóricos cantores.
Una
mediana vida yo posea,
un
estilo común y moderado,
que
no le note nadie que le vea.
En
el plebeyo barro mal tostado
hubo
ya quien bebió tan ambicioso
como
en el vaso Múrino preciado;
y
alguno tan ilustre y generoso
que
usó, como si fuera vil gaveta,
del
cristal transparente y luminoso.
Sin
la templanza ¿viste tú perfeta
alguna
cosa? ¡Oh muerte! Ven callada,
como
sueles venir en la saeta;
no
en la tonante máquina preñada
de
fuego y de rumor; que no es mi puerta
de
doblados metales fabricada.
Así,
Fabio, me enseña descubierta
su
esencia la verdad, y mi albedrío
con
ella se compone y se concierta.
No
te burles de ver cuánto confío,
ni
al arte de decir, vana y pomposa,
el
ardor atribuyas de este brío.
¿Es
por ventura menos poderosa
que
el vicio la verdad? ¿O menos fuerte?
No
la arguyas de flaca y temerosa.
La
codicia en las manos de la suerte
se
arroja al mar, la ira a las espadas,
y
la ambición se ríe de la muerte.
Y
¿no serán siquiera tan osadas
las
opuestas acciones, si las miro
de
más nobles objetos ayudadas?
Ya,
dulce amigo, huyo y me retiro
de
cuanto simple amé: rompí los lazos:
ven
y sabrás al grande fin que aspiro,
antes
que el tiempo muera en nuestros brazos.
Garcilaso de la Vega
Nació en Toledo recién comenzado el siglo
XVI. Como su familia era noble, pronto entró al servicio de Carlos V,
participando en muchas acciones militares en Francia, Rodas, Italia y Túnez.
En 1525 contrajo
matrimonio, concertado por el Emperador, con Dª Elena de Zúñiga y se instalaron
en Toledo donde Garcilaso fue regidor. Conoció poco después a Isabel Freire,
dama de la Reina, de la que se enamoró profundamente; ella iba a inspirar gran
parte de su poesía amorosa. Isabel se casó 1529, para desesperación del poeta y
murió pocos años después.
En Italia, acompañando
al Emperador, conoció profundamente la poesía italiana y se empapó del arte y
del humanismo renacentistas. Un incidente con el Emperador le hizo sufrir
destierro en Ratisbona. En acción guerrera contra Francia, murió de las heridas
que recibió en el cerco de la fortaleza de Muy en 1536. Su obra poética es
reducidas dimensiones y está compuesta por dos ELEGÍAS, tres EGLOGAS, cinco
CANCIONES, una EPÍSTOLA, cuarenta SONETOS y tres ODAS y un EPIGRAMA escritos en
latín.
SONETO A DAFNE
A
Dafne ya los brazos le crecían,
y
en luengos ramos vueltos se mostraba;
en
verdes hojas vi que se tornaban
los
cabellos que al oro oscurecían.
De
áspera corteza se cubrían
los
tiernos miembros, que aún bullendo estaban:
los
blandos pies en tierra se hincaban,
y
en torcidas raíces se volvían.
Aquel
que fue la causa de tal daño,
a
fuerza de llorar crecer hacía
este
árbol que con lágrimas regaba.
¡Oh
miserable estado! ¡oh mal tamaño!
¡Que
con llorarla crezca cada día
la
causa y la razón porque lloraba!
SONETO A LA ENTRADA DE UN VALLE
A
la entrada de un valle, en un desierto,
do
nadie atravesaba, ni se veía,
vi
que con extrañeza un can hacía
extremos
de dolor con desconcierto;
agora
suelta el llanto al cielo abierto,
ora
va rastreando por la vía;
camina,
vuelve, para, y todavía
quedaba
desmayado como muerto.
Y
fue que se apartó de su presencia
su
amo, y no le hallaba; y esto siente;
mirad
hasta do llega el mal de ausencia.
Movióme
a compasión ver su accidente;
díjeles
lastimado: 'Ten paciencia,
que
yo alcanzo razón, y estoy ausente'.
COPLA
III A UNA PARTIDA
Acaso
supo, a mi ver,
y
por acierto quereros,
quien
tal hierro fue a hacer,
como
partirse de veros
donde
os dejase de ver.
Imposible
es que este tal,
pensando
que os conocía,
supiese
lo que hacía,
cuando
su bien y su mal
junto
os entregó en un día
Acertó
acaso a hacer
lo
que si por conoceros
hiciera,
no podía ser
partirse,
y con solo veros
dejaros
siempre de ver.
SONETO
AMOR AMOR
Amor,
amor, un hábito vestí
el
cual de vuestro paño fue cortado,
al
vestir ancho fue, más apretado
y
estrecho cuando estuvo sobre mí.
Después
acá de lo que consentí,
tal
arrepentimiento me ha tomado,
que
pruebo alguna vez de congojado
a
romper esto en que yo me metí.
Mas
¿quién podrá de este hábito librarse,
teniendo
tan contraria su natura,
que
con él ha venido a conformarse?
Si
alguna parte queda por ventura
de
mi razón, por mí no osa mostrarse;
que
en tal contradicción no está segura.
EGLOGA
III TIRRENO ALCINO
Aquella
voluntad honesta y pura,
ilustre
y hermosísima María,
que
en mi de celebrar tu hermosura,
tu
ingenio y tu valor estar solía,
a
despecho y pesar de la ventura
que
por otro camino me desvía,
está
y estará en mí tanto clavada,
cuanto
del cuerpo el alma acompañada.
Y
aún no se me figura que me toca
aqueste
oficio solamente en vida;
mas
con la lengua muerta y fría en la boca
pienso
mover la voz a ti debida.
Libre
mi alma de su estrecha roca
por
el Estigio lago conducida,
celebrándose
irá, y aquel sonido
hará
parar las aguas del olvido.
Mas
la fortuna, de mi mal no harta,
me
aflige, y de un trabajo en otro lleva;
ya
de la patria, ya del bien me aparta;
ya
mi paciencia en mil maneras prueba;
y
lo que siento más es que la carta
donde
mi pluma tu alabanza mueva,
poniendo
en su lugar cuidados vanos,
me
quita y me arrebata de las manos.
Pero
por más que en mí su fuerza pruebe
no
tomará mi corazón mudable;
nunca
dirán jamás que me remueve
fortuna
de un estudio tan loable.
Apolo
y las hermanas todas nueve,
me
darán ocio y lengua con que hable
lo
menos de lo que en tu ser cupiere;
que
esto será lo más que yo pudiere.
En
tanto no te ofenda ni te harte
tratar
del campo y soledad que amaste,
ni
desdeñes aquesta inculta parte
de
mi estilo, que en algo ya estimaste.
Entre
las armas del sangriento Marte,
do
apenas hay quien su furor contraste,
hurté
de tiempo aquesta breve suma,
tomando,
ora la espada, ora la pluma.
Aplica,
pues, un rato los sentidos
al
bajo son de mi zampoña ruda,
indigna
de llegar a tus oídos,
pues
de ornamento y gracia va desnuda;
mas
a las veces son mejor oídos
el
puro ingenio y lengua casi muda,
testigos
limpios de ánimo inocente,
que
la curiosidad del elocuente.
Por
aquesta razón de ti escuchado,
aunque
me falten otras, ser merezco.
Lo
que puedo te doy, y lo que he dado,
con
recibillo tú yo me enriquezco.
De
cuatro ninfas que del Tajo amado
salieron
juntas a cantar me ofrezco:
Filódoce,
Dinámene y Climene,
Nise,
que en hermosura par no tiene.
Cerca
del Tajo en soledad amena
de
verdes sauces hay una espesura,
toda
de yedra revestida y llena,
que
por el tronco va hasta la altura,
y
así la teje arriba y encadena,
que
el sol no halla paso a la verdura;
el
agua baña el prado con sonido
alegrando
la vista y el oído.
Con
tanta mansedumbre el cristalino
Tajo
en aquella parte caminaba,
que
pudieran los ojos el camino
determinar
apenas que llevaba.
Peinando
sus cabellos de oro fino,
una
ninfa del agua do moraba
la
cabeza sacó, y el prado ameno
vido
de flores y de sombra lleno.
Movióla
el sitio umbroso, el manso viento,
el
suave olor de aquel florido suelo.
Las
aves en el fresco apartamiento
vio
descansar del trabajoso vuelo.
Secaba
entonces el terreno aliento
el
sol subido en la mitad del cielo.
En
el silencio sólo se escuchaba
un
susurro de abejas que sonaba.
Habiendo
contemplado una gran pieza
atentamente
aquel lugar sombrío,
somorgujó
de nuevo su cabeza,
y
al fondo se dejó calar del río.
A
sus hermanas a contar empieza
del
verde sitio el agradable frío,
y
que vayan las ruega y amonesta
allí
con su labor a estar la siesta.
No
perdió en esto mucho tiempo el ruego,
que
las tres de ellas su labor tomaron
y
en mirando de fuera, vieron luego
el
prado, hacia el cual enderezaron.
El
agua clara con lascivo juego
nadando
dividieron y cortaron,
hasta
que el blanco pie tocó mojado,
saliendo
de la arena el verde prado.
Poniendo
ya en lo enjuto las pisadas,
escurrieron
del agua sus cabellos,
los
cuales esparciendo, cobijadas
las
hermosas espaldas fueron de ellos.
Luego
sacando telas delicadas,
que
en delgadeza competían con ellos,
en
lo más escondido se metieron,
y
a su labor atentas se pusieron.
Las
telas eran hechas y tejidas
del
oro que el felice Tajo envía,
apurado
después de bien cernidas
las
menudas arenas do se cría:
y
de las verdes hojas reducidas
en
estambre sutil, cual convenía
para
seguir el delicado estilo
del
oro ya tirado en rico hilo.
La
delicada estambre era distinta
de
los colores que antes le habían dado
con
la fineza de la varia tinta
que
se halla en las conchas del pescado.
Tanto
artificio muestra en lo que pinta
y
teje cada Ninfa en su labrado,
cuanto
mostraron en sus tablas antes
el
celebrado Apeles y Timantes.
Filódoce,
que así de aquellas era
llamada
la mayor, con diestra mano
tenía
figurada la ribera
de
Estrimón, de una parte el verde llano.
y
de otra el monte de aspereza fiera,
pisado
tarde o nunca de pie humano,
donde
el amor movió con tanta gracia
la
dolorosa lengua del de Tracia.
Estaba
figurada la hermosa
Eurídice,
en el blanco pie mordida
en
la pequeña sierpe ponzoñosa
entre
la hierba y flores escondida;
descolorida
estaba como rosa
que
ha sido fuera de sazón cogida,
y
el ánima los ojos ya volviendo,
de
su hermosa carne despidiendo.
Figurado
se vía extensamente
el
osado marido que bajaba
al
triste reino de la oscura gente,
y
la mujer perdida recobraba;
y
cómo después de esto él, impaciente
por
miralla de nuevo, la tornaba
a
perder otra vez, y del tirano
se
queja al monte solitario en vano.
Dinámene
no menos artificio
mostraba
en la labor que había tejido,
pintando
a Apolo en el robusto oficio
de
la silvestre caza embebecido.
Mudar
luego le hace el ejercicio
la
vengativa mano de Cupido.
que
hizo a Apolo consumirse en lloro
después
que le enclavó con punta de oro.
Dafne
con el cabello suelto al viento,
sin
perdonar al blanco pie corria
por
áspero camino, tan sin tiento
que
Apolo en la pintura parecía que,
porque
ella templase el movimiento,
con
menos ligereza la segura.
El
va siguiendo, y ella huye
como
quien siente al pecho el odioso plomo.
Mas
a la fin los brazos le crecían,
y
en sendos ramos vueltos se mostraban.
Y
los cabellos. que vencer solían
al
oro fino, en hojas se tornaban;
en
torcidas raíces se extendían
los
blancos pies, y en tierra se hincaban;
llora
el amante, y busca el ser primero,
besando
y abrazando aquel madero.
Climene,
llena de destreza y maña,
el
oro y las colores matizando
iba,
de hayas una gran montaña,
de
robles y de peñas variando;
un
puerco entre ellas de braveza extraña,
estaba
los colmillos aguzando
contra
un mozo; no menos animoso,
con
su venablo en mano, que hermoso.
Tras
esto el puerco allí se vía herido
de
aquel mancebo por su mal valiente,
y
el mozo en tierra estaba ya tendido,
abierto
el pecho del rabioso diente;
con
el cabello de oro desparcido
barriendo
el suelo miserablemente,
las
rosas blancas por alí sembradas
tornaba
con su sangre coloradas.
Adonis
este se mostraba que era,
según
se muestra Venus dolorida,
que
viendo la herida abierta y fiera,
estaba
sobre él casi amortecida.
Boca
con boca coge la postrera
parte
del aire que solía dar vida
al
cuerpo, por quien ella en este suelo
aborrecido
tuvo al alto cielo.
La
blanca Nise no tomó a destajo
de
los pasados casos la memoria
y
en la labor de su sutil trabajo
no
quiso entretejer antigua historia;
antes
mostrando de su claro Tajo
en
su labor la celebrada gloria,
lo
figuró en la parte donde él baña
la
más felice tierra de la España.
Pintado
el caudaloso río se vía,
que
en áspera estrecheza reducido,
un
monte casi alrededor ceñía
con
ímpetu corriendo y con ruido;
querer
cercallo todo parecía
en
su volver, mas era afán perdido;
dejábase
correr en fin derecho,
contento
de lo mucho que había hecho.
Estaba
puesta en la sublime cumbre
del
monte, y desde allí por él sembrada
aquella
ilustre y clara pesadumbre
de
antiguos edificios adornada.
De
allí con agradable mansedumbre
el
Tajo va siguiendo su jornada,
y
regando los campos y arboledas
con
artificio de las altas ruedas.
En
la hermosa tela se veían
entretejidas
las silvestres diosas
salir
de la espesura, y que venían
todas
a la ribera presurosas,
en
el semblante tristes, y traían
cestillos
blancos de purpúreas rosas,
las
cuales esparciendo derramaban
sobre
una ninfa muerta, que lloraban,
Todas
con el cabello desparcido
lloraban
una ninfa delicada,
cuya
vida mostraba que había sido
antes
de tiempo y casi en flor cortada.
Cerca
del agua en el lugar florido,
estaba
entre las hierbas degollada,
cual
queda el blanco cisne cuando pierde
la
dulce vida entre la hierba verde.
Una
de aquellas diosas, que en belleza,
al
parecer, a todas excedía,
mostrando
en el semblante la tristeza
que
del funesto y triste caso había
apartado
algún tanto, en la corteza
de
un álamo estas letras escribía
como
epitafio de la ninfa bella,
que
hablaban así por parte de ella.
"Elisa
soy, en cuyo nombre suena
y
se lamenta el monte cavernoso,
testigo
del dolor y grave pena
en
que por mí se aflige Nemoroso,
y
llama ¡Elisa!... ¡Elisa! a boca llena
responde
el Tajo, y lleva presuroso
al
mar de Lusitania el nombre mío,
donde
será escuchado, yo lo fio."
En
fin en esta tela artificiosa
toda
la historia estaba figurada,
que
en aquella ribera deleitosa
de
Nemoroso fue tan celebrada;
porque
de todo aquesto y cada cosa
estaba
Nise ya tan lnformada,
que
llorando el pastor, mil veces ella
se
enterneció escuchando su querella.
Y
porque aqueste lamentable cuento
no
sólo entre las selvas se contase,
mas
dentro de las ondas sentimiento
con
la noticia desto se mostrase,
quiso
que de su tela el argumento
la
bella ninfa muerta señalase
y
así se publicase de uno en uno
por
el húmedo reino de Neptuno.
Destas
historias tales variadas
eran
las telas de las cuatro hermanas,
las
cuales con colores matizadas
claras
y luces de las sombras vanas,
mostraban
a los ojos relevadas
las
cosas y figuras que eran llanas,
tanto,
que al parecer el cuerpo vano
pudiera
ser tomado con la mano.
Los
rayos ya del sol se trastornaban,
escondiendo
su luz al mundo cara
tras
altos montes, y a la luna daban
lugar
para mostrar su blanca cara;
los
peces a menudo ya saltaban,
con
la cola azotando el agua clara,
cuando
las Ninfas, la labor dejando,
hacia
el agua se fueron paseando.
En
las templadas ondas ya metidos
tenían
los pies, y reclinar querían
los
blancos cuerpos, cuando sus oídos
fueron
de dos zampoñas que tañían
suave
y dulcemente, detenidos;
tanto,
que sin mudarse las oían,
y
al son de las zampoñas escuchaban
dos
pastores a veces que cantaban.
Más
claro cada vez el son se oía,
de
los pastores, que venían cantando
tras
el ganado, que también venía
por
aquel verde soto caminando;
y
a la majada, ya pasado el día,
recogido
le llevan, alegrando
las
verdes selvas con el son suave
haciendo
su trabajo menos grave.
Tirreno
de estos dos el uno era,
Alcino
el otro, entrambos estimados,
y
sobre cuantos pacen la ribera
del
Tajo con sus vacas enseñados;
mancebos
de una edad, de una manera
a
cantar juntamente aparejados
y
a responder, aquesto van diciendo,
cantando
el uno, el otro respondiendo.
TIRRENO
Flérida,
para mi dulce y sabrosa
más
que la fruta del cercado ajeno,
más
blanca que la leche, y más hermosa
que
el prado por abril de flores lleno:
si
tú respondes pura y amorosa
al
verdadero amor de tu Tirreno,
a
mi majada arribarás primero
que
el cielo nos muestre su lucero.
ALCINO
Hermosa
Filis, siempre yo te sea
amargo
al gusto más que la retama,
y
de ti despojado yo me vea,
cual
queda el tronco de su verde rama,
si
más que yo el murciélago desea
la
oscuridad, ni más la luz desama,
por
ver ya el fin de un término tamaño
de
este día; para mí mayor que un año.
TIRRENO
Cual
suele acompañada de su bando
aparecer
la dulce primavera,
cuando
Favonio y Céfiro soplando
al
campo toman su beldad primera,
y
van artificiosos esmaltando
de
rojo, azul y blanco la ribera,
en
tal manera a mi Flérida mía
viniendo,
reverdece mi alegría.
ALClNO
¿Ves
el furor del animoso viento
embravecido
en la fragosa sierra
que
los antiguos robles ciento a ciento,
y
los pinos altísimos atierra,
y
de tanto destrozo aún no contento,
al
espantoso mar mueve la guerra?
Pequeña
es esta furia, comparada
a
la de Filis, con Alcino airada.
TIRRENO
El
blanco trigo multiplica y crece
produce
el campo en abundancia y tierno
pasto
al ganado; el verde monte ofrece
a
las fieras salvajes su gobierno-,
a
do quiera me miro, me parece
que
derrama la copia todo el cuerno;
mas
todo se convertirá en abrojos,
si
de ello aparta Flérida sus ojos.
ALCINO
De
la esterilidad es oprimido
el
monte, el campo, el soto y el ganado;
la
malicia del aire corrompido
hace
morir la yerba mal su grado;
las
aves ven su descubierto nido,
que
ya de verdes hojas fue cercado;
pero
si Fllis por aqui tornare,
hará
reverdecer cuanto mirare.
TIRRENO
El
álamo de Alcides escogido
fue
siempre, y el laurel del rojo Apolo;
de
la hermosa Venus fue tenido
en
precio y en estima el mirto solo;
el
verde sauce de Flérida es querido,
y
por suyo entre todos escogiólo:
doquiera
que de hoy más sauces se hallen,
el
álamo, el laurel y el mirto callen.
ALCINO
El
fresno por la selva en hermosura
sabemos
ya que sobre todos vaya,
y
en aspereza y monte de espesura
se
aventaja la verde y alta haya;
mas
el que la beldad de tu figura,
donde
quiera mirando, Filis, haya,
al
fresno y a la haya en su aspereza
confesará
que vence tu belleza.
Esto
cantó Tirreno, y esto Alcino
le
respondió; y habiendo ya acabado
el
dulce son, siguieron su camino
con
paso un poco más apresurado.
Siendo
a las ninfas ya el rumor vecino,
juntas
se arrojan por el agua a nado;
y
de la blanca espuma que movieron,
las
cristalinas ondas se cubrieron.
ELEGIA II A Boscán
Aquí,
Boscán, donde del buen troyano
Anquises
con eterno nombre y vida
conserva
la ceniza el Mantuano,
debajo
de la seña esclarecida
de
César Africano nos hallamos,
la
vencedora gente recogida.
Diversos
en estudio; que unos vamos
muriendo
por coger de la fatiga
el
fruto que con el sudor sembramos;
otros
que hacen la virtud amiga
y
premio de sus obras, y así quieren
que
la gente lo piense y que lo diga,
de
estos otros en lo público difieren,
y
en lo secreto sabe Dios en cuanto
se
contradicen en lo que profieren.
Yo
voy por medio, porque nunca tanto
quise
obligarme a procurar hacienda;
que
un poco más que aquellos me levanto.
Ni
voy tampoco por la estrecha senda
de
los que cierto sé que a la otra vía
vuelven
de noche al caminar la rienda.
Mas
¿dónde me llevó la pluma mía,
que,
a sátira me voy mi paso a paso,
y
aquesta que os escribo es elegía?
Yo
enderezo Señor en fin, mi paso
por
donde vos sabéis que su proceso
siempre
ha llevado y lleva Garcilaso:
y
así, en mitad de aqueste monte espeso
de
las diversidades me sostengo,
no
sin dificultad, mas no por eso
dejo
las musas, antes tomo y vengo
de
ellas al negociar, y variando
con
ellas dulcemente me entretengo.
Así
se van las horas engañando,
así
del duro afán y grave pena
estamos
algún hora descansando.
De
aquí iremos a ver de la Serena
la
patria, que bien muestra haber ya sido
de
ocio y de amor antiguamente llena.
Allí
mi corazón tuvo su nido
un
tiempo ya; mas no sé ¡triste! agora
o
si estará ocupado o desparcido.
De
esto un frío temor así a deshora
por
mis huesos discurre en tal manera,
que
no puedo vivir con él una hora.
Si
¡triste! de mi bien estado hubiera
un
breve tiempo ausente, yo no niego
que
con mayor seguridad viviera.
La
breve ausencia hace el mismo juego
en
la fragua de amor, que en fragua ardiente
el
agua moderada hace al fuego,
la
cual verás que no tan solamente
no
le suele matar, mas aun le esfuerza
con
ardor más intenso y eminente:
porque
un contrario con la poca fuerza
de
su contrario, por vencer la lucha,
su
brazo aviva y su valor esfuerza;
pero
si el agua en abundancia mucha
sobre
el fuego se esparce y se derrama,
el
humo sube al cielo, el son se escucha,
y
el claro resplandor de viva llama,
en
polvo y en ceniza convertido,
apenas
queda del sino la fama.
Así
el ausencia larga, que ha esparcido
en
abundancia su licor, que amata
el
fuego que el amor tenía encendido,
de
tal suerte lo deja, que lo trata
la
mano sin peligro en el momento
que
en apariencia y son se desbarata.
Yo
solo fuera voy de aqueste cuento;
porque
el amor me aflige y me atormenta,
y
en el ausencia crece el mal que siento;
y
pienso yo que la razón consienta
y
permite la causa de este efeto,
que
a mí solo entre todos se presenta;
porque,
como del cielo yo sujeto
estaba
eternamente y deputado
al
amoroso fuego en que me meto.
así
para poder se amatado,
el
ausencia sin término infinita
debe
ser, y sin tiempo limitado;
lo
cual no habrá razón que lo permita;
porque,
por más y más que ausencia dure,
con
la vida se acaba, que es finita.
Mas
a mí ¿quién habrá que me asegure
que
mi mala fortuna con mudanza
y
olvido contra mí no se conjure?
Este
temor persigue la esperanza
y
oprime y enflaquece el gran deseo
con
que mis ojos van de su holganza,
con
ellos solamente agora veo
este
dolor que el corazón me parte,
y
con él y conmigo aquí peleo.
¡Oh
crudo, oh riguroso, oh fiero Marte,
de
túnica cubierto de diamante,
y
endurecido siempre en toda parte!
¿Qué
tiene que hacer el tierno amante
con
tu dureza y áspero ejercicio
llevado
siempre del furor delante?
Ejercitando,
por mi mal, tu oficio,
soy
reducido a términos que muerte
será
mi postrimero beneficio.
Y
ésta no permitió mi dura suerte
que
me sobreviniese peleando,
de
hierro traspasado agudo y fuerte,
por
que me consumiese contemplando
mi
amado y dulce fruto en mano ajena
y
el duro posesor de mí burlando.
Mas,
¿dónde me trasporta y enajena
de
mi propio sentido el triste miedo?
A
parte de vergüenza y dolor llena,
donde
si el mal yo viese, ya no puedo,
según
con espéralle estoy perdido,
acrecentar
en la miseria un dedo.
Así
lo pienso agora, y si él venido
fuese
en su misma forma y su figura,
tendría
el presente por menor partido,
y
agradecería siempre a la ventura
mostrarme
de mi mal sólo el retrato,
que
pintan mi temor y mi tristura.
Yo
sé qué cosa es esperar un rato
el
bien del propio engaño, y solamente
tener
con él inteligencia y trato.
Como
acontece al mísero doliente,
que
del un cabo el cierto amigo y sano
le
muestra el grave mal de su acidente,
y
le amonesta que del cuerpo humano
comience
a levantar a menor parte
el
alma suelta con volar liviano;
mas
la tierna mujer, de la otra parte,
no
se puede entregar a desengaño,
y
encúbrele del mal a la mayor parte;
él,
abrazado con su dulce engaño,
vuelve
los ojos a la voz piadosa,
y
alégrase muriendo con su daño,
así
los quito yo de toda cosa,
y
póngolos en solo el pensamiento
de
la esperanza cierta o mentirosa.
En
este dulce error muero contento;
porque
ver claro y conocer mi estado
no
puede ya curar el mal que siento;
y
acabo como aquel que en un templado
baño
metido, sin sentido muere,
y
oyendo el son del mar que en ella hiere,
y
sin impedimento contemplando
la
misma a quien tú vas eterna fama,
en
tus vivos escritos, procurando;
alégrate,
que más hermosa llama
que
aquella que el troyano encendimiento
pudo
causar, el corazón te inflama.
No
tienes que temer el movimiento
de
la fortuna con soplar contrario,
que
el puro resplandor serena el viento.
Yo,
como conducido mercenario,
voy
do fortuna a mi pesar me envía,
si
no a morir, que apuesto es voluntario.
Sólo
sostiene la esperanza mía
un
tal débil engaño, que de nuevo
es
menester hacello cada día;
y
si no lo fabrico y lo renuevo,
da
consigo en el suelo mi esperanza:
tanto,
que en vano a levantarla pruebo.
Aqueste
premio mi servir alcanza;
que
en sola la miseria de mi vida
negó
fortuna su común mudanza.
¿Dónde
podré huir que sacudida
un
rato sea de mí la grave carga
que
oprime mi cerviz enflaquecida?
Mas
¡ay! que la distancia no descarga
el
triste corazón, y el mal, doquiera
que
estoy, para alcanzarme el vuelo alarga.
Si
donde el sol ardiente reverbera
en
la arenosa Libia, engendradora
de
toda cosa ponzoñosa y fiera;
o
donde es él vencido a cualquiera hora
de
la rígida nieve y viento frío,
parte
do no se vive ni se mora;
si
en ésta o en aquélla el desvarío
o
la fortuna me llevase un día,
y
allí gastase todo el tiempo mío,
el
celoso temor con mano fría
en
medio del calor y ardiente arena
el
triste corazón me apretaría;
y
en el rigor del hielo, en la serena
noche,
soplando el viento agudo y puro,
que
el veloce correr del agua enfrena,
de
aqueste vivo fuego en que me apuro
y
consumirme poco a poco espero,
sé
que aun allí no podré estar seguro:
y
así, diverso entre contrarios muero.
ELEGIA I
Al duque de Alba. En la muerte de
Don Bemardino de Toledo, su hermano
Aunque
este grave caso haya tocado
con
tanto sentimiento el alma mía,
que
de consuelo estoy necesitado,
con
que de su dolor mi fantasía
se
descargase un poco, y se acabase
de
mi continuo llanto la porfía,
quise
pero probar so me bastase
el
ingenio a escribirte algún consuelo
estando
cual estoy, que aprovechase
para
que tu reciente desconsuelo
la
furia mitigase, si las musas
pueden
un corazón alzar del suelo
y
poner fin a las querellas que usas,
con
que de Pindo ya las moradoras
se
muestran lastimadas y confusas;
que,
según he sabido, ni a las horas
que
el sol se muestra ni en el mar se esconde,
de
tu lloroso estado no mejoras;
antes
en él permaneciendo, donde
quiera
que estás tus ojos siempre bañas,
y
el llanto a tu dolor así responde,
que
temo ver deshechas tus entrañas
en
lágrimas, como al lluvioso viento
se
derrite la nieve en las montañas.
Si
acaso el trabajado pensamiento
en
el común reposo se adormece,
por
tornar al dolor con nuevo aliento,
en
aquel breve sueño te aparece
la
imagen amarilla del hermano
que
de la dulce vida desfallece;
y
tú, tendiendo la piadosa mano,
probando
a levantar el cuerpo amado,
levantas
solamente el aire vano;
y
del dolor el sueño desterrado
con
ansia vas buscando, el que partido
era
ya con el sueño y alongado.
Así
desfalleciendo en tu sentido,
como
fuera de ti, por la ribera
de
Trápana con llanto y con gemido
el
caro hermano buscas, que sola era
la
mitad de tu alma el cual muriendo,
no
quedará tu alma toda entera.
Y
no de otra manera repitiendo
vas
el amado nombre, en desusada
figura
a todas partes revolviendo,
que
cerca del Erídano aquejada,
lloró
y llamó Lampecia el nombre en vano,
con
la fraterna muerte lastimada:
"Ondas,
tornadme ya mi dulce hermano
Faetón;
si no, aquí veréis mi muerte,
regando
con mis ojos este llano."
¡Oh
cuántas veces, con el dolor fuerte
avivadas
las fuerzas, renovaba
las
quejas de su cruda y dura suerte!
¡Y
cuántas otras, cuando se acababa
aquel
furor, en la ribera umbrosa,
muerta,
cansada, el cuerpo reclinaba!
Bien
te confieso que si alguna cosa
entre
la humana puede y mortal gente
entristecer
un alma generosa,
con
gran razón podrá ser la presente
pues
te ha privado de un tan dulce amigo,
no
solamente hermano, un accidente;
el
cual no sólo siempre fue testigo
de
tus consejos e íntimos secretos,
mas
de cuando lo fuiste tú contigo.
En
él ya se reclinaban tus discretos
y
honestos pareceres y hacían
conformes
al asiento sus efetos.
En
él ya se mostraban y leían
tus
gracias y virtudes una a una,
y
con hermosa luz resplandecían,
como
en luciente de cristal coluna,
que
no encubre de cuanto se avecina
a
su viveza pura cosa alguna.
¡Oh
miserables hados! ¡Oh mezquina
suerte
la del estado humano, y dura,
do
por tanto trabajos se camina!
Y
agora muy mayor la desventura
de
aquesta nuestra, edad, cuyo progreso
muda
de un mal en otro su figura.
¿A
quién ya de nosotros el exceso
de
guerras, de peligros y destierro
no
toca, y no ha cansado el gran proceso?
¿Quién
no vio esparcir su sangre al hierro
del
enemigo? ¿Quién no vio su vida
perder
mil veces y escapar por yerro?
¿De
cuántos queda y quedará perdida
la
casa y la mujer y la memoria,
y
de otros la hacienda despedida?
¿Qué
se saca de aquesto? ¿Alguna gloria?
¿Algunos
premios o agradecimientos?
Sabrálo
quien leyere nuestra historia.
Veráse
allí que como polvo al viento,
así
se deshará nuestra fatiga
ante
quien se endereza nuestro intento.
No
contenta con esto la enemiga
del
humano linaje, que envidiosa
coge
sin tiempo el grano de la espiga,
nos
ha querido ser tan rigurosa,
que
ni a tu juventud, don Bernardino,
ni
ha sido a vuestra pérdida piadosa.
¿Quién
pudiera de tal ser adivino?
¿A
quién no le engañara la esperanza,
viéndole
caminar por el camino?
¿Quién
no se prometiera en abastanza
seguridad
entera de tus años,
sin
temer de natura tal mudanza?
Nunca
los tuyos, mas los propios daños,
dolernos
deben: que la muerte amarga
nos
muestra claros ya mil desengaños:
hanos
mostrado ya que en vida larga
apenas
de tormentos y de enojos
llevar
podemos la pesada carga:
hanos
mostrado en ti que claros ojos
y
juventud y gracia y hermosura,
son
también, cuando quiere, sus despojos.
Mas
no puede hacer que tu figura,
después
de ser de vida ya privada,
no
muestre el artificio de natura.
Bien
es verdad que no está acompañada
de
la color de rosa que solía
con
la blanca azucena ser mezclada;
porque
el calor templado que encendía
la
blanca nieve de tu rostro puro,
robado
ya la muerte te lo había.
En
todo lo demás, como en seguro
y
reposado sueño descansabas,
indicio
dando del vivir futuro.
Mas
¿qué hará la madre que tú amabas,
de
quien perdidamente eras amado,
a
quien la vida con la tuya dabas?
Aquí
se me figura que ha llegado
de
su lamento el son, que con su fuerza
rompe
el aire vecino y apartado;
tras
el cual a venir también se esfuerza
el
de las cuatro hermanas, que teniendo
va
con el de la madre viva fuerza.
A
todas las contemplo desapareciendo
de
su cabello luengo el fin oro,
el
cual ultraje y daño están haciendo.
El
viejo Tormes con el blanco coro
de
sus hermosas ninfas seca el río,
y
humedece la tierra con su lloro.
No
recostado en urna al dulce frio
de
su caverna umbrosa, mas tendido
por
el arena en el ardiente estío,
con
ronco son de llanto y de gemido,
los
cabellos y barbas mas paradas
se
despedaza y el sutil vestido.
En
torno de él sus ninfas desmayadas,
llorando
en tierra están sin ornamento,
con
las cabezas de oro despeinadas.
Cese
ya el dolor, el sentimiento,
hermosas
moradas del undoso
Tormes;
tened más provechoso intento;
consolad
a la madre, que el piadoso
dolor
la tiene puesta en tal estado,
que
es menester socorro presuroso.
Presto
será que el cuerpo, sepultado
en
un perpetuo mármol, de las ondas
podrá
de vuestro Tormes ser bañado.
Y
tú, hermoso coro, allá en las hondas
aguas
metido, podrá ser que el llanto
de
mi dolor te muevas y respondas.
Vos,
altos promontorios, entre tanto
con
toda la Trinacria, entristecida
buscad
alivio en desconsuelo tanto.
Sátiros,
faunos, ninfas, cuya vida
sin
enojos se pasa, moradores
de
la parte repuesta y escondida,
con
luenga experiencia sabedores,
buscad
para consuelo de Fernando,
hierbas
de propiedad oculta y flores;
así
en el escondido bosque, cuando
ardiendo
en vivo agradable fuego
las
fugitivas ninfas vais buscando,
ellas
se inclinen al piadoso ruego,
y
en recíproco lazo estén ligadas,
sin
esquivar el amoroso juego.
Tú,
gran Fernando, que entre tus pasadas
y
tus presentes obras resplandeces,
y
mayor fama están por ti obligadas,
contempla
dónde estás: que si falleces
al
nombre que has ganado entre la gente,
de
tu virtud en algo te enflaqueces.
Porque
al fuerte varón no se consiente
no
resistir los casos de fortuna
con
firme rostro y corazón valiente.
Y
no tan solamente esta importuna,
con
proceso cruel y rigurosos,
con
revolver de sol, de cielo y luna
mover
no debe un pecho generoso,
ni
entristecello con funesto vuelo,
turbando
con molestia su reposo;
mas
si toda la máquina del cielo
con
espantable son y con ruido,
hecha
pedazos se vinieren al suelo,
debe
ser enterrado y oprimido
del
grave peso y de la gran ruina,
primero
que espantado y conmovido.
Por
estas asperezas se camina
de
la inmortalidad al alto asiento,
do
nunca arriba quien de aquí declina.
En
fin, Señor, tornando al movimiento
de
la humana natura, bien permito
a
nuestra flaca parte un sentimiento;
mas
el exceso en esto vedo y quito,
si
alguna cosa puedo, que parece
que
quiere proceder en infinito.
A
lo menos el tiempo, que descrece
y
muda de las cosas el estado,
debe
bastar, si la razón fallece.
No
fue el troyano príncipe llorado
siempre
del viejo padre dolorido,
ni
siempre de la madre lamentado;
antes
después del cuerpo redimido
con
lágrimas humildes y con oro,
que
fue del fiero Aquiles concedido,
y
reprimido el lamentable coro
del
frigio llanto, dieron final vano
y
sin provecho sentimiento y lloro.
El
tierno pecho, en esta parte humano
de
Venus ¿qué sintió, su Adonis viendo
de
su sangre regar el verde llano?
Mas
desque vido bien que corrompiendo
con
lagrirnas sus ojos no hacía
sino
en su llanto estarse deshaciendo,
y
que tomar llorando no podía
su
caro y dulce amigo de la oscura
y
tenebrosa noche al claro dia
los
ojos enjugó, y la frente pura
mostró
con algo más contentamiento,
dejando
con el muerto la tristura;
y
luego con gracioso movimiento
se
fue paso por el verde suelo,
con
su guirnalda usada y ornamento
desordenaba
con lascivo vuelo
y
viento sus cabellos, y su vista
alegraba
la tierra, el mar y el cielo.
Con
discurso y razón que es tan prevista,
con
fortaleza y ser que en ti contemplo,
a
la flaca tristeza se resista.
Tu
ardiente gana de subir al templo,
donde
la muerte pierde su derecho,
te
baste, sin mostrarte yo otro ejemplo.
Allí
verás cuán poco mal ha hecho
la
muerte en la memoria y clara fama
de
los famosos hombres que ha deshecho.
Vuelve
los ojos donde al fin te llama
la
suprema esperanza, do perfecta,
sube
y purgada el alma en pura llama.
¿Piensas
que es otro el fuego que en Oeta
del
Alcides consumió la mortal parte
cuando
voló el espíritu al alta meta?
De
esta manera aquel por quien reparte
tu
corazón suspiros mil al día,
y
resuena tu llanto en cada parte,
subió
por la difícil y alta vía,
de
la carne mortal purgado y puro,
en
la dulce región del alegría;
Do
con discurso libre ya y seguro
mira
la vanidad de los mortales,
ciegos,
errados en el aire oscuro;
y
viendo y contemplando nuestros males,
alégrase
de haber alzado el vuelo
a
gozar de las horas inmortales.
Pisa
el inmenso y cristalino cielo,
teniendo
puestos de una y otra mano
el
claro padre y el sublime abuelo.
El
uno ve de su proceso humano
sus
virtudes estar allí presentes,
que
el áspero camino hacen llano;
el
otro, que acá hizo entre las gentes
en
la vida mortal menor tardanza,
sus
llagas muestra allá resplandecientes.
De
ellas aqueste premio allá se alcanza:
porque
del enemigo no conviene
procura
en el cielo otra venganza.
Mira
la tierra, el mar que la contiene
todo
lo cual por un pequeño punto
a
respecto del cielo juzga y tiene.
Puesta
la vida en aquel gran trasunto
y
espejo, do se muestra lo pasado
con
lo futuro y lo presente junto,
el
tiempo que a tu vida limitado
de
allá arriba te está, Fernando, mira,
y
allí ve tu lugar ya deputado.
¡Oh
bienaventurado, que sin ira,
sin
odio, en paz estás, sin amor ciego,
con
quien acá se muere y se sospira;
y
en eterna holganza y en sosiego
vives,
y vivirás cuanto encendiere
las
almas del divino amor del fuego!
Y
si el cielo piadoso y largo diere
luenga
vida a la voz deste mi llanto,
lo
cual tú sabes que pretende y quiere,
yo
te prometo, amigo, que entre tanto
que
el sol al mundo alumbre, y que la oscura
noche
cubra la tierra con su manto,
y
en tanto que los peces la hondura
húmida
habitarán del mar profundo,
y
las fieras del monte la espesura,
se
cantará de ti por todo el mundo;
que
en cuanto se discurre, nunca visto
de
tus años jamás otro segundo
será
desde el Antártico a Calisto.
SONETO CLARISIMO MARQUES
Clarísimo
Marqués, ¡en quién derrama
el
cielo cuanto bien conoce el mundo!;
si
el gran valor en que el sujeto fundo,
y
al claro resplandor de nuestra llama
arribare
mi pluma, y do la llama
la
voz de vuestro nombre alto y profundo,
seréis
vos solo eterno y sin segundo,
y
por vos inmortal quien tanto os ama.
Cuanto
del largo cielo se desea,
cuanto
sobre la tierra se procura,
todo
se halla en vos de parte en parte;
y
en fin, de solo vos formó natura
una
extraña y no vista al mundo idea.
y
hizo igual al pensamiento el arte.
SONETO
A
Boscán desde la goleta
Boscán,
las armas y el furor de Marte,
que
con su propia sangre el africano
suelo
regando, hacen que el romano
imperio
reverdezca en esta parte,
han
reducido a la memoria del arte
y
el antiguo valor italiano,
por
cuya fuerza y valerosa mano
Africa
se aterró de parte a parte.
Aquí
donde el romano entendimiento,
donde
el fuego y la llama licenciosa
sólo
el nombre dejaron a Cartago,
vuelve
y revuelve amor mi pensamiento,
hiere
y enciende el alma temerosa,
y
en llanto y en ceniza me deshago.
SONETO
A BOSCAN
Boscán,
vengado estáis, con mengua mía,
de
mi rigor pasado y mi aspereza
con
que reprenderos la terneza
de
vuestro blando corazón solía.
Agora
me castigo cada día
de
tal salvatiquez y tal torpeza:
mas
es a tiempo que de mi bajeza
correrme
y castigarme bien podría.
Sabed
que en mi perfecta edad y armado,
con
mis ojos abiertos me he rendido
al
niño que sabéis, ciego y desnudo.
De
tan hermoso fuego consumido
nunca
fue corazón: si preguntado
soy
lo demás, en lo demás soy mudo.
SONETO
COMO LA TIERNA MADRE
Como
la tierna madre, que el doliente
hijo
le está con lágrimas pidiendo
alguna
cosa, de la cual comiendo,
sabe
que ha de doblarse el mal que siente.
Y
aquel piadoso amor no lo consiente
que
considere el daño que haciendo
lo
que le pide hace, va corriendo,
aplaca
el llanto, y dobla el accidente,
así
a mi enfermo y loco pensamiento,
que
en su daño os me pide, yo querría
quitar
este mortal mantenimiento.
Mas
pídemelo, y llora cada día
tanto,
que cuanto quiere le consiento,
olvidando
su muerte, y aun la mía.
SONETO
CON ANSIA EXTREMA
Con
ansia extrema de mirar que tiene
vuestro
pecho escondido allá en su centro,
y
ver si a lo de fuera lo de dentro
en
apariencia y ser igual conviene,
en
él puse la vista: mas detiene
de
vuestra hermosura el duro encuentro
mis
ojos, y no pasan tan adentro
que
miren lo que el alma en sí contiene.
Y
así se quedan tristes en la puerta
hecha
por mi dolor con esa mano
que
aun a su mismo pecho no perdona;
donde
vi claro mi esperanza muerta.
y
el golpe que os hizo amor en vano
"non
esservi passato oltra la gonna."
CANCION III
Con manso ruido
de agua corriente y clara,
cerca
del Danubio una isla, que pudiera
ser lugar escogido
para que descansara
quien
como yo estoy agora, no estuviera,,
do siempre primavera
parece en la verdura
sembrada de las flores:
hacen los ruiseñores
renovar
el placer o la tristura
con sus blandas querellas
que
nunca día ni noche cesan de ellas.
Aquí estuve yo puesto,
o por mejor decillo,
preso,
forzado y solo en tierra ajena:
bien pueden hacer esto
en quien puede sufrillo
y
en quien él a sí mismo se condena.
Tengo sola una pena,
si muero desterrado
y en tanta desventura,
que piensen por ventura
que
juntos tantos males me han llevado;
y
sé yo bien que muero
por
solo aquello que morir espero.
El cuerpo está en poder
y en manos de quien puede
hacer
a su placer lo que quisiere:
más no podrá hacer
que mal librado quede,
mientras
de mi otra prenda no tuviere.
Cuando ya el mal viniere,
y la postrera suerte,
aquí me ha de hallar.
en el mismo lugar,
que
otra cosa más dura que la muerte
me halla y ha hallado;
y
esto sabe muy bien quien lo ha probado
No es necesario agora
hablar más sin provecho,
que
es mi necesidad muy apretada;
pues ha sido en un hora
todo aquello deshecho
en
que toda mi vida fue gastada.
¿Y al fin de tal jornada
presumen espantarme?
Sepan que ya no puedo
morir sino sin miedo:
que
aun nunca que temer quiso dejarme
la desventura mía,
que
el bien y el miedo me quitó en un día.
Danubio, río divino,
que por fieras naciones
vas
con tus claras ondas discurriendo,
pues no hay otro camino
por donde mis razones
vayan
fuera de aquí, sino corriendo
por tus aguas y siendo
en ellas anegadas,
si en tierra tan ajena
en la desierta arena
fueren
de alguno acaso en fin halladas,
entiérrelas, siquiera
porque
su error se acabe en tu ribera.
Aunque en el agua mueras,
canción, no has de quejarte:
que
yo he mirado bien lo que te toca.
Menos vida tuvieras
si hubieras de igualarte
con
otras que se me han muerto en la boca.
Quien tiene culpa de esto,
allá
lo entenderás de mí muy presto.
SONETO CON TAL FUERZA
Con
tal fuerza y vigor son concertados
para
mi perdición los duros vientos,
que
cortaron mis tiernos pensamientos
luego
que sobre mí fueron mostrados.
El
mal es que me quedan los cuidados
en
salvo de estos acontecimientos,
que
son duros, y tienen fundamentos
en
todos mis sentidos bien echados.
Aunque
por otra parte no me duelo,
ya
que el bien me dejó con su partida,
del
grave mal que en mí está de contino;
antes
con él me abrazo y me consuelo;
porque
en proceso de tan dura vida
atajaré
la guerra del camino.
SONETO CUANDO ME PARO
Cuando
me paro a contemplar mi estado,
y
a ver los pasos por do me ha traído,
hallo,
según por do anduve perdido,
que
a mayor mal pudiera haber llegado:
mas
cuando del camino estoy olvidado,
a
tanto mal no sé por do he venido:
sé
que me acabo, y mas he yo sentido
ver
acabar conmigo mi cuidado.
Yo
acabaré, que me entregué sin arte
a
quien sabrá perderme y acabarme,
si
ella quisiere, y aun sabrá querello:
que
pues mi voluntad puede matarme,
la
suya, que no es tanto de mi parte,
pudiendo,
¿qué hará sino hacello?
COPLA I
HABIÉNDOSE CASADO SU DAMA
Culpa
debe ser quereros,
según
lo que en mí hacéis:
mas
allá lo pagaréis,
do
no sabrán conoceros,
por
mal que me conocéis.
Por
quereros, ser perdido
pensaba,
que no culpado;
mas
que todo lo haya sido
así
me lo habéis mostrado,
que
lo tengo bien sabido.
¡Quién
pudiese no quereros
tanto
como vos sabéis,
por
holgarme que paguéis
lo
que no han de conoceros
con
lo que no conocéis!
SONETO DE AQUELLA VISTA
De
aquella vista buena y excelente
salen
espíritus vivos y encendidos,
y
siendo por mis ojos recibidos,
me
pasan hasta donde el mal se siente.
Encuéntranse
el camino fácilmente,
con
los míos, que, de tal calor movidos,
salen
fuera de mí como perdidos,
llamados
de aquel bien que está presente.
Ausente
en mí, memoria la imagino;
mis
espíritus, pensando que la vían,
se
mueven y se encienden sin medida;
mas
no hallando fácil el camino,
que
los suyos entrando detenía,
revientan
por salir do no hay salida.
SONETO DENTRO DE MI ALMA
Dentro
de mi alma fue de mi engendrado
un
dulce amor, y de mi sentimiento
tan
aprobado fue su nacimiento
como
de un solo hijo deseado;
mas
luego de él nació quien ha estragado
del
todo el amoroso pensamiento:
que
en áspero rigor y en gran tormento
los
primeros deleites ha trocado.
¡Oh
crudo nieto, que das vida al padre,
y
matas al abuelo! ¿por qué creces
tan
disconforme a aquel de que has nacido?
¡Oh,
celoso temor! ¿a quién pareces?
¡que
la envidia, tu propia y fiera madre,
se
espanta en ver el monstruo que ha parido!
SONETO ECHADO ESTA POR TIERRA
Echado
está por tierra el fundamento
que
mi vivir cansado sostenía.
¡Oh
cuánto bien se acaba en solo un día!
¡Oh
cuántas esperanzas lleva el viento!
¡Oh
cuán ocioso está mi pensamiento
cuando
se ocupa en bien de cosa mía!
A
mi esperanza, así como a baldía,
mil
veces la castiga mi tormento.
Las
más veces me entrego, otras resisto
con
tal furor, con una fuerza nueva,
que
un monte puesto encima rompería.
Aqueste
es el deseo que me lleva,
a
que desee tomar a ver un día
a
quien fuera mejor nunca haber visto.
EGLOGA I
Al Virrey de Nápoles
SALICIO. NEMOROSO
El dulce lamentar de dos pastores,
Salicio
juntamente y Nemoroso
he
de cantar, sus quejas imitando;
cuyas
ovejas al cantar sabroso
estaban
muy atentas, los amores,
de
pacer olvidadas, escuchando,
tú que ganaste obrando
un nombre en todo el mundo
y un grado sin segundo,
agora
estés atento sólo y dado
al
ínclito gobierno del Estado,
Albano,
agora vuelto a la otra parte,
resplandeciente, armado,
representando
en tierra el fiero Marte:
agora de cuidados enojosos
y
de negocios libre, por ventura
andes
a caza el monte fatigando
en
ardiente jinete, que apresura
el
curso tras los ciervos temerosos,
que
en vano su morir van dilatando;
espera que en tornando
a ser restituido
al ocio ya perdido,
luego
verás ejercitar mi pluma
por
la infinita innumerable suma
de
tus virtudes y famosas obras:
antes que me consuma,
faltando
a ti, que a todo el mundo sobras.
En tanto que este tiempo que adivino
viene
a sacarme de la deuda un día
que
se debe a tu fama y a tu gloria;
que
es deuda general no sólo mía,
mas
de cualquier ingenio peregrino
que
celebra lo digno de memoria;
el árbol de victoria
que ciñe estrechamente
tu gloriosa frente,
dé
lugar a la yedra que se planta
debajo
de tu sombra, y se levanta
poco
a poco arrimada a tus loores;
y en cuanto esto se canta,
escucha
tú el cantar de mis pastores.
Saliendo de las ondas encendido
rayaba
de los montes el altura
el
sol, cuando Salicio, recostado
al
pie de una alta haya en la verdura,
por
donde una agua clara con sonido
atravesaba
el fresco y verde prado,
él, con canto acordado
al rumor que sonaba,
del agua que pasaba,
se
quejaba tan dulce y blandamente
como
si no estuviera de allí ausente
la
que de su dolor culpa tenía;
y así como presente
razonando
con ella le decía:
SALICIO
¡Oh más dura que mármol a mis quejas,
y
al encendido fuego en que me quemo
mas
helada que nieve, Galatea!
Estoy
muriendo, y aun la vida temo,,
témola
con razón, pues tú me dejas:
que
no hay, sin ti, el vivir para qué sea.
Vergüenza he que me vea
ninguno en tal estado,
de ti desamparado,
y
de mí mismo yo me corro agora.
¿De
un alma te desdeñas ser señora,
donde
siempre moraste, no pudiendo
de ella salir un hora?
Salid
sin duelo, lágrimas, corriendo.
El sol tiende los rayos de su lumbre
por
montes y por valles, despertando
las
aves y animales y la gente;
cual
por el aire claro va volando,
cuál
por el verde valle o alta cumbre
paciendo
va segura y libremente,
cuál con el sol presente,
va de nuevo al oficio,
y al usado ejercicio
do
su natura o menester le inclina:
siempre
está en llanto esta ánima mezquina,
cuando
la sombra el mundo va cubriendo
o la luz se avecina.
Salid
sin duelo, lágrimas corriendo.
Y tú, desta mi vida ya olvidada,
sin
mostrar un pequeño sentimiento
de
que por ti Salicio triste muera,
¿dejas
llevar, desconocida, al viento
el
amor y la fe, que ser guardada
eternamente
sólo a mí debiera?
¡Oh Dios! ¿Por qué siquiera,
pues ves desde tu altura
esta falsa perjura
causar
la muerte de un estrecho amigo,
no
recibe del cielo algún castigo?
Si
en pago del amor yo estoy muriendo
¿qué hará el enemigo?
Salid
sin duelo, lágrimas, corriendo.
Por ti el silencio de la selva umbrosa,
por
ti la esquividad y apartamiento
del
solitario monte me agradaba:
por
ti la verde hierba el fresco viento,
el
blanco lirio y colorada rosa
y
dulce primavera deseaba.
¡Ay, cuánto me engañaba!
¡ay, cuán diferente era
y cuán de otra manera
lo
que en tu falso pecho se escondía!
Bien
claro con su voz me lo decia
la
siniestra corneja repitiendo
la desventura mia.
Salid
sin duelo, lágrimas, corriendo.
¡Cuántas veces durmiendo en la floresta
(reputándolo
yo por desvarío)
vi
mi mal entre sueños, desdichado!
Soñaba
que en el tiempo del estio
llevaba
por pasar allí la siesta,
a
beber en el Tajo mi ganado:
y después de llegado,
sin saber de cuál arte,
por desusada parte
y
por nuevo camino el agua se iba:
ardiendo
yo con la calor estiva,
el
curso enajenado iba siguiendo
del agua fugitiva.
Salid
sin duelo, lágrimas, corriendo.
Tu dulce habla ¿en cuya oreja suena?
Tus
claros ojos ¿a quién los volviste?
¿Por
quién tan sin respeto me trocaste?
Tu
quebrantada fe ¿dó la pusiste?
¿Cuál
es el cuello que, como en cadena,
de
tus hermosos brazos anudaste!
No hay corazón que baste,
aunque fuese de piedra,
viendo mi amada yedra,
de
mi arrancada, en otro muro asida,
y
mi parra en otro olmo entretejida.
que
no se esté con llanto deshaciendo
hasta acabar la vida.
Salid
sin duelo, lágrimas, corriendo.
¿Qué no se esperará de aquí adelante,
por
difícil que sea y por incierto?
¿O
qué discordia no será juntada?
Y
juntamente ¿qué tendrá por cierto,
o
qué de hoy más no temerá el amante,
siendo
a todo materia por ti dada?
Cuando tú enajenada
de mí, cuitado, fuiste,
notable causa diste
y
ejemplo a todos cuantos cubre el cielo,
que
el más seguro tema con recelo
perder
lo que estuviera poseyendo.
Salid fuera sin duelo,
salid
sin duelo, lágrimas corriendo.
Materia diste al mundo de esperanza
de
alcanzar lo imposible y no pensado,
y
de hacer juntar lo diferente,
dando
a quien diste el corazón malvado,
quitándolo
de mí con tal mudanza,
que
siempre sonará de gente en gente.
La
cordera paciente
con
el lobo hambriento
hará
su ayuntamiento,
y
con las simples aves sin ruido
harán
las bravas sierpes ya su nido:
que
mayor diferencia comprendo
de
ti al que has escogido.
Salid
sin duelo, lágrimas, corriendo.
Siempre
de nueva leche en el verano,
y
en el invierno abundo: en mi majada
la
manteca y el queso está sobrado;
de
mi cantar, pues, yo te vi agradada,
tanto,
que no pudiera el mantuano
Titiro
ser de ti más alabado.
No
soy, pues, bien mirado
tan
disforme ni feo;
que
aún agora me veo
en
esta agua que corre clara y pura,
y
cierto no trocara mi figura
con
ese que de mi se está riendo:
¡trocara
mi ventura!
Salid
sin duelo, lágrimas, corriendo.
¿Cómo
te vine en tanto menosprecio?
¿Como
te fui tan presto aborrecible?
¿Cómo
te faltó en mí el conocimiento?
Si
no tuvieras condición terrible,
siempre
fuera tenido de ti en precio,
y
no viera de ti este apartamiento.
No
sabes, que sin cuento
buscan
en el estío
mis
ovejas el frío
de
la sierra de Cuenca, y el gobierno
del
abrigado Extremo en el invierno?
Mas
¡qué vale el tener, si derritiendo
me
estoy en llanto eterno!
Salid
sin duelo, lágrimas, corriendo.
Con
mi llorar las piedras enternecen
natural
dureza y la quebrantan;
los
árboles parecen que se inclinan;
las
aves que me escuchan cuando cantan,
con
diferente voz se condolecen,
y
mi morir cantando me adivinan.
Las
fieras que reclinan
su
cuerpo fatigado.
dejan
el sosegado
sueño
por escuchar mi llanto triste.
Tú
sola contra mi te endureciste,
los
ojos aun siquiera no volviendo
a
lo que tú hiciste.
Salid
sin duelo, lágrimas, corriendo.
Mas
ya que a socorrerme aquí no vienes,
no
dejes el lugar que tanto amaste
que
bien podrá venir de mi segura,
yo
dejaré el lugar do me dejaste;
ven,
si por sólo esto te detienes.
Ves
aquí un prado lleno de verdura,
ves
aquí una espesura.
ves
aquí una agua clara,
en
otro tiempo cara,
a
quien de ti con lágrimas me quejo.
Quizá
aquí hallarás, pues yo me alejo,
al
que todo mi bien quitarme puede;
que
pues el bien le dejo
no
es mucho que el lugar también le quede.
Aquí
dio fin a su cantar Salicio
y
suspirando en el postrero acento,
soltó
de llanto una profunda vena.
Queriendo
el monte al grave sentimiento
de
aquel dolor en algo ser propicio,
con
la pesada voz retumba y suena.
La
blanca Fílomena,
casi
como dolida,
y
a compasión movida,
dulcemente
responde al son lloroso.
Lo
que cantó tras esto Nemoroso
decidlo
vos Piérides; que tanto
no
puedo yo, ni oso,
que
siento enflaquecer mi débil canto.
NEMOROSO
Corrientes
aguas, puras, cristalinas;
árboles
que os estáis mirando en ellas;
verde
prado de fresca sombra lleno;
aves
que aquí sembráis vuestras querellas:
yedra
que por los árboles caminas
torciendo
el paso por su verde seno:
yo
me vi tan ajeno
del
grave mal que siento,
que
de puro contento
con
vuestra soledad me recreaba,
donde
con dulce sueño reposaba,
o
con el pensamiento discurría
por
donde no hallaba
sino
memorias llenas de alegría.
Y
en este mismo valle, donde agora
me
entristezco y me canso, en el reposo
estuve
ya contento y descansado.
¡Oh
bien caduco, vano y presuroso!
Acuérdate
durmiendo aquí algún hora,
que
despertando, a Elisa vi a mi lado.
¡Oh
miserable hado!
¡Oh
tela delicada,
antes
de tiempo dada
a
los agudos filos de la muerte!
Más
convenible fuera aquesta suerte
a
los cansados años de mi vida,
que
es más que el hierro fuerte,
pues
no la ha quebrantado tu partida.
¿Do
están agora aquellos claros ojos,
que
llevaban tras sí como colgada,
mi
alma doquier que ellos se volvían?
¿Do
está la blanca mano delicada,
llena
de vencimientos y despojos
que
de mí mis sentidos le ofrecían?
Los
cabellos que veían
con
gran desprecio el oro,
como
a menor tesoro,
¿adónde
están? ¿adónde el blanco pecho?
¿Do
la colunma que el dorado techo
con
presunción graciosa sostenía?
Aquesto
todo agora ya se encierra,
por
desventura mía,
en
la fría, desierta y dura tierra.
¿Quién
me dijera, Elisa, vida mía,
cuando
en aqueste valle al fresco viento
andábamos
cogiendo tiernas flores,
que
habla de ver con largo apartamiento
venir
el triste y solitario día
que
diese amargo fin a mis amores?
El
cielo en mis dolores
cargó
la mano tanto,
que
a sempiterno llanto
y
a triste soledad me ha condenado;
y
lo que siento más es verme atado
a
la pesada vida y enojosa,
solo,
desamparado,
ciego
sin lumbre en cárcel tenebrosa.
Después
que nos dejaste nunca pace
en
hartura el ganado ya, ni acude
el
campo al labrador con mano llena.
No
hay bien que en mal no se convierta y mude:
la
mala hierba al trigo ahoga, y nace
en
lugar suyo la infelice avena,
la
tierra que de buena
gana
nos producía
flores
con que solía
quitar
en solo verlas mis enojos,
produce
agora en cambio estos abrojos,
ya
de rigor de espinas intratable;
yo
hago con mis
ojos
crecer, llorando, el fruto miserable.
Como
al partir del sol la sombra crece,
y
en cayendo su rayo se levanta
la
negra oscuridad que el mundo cubre,
de
do viene el temor que nos espanta,
y
la medrosa forma en que se ofrece
aquello
que la noche nos encubre,
hasta
que el sol descubre;
su
luz pura y hermosa;
tal
es la tenebrosa
noche
de tu partir en que he quedado
de
sombra y de temor atormentado,
basta
que muerte el tiempo determine
que
a ver el deseado
sol
de tu clara vista me encamine.
Cual
suele el ruiseñor con triste canto
quejarse
entre las hojas escondido,
del
duro labrador, que cautamente
le
despojó su caro y dulce nido
de
los tiernos hijuelos, entre tanto
que
del amado ramo estaba ausente,
y
aquel dolor que siente,
con
diferencia tanta
por
la dulce garganta
despide,
y a su canto el aire suena,
y
la callada noche no refrena
su
lamentable oficio y sus querellas.
trayendo
de su pena
al
cielo por testigo y las estrellas,
De
esta manera suelto yo la rienda
a
mi dolor, y así me quejo en vano
de
la dureza de la muerte airada.
Ella
en mi corazón metió la mano,
y
de allí me llevó mi dulce prenda:
que
aquel era su nido y su morada.
¡Ay
muerte arrebatada!
por
ti me estoy quejando
al
cielo, y enojando
con
importuno llanto al mundo todo:
Tan
desigual dolor no sufre modo.
No
me podrán quitar el dolorido
sentir,
si ya del todo
primero
no me quitan el sentido.
Tengo
una parte aquí de tus cabellos,
Elisa,
envueltos en un blanco paño,
que
nunca de mi seno se me apartan;
descójolos,
y de un dolor tamaño
enternecerme
siento, que sobre ellos
nunca
mis ojos de llorar se hartan.
Sin
que de allí se partan,
con
suspiros calientes,
más
que la llama ardientes,
los
enjugo del llanto, y de consumo
casi
los paso y cuento uno a uno;
juntándolos,
con un cordón los ato.
Tras
esto el importuno
dolor
me deja descansar un rato.
Mas
luego a la memoria se me ofrece
aquella
noche tenebrosa, oscura,
que
tanto aflige esta ánima mezquina
con
la memoria de mi desventura.
Verte
presente agora me parece
en
aquel duro trance de Lucina,
y
aquella voz divina,
con
cuyos son y acentos
a
los airados vientos
pudieras
amansar, que agora es muda,
me
parece que oigo que a la cruda,
inexorable
Diosa demandabas
en
aquel paso ayuda:
y
tú, rústica Diosa, ¿dónde estabas?
¿Ibate
tanto en perseguir las fieras?
¿Ibate
tanto en un pastor dormido?
¿Cosa
pudo bastar a tal crueza,
que
conmovida a compasión, oído
a
los votos y lágrimas no dieras,
por
no ver hecha tierra tal belleza,
o
no ver la tristeza
en
que tu Nemoroso
queda,
que su resposo
era
seguir su oficio, persiguiendo
las
fieras por los montes, y ofreciendo
a
tus sagradas aras los despojos?
¿Y
tú, ingrata, riendo,
dejas
morir mi bien ante mis ojos?
Divina
Elisa pues agora el cielo
con
inmortales pies pisas y mides,
y
su mudanza ves, estando queda,
¿por
qué de mí te olvida, y no pides
que
se apresure el tiempo en que este velo
rompa
del cuerpo, y verme libre pueda,
y
en la tercera rueda
contigo
mano a mano
busquemos
otro llano,
busquemos
otros montes y otros ríos,
otros
valles floridos y sombríos,
donde
descanse, y siempre pueda verte
ante
los ojos míos,
sin
miedo y sobresalto de perderte?
Nunca
pusieran fin al triste lloro
los
pastores ni fueran acabadas
las
canciones que sólo el monte oía,
si
mirando las nubes coloradas,
al
trasmontar del sol bordadas de oro,
no
vieran que era ya pasado el día.
La
sombra se veía
venir
corriendo apriesa
ya
por la falda espesa
del
altísimo monte, y recordando
ambos
como de sueño, y acabando
el
fugitivo sol de luz escaso
su
ganado llevando,
se
fueron recogiendo paso a paso.
SONETO A VUESTRAS MANOS
En
fin, a vuestras manos he venido,
do
sé que he de morir tan apretado,
que
aun aliviar con quejas mi cuidado,
como
remedio, me es ya defendido.
Mi
vida no sé en qué se ha sostenido,
si
no es en haber sido yo guardado
para
que sólo en mí fuese probado
cuanto
corta la espada en un rendido.
Mis
lágrimas han sido derramadas
donde
la sequedad y la aspereza
dieron
mal fruto de ellas y mi suerte.
Basten
las que por vos tengo lloradas,
no
os venguéis más de mí con mi flaqueza;
allá
os vengad, señora, con mi muerte.
SONETO DE ROSA Y AZUCENA
En
tanto que de rosa y azucena
se
muestra la color en vuestro gesto,
y
que vuestro mirar ardiente, honesto,
enciende
el corazón y lo refrena;
y
en tanto que el cabello, que en la vena
del
oro se encogió, con vuelo presto
por
el hermoso cuello blanco, enhiesto,
el
viento mueve, esparce y desordena;
coged
de vuestra alegre primavera
el
dulce fruto, antes que el tiempo airado
cubra
de nieve la hermosa cumbre.
Marchitará
la rosa el viento helado.
todo
lo mudará la edad ligera,
por
no hacer mudanza en su costumbre.
SONETO ESCRITO ESTA EN MI ALMA
Escrito
está en mi alma vuestro gesto,
y
cuanto yo escribir de vos deseo;
vos
sola lo escribisteis, yo lo leo
tan
solo, que aun de vos me guardo en esto.
En
esto estoy y estaré siempre puesto;
que
aunque no cabe en mí cuanto en vos veo,
de
tanto bien lo que no entiendo creo,
tomando
ya la fe por presupuesto.
Yo
no nací sino para quereros;
mi
alma os ha cortado a su medida;
por
hábito del alma mismo os quiero.
Cuando
tengo confieso yo deberos;
por
vos nací, por vos tengo la vida,
por
vos he de morir, y por vos muero.
SONETO EN LAGRIMAS BAÑADO
Estoy
continuo en lágrimas bañado,
rompiendo
el aire siempre con suspiros;
y
más me duele nunca osar deciros
que
he llegado por vos a tal estado;
que
viéndome do estoy, y lo que he andado
por
el camino estrecho de seguiros,
si
me quiero tornar para huiros,
desmayo
viendo atrás lo que he dejado;
si
a subir pruebo en la dificil cumbre,
a
cada paso espántanme en la vía,
ejemplos
tristes de los que han caido.
Y
sobre todo fáltame la lumbre
de
la esperanza, con que andar solía
por
la oscura región de vuestro olvido.
SONETO GRACIAS AL CIELO
Gracias
al cielo doy que ya del cuello
del
todo el grave yugo he sacudido,
y
que del viento el mar embravecido
veré
desde la tierra sin temello.
Veré
colgada de un sutil cabello
la
vida del amante embebecido
en
su error, y en su engaño adormecido,
sordo
a las voces que le avisan de ello.
Alegrárame
el mal de los mortales;
mas
no es mi corazón tan inhumano
en
aqueste mi error, como parece,
porque
yo huelgo, como huelga el sano,
no
de ver a los otros en los males,
sino
de ver que de ellos él carece.
CANCION IV
La aspereza de mis males quiero
que
se muestre también en mis razones,
como
ya en los efectos se ha mostrado.
Lloraré
de mi mal las ocasiones,
sabrá
el mundo la causa por que muero,
y
moriré a lo menos confesado.
Pues
soy por los cabellos arrastrado
de
un tan desatinado pensamiento,
que
por agudas peñas peligrosas,
por matas espinosas,
corre
con ligereza más que el viento,
bañando
de mi sangre la carrera:
y
para más despacio atormentarme,
llévame
alguna vez por entre flores,
a
do de mis tormentos y dolores
descanso,
y de ellos vengo a no acordarme:
mas
él a más descanso no me espera;
antes,
como me ve de esta manera,
con
un nuevo furor y desatino
torna
a seguir el áspero camino.
No vine por mis pies a tantos daños;
fuerzas
de mi destino me trajeron,
y
a la que me atormenta me entregaron.
Mi
razón y juicio bien creyeron
guardarme,
como en los pasados años
de
otros graves peligros me guardaron;
mas
cuando los pasados compararon
con
los que venir vieron, no sabían
lo
que hacer de sí ni do meterse;
que luego empezó a verse
la
fuerza y el rigor con que venían.
Mas
de pura vergúenza constreñida,
con
tardo paso y corazón medroso
al
fin ya mi razón salió al camino.
Cuanto
era el enemigo más vecino,
tanto
más el recelo temeroso
le
mostraba el peligro de su vida,
pensar
en el temor de ser vencida.
La
sangre alguna vez le calentaba,
mas
el mismo temor se la enfriaba.
Estaba yo a mirar, y peleando
en
mi defensa mi razón estaba
cansada,
y en mil partes ya herida;
y
sin ver yo quién dentro me incitaba,
ni
saber cómo, estaba deseando
que
allí quedase mi razón vencida.
Nunca
en todo el proceso de mi vida
cosa
se me cumplió que desease
tan
presto como aquesta: que a la hora
se rindió la señora,
al
siervo consintió que gobernase
y
usase de la ley del vencimiento.
Entonces
yo sentíme salteado
de
una vergüenza libre y generosa;
corríme
gravemente que una cosa
tan
sin razón hubiese así pasado.
Luego
siguió el dolor al corrimiento
de
ver mi reino en mano de quien cuento
que
me da vida y muerte cada día,
y
es la más moderada tiranía.
Los ojos, cuya lumbre bien pudiera
tomar
clara la noche tenebrosa,
y
oscurecer el sol a mediodía,
me
convirtieron luego en otra cosa.
En
volviéndome a mi la vez primera
con
la calor del rayo que salía
de
su vista, que en mí se difundía,
y
de mis ojos la abundante vena
de
lágrimas, al sol que me inflamaba,
no menos ayudaba
a
hacer mi natura en todo ajena
de
lo que era primero. Corromperse
sentí
el sosiego y libertad pasada,
y
el mal de que muriendo estoy, engendrarse.
y
en tierra sus raíces ahondarse
tanto
cuanto su cima levantada
sobre
cualquier altura hace verse.
El
fruto que de aquí suele cogerse,
mil
es amargo, alguna vez sabroso:
más
mortífero siempre y ponzoñoso.
De mí agora huyendo, voy buscando
a
quien huye de mí como enemiga:
que
al un error añado el otro yerro,
y
en medio del trabajo y la fatiga
estoy
cantando yo, y está sonando
de
mis atados pies el grave hierro;
mas
poco dura el canto si me encierro
acá
dentro de mí, porque allí veo
un
campo lleno de desconfianza.
Muéstrame la esperanza
de
lejos su vestido y su meneo;
mas
ver su rostro nunca me consiente.
Torno
a llorar mis daños, porque entiendo
que
es un crudo linaje de tormento
para
matar aquel que está sediento,
mostrarle
el agua por que está muriendo;
de
la cual el cuitado juntamente
la
claridad contempla, el ruido siente;
mas
cuando llega ya para bebella,
gran
espacio se halla lejos de ella.
De los cabellos de oro fue tejida
la
red que fabricó mi sentimiento,
do
mi razón revuelta y enredada
con
gran vergüenza suya y corrimiento,
sujeta
al apetito y sentida.
en
público y adulterio fue tomada,
del
cielo y de la tierra contemplada.
Mas
ya no es tiempo de mirar yo en esto,
pues
no tengo con qué considerallo,
y en tal punto me hallo,
que
estoy sin armas en el campo puesto,
y
el paso ya cerrado y la huida.
¿Quién
no se espantará de lo que digo?
Que
es cierto que he venido a tal extremo,
que
del grave dolor que huyo y temo,
me
hallo algunas veces tan amigo,
que
en medio de él, si vuelvo a ver la vida
de
libertad, la juzgo por perdida,
y
maldigo las horas y momentos
gastadas
mal en libres pensamientos.
No reina siempre aquesta fantasía,
que
en imaginación tan variable
no
se reposa una hora el pensamiento.
Viene
con un rigor tan intratable
a
tiempos el rigor, que al alma mía
desampara,
huyendo, el sufrimiento,
lo
que dura la furia del tormento.
No
hay parte en mí que no se me trastorne
y
que en tomo de mí no esté llorando;
de nuevo protestando
que
de la vía espantosa atrás me tome.
Esto
ya por razón no va fundado,
ni
le dan parte de ello a mi juicio,
que
este discurso todo es ya perdido;
mas
es en tanto daño del sentido
este
dolor, y en tanto perjuicio,
que
todo lo sensible atormentado,
del
bien, si alguno tuvo, ya olvidado
está
de todo punto y sólo siente
la
furia y el rigor del mal presente.
En medio de la fuerza del tormento
una
sombra de bien se me presenta,
do
el fiero ardor un poco se mitiga.
Figúraseme
cierto a mí que sienta
alguna
parte de lo que yo siento
aquella
tan amada mi enemiga.
Es
tan incomportable la fatiga,
que
si con algo yo no me engañase
para
poder llevarla, moriría:
y así me acabarla
sin
que de mí en el mundo se hablase.
Así
que, del estado más perdido
saco
algún bien, mas luego en mí la suerte
trueca
y revuelve el orden; que algún hora,
si
el mal acaso un poco en mi mejora,
aquel
descanso luego se convierte
en
un temor que me ha puesto en olvido
aquella
por quien sola me he perdido.
Así
del bien que un rato satisface,
nace
el dolor que el alma me deshace.
Canción,
si quien te viere se espantare
de
la inestabilidad y ligereza
y
revuelta el vago pensamiento,
estable,
grave y firme es el tormento
le
di, que es causa; cuya fortaleza
es
tal, que en cualquier parte que tocare,
la
hará revolver hasta que pare
en
aquel fin de lo terrible y fuerte,
que
todo el mundo afirma que es la muerte.
SONETO LA MAR EN MEDIO
La
mar en medio y tierras he dejado
de
cuanto bien, cuitado, yo tenía;
y
yéndome alejando cada día,
gentes,
costumbres, lenguas he pasado.
Ya
de volver estoy desconfiado;
pienso
remedios en mi fantasía;
y
el que más cierto espero es aquel día
que
acabará la vida y el cuidado.
De
cualquier mal pudiera socorrerme
con
veros yo, señora, o esperallo,
si
esperallo pudiera sin perdello.
Mas
no de veros ya para valerme,
si
no es morir, ningún remedio hallo,
y
si éste lo es, tampoco podré habello.
CANCION II
La
soledad siguiendo,
rendido
a mi fortuna,
me
voy por los caminos que se ofrecen,
por
ellos esparciendo
mil
quejas de una en una
al
viento, que las lleva do perecen,
puesto
que no merecen
ser
de vos escuchadas,
pues
son tan bien vertidas,
he
lástima de ver que van perdidas
por
donde suelen ir las remediadas.
A
mí se han de tomar,
a
donde para siempre habrán de estar.
Mas
¿qué haré, señora,
en
tanta desventura?
¿A
dónde iré, si a vos no voy con ella?
¿De
quién podré yo agora
valerme
en mi tristura,
si
en vos no halla abrigo mi querella?
Vos
sola sois aquella
con
quien mi voluntad
recibe
tal engaño,
que
viéndoos holgar siempre con mi daño,
me
quejo a vos, como si en la verdad
vuestra
condición fuerte
tuviese
alguna cuenta con mi muerte.
Los
árboles presento
entre
las duras peñas
por
testigos de cuanto os he encubierto;
de
lo que entre ellos cuento
podrán
dar buenas señas,
si
señas pueden dar del desconcierto.
Mas
¿quién tendrá concierto
en
contra el dolor,
que
es de orden enemigo?
No
me den pena, no, porque lo digo;
que
ya no me refrenará el temor,
¡Quién
pudiese hartarse
de
no esperar remedio y de quejarse!
Mas
esto me es vedado
con
unas obras tales
con
que nunca fue a nadie defendido;
que
si otros han dejado
de
publicar sus males,
llorando
el mal estado a que han venido,
señora,
no habrá sido
sino
con mejoría
y
alivio en su tormento;
mas
ha venido en mí a ser lo que siento
de
tal arte, que ya en mi fantasía
no
cabe; y así quedo
sufriendo
aquello que decir no puedo.
Si
por ventura extiendo
alguna
vez mis ojos
por
el proceso luengo de mis daños,
con
lo que me defiendo
de
tan grandes enojos,
solamente
es allí con mis engaños;
mas
vuestros desengaños
vencen
mi desvarío
Sin
yo poder dar otras recompensas,
sino
que, siendo vuestro más que mío,
quise
perderme así,
por
vengarme de vos, señora, en mí.
Canción,
yo he dicho más que me mandaron,
y
menos que pensé;
no me pregunten más, que lo diré.
SONETO POR DO EL DOLOR LA GUIA
Mi
lengua va por do el dolor la guía;
ya
yo con mi dolor sin guía camino;
entrambos
hemos de ir, con puro tino;
cada
uno a parar do no querría;
yo,
porque voy sin otra compañía,
sino
la que me hace el desatino,
ella,
porque la lleve aquel que vino
a
hacerla decir más que quería.
Y
es para mí la ley tan desigual,
que
aunque inocencia siempre en mí conoce,
siempre
yo pago el yerro ajeno y mío.
¿Qué
culpa tengo yo del desvarío
de
mi lengua, si estoy en tanto mal,
que el sufrimiento ya me desconoce?
COPLA VIII VILLANCICO
Nadie
puede ser dichoso,
señora,
ni desdichado,
sino
que os haya mirado.
Porque
la gloria de veros
en
ese punto se quita
que
se piensa mereceros.
Así
que, sin conoceros,
nadie
puede ser dichoso,
señora,
ni desdichado,
sino
que os haya mirado.
SONETO
A
la sepultura de Don Femando de Guzmán, su hermano,
que murió de pestilencia a los veinte años de
su
edad, estando en el ejército de nuestro César contra
los franceses en Nápoles.
No
las francesas armas odiosas,
en
contra puestas del airado pecho,
ni
en los guardados muros con pertrecho
los
tiros y saetas ponzoñosas;
no
las escaramuzas peligrosas,
ni
aquel fiero ruido contrahecho
de
aquel que para Júpiter fue hecho,
por
manos de Vulcano artificiosas,
pudieron,
aunque yo más me ofrecía
a
los peligros de la dura guerra,
quitar
una hora sola de mi hado.
Mas
infición del aire en sólo un día
me
quitó el mundo, y me ha en ti sepultado,
Parténope,
tan lejos de mi tierra.
SONETO NO PIERDA MAS
No
pierda más quien ha tanto perdido,
bástete,
amor, lo que por ti he pasado;
válgame
agora nunca haber probado
a
defenderme de lo que has querido.
Tu
templo y sus paredes he vestido
de
mis mojadas ropas, y adornado,
como
acontece a quien ha ya escapado
libre
de la tormenta en que se vido.
Yo
había jurado nunca más meterme,
a
poder mío y mi consentimiento,
en
otro tal peligro, como vano.
Mas
del que viene no podré valerme;
y
en esto no voy contra el juramento;
que
ni es como los otros ni en mi mano.
SONETO DULCES PRENDAS
¡Oh
dulces prendas, por mí mal halladas,
dulces
y alegres cuando Dios quería!
Juntas
estáis en la memoria mía,
y
con ella en mi muerte conjuradas.
¿Quién
me dijera, cuando en las pasadas
horas
en tanto bien por vos me vía,
que
me habiáis de ser en algún día
con
tan grave dolor representadas?
Pues
en una hora junto me llevastes
todo
el bien que por términos me distes,
llevadme
junto el mal que me dejastes.
Si
no, sospecharé que me pusistes
en
tantos bienes, porque deseastes
verme
morir entre memorias tristes.
SONETO PENSANDO EN EL CAMINO
Pensando
que el camino iba derecho,
vine
a parar en tanta desventura,
que
imaginar no puedo, aún con locura,
algo
de que esté un rato satisfecho.
El
ancho campo me parece estrecho,
la
noche clara para mí es oscura;
la
dulce compañía, amarga y dura,
y
duro campo de batalla el lecho.
Del
sueño, si hay alguno, aquella parte
sola,
que es ser imagen de la muerte,
se
aviene con el alma fatigada.
En
fin que como quiera estoy de arte,
que
juzgo ya por hora menos fuerte,
aunque
en ella me vi, la que es pasada.
SONETO POR ASPEROS CAMINOS
Por
ásperos caminos he llegado
a
parte que de miedo no me muevo;
y
si a mudarme o dar un paso pruebo,
y
allí por los cabellos soy tornado.
Mas
tal estoy, que con la muerte al lado
busco
de mi vivir consejo nuevo;
y
conozco lo mejor lo peor apruebo,
y
por costumbre mala o por mi hado.
Por
otra parte, el breve tiempo mío,
y
el errado proceso de mis años,
en
su primer principio y en su medio,
mi
inclinación, con quien ya no porfio,
la
cierta muerte, fin de tantos daños,
me
hacen descuidar de mi remedio.
SONETO SEÑORA MIA
Señora
mía, si de vos yo ausente
en
esta vida duro y no me muero,
paréceme
que ofendo a lo que os quiero,
y
al bien de que gozaba en ser presente.
Tras
éste, luego siento otro accidente,
y
es ver que si de vida desespero,
yo
pierdo cuanto bien viéndoos espero;
y
así estoy en mís males diferente.
En
esta diferencia mis sentidos
combaten
con tan áspera porfia,
que
no sé que hacerme en tal tamaño.
Nunca
entre sí los veo sino reñidos;
de
tal arte pelean noche y día.
que
sólo se conciertan en mi daño.
CANCION I
Si
a la región desierta, inhabitable
por
el hervor del sol demasiado,
y
sequedad de aquella arena ardiente;
o
a la que por el hielo congelado
y
rigorosa nieve es intratable,
del
todo inhabitada de la gente,
por
algún accidente
o
caso de fortuna desastrada,
me
fuésesdes llevada,
y
supiese que allá vuestra dureza
estaba
en su crueza,
allá
os iría a buscar como perdido,
hasta
morir a vuestros pies tendido.
Vuestra
soberbia y condición esquiva
acabe
ya, pues es tan acabada
la
fuerza de en quien ha de ejecutarse.
Mirad
bien que el amor se desagrada
deso,
pues quiere que el amante viva
y
se convierta a do piense salvarse.
El
tiempo ha de pasarse.
y
de mis males arrepentimiento,
confusión
y tormento
sé
que os ha de quedar, y esto recelo;
que
aunque de mí me duelo,
como
en mí vuestros males son de otra arte,
duélenme
en más sensible y tierna parte.
Así
paso la vida, acrecentando
materia
de dolor a mis sentidos,
como
si la que tengo no bastase;
los
cuales para todo están perdidos,
sino
para mostrarne a mi cual ando.
Pluguiese
a Dios que aquesto aprovechase
para
que yo pensase
un
rato en mi remedio, pues os veo
siempre
con un deseo
de
perseguir al triste y al caído:
yo
estoy aquí tendido,
mostrándoos
de mi muerte las señales
y
vos viviendo sólo de mis males.
Si
aquella marillez y los sospiros
salidos
sin licencia de su dueño;
si
aquel hondo silencio no han podido
un
sentimiento grande ni pequeño
mover
en vos, que baste a convertiros
a
siquiera saber que soy nacido,
baste
ya haber sufrido
tanto
tiempo, a pesar de lo que basto;
que
a mí mismo contrasto,
dándome
a entender que mi flaqueza
me
tiene en la tristeza
en
que estoy puesto, y no lo que entiendo;
así
que con flaqueza me defiendo.
Canción,
no has de tener
conmigo
más que ver en malo o bueno:
trátame
como ajeno,
que
no te faltará de quien lo aprendas.
Si
has miedo que me ofendas,
no
quieras hacer más por mi derecho
de
lo que hice yo, que mal me he hecho.
SONETO SI A VUESTRA VOLUNTAD
Si
a vuestra voluntad yo soy de cera,
y
por sol tengo sólo vuestra vista,
la
cual a quien no inflama, o no conquista
con
su mirar, es de sentido fuera;
de
do viene una cosa, que si fuera
menos
veces de mi probada y vista,
según
parece que a razón resista,
a
mi sentido mismo no creyera,
y
es, que yo soy de lejos inflamado
de
vuestra ardiente vista y encendido
tanto,
que en vida me sostengo apenas.
Mas
si de cerca soy acometido
de
vuestros ojos, luego siento helado
cuajárseme
la sangre por las venas.
CANCION V
A la flor de Gnido
Si de mi baja lira
tanto
pudiese el son, que en un momento
aplacase la ira
del animoso viento,
y
la furia del mar y el movimiento;
y en ásperas montañas
con
el suave canto enterneciese
las fieras alimañas,
los árboles moviese,
y
al son confusamente los trajese;
no pienses que cantando
sería
de mí, hermosa flor de Gnido,
el fiero Marte airado,
a muerte convertido,
de
polvo y sangre y de sudor teñido;
ni aquellos capitanes
en
las sublimes ruedas colocados,
por quien los alemanes
el fiero cuello atados,
y
los franceses van domesticados.
Mas solamente aquella
fuerza
de tu beldad sería cantada,
y alguna vez con ella
también sería notada
el
aspereza de que estás armada;
y como por ti sola,
y
por tu gran valor y hermosura,
convertida en viola,
llora su desventura
el
miserable amante en su figura.
Hablo de aquel cautivo.
de
quien tener se debe más cuidado,
que está muriendo vivo,
al remo condenado,
en
la concha de Venus amarrado.
Por ti, como solía,
del
áspero caballo no corrige
la furia y gallardía,
ni con freno le rige,
ni
con vivas espuelas ya le aflige.
Por ti, con diestra mano
no
revuelve la espada presurosa,
y en el dudoso llano
huye la polvorosa
palestra,
como sierpe ponzoñosa.
Por ti, su blanda musa,
en
lugar de la citara sonante
tristes querellas usa,
que con llanto abundante
hace
bañar el rostro amante.
Por ti, el mayor amigo
lo
es importuno, grave y enojos:
yo puedo ser testigo,
que ya del peligroso
naufragio
fui su puerto y su reposo.
Y agora en tal manera
vence
el dolor a la razón perdida.
que ponzoñosa fiera
nunca fue aborrecida
tanto,
como yo de él, ni tan temida.
No fuiste tú engendrada
ni
producida de la dura tierra;
no debe ser notada
que ingratamente yerra
quien
todo el otro error de sí destierra.
Hágase temerosa
el
caso de Anaxérete, y cobarde.
que de ser desdeñosa
se arrepintió muy tarde;
y
así su alma con su mármol arde.
Estábase alegrando
del
mal ajeno el pecho empedernido,
cuando abajo mirando,
del cuerpo muerto vido
del
miserable amante allí tendido.
Y al cuello el lazo atado,
con
que desenlazó de la cadena
el corazón cuitado,
que con su breve pena
compró
la eterna punición ajena.
Sintió allí convertirse
en
piedad amorosa el aspereza.
¡Oh tarde arrepentirse!
¡Oh última terneza!
¿Cómo
te sucedió mayor dureza?
Los ojos se enclavaron
en
el tendido cuerpo que allí vieron,
los huesos se tornaron
más duros y crecieron,
y
en sí toda la carne convirtieron;
las entrañas heladas
tornaron
poco a poco en piedra dura:
por las venas cuitadas
la sangre su figura
iba
desconociendo y su natura;
hasta que finalmente
en
duro mármol vuelta y transformada,
hizo de sí la gente
no tan maravillada,
cuanto
de aquella ingratitud vengada.
No quieras tú, señora,
de
Némesis airada las saetas
probar, por Dios, agora;
baste que tus perfetas
obras
y hermosura a los poetas
den inmortal materia,
sin
que también en verso lamentable
celebren la miseria
de algún caso notable,
que
por ti pase triste y miserable.
SONETO SI PARA REFRENAR ESTE DESEO
Si
para refrenar este deseo
loco,
imposible, vano, temeroso,
y
guarecer de mal tan peligroso,
que
es darme a entender yo lo que no creo.
No
me aprovecha verme cual me veo,
o
muy aventurado o muy medroso,
en
tanta confusión, que ya no oso
fiar
el mal de mi que lo poseo,
¿qué
me ha de aprovechar ver la pintura
de
aquél que con las alas derretidas
cayendo
fama y nombre al mar ha dado,
y
la del que su fuego y su locura
llora
entre aquellas plantas conocidas,
apenas
en el agua resfriado?
SONETO SI QUEJAS Y LAMENTOS
Si
quejas y lamentos pueden tanto,
que
el curso refrenaron de los ríos,
y
en los diversos montes y sombríos
los
árboles movieron con su canto;
si
convirtieron a escuchar su llanto
los
fieros tigres, y peñascos frios;
si,
en fin, con menos casos que los míos
bajaron
a los reinos del espanto,
¿por
qué no ablandará mi trabajosa
vida,
en miseria y lágrimas pasada,
un
corazón conmigo endurecido?
Con
más piedad debería ser escuchada
la
voz del que se llora por perdido
que
la del que perdió y llora otra cosa.
SONETO SIENTO EL DOLOR MENGUARME
Siento
el dolor menguarme poco a poco,
no
porque ser le sienta más sencillo,
más
fallece el sentir para sentillo,
después
que de sentillo estoy tan loco.
Ni
en serio pienso que en locura toco,
antes
voy tan ufano con oíllo,
que
no dejaré el serlo y el sufrillo,
que
si dejo de serio el seso apoco.
Todo
me empece, el seso y la locura;
prívame
este de si por ser tan mio;
mátame
esta otra por ser yo tan suyo.
Parecerá
a la gente desvarío
preciarme
de este mal, do me destruyo:
y
lo tengo por única ventura.
SONETO SOSPECHAS
Sospechas,
que en mi triste fantasía
puestas,
hacéis la guerra a mi sentido,
volviendo
y revolviendo el afligido
pecho,
con dura mano, noche y día;
ya
se acabó la resistencia mia
y
la fuerza del alma; ya rendido
vencer
de vos me dejo, arrepentido
de
haberos contrastado en tal porfia.
Llevadme
a aquel lugar tan espantable,
do
por no ver mi muerte alli esculpida,
cerrados
hasta aquí tuve los ojos.
Las
armas pongo ya, que concedida
no
es tan larga defensa al miserable;
colgad
en vuestro carro mis despojos.
SONETO UN RATO
Un
rato se levanta mi esperanza:
mas,
cansada de haberse levantado,
torna
a caer, y deja, mal mí grado,
libre
el lugar a la desconfianza.
¿Quién
sufrirá tan áspera mudanza
del
bien al mal? ¡Oh corazón cansado!
Esfuerza
en la miseria de tu estado;
que
tras fortuna suele haber bonanza.
Yo
mismo emprenderé a fuerza de brazos
romper
un monte, que otro no rompiera,
de
mil inconvenientes muy espeso.
Muerte,
prisión no pueden, ni embarazos,
quitarme
de ir a veros, como quiera,
desnudo
espíritu o hombre en carne y hueso.
GIL POLO (GASPAR)
(Valencia 1529? - Barcelona 1591). En 1571
era notario en Valencia y asesor de la Bailía (territorio de alguna encomienda
de las Ordenes). Marchó a Barcelona, en
comisión de servicio del Patrimonio Real.
Su obra importantes es, LA DIANA ENAMORADA, novela en verso y una de las
continuaciones de los siete libros de Diana, de Jorge de Montemayor, y acaso la
mejor de todas ellas.
Dejó también poesías sueltas. Emplea todos los metros conocidos en su tiempo y alguno de su invención, como el llamado "rima provenzal", manejándolos con soltura y arte. Su producción está saturada de valencianismos. Su obra fue más discutida, y apreciada en el s.XVIII, que en el momento de su aparición.
SONETO NO ES CIEGO AMOR
No
es ciego Amor, mas yo lo soy, que guío
mi
voluntad camino del tormento;
no
es niño Amor, más yo que en un momento
espero
y tengo miedo, lloro y río.
Nombrar
llamas de amor es desvarío,
su
fuego es el ardiente y vivo intento,
sus
alas son mi altivo pensamiento
y
la esperanza vana en que me fío.
No
tiene Amor cadenas, ni saetas,
para
aprehender y herir libres y sanos,
que
en él no hay más poder que el que le damos.
Porque
es Amor mentira de poetas,
sueño
de locos, ídolo de vanos:
¡Mirad
qué negro dios el que adoramos!
SONETO
QUIEN LIBRE ESTÁ...
Quien
libre está no viva descuidado,
que
en un instante puede estar cautivo,
y
el corazón helado y más esquivo
tema
de estar en llamas abrasado.
Con
la alma del soberbio y elevado
tan
áspero es Amor y vengativo,
que
quien sin él presume de estar vivo,
por
él con muerte queda atormentado.
Amor,
que a ser cautivo me condenas,
Amor,
que enciendes fuegos tan mortales,
tú
que mi vida afliges y maltratas:
maldigo
desde ahora tus cadenas,
tus
llamas y tus flechas, con las cuales
me
prendes, me consumes y me matas.
Continuará...
© 2021 JAVIER DE LUCAS