LA PRINCESA PREBIOTICA

LOS PROBIOTICOS

Los probióticos son alimentos con microorganismos vivos adicionados que permanecen activos en el intestino y que, supuestamente, ejercen importantes efectos fisiológicos. Entre ellos destacan el contribuir al equilibrio de la flora bacteriana intestinal del huésped y potenciar el sistema inmunitario. Además, pueden atravesar el tubo digestivo y recuperarse vivos en las heces, pero también se pueden adherir a la mucosa intestinal. Por estas razones, alimentos probióticos como yogures, leches fermentadas, zumos con leche, etc. se ha recomendado tradicionalmente para prevenir y ayudar a tratar enfermedades como la diarrea, el estreñimiento y exceso de gases, la enfermedad de Crohn, colitis ulcerosa y muchas otras.

Dentro de los microorganismos que forman parte del mundo probiótico los lactobacilos tiene un papel protagonista. Diferentes lactobacilos como L. acidophilus, L. bulgaricus, L. casei, L. delbrueckii, L. fermentum, L. gasseri, L. johnsonii, L. lactis, L. paracasei, L. plantarum, L. reuteri, L. rhamnosus y L. salivarius son empleados por la industria farmacéutica y cosmética en la fabricación de sus productos.

¿Y emplea la industria alimentaria lactobacilos en la formulación de sus productos? Por supuesto. En la lista de lactobacilos de uso industrial, entre ellos aparece el Lactobacillus casei, el más famoso de los lactobacilos, ya que desde hace décadas es el «bichito» estrella de Actimel, el producto emblemático de la multinacional francesa Danone, (que yo he consumido en varias ocasiones). A pesar de la buena fama de estos lactobacilos y de las múltiples propiedades que se les han atribuido, la aplicación por parte de la EFSA del Reglamento 1924/2016 relativo a las declaraciones nutricionales y de propiedades saludables en los alimentos no les ha dejado en buen lugar por su nula efectividad en alimentos funcionales o complementos alimenticios.

Ni L. reuteri combinado con L. rhamnosus ha demostrado que sirva para aumentar la salud vaginal, ni L. johnsonii protege a la piel frente a los rayos ultravioleta, ni L. rhamnosus mejora «toda la salud digestiva», ni L. rhamnosus aumenta la mineralización de los dientes, ni L. plantarum facilita la digestión eliminando la flatulencias y la hinchazón. Un desastre el imperio lactobacilo.

EL MARCO LEGAL

¿Qué dice la ley al respecto? Si nos acogemos solamente al Reglamento (CE) 1169/2011, la publicidad es totalmente legal. Con añadir el 15% de la cantidad diaria recomendada de la vitamina B6 tanto el Actimel como su producto homólogo de la marca blanca Hacendado, pueden publicitar que su artículo «ayuda al normal funcionamiento del sistema inmunitario». Desde mi punto de vista, aunque legal, esto es totalmente ridículo y no tiene rigor científico. Por una parte, analizar las propiedades del Actimel o del producto de Mercadona amparándose en la efectividad de un ingrediente individualmente y no en el producto acabado es un error científico basado en el nutricionismo más radical y un disparate ético. En el interior de los alimentos existen interacciones entre los distintos nutrientes que pueden modificar la efectividad de cada uno de ellos. Por ello es necesario evaluar si el Actimel, en su globalidad, es efectivo o no lo es.

Por otra parte, y si de verdad queremos que la ley ampare al consumidor, es absurdo que un probiótico base sus alegaciones nutricionales en la existencia de vitaminas en su composición que se encuentran de forma natural en muchos productos de consumo diario a concentraciones incluso muy superiores, como por ejemplo el plátano o la sardina.

Pero me gustaría ir más allá. Aunque el Reglamento (CE) 1169/2011 ampare esta estrategia, buceando en la legislación me encuentro con que según la Ley 3/1991, de 10 de enero, de Competencia Desleal, artículo 5.1 «se considera desleal por engañosa cualquier conducta que contenga información falsa o información que, aun siendo veraz, por su contenido o presentación induzca o pueda inducir a error a los destinatario, siendo susceptible de alterar su comportamiento económico (…).»

¿Estoy diciendo que es ilegal la publicidad de este producto? Ni mucho menos, pero parece evidente que lo que dice la Ley 3/1991 podría interpretarse de muchas formas. Observando la etiqueta del probiótico de Mercadona en la que el término L. casei ocupa casi toda la etiqueta con un tamaño de letra enorme y donde el asterisco que señala la vitamina B6 se encuentra perfectamente camuflado entre las gotas de leche, podríamos hacernos las siguientes preguntas: aun siendo veraz este tipo de publicidad, ¿no puede inducir a error a los destinatarios? En caso de conocer el consumidor la estrategia del asterisco, ¿no podría ser susceptible de alterar su comportamiento económico si supiera que un alimento mucho más barato tiene una cantidad mucho mayor del único nutriente que ayuda al sistema inmunitario?

Además, el propio Reglamento (CE) n.º 1924/2006 dice «(…) la utilización de declaraciones nutricionales y de propiedades saludables no deberá: a) ser falsa, ambigua o engañosa»… y sigo preguntándome: ¿la estrategia del asterisco no es, como poco, ambigua? Pero dejando a un lado lo que pueda decir la ley sobre la legalidad de estas estrategias comerciales hay algo que debe dejarse claro. El ciudadano no tiene por qué buscar asteriscos en los envases ni estar al tanto de todas estas argucias comerciales. El consumidor debería fiarse de que los mensajes publicitarios que aparecen en los productos comerciales estén respaldados por la Ciencia y por la ley. La única misión del ciudadano debería ser elegir el producto que más se ajuste a sus intereses y punto. Desgraciadamente esto es solo la teoría.

Tras lo que han leído, es posible que piensen que estoy totalmente en contra del consumo de Actimel, del probiótico de Mercadona o de productos similares de otras marcas que emplean la misma estrategia publicitaria. Nada más lejos de la realidad. No veo el más mínimo problema en consumir estos alimentos por razones como su comodidad de uso, su fácil apertura o sus características sensoriales, pero si lo que buscamos es un producto nutritivo que ayude a nuestro sistema inmunitario, yo eligiría otras alternativas. Las hay y mucho más económicas.

LOS PREBIOTICOS

¿Qué es un prebiótico? ¿Hay prebióticos en el mercado? ¿Han demostrado su efectividad? Los alimentos prebióticos se definen como ingredientes no digestibles que afectan beneficiosamente al organismo mediante la estimulación del crecimiento y actividad de una o varias cepas de bacterias en el colon, mejorando la salud. Como es habrán dado cuenta, el objetivo que persiguen es muy similar al de los probióticos, estimular el crecimiento y la actividad de bacterias beneficiosas para la flora intestinal, pero la estrategia seguida para alcanzar dicho objetivo es distinta.

Este segundo grupo de alimentos funcionales no se basa en el enriquecimiento de productos alimenticios con lactobacilos u otros microorganismos, sino que lo hace principalmente con hidratos de carbono no digestibles, entre los cuales destaca la fibra dietética, aquella parte de muchos alimentos que resiste la digestión y absorción en el intestino delgado humano llegando intacta al intestino grueso donde es fermentada.

La fibra se encuentra principalmente en alimentos de origen vegetal como pueden ser frutas, frutos secos, legumbres, verduras y hortalizas. También la podemos encontrar en cereales enteros o «integrales». Atendiendo a su solubilidad en agua existen dos tipos de fibra, la «soluble», relacionada con la regulación del tránsito intestinal y el estreñimiento, y la «insoluble», con gran capacidad para regular los niveles de glucemia tras las comidas y para limitar la absorción del colesterol dietético presente en los alimentos. Entre la fibra soluble encontramos sustancias como las pectinas o las gomas y, entre la insoluble, destacan la celulosa, la lignina y le hemicelulosa.

Debido a sus excelentes propiedades, la fibra se ha recomendado para combatir importantes enfermedades como la diabetes tipo 2, hipertensión, algunos tipos de cáncer como el de colon, estómago o recto, hipertensión, etc. Además podría contribuir a controlar el peso gracias a su especial capacidad para aumentar la sensación de saciedad y, por tanto, reducir la probabilidad de seguir comiendo.

A pesar de estos beneficios, el consumo de fibra por parte de la población española es bajo. Según se puede leer en el "Libro Blanco de la Nutrición",el consumo medio de fibra en España es de aproximadamente 7,55 g de fibra al día por persona y por cada 1.000 kcal consumidas, prácticamente la mitad de lo recomendado (14g/día/1.000kcal). En este marco han aparecido en escena un gran número de alimentos funcionales enriquecidos en fibra. Leches, yogures, pasta, galletas, alimentos infantiles… el mundo de los alimentos funcionales enriquecidos en fibra es infinito.

Pues bien, ¿hay rigor científico detrás de aquellas propiedades saludables atribuidas tradicionalmente a la fibra? Sí. No solo hay miles de artículos científicos publicados en las principales revistas del mundo, sino que la EFSA ha corroborado la efectividad de la fibra. Eso sí, no toda la fibra es igual, ni estructuralmente ni en cuanto a su procedencia. Hay fibra y fibra. Veamos cuál es la más recomendable.

La máxima autoridad europea en materia de alimentación ha admitido que se puede publicitar que la fibra de centeno contribuye al normal funcionamiento del intestino, que la del salvado de trigo lo hace a la aceleración del tránsito intestinal y al aumento del volumen de las heces, y que a esto último también ayuda la fibra de los granos de avena y de cebada. Se acepta también que algunos de los principales componentes de los cereales como los beta-glucanos de avena y cebada tiene efecto positivo contrastado sobre el colesterol y también sobre la glucosa postprandial.

¿Saben de lo que les hablo? ¿Qué es eso de la glucosa postprandial para lo cual es efectiva la fibra? Pues simplemente aquella que se hace presente en la sangre después de comer. Habitualmente la hiperglucemia postprandial puede ser determinada midiendo la concentración de glucosa 2 horas después de la ingesta de un alimento. Según varios autores, una concentración de glucosa postprandial superior a 200mg/dl es un indicador de Diabetes Mellitus. Por todo ello controlar el incremento de azúcar en la sangre después de cada comida es indispensable porque un inadecuado control de estos niveles incrementa la probabilidad de complicaciones de diabetes, entre otras muchas patologías.

Pero los cereales no son la única fuente de fibra que ha sido evaluada positivamente por la EFSA. La agencia europea ha confirmado que el famoso chitosán o quitosano (polisacárido que se encuentra en el caparazón de los crustáceos como gambas, langostas, cangrejos…) puede ayudar a mantener concentraciones normales de colesterol LDL en la sangre y que el arabinoxilano producido a partir del endospermo del trigo puede reducir la citada respuesta glucémica postprandial si se consumen por día 8 g de fibra rica en arabinoxilano, lo que no es fácil de conseguir.

El glucomanano de konjac, una fibra extraída de la raíz de una leguminosa, la Amorphophallus konjac, y que forma parte de muchos complementos alimenticios, también ha demostrado su efectividad no solo para mantener los niveles de colesterol, sino para «adelgazar» cuando se sigue una dieta baja en calorías, pero solo en determinadas condiciones  recogidas en el informe de la EFSA. La pectina, muy empleada como complemente dietético por ser una fibra soluble, es un hidrato de carbono que no absorbe el intestino y que forma un gel capaz también de reducir los altos niveles de glucosa tras las comidas y de mantener niveles normales de colesterol sanguíneo.

Dejo para el final un caso muy especial, el de la inulina (no confundir con la insulina), un hidrato de carbono de cadena larga que se encuentra en la raíz de achicoria (de la que suele extraerse para elaborar suplementos nutricionales), en la alcachofa, el ajo, la cebolla, el espárrago, el puerro, el trigo y el plátano. A pesar de que sobre la inulina se habían publicado cientos de artículos científicos alabando sus propiedades, hasta 2014 su papel como prebiótico no recibió de la EFSA ningún informe positivo para enriquecer alimentos funcionales.

Pues bien, en un informe muy completo, dicho organismo oficial reconoce que el consumo de fructooligosacáridos (polisacáridos que se emplean habitualmente para sustituir a los azúcares habitualmente empleados en la industria alimentaria) procedentes de la inulina, y de otros carbohidratos no digeribles presentes en otras fuentes vegetales, tiene un efecto positivo sobre la glucosa postpradial si lo comparamos con la ingesta de alimentos y/o bebidas ricas en otro tipo de azúcares.

Eso sí, aunque se ha aprobado el uso y la funcionalidad de la fibra como ingrediente de complementos alimenticios o de alimentos funcionales, conviene resaltar que está presente en grandes cantidades en los alimentos convencionales, por lo que la suplementación en fibra es un lujo innecesario.

Tras leer este artículo espero que tengan claro quién va ganando, por ahora, la gran batalla entre probióticos y prebióticos. Los primeros, representados por los lactobacilos, están siendo goleados por los segundos, que tienen a la fibra como gran protagonista. Pero la Ciencia no para de darnos sorpresas.

Veremos lo que ocurre en el futuro.

 

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