SOR JUANA INES DE LA CRUZ
Escritora mexicana, (San Miguel de Nepantla 1651 - Ciudad de Méjico 1691). Su verdadero nombre era Juana de Asbaje Ramírez. Esta mujer fue un asombroso caso de precocidad, de afán de conocimientos y de autodidactismo. Se la conoció por el nombre de décima musa y Fénix de México. A los 14 años era ya famosa por su saber, por sus poesías y por su belleza. La Marquesa de Mancera, esposa del virrey de México, la invitó a vivir en palacio como dama de corte. A los dieciséis años ingresó como novicia en la orden carmelita, pero la severidad de la regla la hizo regresar a palacio. Un año más tarde entró en la orden de San Jerónimo, orden a la que perteneció hasta su muerte. Gozó de extraordinaria consideración y la visitaban personajes ilustres.
A los 40 años abandonó los estudios (se le llegó a prohibir la lectura por considerar aquella dedicación excesiva en una mujer) y se entregó de lleno a la oración y a la caridad. Vendió su biblioteca, de cuatro mil volúmenes y sus instrumentos científicos y musicales para ayudar a los pobres.
En 1695 se declaró una peste en la ciudad y cuidando a sus hermanas en religión murió contagiada de esta enfermedad. Como poetisa se adscribe a la escuela gongorina, pero con tonos y formas que la separan de ella, en especial por su vena nacionalista y por su humano y hondo sentimiento.
Destacó en los sonetos, villancicos y redondillas. Ya en 1689 se publicaron en Madrid una colección de sus poemas con el título de INUNDACIÓN CASTÁLIDA. Obras en prosa muy salientes son: la CARTA ATHENAGÓRICA y la RESPUESTA A SOR PHILOTEA DE LA CRUZ, ensayo en el que defiende el estudio dentro de la religión. También escribió alguna obra dramática.
POEMAS ESCOGIDOS
PROSIGUE EL MISMO ASUNTO,
Y DETERMINA QUE PREVALEZCA
LA RAZÓN CONTRA EL GUSTO.
Al que ingrato me deja, busco amante;
al que amante me sigue, dejo ingrata;
constante adoro a quien mi amor maltrata;
maltrato a quien mi amor busca constante.
Al que trato de amor, hallo diamante,
y soy diamante al que de amor me trata;
triunfante quiero ver al que me mata,
y mato al que me quiere ver triunfante.
Si a éste pago, padece mi deseo;
si ruego a aquél, mi pundonor enojo:
de entrambos modos infeliz me veo.
Pero yo, por mejor partido, escojo
de quien no quiero, ser violento empleo,
que, de quien no me quiere, vil despojo.
QUE EXPRESAN SENTIMIENTOS DE AUSENTE
Amado dueño mio,
escucha un rato mis cansadas quejas,
pues del viento las fio,
que breve las conduzca a tus orejas,
si no se desvanece el triste acento
como mis esperanzas en el viento.
óyeme con los ojos,
ya que están tan distantes los oídos,
y de ausentes enojos
en ecos, de mi pluma mis gemidos;
y ya que a ti no llega mi voz ruda,
óyeme sordo, pues me quejo muda.
Si del campo te agradas,
goza de sus frescuras venturosas,
sin que aquestas cansadas
lágrimas te detengan, enfadosas;
que en él verás, si atento te entretienes,
ejemplos de mis males y mis bienes.
Si al arroyo parlero
ves, galán de las flores en el prado,
que, amante y lisonjero,
a cuantas mira íntima su cuidado,
en su corriente mi dolor te avisa
que a costa de mi llanto tiene risa.
Si ves que triste llora
su esperanza marchita, en ramo verde,
tórtola gemidora.
en él y en ella mi dolor te acuerde,
que imitan, con verdor y con lamento,
él mi esperanza y ella mi tormento.
Si la flor delicada,
si la pena, que altiva no consiente
del tiempo ser hollada,
ambas me imitan, aunque variamente,
ya con fragilidad, ya con dureza,
mi dicha aquélla y ésta mi firmeza.
Si ves el ciervo herido
que baja por el monte, acelerado,
buscando, dolorido,
alivio al mal en un arroyo helado,
y sediento al cristal se precipita,
no en el alivio, en el dolor me imita.
Si la liebre encogida
huye medrosa de los galgos fieros,
y por salvar la vida
no deja estampa de los pies ligeros,
tal mi esperanza, en dudas y recelos,
se ve acosada de villanos celos.,
Si ves el cielo claro,
tal es la sencillez del alma mía;
y si, de luz avaro,
de tinieblas se emboza el claro dia,
es con su obscuridad y su inclemencia,
imagen de mi vida en esta ausencia.
Así que, Fabio amado,
saber puedes mis males sin costarte
la noticia cuidado,
pues puedes de los campos informante;
y pues yo a todo mi dolor ajusto,
saber mi pena sin dejar tu gusto.
Mas ¿cuando, ¡ay gloria mía!,
mereceré gozar tu luz serena?
¿Cuándo llegará el día
que tengas dulce fin a tanta pena?
¿Cuándo veré tus ojos, dulce encanto,
y de los míos quitarás el llanto?
¿Cuándo tu voz sonora
herirá mis oídos, delicada,
y el alma que te adora,
de inundación de gozos anegada,
a recibirte con amante prisa
saldrá a los ojos desatada en risa?
¿Cuándo tu luz hermosa
revestirá de gloria mis sentidos?
¿Y cuándo yo, dichosa,
mis suspiros daré por bien perdidos,
teniendo en poco el precio de mi llanto,
que tanto ha de penar quien goza tanto?
¿Cuándo de tu apacible
rostro alegre veré el semblante afable,
y aquel bien indecible
a toda humana pluma inexplicable,
que mal se ceñirá a lo definido
lo que no cabe en todo lo sentido?
Ven, pues, mi prenda amada:
que ya fallece mi cansada vida
de esta ausencia pesada;
ven, pues: que mientras tarda tu venida,
aunque me cueste su verdor enojos,
regaré mi esperanza con mis ojos.
QUE CONSUELA A UN CELOSO,
EPILOGANDO LA SERIE DE LOS AMORES.
Amor empieza por desasosiego,
solicitud, ardores y desvelos;
crece con riesgos, lances y recelos,
susténtase de llantos y de ruego.
Doctrínante tibiezas y despego,
conserva el ser entre engañosos velos,
hasta que con agravios o con celos
apaga con sus lágrimas su fuego.
Su principio, su medio y fin es éste;
pues ¿por qué, Alcino, sientes el desvío
de Celia que otro tiempo bien te quiso?
¿Qué razón hay de que dolor te cueste,
pues no te engañó amor, Alcino mio,
sino que llegó el término preciso?
SONETO BURLESCO II
Aunque eres, Teresilla, tan muchacha,
le das quehacer al pobre de Camacho,
porque dará tu disimulo un chacho
a aquel que se pintare más sin tacha.
De los empleos que tu amor despacha
anda el triste cargado como un macho,
y tiene tan crecido ya el penacho
que ya no puede entrar si no se agacha.
Estás a hacerle burlas ya tan ducha,
y a salir de ellas bien estás tan hecha,
que de lo que tu vientre desembucha
sabes darle a entender, cuando sospecha,
que has hecho, por hacer su hacienda mucha,
de ajena siembra, suya la cosecha.
APLAUDE LA CIENCIA ASTRONÓMICA DEL PADRE
EUSEBIO FRANCISCO KINO, DE LA COMPAÑÍA DE
JESÚS, QUE ESCRIBIÓ DEL COMETA QUE EL AÑO DE
OCHENTA APARECIÓ, ABSOLVIÉNDOLE DE OMINOSO.
Aunque es clara del cielo la luz pura,
clara la luna y claras las estrellas,
y claras las efímeras centellas
que el aire eleva y el incendio apura;
aunque es el rayo claro, cuya dura
producción cuesta al viento mil querellas,
y el relámpago que hizo de sus huellas
medrosa luz en la tiniebla obscura;
todo el conocimiento torpe humano
se estuvo obscuro sin que las mortales
plumas pudiesen ser, con vuelo ufano,
ícaros de discursos racionales,
hasta que el tuyo, Eusebio soberano,
les dio luz a las luces celestiales.
DE UNA REFLEXIÓN CUERDA
CON QUE MITIGA EL DOLOR DE UNA PASIÓN.
Con el dolor de la mortal herida,
de un agravio de amor me lamentaba;
y por ver si la muerte se llegaba,
procurada que fuese más crecida.
Toda en el mal el alma divertida,
pena por pena su dolor sumaba,
y en cada circunstancia ponderada
que sobraban mil muertes a una vida.
Y cuando, al golpe de uno y otro tiro,
rendido el corazón daba penoso
señas de dar el último suspiro,
no sé con qué destino prodigioso
volví en mi acuerdo y dije: -¿Qué me admiro?
¿Quién en amor ha sido más dichoso?
DE AMOR, PUESTO ANTES
EN SUJETO INDIGNO, ES ENMIENDA
BLASONAR DEL ARREPENTIMIENTO.
Cuando mi error y tu vileza veo,
contemplo, Silvio de mi amor errado,
cuán grave es la malicia del pecado,
cuán violenta la fuerza de un deseo.
A mi mesma memoria apenas creo
que pudiese caber en mi cuidado
la última línea de lo despreciado,
el término final de un mal empleo.
Yo bien quisiera, cuando llego a verte,
viendo mi infame amor, poder negarlo;
mas luego la razón justa me advierte
que sólo se remedia en publicarlo:
porque del gran delito de quererte,
sólo es bastante pena, confesarlo.
QUE CONTIENE UNA FANTASÍA
CONTENTA CON AMOR DECENTE.
Detente, sombra de mi bien esquivo,
imagen del hechizo que más quiero,
bella ilusión por quien alegre muero,
dulce ficción por quien penosa vivo.
Si al imán de tus gracias, atractivo,
sirve mi pecho de obediente acero,
¿para qué me enamoras lisonjero
si has de burlarme luego fugitivo?
Mas blasonar no puedes, satisfecho,
de que triunfa de mí tu tiranía:
que aunque dejas burlado el lazo estrecho
que tu forma fantástica ceñía,
poco importa burlar brazos y pecho
si te labra prisión mi fantasía.
SOSPECHA CRUELDAD DISIMULADA,
EL ALIVIO QUE LA ESPERANZADA.
Diuturna enfermedad de la esperanza,
que así entretienes mis cansados años
y en el fiel de los bienes y los daños
tienes en equilibrio la balanza;
que siempre suspendida, en la tardanza
de inclinarse, no dejan tus engaños
que lleguen a excederse en los tamaños
la desesperación o confianza:
¿quién te ha quitado el nombre de homicida?
Pues lo eres más severa, si se advierte
que suspendes el alma entretenida;
y entre la infausta o la felice suerte,
no lo haces tú por conservar la vida
sino por dar más dilatada muerte.
ALABA, CON ESPECIAL ACIERTO,
EL DE UN MÚSICO PRIMOROSO.
Dulce deidad del viento armonïosa,
suspensión del sentido deseada,
donde gustosamente aprisionada
se mira la atención más bulliciosa:
perdona a mi zampoña licenciosa,
si, al escuchar tu lira delicada,
canta con ruda voz desentonada
prodigios de la tuya milagrosa.
Pause su lira el Tracio: que, aunque calma
puso a las negras sombras del olvido,
cederte debe más gloriosa palma;
pues más que a ciencia el arte has reducido,
haciendo suspensión de toda un alma
el que sólo era objeto de un sentido.
SÓLO CON AGUDA INGENIOSIDAD
ESFUERZA EL DICTAMEN DE QUE
SEA LA AUSENCIA MAYOR MAL QUE LOS CELOS
El ausente, el celoso, se provoca,
aquél con sentimiento, éste con ira;
presume éste la ofensa que no mira,
y siente aquél la realidad que toca.
Este templa, tal vez, su furia loca,
cuando el discurso en su favor delira;
y si intermisión aquél suspira,
pues nada a su dolor la fuerza apoca.
Éste aflige dudoso su paciencia,
y aquél padece ciertos sus desvelos;
éste al dolor opone resistencia,
aquél, sin ella, sufre desconsuelos;
y si es pena de daño, al fin, la ausencia,
luego es mayor tormento que los celos.
CONVALECIENTE DE UNA ENFERMEDAD GRAVE,
DISCRETA CON LA SONORA VIRREINA, MARQUESA DE
MANCERA, ATRIBUYENDO A SU MUCHO AMOR AUN SU
MEJORÍA EN MORIR.
En la vida que siempre tuya fue,
Laura divina, y siempre lo será,
la parca fiera, que en seguirme da,
quiso asentar por triunfo el mortal pie.
Yo de su atrevimiento me admiré:
que si debajo de su imperio está,
tener poder no puede en ella ya,
pues del suyo contigo me libré.
Para cortar el hilo que no hiló,
la tijera mortal abierta vi.
¡Ay, Parca fiera!, dije entonces yo;
mira que sola Laura manda aquí.
Ella, corrida, al punto se apartó,
y dejóme morir sólo por ti.
-En perseguirme, mundo, ¿qué interesas?
¿En qué te ofendo, cuando sólo intento
poner bellezas en mi entendimiento
y no mi entendimiento en las bellezas?
Yo no estimo tesoros ni riquezas;
y así, siempre me causa más contento
poner riquezas en mi pensamiento
que no mi pensamiento en las riquezas.
Y no estimo hermosura que, vencida,
es despojo civil de las edades,
ni riqueza me agrada fementida,
teniendo por mejor, en mis verdades,
consumir vanidades de la vida
que consumir la vida en vanidades.
EN QUE SATISFACE UN RECELO
CON LA RETÓRICA DEL LLANTO.
Esta tarde, mi bien, cuando te hablaba,
como en tu rostro y en tus acciones vía
que con palabras no te persuadía,
que el corazón me vieses deseaba;
y amor, que mis intentos ayudaba,
venció lo que imposible parecía:
pues entre el llanto, que el dolor vertía,
el corazón deshecho destilaba.
Baste ya de rigores, mi bien, baste;
no te atormenten más celos tiranos,
ni el vil recelo tu quietud contraste
con sombras necias, on indicios vanos,
pues ya en líquido humor viste y tocaste
mi corazón deshecho entre tus manos.
QUE DA MEDIO PARA AMAR SIN MUCHA PENA.
Yo no puedo tenerte ni dejarte,
ni sé por qué, al dejarte o al tenerte,
se encuentra un no sé qué para quererte
y muchos si sé qué para olvidarte.
Pues ni quieres dejarme ni enmendarte,
yo templaré mi corazón de suerte
que la mitad se incline a aborrecerte
aunque la otra mitad se incline a amarte.
Si ello es fuerza querernos, haya modo,
que es morir el estar siempre riñendo:
no se hable más en celo y en sospecha,
y quien da la mitad, no quiera el todo;
y cuando me la estás allá haciendo
sabe que estoy haciendo la deshecha.
QUE DAN ENCARECIDA SATISFACCIÓN A UNOS CELOS.
Pues estoy condenada,
Fabio, a la muerte, por decreto tuyo,
y la sentencia airada
ni la apelo, resisto ni la huyo,
óyeme, que no hay reo tan culpado
a quien el confesar le sea negado.
Porque te han informado,
dices, de que mi pecho te ha ofendido,
me has fiero condenado.
¿Y pueden, en tu pecho endurecido,
más la noticia incierta, que no es ciencia,
que de tantas verdades la experiencia?
Si a otros crédito has dado,
Fabio, ¿por qué a tus ojos se lo niegas,
y el sentido trocado
de la ley, al cordel mi cuello entregas,
pues liberal me amplías los rigores
y avaro me restringes los favores?
Si a otros ojos he visto,
mátenme, Fabio, tus airados ojos;
si a otro cariño asisto,
asístanme implacables tus enojos;
y si otro amor del tuyo me divierte,
tú, que has sido mi vida, me des muerte.
Si a otro, alegre, he mirado,
nunca alegre me mires ni te vea;
si le hablé con agrado,
eterno desagrado en ti posea;
y si otro amor inquieta mi sentido,
sáquesme el alma tú, que mi alma has sido.
Mas, supuesto que muero,
sin resistir a mi infelice suerte,
que me des sólo quiero
licencia de que escoja yo mi muerte;
deja la muerte a mi elección medida,
pues en la tuya pongo ya la vida.
No muera de rigores,
Fabio, cuando morir de amores puedo;
pues con morir de amores,
tú acreditado y yo bien puesta quedo:
que morir por amor, no de culpada,
no es menos muerte, pero es más honrada.
Perdón, en fin, te pido
de las muchas ofensas que te he hecho
en haberte querido:
que ofensas son, pues son a tu despecho;
y con razón te ofendes de mi trato,
pues que yo, con quererte, te hago ingrato.
QUE RESPONDIÓ LA MADRE JUANA
EN LOS MISMOS CONSONANTES.
No es sólo por antojo el haber dado
en quererte, mi bien: pues no quisiera
alguno que tus prendas conociera,
negarte que mereces ser amado.
Y si mi entendimiento desdichado
tan incapaz de conocerte fuera,
de tan grosero error aun no pudiera
hallar disculpa en todo lo ignorado.
Aquella que te hubiere conocido,
o te ha de amar, o confesar los males
que padece su ingenio en lo entendido,
juntando dos extremos desiguales:
con que ha de confesar que eres querido,
para no dar improporciones tales.
(DE MI LIBRO "HISTORIA DE LA POESIA, VOLUMEN II) EN PREPARACION
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