1.- LA FORMA DE UNA TEORIA FINAL

Pudiera ser que haya que esperar varios siglos a la Teoría Final y pudiera ser que resulte totalmente diferente de cualquier cosa que podamos imaginar ahora. ¿Qué podemos conjeturar acerca de esta Teoría sobre la base de lo que ya conocemos?

La única parte de la Física actual que es probable que sobreviva sin cambios en una Teoría Final es la Mecánica Cuántica, y no sólo porque es la base de todo nuestro conocimiento actual de la materia y la fuerza y ha superado pruebas experimentales extraordinariamente rigurosas: más importante es el hecho de que nadie ha sido capaz de imaginar cualquier cambio en la Mecánica Cuántica de forma que preserve sus éxtos sin llevar a absurdos lógicos.

Nuestro actual Modelo Estándar de las fuerzas débil, electromagnética y fuerte está basado en simetrías: las simetrías espaciotemporales de la Relatividad Especial, que exigen que el Modelo Estándar sea formulado como una teoría de campos, y las simetrías internas, que dictan la existencia del campo electromagnético y los otros campos portadores de las fuerzas del Modelo Estándar. La gravitación, asimismo, puede ser entendida sobre la base de un principio de simetría, la simetría de la Teoría de la Relatividad General de Einstein.

Una Teoría Final reposará sobre principios de simetría. Estas simetrías unificarán la gravitación con las fuerzas débil, electromagnética y fuerte del Modelo Estándar. La Teoría de Cuerdas ha proporcionado el primer candidato plausible para una Teoría Final.

Las raíces de esta Teoría se remontan a 1968, cuando un joven teórico del CERN, Gabriel Veneziano, utilizando herramientas matemáticas complejas, fue capaz de construir una fórmula sorprendentemente simple que satisfacía una serie de cuestiones cuánticas sobre las fuerzas nucleares fuertes. La fórmula de Veneziano atrajo gran atención entre los físicos de la época, y es que la verdadera teoría de las fuerzas fuertes, la teoría cuántica de campos conocida como Cromodinámica Cuántica (QCD), estaba entonces a varios años en el futuro.

Aparecía un nuevo tipo de entidad física, una cuerda mecanocuántica relativista. Estas cuerdas pueden visualizarse como diminutas rasgaduras unidimensionales en el tejido continuo del espacio. Cuando se desplazan, vibran, y cada una de ellas puede ser encontrada en cualquier estado entre un número finito de estados posibles o modos de vibración. Las cuerdas son verdaderamente fundamentales y mantienen su vibración eternamente; no están compuestas de átomos ni de cualquier otra cosa y no hay lugar al que su energía de vibración pueda escapar.

Puesto que la cuerda puede estar en cualquiera de entre un número infinito de posibles modos de vibración, aparece como una partícula que puede pertenecer a cualquiera de entre un número infinito de tipos posibles, los tipos correspondientes al modo en que la cuerda está vibrando.

Las primeras versiones de la Teoría de Cuerdas mostraban en sus cálculos la existencia de una partícula con masa nula y espín igual al del fotón. Esta partícula difería del verdadero gravitón solamente en un aspecto importante: el intercambio de esta nueva partícula sin masa produciría fuerzas que son semejantes a las fuerzas gravitatorias, aunque cien billones de billones de billones de veces más fuertes.

A principio de los ochenta, poco a poco fue ganando base la idea de que la nueva partícula de Veneziano era el verdadero gravitón. Puesto que las teorías de cuerdas incorporan gravitones y muchas otras partículas, proporcionan por primera vez la base para una posible Teoría Final. Las teorías de cuerdas también parecen haber resuelto el problema de los infinitos que habías plagado todas las primitivas teorías cuánticas de la gravitación, ya que, correctamente formuladas, parecen estar libres de cualquier infinito.

El interés por las teorías de cuerdas realmente empezó a despegar en 1984, cuando Schwarz y Michael Green demostraron que dos específicas teorías de cuerdas superaban un  test de consistencia matemática que no habían pasado las teorías de cuerdas estudiadas previamente. La característica más importante del trabajo de Schwarz y Green era su sugerencia de que las teorías de cuerdas tenían el tipo de rigidez que se busca en una teoría realmente fundamental.

El entusiasmo por las teorías de cuerdas alcanzó un tono febril cuando un equipo de teóricos demostró que el límite de baja energía de las teorías Schwarz-Green tenía un notable parecido con el actual Modelo Estándar de las fuerzas fuerte, débil y electromagnética: muchos teóricos comenzaron a sospechar que tenían a mano una Teoría Final.  Desde entonces el entusiasmo se ha enfriado algo. Se cree, en general, que las teorías de cuerdas no son teorías realmente diferentes, sino que más bien representan diferentes modos de resolver la misma teoría subyacente, que podría ser la Teoría M (M de magia, de maravilla, de misterio).

Cada una de las teorías de cuerdas tiene sus propias simetrías espaciotemporales y sus propias simetrías internas. Una buena parte de los físicos teóricos de hoy están trabajando en teorías de cuerdas; al buscar un criterio que nos permita escoger la teoría de cuerdas verdadera, podemos vernos obligados a invocar un principio con un estatus dudoso en la Física, el famoso Principio Antrópico; la evidencia de que las leyes de la Naturaleza han sido precisamente ajustadas para hacer posible la vida no parece muy convincente. Sea o no el Principio Antrópico válido, es posible que todos los diferentes Universos lógicamente aceptables existan en algún sentido, cada uno de ellos con sus propias leyes fundamentales, pero cualquier científico que pregunte por qué el mundo es como es debe estar viviendo en uno de los Universos en los que la vida fue capaz de aparecer.

No está claro en absoluto cuál puede ser el significado de una multiplicidad de Universos. Una posibilidad muy simple propuesta por Hoyle es que las constantes de la Naturaleza varían de una región a otra, de modo que cada región del Universo es una especie de subUniverso. El mismo tipo de interpretación de los Universos múltiples sería posible si lo que normalmente llamamos constantes de la Naturaleza fueran diferentes en distintas épocas de la historia del Universo. Otra posibilidad más actual es que nuestro Universo y los demás lógicamente posibles y con otras leyes finales sean de alguna manera burbujas de un grandioso Megauniverso.

En recientes intentos de aplicar la Mecánica Cuántica a la gravitación se observa que aunque el espacio vacío ordinario parece tranquilo y sin ningún rasgo sobresaliente, cuando se le mira desde muy cerca el espacio hierve con fluctuaciones cuánticas, hasta el punto de que pueden abrirse agujeros de gusano que conectan partes del Universo con otras partes  que están muy distantes en el espacio y en el tiempo. En 1987, siguiendo el trabajo previo de Hawking y Hartle, Sidney Coleman demostró que el efecto de la apertura o cierre de un agujero de gusano es precisamente el de cambiar las diversas constantes que aparecen en las ecuaciones que gobiernan diversos campos.

Al igual que en la interpretación de los muchos mundos de la Mecánica Cuántica, la Función de Onda del Universo se divide en un gran número de términos, en cada uno de los cuales las constantes de la Naturaleza toman valores diferentes con varias probabilidades diferentes. En cualquier teoría de este tipo, resulta de sentido común el que nos encontremos en una región del espacio o en una época de la historia cósmica o en un término de la Función de Onda en el que las constantes de la Naturaleza resulten tener valores favorables a la existencia de vida inteligente.

Los físicos seguirán tratando de explicar las constantes de la Naturaleza sin recurrir a argumentos antrópicos. La única constante que quizá tenga que ser explicada por algún tipo de Principio Antrópico es la conocida como constante cosmológica. Esta constante apareció originalmente en la teoría física en el primer intento de Einstein de aplicar su nueva Teoría de la Relatividad General al Universo entero. Para permitir un Universo estático, introdujo un término que produciría algo parecido a una fuerza repulsiva a grandes distancias y que compensaría la fuerza atractiva de la gravitación. Esto sucedía en 1917 y debido a la guerra, Einstein no sabía que el astrónomo norteamericano Vesto Slipher había encontrado ya indicios de que las galaxias se estaban alejando unas de otras. La expansión fue confirmada por Hubble y Einstein lamentó su error; sin embargo, la posibilidad de una constante cosmológica no iba a desaparecer tan fácilmente.

Se puede considerar la energía debida a las fluctuaciones cuánticas como una contribución a la constante cosmológica; esto abre la posibilidad de que el problema de la constante cosmológica y el problema de la energía del espacio vacío puedan cancelarse. Quizá existan muchos Universos diferentes, cada uno de ellos con su propio valor para la constante cosmológica; si esto fuera cierto, entonces el único Universo en el que podríamos esperar encontrarnos es uno en el que la constante cosmológica total sea suficientemente pequeña para permitir que la vida aparezca y evolucione. Es posible que la verdadera Teoría de Cuerdas sea una (si es que sólo hay una) que conduzca a una constante cosmológica total en el intervalo relativamente estrecho de valores pequeños que permitieran la aparición de la vida.

Por otra parte, la introducción de una constante cosmológica positiva en lugar de materia oscura tendría el efecto de disminuir la estimación del ritmo de expansión del Universo y por consiguiente de incrementar la edad del Universo; una constante cosmológica positiva que proporcione del 80 al 90% de la densidad de la masa cósmica actual, está perfectamente dentro de los límites que permitirían la existencia de vida. Es posible que las teorías de cuerdas  nos proporcionen realmente una base para la Teoría Final y que esta teoría resulte tener suficiente poder predictivo para ser capaz de asignar valores a todas las constantes de la Naturaleza, incluyendo la constante cosmológica.

2.- FRENTE A LA FINALIDAD

Karl Popper, el decano de los filósofos de la Ciencia modernos, rechaza "la idea de una explicación última". Él mantiene que "toda explicación puede ser a su vez explicada a partir de una teoría o conjetura de un grado de universalidad mayor. No puede haber una explicación que no necesite una explicación posterior".

En 1902, Michelson hizo la siguiente predicción: "llegará el día no muy lejano en que las líneas convergentes de muchas regiones del pensamiento aparentemente remotas se encontrarán en una base común". Stephen Hawking, al tomar posesión de la cátedra lucasiana de Matemáticas en Cambridge, sugirió en su lección inaugural que las teorías de Supergravedad Extendida, entonces de moda, iban a proporcionar una base para algo parecido a una Teoría Final.

En la aproximación realista a la Mecánica Cuántica de Hugh Everett y otros, existe solamente una función de onda que describe todos los fenómenos, incluyendo experimentos y observadores, y las leyes fundamentales son las que describen la evolución de esta función de onda. Pero aún más radical es la sugerencia de que en el fondo encontraremos que no hay ley en absoluto: John Wheeler ha sugerido en ocasiones que no existe ley fundamental y que todas las leyes que estudiamos hoy son impuestas en la Naturaleza por el modo en que se hacen las observaciones. El mundo sin ley de Wheeler sigue necesitando metaleyes que digan de qué forma las observaciones imponen regularidades en la Naturaleza, y entre dichas metaleyes está la propia Mecánica Cuántica.

Otra suposición implica que debe existir una Teoría Final, un conjunto simple de principios de los que surgen todas las flechas explicativas, pero que nunca sabremos cuál es: puede ocurrir que los seres humanos no sean lo suficientemente inteligentes para descubrir o entender la Teoría Final. Eugene Wigner ha advertido que "no tenemos derecho a esperar que nuestro intelecto pueda formular conceptos perfectos para la comprensión completa de los fenómenos de la Naturaleza inanimada".

Una preocupación mucho más agobiante es que el esfuerzo para descubrir las leyes finales pueda quedar detenido por falta de dinero. La energía de Planck, realmente fundamental, en la que todas estas cuestiones podrían ser exploradas experimentalmente, está cien billones de veces por encima de la energía  que estará disponible en los próximos aceleradores: es a la energía de Planck a la que se espera que todas las fuerzas de la Naturaleza estén unificadas. Es más probable que avances teóricos decisivos u otro tipo de experimentos eliminen algún día la necesidad de construir aceleradores de energías cada vez más altas.

Puede ser que experimentos en el nuevo LHC de Ginebra proporcionen una nueva información tan esclarecedora que los teóricos sean capaces de completar la Teoría Final sin tener que estudiar partículas al nivel de la energía de Planck.  Incluso es posible encontrar un candidato para la Teoría Final entre las teorías de cuerdas actuales. El descubrimiento de las leyes finales de la Naturaleza marcará una discontinuidad en la historia del intelecto humano.

¿Por qué existe cualquier cosa? Redhead representa probablemente una opinión mayoritaria al negar que sea creíble el propósito de una fundamentación de la Ciencia autojustificativa a priori. Del lado contrario, Wheeler afirma que "cuando lleguemos a las leyes finales de la Naturaleza, nos preguntaremos por qué no eran obvias desde el principio". La mejor esperanza a este respecto es mostrar que la Teoría Final, aunque no sea lógicamente inevitable, es lógicamente independiente: debe ser tan rígida que no haya forma de modificarla en ninguna medida. La Teoría Final sería como una pieza de porcelana fina que no puede deformarse sin hacerse añicos.

La Mecánica Cuántica no es lógicamente inevitable, pero los mejores esfuerzos de los físicos han fracasado en descubrir cualquier forma de cambiar sus reglas en una pequeña medida sin incurrir en desastres lógicos, aunque en sí misma no sea una teoría física completa.

El Principio de Fecundidad afirma que todos los diferentes Universos lógicamente aceptables existen en cierto sentido, cada uno de ellos con su propio conjunto de leyes fundamentales. No es explicado por nada, pero tiene una sugerente autoconsistencia; como dice Nozick, este principio establece "que todas las posibilidades se realizan, al mismo tiempo que el propio principio es una de estas posibilidades".

¿Cuál sería el efecto del descubrimiento de la Teoría Final? Es difícil saberlo, aunque lo que es seguro es que tal descubrimiento no acabaría con la empresa de la Ciencia, sino que, por el contrario, sus efectos irán mucho más allá de los límites de la Física. Hoy día, las mentes de muchas personas son atormentadas con diferentes concepciones irracionales, que van desde las relativamente inocuas supersticiones, como la astrología, hasta las ideologías del tipo más nefasto. El descubrimiento de la Teoría Final dejaría menos lugar en la imaginación para las creencias irracionales, aunque, no obstante, se pueda lamentar que la Naturaleza se haya hecho más vulgar, menos llena de misterio y maravilla: nuestros sueños se reducirán, aunque los científicos del futuro envidiarán a los actuales porque éstos se encuentran aún en el viaje hacia el descubrimiento de las leyes finales.

3.- ¿Y QUE PASA CON DIOS?

Si hubiera algo que pudiéramos descubrir en la Naturaleza que nos diese alguna intuición especial sobre la obra de Dios, tendría que ser la Teoría Final. Conociendo estas leyes, estaríamos en posesión del libro de las reglas que gobiernan desde las estrellas a los quarks o a cualquier otra cosa. Por eso, es natural que Stephen Hawking se refiriese a las leyes de la Naturaleza como "la mente de Dios". Otro físico, Charles Misner, utilizó un lenguaje similar al comparar las perspectivas de la Física y la Química.

Sólo los físicos parecen capaces de utilizar la palabra "Dios" sin apuro; cualquiera que sea la religión de uno, o la falta de ella, resulta una metáfora irresistible el hablar de las leyes finales de la Naturaleza en términos de la mente de Dios. Einstein dijo en cierta ocasión que creía en "el Dios de Spinoza, que se muestra a sí mismo en la ordenada armonía de lo que existe, y no en un Dios interesado en los destinos y acciones de los seres humanos".¿Encontraremos en las leyes finales de la Naturaleza un Dios interesado? Es probable que no; toda nuestra experiencia a lo largo de la historia de la Ciencia ha ido en la dirección opuesta, hacia una gélida impersonalidad de las leyes de la Naturaleza.

El primer gran paso en este camino fue la desmitificación de los cielos, con Copérnico, Galileo, Bruno, Newton, Hubble...no puede tomarse en serio ninguna teoría que coloque a nuestra galaxia en un lugar especial del Universo. También la vida ha sido desmitificada: Justus von Liebig y otros químicos orgánicos de principios del siglo XIX demostraron que no había impedimento para la síntesis en el laboratorio de compuestos químicos como el ácido úrico, que estaban asociados a la vida. Más importantes fueron Charles Darwin y Alfred Russel Wallace, quienes demostraron cómo pudieron evolucionar las maravillosas capacidades de los seres mediante selección natural sin un plan o guía externo. El proceso de desmitificación se ha acelerado en este siglo con el éxito continuado de la Bioquímica y la Biología molecular en la explicación del funcionamiento de los seres vivos.

La desmitificación de la vida ha tenido un efecto mucho mayor sobre las sensibilidades religiosas de lo que lo haya tenido cualquier descubrimiento de la Física. En 1944, Erwin Schrödinger argumentaba en su conocido libro "¿Qué es la vida?" que "se conoce lo suficiente sobre las estructura material de la vida para decir exactamente por qué la Física actual no puede explicar la vida"; el error de Schrödinger fue señalado por Max Perutz, el famoso biólogo molecular: "Schrödinger había ignorado la estabilidad que puede producirse mediante el proceso químico conocido como catálisis enzimática".

Quizá el más respetable crítico académico de la evolución sea actualmente el profesor Philip Johnson de la Facultad de Derecho de la Universidad de California. Argumenta que "no existe evidencia experimental incontrovertible" de que la evolución no esté guiada por algún plan divino. Esta controversia evolucionista llegó al ámbito escolar, aunque no sea tarea de las escuelas públicas el interesarse de una u otra forma en las implicaciones religiosas de las teorías científicas. Hay muchos lugares, especialmente en los países islámicos, donde sigue primando el creacionismo sobre la evolución, y ésta es una batalla que está aún por ganar, sin ninguna seguridad de que vaya a ser ganada.

Stephen Jay Gould comenta que la Ciencia y la religión no entran en conflicto, porque "la Ciencia trata la realidad factual, mientras que la religión trata la moralidad humana"; sin embargo, la mayoria de la gente religiosa del mundo se sorprendería de saber que la religión no tiene nada que ver con la realidad factual. Incluso ya en una época tan reciente como el siglo XIX, el diseño de las plantas y los animales era considerado como evidencia visible de un Creador. Siguen existiendo muchísimas cosas en la Naturaleza que no podemos explicar, pero pensamos que conocemos los principios que gobiernan la forma en que actúan. Para encontar hoy día el misterio real, hay tiene que buscar en la Cosmología y en la Física de partículas elementales. Para aquellos que no ven conflicto entre Ciencia y religión, la retirada de la religión del terreno ocupado por la Ciencia es casi completa.

Aunque encontremos belleza en las leyes finales de la Naturaleza, no encontraremos ningún estatus especial para la vida o la inteligencia, no encontraremos patrones de valor o de moralidad, ni tampoco encontraremos indicios de ningún Dios que se preocupe de tales cosas. A veces la Naturaleza parece más bella de los estrictamente necesario, pero el Dios de los pájaros y de los árboles tendría que ser también el Dios de las taras del nacimiento y del cáncer. Las personas religiosas han discutido durante milenios el problema que plantea la existencia del sufrimiento en un mundo que se supone gobernado por un Dios bueno. Han encontrado soluciones ingeniosas basadas en varios planes divinos supuestos; sin embargo, parece poco delicado, si no impío, molestar a un Dios semejante con nuestras oraciones.

Ningún científico mantiene explícitamente que existe evidencia científica de un ser divino, pero algunos científicos defienden un estatus especial en la naturaleza para la vida inteligente. Si, pese a todo, encontráramos un papel especial para la vida inteligente en la Teoría Final, podríamos concluir perfectamente que el Creador que estableció estas leyes estaba de alguna forma especialmente interesado en nosotros.

John Wheeler está impresionado por el hecho de que, según la interpretación estándar de Copenhague de la Mecánica Cuántica, no puede decirse que un sistema físico tenga ningún valor definido para magnitudes como la posición o la energía o el momento hasta que dichas magnitudes son medidas por algún aparato de un observador. Para Wheeler, se requiere algún tipo de vida inteligente para dar significado a la Mecánica Cuántica; incluso ha ido más lejos y ha propuesto que la vida inteligente no sólo debe aparecer sino que debe continuar invadiendo cualquier parte del Universo para que cada bit de información sobre el estado físico del Universo sea finalmente observado.

Otros físicos, más realistas, prefieren otra forma de entender la Mecánica Cuántica: gobernada por leyes que no dependen materialmente de que existan o no observadores. Algunos científicos dan mucha importancia al hecho de que algunas constantes fundamentales tienen valores que parecen especialmente bien ajustadas para la aparición de vida inteligente en el Universo; sin embargo, ello no implica necesariamente la intervención de un propósito divino. En varias teorías cosmológicas recientes, las llamadas constantes de la Naturaleza (tales como las masas de las partículas elementales), realmente varían de un lugar a otro, incluso de un término en la función de onda del Universo a otro.

A medida que se han descubierto principios físicos cada vez más fundamentales, éstos parecen tener cada vez menos que ver con nosotros. Casi todas las partículas cuyos campos aparecen en el moderno Modelo Estándar de partículas e interacciones, se desintegran tan rápidamente que están ausentes en la materia ordinaria y no juegan ningún papel en absoluto en la vida humana. Los electrones son una parte esencial de nuestro mundo cotidiano; las partículas llamadas muones y tauones apenas afectan a nuestras vidas: nadie ha descubierto todavía ninguna correlación entre la importancia de "algo" para nosotros y su importancia en las leyes de la Naturaleza.

La gran mayoría de los adeptos a las religiones del mundo está confiado no en su propia experiencia religiosa, sino en revelaciones que supuestamente son experimentadas por otros. Las intuiciones de miles de físicos individuales han convergido hacia una satisfactoria aunque incompleta comprensión común de la realidad física. Por el contrario, las afirmaciones sobre Dios o cualquier otra cosa que hayan sido derivadas de la revelación religiosa, apuntan en direcciones radicalmente diferentes; después de miles de años de análisis teológico, no estamos ahora más cerca de una comprensión común de las lecciones de la revelación religiosa.

Las lecciones de la experiencia religiosa pueden resultar profundamente satisfactorias, en contraste con la abstracta e impersonal comprensión del mundo obtenida a partir de la investigación científica. A diferencia de la ciencia, la experiencia religiosa puede sugerir un significado para nuestras vidas y nos ofrece una promesa de algo que continúa después de la muerte: las lecciones de la experiencia religiosa parecen indeleblemente marcadas con el sello de la ilusión.

En el libro de 1977 "Los primeros tres minutos", de Steven Weinberg, puede leerse: "cuanto más comprensible parece el Universo, más sin sentido parece". Esto no significa que la Ciencia enseñe que el Universo no tiene sentido, sino más bien que el propio Universo no sugiere ningún sentido. Esta errónea interpretación de la frase ha perseguido constantemente a Weinberg; el astrónomo Gerard de Vancouleurs dijo que encontraba el comentario "nostálgico", nostalgia de un mundo en el que los cielos cuentan la gloria de Dios. Sería maravilloso descubrir en las leyes de la Naturaleza un plan preparado por un Creador interesado en que los seres humanos jugasen algún papel especial. Muchos físicos mantienen una afiliación nominal a la fe de sus padres, como una forma de identificación étnica y para uso en bodas y funerales. Sin duda hay otros físicos profundamente religiosos, pero la mayoría de ellos no están interesados en la religión, ni siquiera para ser calificados como ateos practicantes.

Existe una confusión intelectual del liberalismo religioso, pero es la religión dogmática conservadora la que hace daño. Por supuesto, también ha hecho grandes contribuciones morales y artísticas. Muchas de las grandes religiones del mundo enseñan que Dios exige una fe y una forma de culto particular; no sería sorprendente que  algunas de las personas que toman seriamente estas enseñanzas considerasen sinceramente estos mandamientos divinos como incomparablemente más importantes que cualquier virtud meramente secular como la tolerancia, la compasión o la razón. En Asia y Africa las fuerzas oscuras del fanatismo religioso están recuperando fuerza y la razón y la tolerancia no están a salvo ni siquiera en los estados laicos de Occidente. Es necesario confiar de nuevo en la influencia de la Ciencia para mantener un mundo sano. Viendo como los científicos cambian una y otra vez sus ideas sobre temas que pueden ser estudiados directamente en experimentos de laboratorio, ¿cómo se puede tomar en serio los alegatos de la tradición religiosa o de los escritos sagrados de ciertos conocimientos sobre materias más allá de la experiencia humana?

Sin embargo, no se puede dejar de lado la siguiente pregunta: ¿por qué, si no encontramos el confort espiritual que deseamos en las leyes de la Naturaleza, no deberíamos buscarlo en otra parte, en una autoridad espiritual de un tipo u otro, o en un voluntario cambio de fe? La decisión de creer o no creer no está totalmente en nuestras manos, pero parece que muchas personas son capaces de ejercer cierto control sobre lo que creen, y eligen creer lo que piensan que les va a hacer buenos o felices. El dolor de enfrentarnos a la perspectiva de la muerte nos impulsa a adoptar creencias que aminoren este dolor.

¿Qué se puede pensar de alguien que trata de convencerse de que le tocará la lotería porque necesita el dinero desesperadamente? Alguien podría envidiar sus esperanzas, pero muchos otros pensarían que está fracasando en su papel de adulto y ser racional, de mirar las cosas como son. De la misma forma que cada uno de nosotros ha tenido que aprender, a medida que crecía, a resistir la tentación de las ilusiones, también nuestra especie ha tenido que aprender, a medida que crece, que no estamos jugando un papel estelar en ningún tipo de drama cósmico.

La Ciencia no proporcionará jamás el consuelo que la religión ha ofrecido frente a la muerte. El honor de resistir la tentación de las ilusiones es sólo un pálido sustituto del consuelo de la religión, pero no está totalmente desprovisto de una honda, limpia y sutil satisfacción.

                        © 2004 Javier de Lucas