MIGUEL DE UNAMUNO

 

BIOGRAFIA

Bilbao 1864 - Salamanca 1936).

En su niñez presenció el cerco de su ciudad natal por los carlistas. Estudió bachillerato en el Instituto de Bilbao y se trasladó después a Madrid donde cursó Filosofía y Letras. Tras diversos fracasos en otras cátedras obtuvo finalmente la de Griego de la Universidad de Salamanca, Universidad de la que llegaría a ser rector.

Fueron frecuentes sus viajes y andanzas por España, pero residió en Salamanca sin más paréntesis que el destierro en Fuerteventura y en París, como consecuencia de su oposición a la dictadura del general Primo de Rivera. Tras la caída de éste, regresó triunfalmente a España y fue diputado durante la República. Manifestó una actitud cambiante frente al levantamiento militar del año 36. Pero su postura definitiva ante las fuerzas de Franco (con su famosa frase, "venceréis pero no convenceréis"), le valió ser destituido y confinado en su domicilio donde murió repentinamente el último día de 1936.

Es probablemente la figura más representativa de la España de su tiempo: en nadie encarnó de manera tan definida y tajante el espíritu inconformista y heterodoxo del modernismo y nadie como él vivió su vida en escenario nacional.

Cultivó todos los géneros y todos ellos están recorridos por sus dos grandes ejes temáticos: el problema de España y el sentido de la vida humana. Poeta de intensa vibración subjetiva aunque sin un lirismo musical; novelista, con una concepción personalísima de la narración. Sus ensayos y comentarios son muy variados, con una penetrante visión de España, de sus hombres y de sus tierras.

Unamuno es la personalidad más vigorosa de la "generación del 98" y la que ha tenido mayor repercusión europea, sobre todo por determinados elementos de discusión sobre la religiosidad de nuestro tiempo y por la tensión espiritual que anima su compleja obra literaria.

En España ha tenido una influencia fecunda e importante y ha constituido durante muchos años un punto de referencia en una época desorientada y convulsionada. No citaremos sus novelas, ensayos ni dramas y sólo nos detendremos en sus obras poéticas más importantes, que son: POESÍAS, ROSARIO DE SONETOS LÍRICOS, EL CRISTO DE VELÁZQUEZ, ANDANZAS Y VISIONES ESPAÑOLAS, RIMAS DE DENTRO, TERESA, DE FUERTEVENTURA A PARÍS, ROMANCERO DEL DESTIERRO, y lo que se considera su obra máxima, el CANCIONERO.

POEMAS ESCOGIDOS

EN UN CEMENTERIO CASTELLANO

 Corral de muertos, entre pobres tapias,

hechas también de barro,

pobre corral donde la hoz no siega,

sólo una cruz, en el desierto campo

señala tu destino.

 Junto a esas tapias buscan el amparo

del hostigo del cierzo las ovejas

al pasar trashumantes en rebaño,

y en ellas rompen de la vana historia,

como las olas, los rumores vanos.

Como un islote en junio,

te ciñe al mar dorado

de las espigas que a la brisa ondean,

y canta sobre ti la alondra el canto

de la cosecha.

 Cuando baja en la lluvia el cielo al campo

baja también sobre la santa yerba

donde la hoz no corta,

de tu rincón, ¡pobre corral de muertos!,

y sienten en sus huesos el reclamo

del riego de la vida.

Salvan tus cercas de mampuesto y barro

las aladas semillas,

o te las llevan con piedad los pájaros,

y crecen escondidas amapolas.

clavelinas, magarzas, brezos, cardos,

entre arrumbadas cruces,

no más que de las aves libres pasto.

¡Cavan tan sólo en tu maleza brava,

corral sagrado,

para de un alma que sufrió en el mundo

sembrar el grano;

luego, sobre esa siembra,

barbecho largo!

¡Cerca de ti el camino de los vivos,

no como tú, con tapias, no cercado,

por donde van y vienen,

ya riendo o llorando,

rompiendo con sus risas o sus lloros

el silencio inmortal de tu cercado!

Después que lento el sol tomó ya tierra,

y sube al cielo el páramo

a la hora del recuerdo,

al toque de oraciones y descanso,

la tosca cruz de piedra

de tus tapias de barro

queda, como un guardián que nunca duerme,

de la campiña el sueño vigilando.

No hay cruz sobre la iglesia de los vivos,

en torno de la cual duerme el poblado;

la cruz, cual perro fiel, ampara el sueño

de los muertos al cielo acorralados.

¡Y desde el cielo de la noche, Cristo,

el Pastor Soberano,

con infinitos ojos centelleantes,

recuenta las ovejas del rebaño!

¡Pobre corral de muertos entre tapias

hechas del mismo barro,

sólo una cruz distingue tu destino

en la desierta soledad del campo!

 

CRISTALES

Cristales, cristales, cristales,

duras flores de tierra pura,

de tierra virgen, sin verdura

de plantas y sin animales.

Tinieblas cuajadas en roca,

la luz del abismo os baña

y abrís transparentes la entraña

al beso del sol con su boca.

Cristales, cristales, sin vida,

sobre ella, bajo ella inmortales.

Cristales, cristales, cristales;

la luz en tinieblas se anida.

HERMOSURA

¡Aguas dormidas,

 verdura densa,

piedras de oro,

cielo de plata!

 Del agua surge la verdura densa;

de la verdura,

como espigas gigantes, las torres

que en el cielo burilan

en plata su oro.

Son cuatro fajas:

la del río, sobre ella la alameda,

la ciudadana torre

y el cielo en que reposa.

Y todo descansando sobre el agua,

flúido cimiento,

agua de siglos,

espejo de hermosura.

La ciudad, en el cielo pintada

con luz inmoble;

inmoble se halla todo,

el agua inmoble,

inmóviles los álamos,

quietas las torres en el cielo quieto.

Y es todo el mundo;

detrás no hay nada.

Con la ciudad enfrente me hallo solo,

y Dios entero

respira entre ella y yo toda su gloria.

A la gloria de Dios se alzan las torres,

a su gloria los álamos,

a su gloria los cielos,

y las aguas descansan a su gloria.

El tiempo se recoge;

desarrolla lo eterno sus entrañas;

se lavan los cuidados y congojas

en las aguas inmobles,

en los inmobles álamos,

en las torres pintadas en el cielo,

mar de altos mundos.

El reposo reposa en la hermosura

del corazón de Dios, que así nos abre

tesoros de su gloria.

Nada deseo;

mi voluntad descansa.

mi voluntad reclina

de Dios en el regazo su cabeza.

y duerme y sueña...

Sueña en descanso

toda aquesta visión de alta hermosura.

¡Hermosura! ¡Hermosura!

Descanso de las almas doloridas,

enfermas de querer sin esperanza.

¡Santa hermosura.

solución al enigma!

Tú matarás la Esfinge.

tú reposas en ti sin más cimiento.

Gloria de Dios, te bastas.

¿Qué quieren esas torres?

Ese cielo, ¿qué quiere?

¿qué la verdura?

¿y qué las aguas?

Nada, no quieren;

su voluntad murióse;

descansan en el seno

de la Hermosura eterna;

son palabras de Dios limpias de todo

querer humano.

Son la oración de Dios, que se regala

cansándose a sí mismo,

y así mata las penas.

La noche cae; despierto,

me vuelve la congoja,

la espléndida visión se ha derretido,

vuelvo a ser hombre.

Y ahora dime, Señor, dime al oído:

tanta hermosura,

¿matará nuestra muerte?

 

MI CIELO

Días de ayer, que, en procesión de olvido,

lleváis a las estrellas mi tesoro,

¿no formaréis en el celeste coro

que ha de cantar sobre mi eterno nido?

¡Oh Señor de la vida, no te pido

sino que ese pasado por que lloro,

al cabo en rolde a mí vuelto sonoro,

me dé el consuelo de mi bien perdido!

Es revivir lo que viví mi anhelo,

y no vivir de nuevo nueva vida;

hacia un eterno ayer haz que mi vuelo

emprenda, sin llegar a la partida,

porque, Señor, no tienes otro cielo

que de mi dicha llene la medida.

   LA LUNA Y LA ROSA

 En el silencio estrellado

la Luna daba a la rosa

y el aroma de la noche

le henchía -sedienta boca-

el paladar del espíritu,

que adurmiendo su congoja

se abría al cielo nocturno

de Dios y su Madre toda...

Toda cabellos tranquilos,

la Luna, tranquila y sola,

acariciaba a la Tierra

con sus cabellos de rosa

silvestre, blanca, escondida...

La Tierra, desde sus rocas,

exhalaba sus entrañas

fundidas de amor, su aroma  ...

Entre las zarzas, su nido,

era otra luna la rosa,

toda cabellos cuajados

en la cuna, su corola,

las cabelleras mejidas

de la Luna y de la rosa

y en el crisol de la noche

fundidas en una sola...

En el silencio estrellado

la Luna daba a la rosa

mientras la rosa se daba

a la Luna, quieta y sola.

 

LA PALMERA

Es una antorcha al aire esta palmera,

verde llama que busca al sol desnudo

para beberle sangre; en cada nudo

de su tronco cuajó una primavera.

Sin bretes ni eslabones, altanera

y erguida, pisa el yermo seco y rudo;

para la miel del cielo es un embudo

la copa de sus venas, sin madera.

No se retuerce ni se quiebra al suelo;

no hay sombra en su follaje, es luz cuajada

que en ofrenda de amor se alarga al cielo,

la sangre de un volcán que, enamorada

del padre Sol, se revistió de anhelo

y se ofrece, columna, a su morada.

 

   A MI PRIMER NIETO

La media luna es una cuna

¿y quién la briza?

y el niño de la media luna

¿qué sueños riza?

La media luna es una cuna

¿y quién la mece?

y el niño de la media luna

¿para quién crece?

La media luna es una cuna,

va a luna nueva,

y al niño de la media luna

¿quién me lo lleva?

LEER

Leer, leer, leer, vivir la vida

que otros soñaron.

Leer, leer, leer, el alma olvida

las cosas que pasaron.

Se quedan las que quedan, las ficciones,

las flores de la pluma,

las solas, las humanas creaciones,

el poso de la espuma.

Leer, leer, leer; ¿seré lectura

mañana también yo?

¿Seré mi creador, mi criatura,

seré lo que pasó?

CON LOS OJOS ABIERTOS

Logre morir con los ojos abiertos,

guardando en ellos tus claras montañas

-aire de vida me fue el de sus puertos-,

que hacen al sol tus eternas entrañas,

¡mi España de ensueño!

 Entre conmigo en tu seno tranquilo

bien acuñada tu imagen de gloria;

haga tu roca a mi carne un asilo;

duerma por siglos en mí tu memoria,

¡mi España de ensueño!

 Se hagan mis ojos dos hojas de hierba

que tu luz beban, oh sol de mi suelo;

madre, tu suelo mis huellas conserva,

pone tu sol en mis huellas consuelo,

¡consuelo de España!

Brote en verdor la entrañada verdura

que hizo en el fondo de mi alma tu vista,

y bajo el mundo que pasa al que dura

preste la fe que esperanza revista

¡consuelo de España!

Logre morir, bien abiertos los ojos,

con tu verdor en el fondo del pecho;

guarden mi carne dorados rastrojos;

tu sol doró de mi esperanza el lecho,

¡consuelo del ensueño de mi España!

 

TU VIDA

 ¿Qué es tu vida, alma mía?; cuál tu pago?

¡lluvia en el lago!

¿Qué es tu vida, alma mía, tu costumbre?

¡viento en la cumbre!

¿Cómo tu vida, mi alma, se renueva?

¡sombra en la cueva!

¡Lluvia en el lago!

¡Viento en la cumbre!

¡Sombra en la cueva!

Lágrimas es la lluvia desde el cielo,

y es el viento sollozo sin partida,

pesar la sombra sin ningún consuelo,

y lluvia y viento y sombra hacen la vida.

  ALDEBARÁN

 Rubí encendido en la divina frente,

Aldebarán,

lumbrera de misterio,

perla de luz en sangre,

¿cuántos días de Dios viste a la tierra,

mota de polvo,

rodar por los vacíos,

rodar la tierra?

Viste brotar al sol recién nacido?

¿Le viste acaso cual diamante en fuego

soltarse del anillo

que fue este nuestro coro de planetas

que hoy rondan en su torno,

de su lumbre al abrigo,

como a la vista de su madre juegan,

pendientes de sus ojos,

confiados los hijos?

¿Eres un ojo del Señor en vela,

siempre despierto,

un ojo escudriñando las tinieblas

y contando los mundos

de su rebaño?

¿Le falta, acaso, alguno?

¿O alguno le ha nacido?

¿Y más allá de todo lo visible,

qué es lo que hay del otro lado del espacio?

Allende el infinito,

di, Aldebarán, qué resta?

¿Dónde acaban los mundos?

¿Todos van en silencio, solitarios,

sin una vez juntarse;

todos se miran a través del cielo

y siguen, siguen,

cada cual solitario en su sendero?

¿No anhelas, di, juntarte tú con Sirio

y besarle en la frente?

¿Es que el Señor, un día,

en un redil no ha de juntar a todas

las celestes estrellas?

¿No hará de todas ellas

una rosa de luz para su pecho?

¿Qué amores imposibles

guarda el abismo?

¿Qué mensajes de anhelos seculares

trasmiten los cometas?

¿Sois hermandad? ¿Te duele,

dime, el dolor de Sirio,

Aldebarán?

¿Marcháis todos a un punto?

¿Oyes al sol?

¿Me oyes a mí?

¿Sabes que aliento y sufro en esta tierra,

mota de polvo,

rubí encendido en la divina frente,

Aldebarán?

¿Si es tu alma lo que irradia con tu lumbre,

lo que irradia, es amor?

¿Es tu vida secreto?

¿O no quieres decir nada en la frente

del tenebroso Dios?

¿Eres adorno y nada más que en ella

para propio recreo se colgara?

Siempre solo, perdido en lo infinito,

Aldebarán,

perdido en la infinita muchedumbre

de solitarios...

¿sin hermandad?

¿O sois una familia que se entiende,

que se mira los ojos,

que se cambia pesares y sentires

en lo infinito?

¿Os une acaso algún común deseo?

¿Como tu luz nos llega, dulce estrella,

dulce y terrible,

no nos llega de tu alma el soplo acaso,

Aldebarán?

Aldebarán, Aldebarán ardiente,

el pecho del espacio,

di, ¿no es regazo vivo,

regazo palpitante de misterio?

¡Tú sigues a las Pléyades

siglos de siglos,

Aldebarán,

y siempre el mismo trecho te mantienen!

Estos mismos lucientes jeroglíficos

que la mano de Dios trazó en el cielo

vio el primer hombre,

y siempre indescifrables

ruedan en torno a nuestra pobre Tierra.

Su fijidez, que salva

el cambiar de los siglos agorero,

es nuestro lazo de quietud, cadena

de permanencia augusta;

símbolo del anhelo permanente

de la sed de verdad, nunca saciada,

nos son esas figuras que no cambian,

Aldebarán.

De vosotros, celestes jeroglíficos

en que el enigma universal se encierra,

cuelgan por siglos

los sueños seculares;

de vosotros descienden las leyendas

brumosas, estelares,

que, cual ocultas hebras,

al hombre cavernario nos enlazan.

Él, en la noche de tormenta y hambre,

te vio, rubí impasible,

Aldebarán,

y loco alguna vez, con su ojo en sangre,

te vio al morir,

sangriento ojo del cielo,

ojo de Dios,

¡Aldebarán!

¿Y cuando tú te mueras?

¿Cuando tu luz, al cabo,

se derrita una vez en las tinieblas?

¿Cuando frío y oscuro

el espacio sudario

ruedes sin fin y para fin ninguno?

¡Este techo nocturno de la tierra,

bordado con enigmas,

esta estrellada tela

de nuestra pobre tienda de campaña,

es la misma que un día vio este polvo

que hoy huellan nuestras plantas,

cuando en humanas frentes

fraguó vivientes ojos!

¡Hoy se alza en remolino

cuando el aire lo azota

y ayer fue pechos respirando vida!

Y ese polvo de estrellas,

ese arenal redondo

sobre que rueda el mar de las tinieblas,

¿no fue también un cuerpo soberano,

sede no fue de un alma,

Aldebarán?

¿No lo es aún hoy, Aldebarán ardiente?

¿No eres, acaso, estrella misteriosa,

gota de sangre viva

en las venas de Dios?

¿No es su cuerpo el espacio tenebroso?

¿Y cuando tú te mueras,

¿qué hará de ti ese cuerpo?

¿Adónde Dios, por su salud luchando,

te habrá de segregar, estrella muerta,

Aldebarán?

¿A qué tremendo muladar de mundos?

Sobre mi tumba, Aldebarán. derrama

tu luz de sangre,

y si un día volvemos a la Tierra,

te encuentre inmoble, ¡Aldebarán, callando

del eterno misterio la palabra!

¡Si la Verdad Suprema nos ciñese

volveríamos todos a la nada!

¡De eternidad es tu silencio prenda,

Aldebarán!

 

 SED DE TUS OJOS

 Sed de tus ojos en la mar me gana;

hay en ellos también olas de espuma,

rayo de cielo que se anega en bruma

al rompérsela el sueño, de mañana.

Dulce contento de la vida mana

del lago de tus ojos; si me abruma

mi sino de luchar, de ellos rezuma

lumbre que al cielo con la tierra hermana.

 Voy al destierro del desierto oscuro,

lejos de tu mirada redentora,

que es hogar de mi hogar sereno y puro.

 Voy a esperar de mi destino la hora;

voy acaso a morir al pie del muro

que ciñe al campo que mi patria implora.

SOBRE TU PELO

Sobre tu pelo en que el sol se bañaba

íbanse a solear en blancos copos

las aladas semillas de los chopos;

bajo el desnudo cielo azul nevaba.

Nevaba al borde allí de la chopera;

en el azul latía la verdura

de las hojas, latía la blancura

de las semillas en tu cabellera.

Y yo soñaba en la serena cumbre

de una montaña de escalar el cielo,

donde paren las nieves el consuelo

de un Jordán que nos quite pesadumbre.

Sobre tu yerba llevan hoy las brisas

el amor de los chopos en mechones;

esparce Primavera granazones,

nieves de flor que son como sonrisas.

Y de la cruz que tu tierra corona

brota invisible un Jordán de pureza;

sus aguas corren sobre mi cabeza

y por tu corazón Dios me perdona.

 

 OJOS CLAROS

Tus ojos son los de tu madre, claros,

antes de concebirte, sin el fuego

de la ciencia del mal, en el sosiego

del virgíneo candor; ojos no avaros

de su luz dulce, dos mellizos faros

que nos regalan su mirar cual riego

de paz, y a los que el alma entrego

sin recelar tropiezo. Son ya raros

ojos en que malicia no escudriña

secreto alguno en la secreta vena,

claros y abiertos como la campiña

sin sierpe, abierta al sol, clara y serena;

guárdalos bien; son tu tesoro, niña,

esos ojos de virgen Magdalena.

CAMINANTE

 Vuelve hacia atrás la vista, caminante,

verás lo que te queda de camino;

desde el oriente de tu cuna, el sino

ilumina tu marcha hacia adelante.

Es del pasado el porvenir semblante;

como se irá la vida así se vino;

cabe volver las riendas del destino

como se vuelve del revés un guante.

 Lleva tu espalda reflejado el frente;

sube la niebla por el río arriba

y se resuelve encima de la fuente;

 la lanzadera en su vaivén se aviva;

desnacerás un día de repente;

nunca sabrás donde el misterio estriba.

  POLÉMICA

Vuelvo a lo mismo...

Mis pasadas esperanzas de recuerdos

han de ser de lo futuro en el abismo

recuerdos de esperanzas,

que al cantarme el cuco del reloj las doce,

de miles de otras trayendo dejo en goce

soñé que me moría

y desperté en la muerte;

en la muerte del pasado que venía,

venidero pasado, vida inerte...

y la vida era rueda

y el carro era invisible...

Oh mi vieja niñez, cuando vivía

de cara a lo que fue -se fue y se queda-

de cara al porvenir...

Pero salté la linde,

me metí en el desierto, el infinito,

donde el alma se rinde

al tocar de su entraña el hondo hueco

y se seca en el aire todo grito

sin eco...

¿Salté la linde o rompí la barrera?

No lo pude sentir, que en el tumulto

de un mundo en terremoto y lucha fiera

al pobre niño le enterró el adulto...

¿De qué edad nació Adán?

Porque Cristo fue niño;

gustó leche divina antes que pan;

reclinó la cabeza entre las tetas

de la Virgen, su madre -su cariño-

y se durmió...

¡Oh seno maternal que apagas las rabietas!

El pobre Adán cayó

porque no tuvo madre, no fue niño...

Mas ¿no lo fue? No tuvo madre en Eva?

¿No durmió en su regazo?

No gustó vida humana, vida nueva,

preso por la serpiente con el lazo

del pecado, en el seno de mujer?

No sintió su niñez, niñez perdida,

pasado de una vida

que no vivió,

¿cuando empezó a saber,

cuando pecó?

¡Niñez eterna, flor de la vida,

flor de la muerte,

inocencia del sueño que no pasa,

misterio de la suerte,

brasa de hogar de la divina casa,

de la casa del Padre que perdona!

¡Perdónanos, Señor, que no sabemos

qué es lo que hacemos!

 

                                                                                  © Javier de Lucas