MI ESCEPTICISMO

Se considera la Ciencia (o al menos se habla de ella) como si fuera una especie de invento desmoralizador del hombre, algo ajeno a la vida real que debe ser protegido con mucho celo y mantenerse separado de la existencia cotidiana. Pero la Ciencia y la vida cotidiana ni se pueden ni se deben separar.

La primera regla del escepticismo es que los principios del pensamiento crítico te los debes aplicar principalmente a ti mismo. No olvides que los sesgos cognitivos, los defectos de la memoria y de la percepción, la heurística, el razonamiento motivado... todos te afectan a ti, no solo a los demás. Asimílalo honestamente. Estos conceptos no son armas con las que atacar a los demás para sentirte superior, sino herramientas necesarias para minimizar los sesgos, los errores y las sandeces que embozan tu cerebro. Sé consciente de que nunca alcanzarás el objetivo de librarte totalmente de los sesgos y de los errores. Lo único que puedes hacer es estar alerta y esforzarte para minimizarlos. Y mientras enfocas esa luz hacia tu interior, reconoce que tienes tus propias vacas sagradas, esas ideas que forman parte de tu identidad que te dolerá cambiar. No niegues tu humanidad: acéptala y trabájala.

Para mí, este proceso significó enorgullecerme de mi capacidad de cambiar de opinión. En lo referente a mi forma de enfocar la información, me identifico con un proceso escéptico y crítico, con dejar que los hechos reinen, con ser honesto, justo y transparente. Mi identidad es esa y no una creencia o conclusión concreta. Por eso, si me equivoco sobre algo, tengo la oportunidad de cambiar de opinión y demostrar que puedo corregir mis errores. No es fácil. Equivocarse nunca deja de herir el ego. Pero debes llegar al punto en el que negarte a corregir un error duela más.

Cuando se trata de lidiar con los demás, no se me ocurriría jamás decirte qué «debes» hacer. Lo único que puedo hacer es compartir mi enfoque y contarte si me ha funcionado. Me recuerdo constantemente a mí mismo que todos somos humanos imperfectos tratando de abrirnos camino en un mundo complejo y que a menudo da miedo. Más que nada, somos el producto de nuestras circunstancias.

Por ejemplo, la mayoría de las personas terminan aceptando el sistema de creencias en el que han nacido. Así que no parece justo culpar a los demás por el único aspecto de sus vidas sobre el que no tuvieron absolutamente ningún control, a saber: la situación en la que nacieron. Todos somos el resultado de nuestras oportunidades, de nuestros mentores y de las personas que nos rodean, además de las propensiones neurológicas que nos fueron otorgadas.

Esta actitud me ayuda a juzgar menos a los demás. Prefiero adoptar un enfoque de cuidado. Me siento bien al pensar dónde me ha llevado la vida y le estoy sumamente agradecido a todo aquel que me ha cuidado y enseñado por el camino, así que siento que lo mejor que puedo hacer a cambio es enseñar a los demás. Esto no significa que no considere que cada uno es responsable de sus actos. Los estafadores siempre consiguen que me enfade y creo que merecen ser castigados. Pero yo me he dedicado a abordar las creencias y los argumentos y trato con mucho cuidado de no atacar a los creyentes. No son más que seres imperfectos, igual que nosotros. Por otro lado, critico a los divulgadores de sandeces que difunden informaciones erróneas, mentiras y pseudociencia. Han entrado en el ámbito público para promover sus tonterías, así que son una presa legítima del escrutinio, del análisis escéptico y de las refutaciones. Pero incluso con ellos siempre trato de ser justo.

Otros defensores de la Ciencia y de la razón prefieren adoptar un enfoque más afilado, cosa que me parece bien. Cada uno es libre de hacer lo que encaje con sus capacidades y personalidad. No puedo demostrar si un enfoque es más efectivo que el otro, pero recomiendo que, cuando trates de hacer cambiar de opinión a los demás o de extender tu visión del mundo, tengas en cuenta tu estrategia y hagas seguimiento de tus resultados. Puede que tus instintos te estén ayudando, pero también puede que no sea así, de manera que lo mejor es aplicar algo de ese pensamiento crítico en tu forma de difundir el pensamiento crítico.

Si mi primera recomendación es ser humilde y la segunda es la de cuidar a los demás, la tercera es que hay que ser valiente. Puede ser difícil e incómodo enfrentarse a las creencias de los demás o tratar de hacer retroceder a la pseudociencia. Una pregunta que me llega muy a menudo es qué hacer cuando estás en la consulta del médico y te está recomendando el uso de bobadas como la homeopatía. Tal vez lo más fácil sea darle las gracias y no volver jamás. Pero estarás desaprovechando la oportunidad de darle a ese profesional una opinión valiosa. Debe saber lo que piensas de su recomendación, que valoras la medicina basada en la Ciencia y que eso es lo que esperas de tu médico. Puede que aun así decidas no volver a su consulta nunca más, pero habrás hecho tu pequeña aportación de pensamiento crítico al mundo, y todo suma.

Lo mismo ocurre con tus profesores o con el colegio de tus hijos, con tu lugar de trabajo y tu círculo social. Puedes mantener la cordialidad si no te gustan los enfrentamientos, pero yo no tendría nunca miedo de defender algo legítimo. Por supuesto, siempre hay que saber elegir el momento y el lugar y saber cuándo retirarse. Una cosa es ser valiente y otra ser molesto. Si tu empresa es contratada por un charlatán, ¿agachas la cabeza y sigues con lo tuyo, o le dices algo a tu superior? Eso dependerá de muchas variables, pero yo no descartaría poner sobre la mesa dónde se encuentra la responsabilidad de la empresa. Tal como yo lo veo, a todo círculo social le iría bien tener su propio escéptico, esa persona que ofrece un punto de vista escéptico en cualquier tema que se trate. No tardarás en ver que las personas empiezan a acudir a ti para preguntar qué opina el escéptico, y como sabrán qué esperar, lo que les digas no tendrá por qué causarles rechazo.

Cuando decidas implicarte, hazlo de verdad. No te limites a dar tu opinión, descubre qué piensa la otra persona y por qué. Aborda su relato y su comprensión del tema. Si no dispones de una buena respuesta para un punto concreto, es una oportunidad fantástica para decir que no lo sabes y descubrirlo juntos. Lo mejor que puedes hacer es no limitarte a ofrecer la respuesta escéptica, sino demostrarles cómo llegar a ella por sí mismos. Hay que esforzarse mucho por no explicar qué pensar, sino cómo pensar. Muéstrales el proceso y todo el caos que conlleva. La Ciencia es caótica. Pensar por ti mismo es un circo que no se acaba nunca. Pero hay que ir abriéndose camino para llegar al menos a una respuesta provisional y razonable a través de un proceso lógico que respete los hechos y la precisión.

El escepticismo también es divertido y empoderador. Una de las opiniones más frecuentes que recibo es lo liberador que es haber dejado atrás por fin determinado sistema de creencias. Han dejado de estar sometidos por una creencia opresiva. Ahora pueden pensar libremente y creer únicamente cosas a las que de verdad encuentran sentido. Me gusta enseñar a los demás lo mucho que disfruto siendo escéptico. Sí, puede ser frustrante lidiar con los abyectos sinsentidos que acosan a nuestra especie, pero al final resulta muy entretenido explorar preguntas interesantes, intercambiar ideas con personas que no están de acuerdo contigo y aprender cosas nuevas sobre ti mismo y sobre el Universo. El escepticismo no puede ser solo negativo, también tiene que ser positivo. Creo que por eso Carl Sagan siempre ha gozado de un respeto tan universal entre los escépticos y los divulgadores científicos. Él más que nadie simbolizaba el equilibrio óptimo entre oponerse a la pseudociencia y abrazar la visión científica del Universo con toda su belleza y su magia. La Ciencia te puede proporcionar una perspectiva igual de asombrosa y mucho más maravillosa que cualquier fantasía.

CÓMO HABLAR CON AMIGOS Y FAMILIARES

Todos hemos pasado por ello. Nadie es capaz de sacarte de quicio tanto como tu familia y tus seres queridos. El riesgo también aumenta cuando se trata de relaciones que seguramente conservarás durante toda tu vida (y que quieres que duren para siempre). Lo que está en juego es mucho más importante.

No estamos hablando solo sobre si el monstruo del lago Ness existe o no; a menudo nos enfrentamos a decisiones vitales importantes. Hay preguntas de gente cuyos cónyuges padecen cáncer y se están planteando no seguir el tratamiento recomendado para probar con las vitaminas o los enemas de café; padres que quieren tratar a sus hijos con homeopatía; o personas cuyos hermanos están invirtiendo mucho dinero en estafas de ventas multinivel. Tener estas conversaciones con amigos y familiares puede llegar a ser muy frustrante. Durante una discusión, es raro recibir la respuesta que quieres. No esperes que digan «Lo sé, nunca me lo había planteado así» o «Es verdad que lo que me estás diciendo no admite discusión». Lo más probable es que reaccionen a la defensiva, desvíen la atención e incluso recurran a los ataques personales. También es posible que el mismo tema vuelva a salir meses más tarde y que descubras que todo sigue igual, como si tus discusiones anteriores no hubiesen ocurrido.

Pero, a estas alturas, al menos nada de esto te cogerá por sorpresa. Hemos repasado una larga lista de mecanismos psicológicos que parecen conspirar entre ellos para proteger nuestras creencias existentes o las creencias que deseamos. Tendemos a resistirnos a modificar nuestras creencias fundamentales o estimadas con todas nuestras fuerzas. Cuando trates con personas cercanas a ti, es especialmente importante recordar los consejos anteriores y ser humilde y paciente y concentrarte en educar en lugar de ganar la discusión. Y recuerda que a veces serás tú el que esté equivocado. Siempre considera primero esta posibilidad.

ESTRATEGIA A LARGO PLAZO

Cuando alguien nos pide consejos específicos sobre cómo lidiar con un familiar o un amigo, siempre decimos que depende. Primero depende de tus objetivos. Puede parecer obvio, pero es importante saber qué es exactamente lo que quieres obtener de la interacción. ¿Quién es tu verdadera audiencia?, ¿estás tratando de cambiar una opinión o un comportamiento? Y luego, ¿cuánto tiempo y esfuerzo estás dispuesto a invertir? Si estás hablando con alguien en las redes sociales, lo más probable es que jamás llegues a conocer a esa persona o a tener una relación con él o ella y, por lo tanto, te puedes contentar con presentar unos cuantos argumentos breves y luego salir a cenar. Sin embargo, cuando se trata de tu cónyuge, puede que estés dispuesto a invertir años de trabajo para ir cambiando su visión del mundo poco a poco. Esto significa que tienes que ser increíblemente paciente. No esperes que se le caiga la venda de los ojos de un día para otro.

Muy bien, ¿y esto cómo se hace?

1. Planta la semilla. Lanza una pregunta o una idea e invita a la otra persona a que reflexione sobre ello o que profundice por su cuenta. No le pidas ni esperes que exprese su opinión en este momento. Puede que le resulte más cómodo cuestionar sus creencias en la privacidad de su mente.

2. No lo conviertas en una competición o en un conflicto. Cuanto más lo lleves al terreno personal, más defensivo se mostrará. Explorad la cuestión juntos. De hecho, resulta muy útil no entrar pisando fuerte sino haciendo preguntas, reconociendo las cosas que no sabes y convertir el tema en una misión conjunta.

3. Encuentra puntos en común. Cada argumento tiene sus premisas y su lógica. Si tú y otra persona disentís, será porque estáis partiendo de premisas distintas o porque uno o ambos estáis usando una lógica inválida. Buscad primero los puntos en los que estáis de acuerdo y, a partir de ahí, tratad de identificar en qué estáis en desacuerdo y de ver si podéis resolver vuestras diferencias juntos. Puede que lleguéis a opiniones subjetivas o juicios de valor, pero al menos sabréis en qué no estáis de acuerdo. No discutáis sobre los hechos: resolvedlos. Convenid de antemano que solo buscaréis los detalles que estén en tela de juicio, y tratad de recurrir a fuentes en las que ambos confiéis.

4. No ataques de frente, ya que es mejor despertar y cuidar su escepticismo. Puede que tengas mucho más éxito si no abordas la creencia que más te preocupa. Encuentra un tema sobre el que estéis de acuerdo. Tengo un amigo con el que disiento muy a menudo, pero vio un buen documental sobre el caso Roswell y comprendió por qué las afirmaciones sobre un platillo volante estrellado carecían de fundamento. Ese era un tema en el que podíamos estar de acuerdo, y se convirtió en una muy buena puerta de entrada para entrenar su pensamiento crítico. Gracias a ese tema, y sin confrontación alguna, podíamos hablar sobre los tipos de evidencias que son útiles, cómo se propagan las informaciones erróneas y cómo las personas pueden llegar a convencerse a sí mismas y creer cosas que no son ciertas. Todo el mundo se muestra escéptico frente a algo. Encuentra ese algo. En lugar de tratar de convencer a alguien de que no crea en algo, o de que acepte el consenso científico sobre un tema concreto, dedica tiempo a enseñarle habilidades de pensamiento crítico. Al final, puede que él mismo cuestione sus creencias.

5. Cuida tu tono. Es asombrosa la controversia que genera el sencillo consejo de ser cordial en la comunidad de escépticos. Phil Plait (creador del blog Bad Astronomy) dio una famosa conferencia a la que tituló «No seas capullo» y recibió una sorprendente cantidad de reacciones negativas de personas que creían que estaba siendo un capullo. El asunto encierra una controversia legítima. Existe algo llamado «troleo de tono» que se da en las redes sociales: en lugar de abordar los argumentos que alguien está presentando, este tipo de trols se centran excesivamente en el tono percibido. Es una estrategia diseñada para apartar a alguien de una discusión o para hacerlo callar. A mí me han dicho muchas veces que soy arrogante simplemente porque he señalado un error en los hechos o he dicho que un argumento es una falacia lógica. El tono se convierte en una distracción para evitar los verdaderos problemas y para hacer callar a alguien cuyas opiniones no son de tu agrado.

Asimismo, algunas personas defienden con mucho celo su derecho a utilizar el tono que les plazca, a ser directos e incluso a ridiculizar a los demás siempre que quieran. Algunos problemas, dicen, requieren un tono severo. Me he encontrado con esta actitud al hablar con o sobre estafadores o charlatanes. Ellos mismos o sus defensores exigen respeto y adoptan el papel de trol de tono frecuentemente contra quienes les critican. Pero puede que la verdadera cuestión que se deba tratar sea si ellos o sus opiniones merecen respeto.

6. Trata de entender el relato de la otra persona. Las personas no solo albergamos creencias específicas sobre los hechos, sino que construimos relatos sobre cómo funciona el mundo, cómo dar sentido a informaciones a menudo abrumadoras y confusas, sobre las motivaciones de los demás y sobre lo que ha ocurrido en el pasado. Si quieres que alguien cambie de opinión, no puedes despojarle de su relato diciéndole que se equivoca, porque lo que conseguirás es que se sienta vulnerable e inseguro. Debes reemplazar su relato con otro que ofrezca un poder explicativo más eficaz, preferiblemente un relato basado en la Ciencia y la razón. En otras palabras, debes ayudarle a comprender los hechos y las afirmaciones desde tu punto de vista escéptico. En el ejemplo del caso Roswell, el relato de mi amigo era que el gobierno estaba encubriendo las evidencias de un platillo volante alienígena que se había estrellado. Mi objetivo era ayudarle a sustituir el relato de la conspiración por otro relato escéptico que incluía la mitología, el autoengaño, la mala labor periodística y el afán de publicidad de quienes pretenden vender el relato de la conspiración.

Dicho esto, lo más probable es que quieras mantener una buena relación con tus amigos y familiares, y hay maneras de expresar todos tus argumentos sin ser agresivo u ofensivo. A veces es difícil decirle a alguien que se equivoca sin que el resultado sea negativo. Pero es posible. Solo hay que ir con cuidado. Sea cual sea el enfoque que decidas adoptar, este es el que mejor nos funciona. Por ejemplo, a menudo recibo correos electrónicos beligerantes que o bien no están de acuerdo con algo específico de mis libros o mis artículos. Mi política es responder (cuando lo hago) de una forma profesional y educada. Es sorprendente lo aplacador que resulta. A menudo el autor del correo electrónico da marcha atrás e incluso se disculpa por el tono empleado. No hace falta decirle a alguien que su comportamiento es infantil, basta con actuar como un adulto y dejar que el contraste hable por sí solo.

Finalmente, si veo que alguien merece que le dedique mi atención, ser amable es lo único que surte efecto. Pero, insisto, el contexto manda. A veces, si tu objetivo lo requiere, es necesario sacar un tono más afilado. La buena noticia es que las personas pueden cambiar, aunque no existe una fórmula mágica y no es fácil. Los estudios psicológicos nos revelan algunos hallazgos alentadores: si dedicas tiempo a explorar los argumentos y las evidencias, tu interlocutor podrá cambiar de opinión y ganar una comprensión más sofisticada del tema en cuestión. Ejercer una influencia escéptica en las personas que te rodean dará frutos a largo plazo.

EDUCAR A LOS HIJOS DESDE EL ESCEPTICISMO

Tendemos a creer que sabemos cómo funcionan las cosas incluso cuando no es así. Este fenómeno se debe, en parte, al hecho de que estamos acostumbrados a apoyarnos en el conocimiento de otros y a confundirlo con el nuestro. La mayoría conducimos nuestros coches o utilizamos nuestros ordenadores sin tener mucha idea de cómo funcionan. A veces podemos sobrestimar nuestro conocimiento superficial sobre ellos y subestimar el conocimiento técnico de los verdaderos expertos. También encontramos un elevado grado de juicio moral enredado en lo que en realidad no dejan de ser cuestiones o bien de Ciencia médica o de preferencias personales. Todo esto significa que, en cuanto anuncies al mundo (o sea evidente) que vas a tener un hijo, te convertirás en el blanco de consejos de todo tipo que no has pedido.

Educar a tus hijos desde el escepticismo no solo significa saber cómo lidiar con cuestiones científicas relacionadas con tener y criar a tus hijos, sino también cómo motivar a tus hijos para que se conviertan en adultos que practiquen el pensamiento crítico. Ojalá tuviera una fórmula que garantizara este resultado, pero naturalmente, cada niño es diferente y cada entorno un mundo. Como ocurre con todo lo demás, no puedes controlar a tus hijos, solo puedes influir en su comportamiento. Vaya por delante que el consejo general de los psicólogos es mantener una relación afectuosa y de cuidado con los hijos. Eso es lo más importante. Pero, por el camino, puedes motivarlos gradualmente para que sean curiosos, para que amen la ciencia y para que practiquen el pensamiento crítico.

Cuando surja algo que puedas convertir en una lección sobre pensamiento crítico, acostúmbrate a hacerlo. Muestra a tus hijos cómo cuestionar lo que ven. Es la primera pieza de su detector de tonterías. Básicamente, deben ver en ti las buenas prácticas de pensamiento que estás intentando inculcarles. Si te preguntan algo, no les des una respuesta autoritaria, por muy sencilla que sea la pregunta. Por ejemplo, si hijo te pregunta de qué color eran los dinosaurios. Aunque no lo parezca, la pregunta encierra perspicacia porque asume que la representación típica de los dinosaurios podría no ser precisa. Respóndele: «Bueno, y ¿cómo podríamos saber de qué color eran?». Ahí está la pregunta verdaderamente interesante. Y a partir de ahí, la exploramos juntos. También me resulta útil reconocer que no sé la respuesta cuando la desconozco o cuando ni siquiera los científicos la saben. En realidad, casi todas las preguntas te permiten llegar hasta el límite de lo que se sabe y señalar lo que la Ciencia todavía no ha descubierto. Esto enseña varias cosas: que está bien cuestionar todo; que el conocimiento no es absoluto, sino un proceso de descubrimiento; y que no existe ninguna autoridad absoluta, ya que cualquier afirmación es tan válida como las evidencias que la respaldan.

Con este enfoque descubrirás que tus hijos se van convirtiendo en escépticos de manera natural. Les gusta especialmente demostrar que te equivocas sobre algún detalle, lo que te da la oportunidad de demostrarles cómo debemos comportarnos cuando nos encontramos cara a cara con un error. He aquí otra regla que me parece útil: apunta un poco más alto de lo que te dicten tus instintos. En otras palabras, tendemos a asumir que los niños no entienden las cosas, pero seguramente saben y entienden más de lo que crees. Evita simplificar demasiado las cosas o subestimarlos. Coloca la zanahoria delante de ellos, pero, evidentemente, no demasiado, y haz que se esfuercen un poco por alcanzarla. Al menos agradecerán que les hables como a una persona de verdad.

TRANSMITE EL AMOR POR LA CIENCIA

Me apasiona la Ciencia. Si ese es tu caso, esa es la parte más fácil de ser padre, transmitirles  a tus hijos tu amor por la Ciencia con entusiasmo. El consenso general es que compartir momentos divertidos y de calidad con tus hijos es probablemente lo mejor que puedes hacer por ellos. Los expertos también coinciden en que es útil leer a tus hijos frecuentemente y tener cuantos más libros alrededor mejor. En realidad, lo único que hay que hacer es asegurarse de que algunos de esos libros y parte de ese tiempo de calidad tengan que ver con la Ciencia. También puedes encontrar algo que les interese y motivarles. No les impongas ningún tema: prueba con distintas cosas, y cuando muestren interés por alguna, sigue por ese camino. Cualquier cosa que les apasione te dará la oportunidad de demostrar cómo observar, cómo funciona la categorización, lo que saben los científicos, cómo diferenciar las afirmaciones fiables de los mitos comunes, y cómo explorar un tema mediante la lectura. También puedes buscar formas de mostrarles la relación que une el tema que más les interesa con otros campos de conocimiento.

Incluso si no tienes hijos, puede que tus amigos o familiares los tengan y te relaciones con esos niños. Hay muchas oportunidades de difundir el pensamiento crítico o el amor por la Ciencia entre los que te rodean, tengan la edad que tengan. En última instancia, ser un «padre» escéptico tiene que ver con ser una persona escéptica que valora la enseñanza y el cuidado. A lo largo de la vida, todos somos discípulos y maestros. Nunca debemos dejar de aprender e, independientemente de nuestro nivel de conocimiento, todos tenemos algo que enseñar a los demás. De hecho, enseñar es la mejor forma de aprender, ya que enseñar y aprender son partes dinámicas del mismo proceso.

Las personas que tienen más experiencia o un fondo de conocimiento más profundo que el tuyo pueden compartir muchas cosas. Pero las que tienen menos experiencia o conocimiento también tienen algo que aportar: su entusiasmo y una perspectiva fresca. Las preguntas más penetrantes e interesantes suelen venir de quienes están libres de ideas preconcebidas. Por eso los niños a veces plantean las mejores preguntas, porque no saben lo suficiente como para tener presuposiciones ocultas que constriñan su pensamiento. Y estas preguntas te dan la oportunidad de enfrentarte a tus propias presuposiciones, de las que no eras consciente. Este enfoque del alumno-profesor es el que he empleado siempre. Enseñar y aprender al mismo tiempo, como parte del mismo proceso. Y no tengo previsto que mi largo proceso de enseñar y aprender termine hasta que se acabe también mi vida.

                                                                                                                     

                                                                                                                                        © 2020 JAVIER DE LUCAS

 

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